Entre los aludidos figuran Manuel Pulgar Vidal, del Ambiente; Juan Manuel Benites, de Agricultura; Diana Álvarez, de Cultura; Marcela Huaita, de la Mujer; José Gallardo Ku, de Transportes; Aníbal Velásquez, de Salud; Gustavo Adrianzén, de Justicia; Paola Bustamante, de Desarrollo e Inclusión Social; y Magali Silva, de Comercio Exterior. Su actuación ha sido duramente objetada por tratarse de una señal de irrespeto.
Por su parte, el congresista Alejandro Aguinaga tuiteó: “¡Que bestia! Nueve ministros desconectados prefieren selfie a seguir escuchando más promesas y seudo logros del presidente Ollanta Humala. De ‘ripley’”. Similar reacción tuvo el ex titular de Trabajo Juan Sheput: “Impresionante foto que muestra a ministros enloquecidos por un selfie mientras habla el presidente. Desorden total”.
Han surgido interpretaciones dirigidas a minimizar la anécdota e intentar pasar por alto ésta ausencia de sobriedad. Estas manifestaciones en un momento de aparente alegría, más allá que sean en un acto público, constituyen un desdén a quien pronunciaba una alocución vista por millones de peruanos a través de los medios televisivos.
En política el fondo y la forma tienen un infalible significado y, además, cada gesto público comunica. La sensación ofrecida es de un gabinete irreverente ante su superior jerárquico e incompetente para valorar su propia investidura. Una muestra irrefutable de falta de criterio y pertinencia.
Este suceso convendría ser observado por la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado de la cartera de Relaciones Exteriores a fin de ofrecer unas cuantas, precisas y necesarias orientaciones a los que, desde la más alta esfera del Poder Ejecutivo, perjudican la supremacía presidencial. No debiéramos acostumbrarnos, como sucede en un paraje de zarzuela como el nuestro, a los inoportunos desatinos protagonizados por nuestros dignatarios.
Creo apropiado incidir que el protocolo está lejos de constituir un conjunto de disposiciones inflexiones que hacen elitista al gobernante. Es una disciplina destinada a estipular las formas bajo las que se realiza una actividad humana importante. Son patrones para desarrollar un evento específico y se diferencian de las normas jurídicas porque su mal uso no significa el incumplimiento de un deber formal y sancionable.
Este
novedoso autorretrato es empleado por diversas personalidades a nivel mundial.
El Papa Francisco se ha tomado en sus visitas oficiales, audiencias públicas e
incluso en la canonización de Juan Pablo II y Juan XXIII. En la lista de los
"selfies” -elaborada por la prestigiosa revista Time- hay uno del Santo
Padre con un grupo de adolescentes en la ciudad del Vaticano y otro del
presidente de Estados Unidos, Barack Obama y el primer ministro británico,
David Cameron, con la primera ministra de Dinamarca, Helle Thorning Schmidt, en
los homenajes al memorable Nelson Mandela en Sudáfrica.
El punto discrepante surge cuando son perpetrados omitiendo la solemnidad del acontecimiento. Estoy muy lejos de pretender asumir posturas surrealistas que puedan considerarse exageradas en estas épocas en que es empleado en eventos de toda índole. Sin embargo, evitemos sustraer el sentido común que orienta nuestras acciones.
Aprovecho este asunto para incidir que tampoco son atinados en exequias, velorios, accidentes de tránsito, situaciones denigrantes o con personas a la que no se pide permiso. A mis alumnos les comento con insistencia lo inelegante de los “selfies” a sus exuberantes platos de comida para exhibirlos en el facebook. Eluden percatarse que proyectan la imagen de un “chuncholandia” que nunca ha visto un agradable y bien decorado platillo, ni ha estado en un restaurante de cuatro o cinco tenedores.
Deseo recordar, en un medio colmado de informalidades, absurdos, huachaferías, criolladas y desproporciones, qué durante la reciente estadía en México de los monarcas de España, los organizadores prohibieron a los asistentes a sus eventos -incluidos los funcionarios estatales- los “selfies” con los reyes Felipe VI y Letizia.
Esta última celebración patria del régimen de Gana Perú será recordada, entre otras razones, por mostrar a los ministros con un autorretrato alejado del que la población percibe de una administración gubernamental incapaz de guardar las mínimas cortesías que contribuyan a ganarse el respeto y la credibilidad de un país cada vez más divorciado de la clase política. Un nuevo gesto de frivolidad que empaña a nuestro mandatario.
Probablemente, la mayoritaria
percepción ciudadana es opuesta a la impropia jovialidad que inspiró a los
autores de los ahora famosos “selfies” palaciegos. Sugiero incorporar la
coherencia, el miramiento y, reitero, la pertinencia en nuestras autoridades. Señoras
y señores ministros: un poco de elemental sobriedad, cordura y buenos modales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario