domingo, 22 de junio de 2014

Etiqueta social y celos: Dos caras de una misma moneda

Quiero empezar reiterando lo explicado en anteriores notas: la etiqueta social consiste en un conjunto sencillo de exhortaciones tendientes a hacernos agradable la existencia con nuestros semejantes y, por lo tanto, mejorar los tradicionales estándares de entendimiento personal e institucional. Así de simple, amigo lector.

Debemos rehusar sustentar los buenos modales en normas rígidas, acartonadas, inflexibles y fuera de contexto como algunas “pipiris nais” de esta temática plantean, incluso con intransigencia y sin mayores explicaciones. Este atroz y limitado estilo de enseñanza ha contribuido a apartarla de la expectativa de múltiples hombres y mujeres.

Insisto, una vez más, la deferencia, educación y cortesía distingue al individuo que la interioriza, alimenta saludables lazos interpersonales, crea un clima de simpatía colectiva, fortalece las relaciones humanas y evidencia respeto al prójimo. Su estudio y aplicación no debe convertirse en elitista, lejana y antojadiza.

Igualmente, un aspecto central es el autocontrol emocional. Los acontecimientos de tirantez y discrepancia facilitan conocer, más allá de apariencias, el mundo interno de la persona. Su ejercicio está acompañado también de la empatía, la tolerancia, la autoestima y de mecanismos intrínsecos de consideración que fluyen con naturalidad.

Rehuyamos calificar de amable y respetuoso a quien emplea la etiqueta social en función de conveniencias, oportunidades, intereses y caprichos. Existen cientos de mortales -incluyendo variopintas “pipiris nais”- que ejercen inigualables delicadezas en determinadas horas, días o coyunturas. A nivel laboral alterno con colegas “educados” y “educadas” de acuerdo a sus estados anímicos. Nada más hipócrita, forzado y carente de convicción. Por desgracia, aceptamos este desenvolvimiento con una frecuencia inusitada.

Ahora bien, usted se preguntará: ¿Qué relación existe entre la etiqueta social, el autocontrol, la tolerancia y los celos? A continuación intentaré demostrar su íntima ligadura. Aunque parezca radical tenga presente y reflexione acerca de esta aseveración: un celoso tendrá obstáculos para integrar la urbanidad en su vida. Sus celos lo instigarán a adjudicarse conductas ausentes de las mínimas correcciones.

Empecemos precisando la definición de “celos”. Según la psicóloga Carmen Canterla Vásquez, son una respuesta normal que la sienten muchos seres humanos y que surge ante el temor a que la persona amada pueda sentir atracción hacía otra. Cuando esta preocupación es obsesiva y afecta a la relación de pareja, se convierten en un problema.

Asimismo, añade: “…Generalmente las inseguridades del celoso están infundadas, no tienen una base real y constatable. Ve 'rivales' que no lo son, interpreta situaciones y palabras todas ellas basadas en sus miedos e inseguridades y muy lejos de lo que realmente está ocurriendo. Llega incluso a acusar a su pareja de ser infiel directamente, sin que ésta lo sea. La relación se vuelve cada vez más angustiosa y si no se busca ayuda psicológica para afrontar y resolver sus temores e inseguridades, en muchas ocasiones la relación termina por romperse, dado que la situación llega a ser insostenible para ambos”.

Los celos se expresan mediante sentimientos enfermizos por demandas insatisfechas. Esta impresión refleja precariedad por perder dominio o sentir menoscabo en una vinculación interpersonal. Se manifiestan ante la aparición de una circunstancia o individuo que el yo-interno clasifica como dominante y competitiva. Al mismo tiempo están conectados con los índices de autoestima.

Por ejemplo, cuando constatamos a un celoso realizar llamadas inoportunas a su pareja e interrumpir su reunión con amigos, responder con descortesía una comunicación telefónica proveniente de alguien del sexo opuesto, cuestionar muestras de estima hacia otros semejantes, censurar un obsequio o atención recibida de un prójimo, invadir la privacidad al revisar su celular, email y facebook, entre un sinfín de actividades impertinentes, estamos frente a precarios modales.

En una reciente cena de gala presté atención a unos esposos que al llegar a mi mesa se percataron que no estaban situados uno al lado del otro (atendiendo lo aconsejado por el protocolo a fin de fomentar la integración). La dama recriminó a uno de los organizadores; después de recibir explicaciones, tomaron asiento. No obstante, pude observar, a lo largo de la velada, la actitud visiblemente hostil de su señora por el fluido desenvolvimiento de su cónyuge con las señoras de su derecha e izquierda.

Este es sólo uno de los tantos episodios que podría compartir. Un comentario entre paréntesis: en una mesa nunca se sientan juntos los consortes o novios para prescindir darse muestras excesivas de cariño, platicar entre ellos obviando a los otros comensales o iniciar discusiones que serán advertidas por los demás. Alternar la ubicación de las parejas estimula la activa participación de los invitados. Esto debieran anotar ciertas damas que haciendo gracia de su reducida destreza interpersonal y acreditada “chuncholandia”, apostan sus carteras en los sillones de ambos lados para reservar sitio a una amistad o pariente. Una costumbre típica en un medio atestado por tosquedades, ridiculeces y cofradías.

El celoso estará siempre influenciado por la incertidumbre, el temor y, por lo consiguiente, asumirá comportamientos que desdibujan una imagen madura, sobria y asertiva. Un profesional prestigioso distorsionará el favorable concepto obtenido en el trabajo, la familia y los amigos, al poner a la vista las torpezas impulsadas por sus suspicacias. Recuerde: los gestos deslucidos perjudica la impresión que terceros tienen de usted.

Otra implicancia sustancial está referida a las consecuencias del obrar del celoso. Aparte de evitar darse cuenta de su estilo de conducirse anormal y desatinado, sus reacciones mermarán su calidad de vida, -por los momentos de tensión, angustia y alteración que afrontará- perjudica su trato con el sujeto que cela y sus prácticas quebrantarán el clima de coexistencia en su entorno. Vale decir, concluye convirtiéndose en un ser tóxico y empobrecido. Expresiones como: “así soy yo”, “todos son celosos”, etc. sólo confirman lo expuesto sobre los vacíos en la afable educación de un celoso.

Es importante analizar estos temas con una plural disposición autocrítica. Infinidad de veces la autosuficiencia e ignorancia (bien se dice que ésta última es atrevida) hacen poco probable reorientar la actuación humana. Recomiendo comprometernos a efectuar esta ardua labor encaminada a corregir nuestro complejo escenario afectivo. Hacerlo no debiera suscitar un océano de vacilaciones, respuestas defensivas o confrontaciones.

Me regocija recordar, para culminar con una dosis de ironía, la acepción de “celos” de un sátiro alemán: “Creencia que consiste en creer que existe otro con tan mal gusto como uno”. Del mismo modo, tengamos en cuenta las palabras del escritor español Miguel de Cervantes: “Si los celos son señales de amor, es como la calentura en el hombre enfermo, que el tenerla es señal de tener vida, pero vida enferma y mal dispuesta”.

lunes, 9 de junio de 2014

¿Qué son las habilidades blandas?

Desde hace mucho tiempo tenía la expectativa de escribir sobre las llamadas “habilidades blandas” y su influencia en nuestro engrandecimiento personal. La dinámica de vida tan apremiante que afrontamos exige preocuparnos por este asunto para lograr una mejor integración en nuestro entorno laboral, familiar y amical.

Las habilidades blandas son aquellos atributos que permiten actuar de manera efectiva. Confluyen una combinación de destrezas destinadas a tener una buena inter-relación; es decir, saber escuchar, dialogar, comunicarse, liderar, estimular, delegar, analizar, juzgar, negociar y arribar a acuerdos. Engloban un conjunto de aptitudes transversales e incluyen el pensamiento crítico, la ética y la posibilidad de adaptación al cambio. No obstante, evitemos confundirlas con las “habilidades duras”. Estas últimas se refieren a los requerimientos formales y técnicos necesarios para operar con eficacia una prefijada actividad.

Es importante afirmar que, en función de las tareas profesionales que cada uno cumple, estará definida la trascendencia de poseer estas prácticas. Por ejemplo, quienes trabajan en trato al público o demanda de amplia interacción con entidades, departamentos, proveedores y afines. Aunque su existencia facilitará una mejor analogía interpersonal cualquiera sea el escenario, jerarquía o nivel de responsabilidad.

“La combinación efectiva de las habilidades duras y las habilidades blandas, estaremos en capacidad de resolver determinadas situaciones sociales críticas o en capacidad de resolver problemas y alcanzar el éxito en las gestiones gerenciales en los ámbitos laborales, en incluso sociales y familiares. Reconociendo la importancia de las habilidades blandas, podemos referirnos a las ‘habilidades para la vida’. No pueden dejar de estar integradas”, afirma Edgar Eslava Arnao, doctor en psicología organizacional.

Habitualmente, el profesional se encuentra abocado a su perfeccionamiento y actualización en asuntos de su especialidad y descuida las implicancias de las habilidades blandas en su cometido. Lo mismo sucede entre esposos, amigos o afines. Se asume como usual la confrontación destemplada o la ausencia de mecanismos de autocontrol emocional.

Desde mi punto de vista, hemos llegado a aceptar la intolerancia, la ausencia de empatía, la deficiencia para trabajar en equipo, el maltrato al prójimo, las limitaciones afectivas y la impericia para superar la frustración, sin considerar su grave perjuicio en la convivencia social. Tengamos en cuenta que la reacción “afiebrada”, tan común en nuestro medio,muestra sin ambigüedades un deterioro de la empatía, la comprensión y el nacimiento de comportamientos autoritarismos dañinos al entendimiento social.

Existen sinnúmero de hombres y mujeres competentes que “pierden los papeles” en una discusión, nunca asumen un desliz, exhiben actitudes autosuficientes frente a una crítica, emplean argumentos prejuiciosos para rechazar las políticas corporativas, revelan poca condescendencia acerca del mundo interior de los demás y exponen gestos defensivos. Todavía se piensa que carecer de habilidades blandas no repercutirá en la prosperidad individual. Qué error tan frecuente.

Dotar a un sujeto de estas habilidades, reitero, sin diferenciación de su estatus en el organigrama de la empresa, posibilitará que su ocupación contribuya a una mejor atmósfera laboral y una más eficiencia productividad. Además, de un óptimo trato con la audiencia interno y externo de la compañía.

Sin embargo, constato en ejecutivos -de entidades públicas y privadas- una renuencia a abordar estos pormenores. Recomiendo evadir omitir la influencia de su proceder en sus subordinados. Jefes con elevados índices de tolerancia, empatía y autoestima sabrán enfrentar los retos, problemas y vicisitudes con asertividad. Lograrán afianzar su liderazgo, su capacidad de persuasión y el involucramiento de sus colaboradores en los proyectos a su cargo.

Observo su carencia en estudiantes de educación superior que aspiran a insertarse en la aviación comercial, la hotelería o como asistentes de gerencia. Actividades que demandan una visible y permanente disposición de interacción, sociabilidad, afabilidad y manejo de las emociones. La realidad cotidiana me da elementos para aseverar que hay una profunda inconsistencia en las habilidades blandas de los venideros profesionales.

Debemos considerar cómo los procesos de selección laboral incluyen estos componentes que hace algunas décadas eran ajenos en el diseño del perfil exigido por las empresas. Por lo tanto, se producen enormes frustraciones en el postulante al constatar su incoherencia entre su grado de entrenamiento en habilidades duras y sus flaquezas en habilidades blandas.

Hace algunos días al reflexionar con mis alumnas sobre el elevadísimo clima de confrontación general en nuestra sociedad, comentaba acerca del conjunto de factores que inciden en hacer nuestras existencias más tensas, agotadoras y atiborradas de nuevos conflictos humanos. Está realidad debería incentivarnos para desarrollar las habilidades blandas y, de esta manera, exhibir las herramientas que inspiren una saludable coexistencia colectiva.