martes, 1 de noviembre de 2016

¿Tiene temor de hablar en público?

En ocasiones hemos entrado en pánico cuando tenemos que disertar. El pavor a los errores que podamos cometer, a la observación crítica de los concurrentes y a rehuir cubrir las expectativas puestas en nuestra intervención, son algunas de las comprensibles reacciones al encarar a nuestros oyentes. Seguidamente comparto mis reflexiones, aportes y sugerencias.

Utilice la mente, el corazón y el cuerpo. De esta forma transmitirá entusiasmo, compromiso e identificación con su mensaje. Es importante sentir el tema que exponemos y estar convencidos a fin de lograr persuadir a los demás. Si hablamos desprovistos de convicción, estaremos sólo transmitiendo información. Ello disminuirá la calidad de nuestra predica y su ascendencia.

Dentro de este contexto, educar la memoria tiene un valor inestimable. Sin el ánimo de asumir un papel pedante y autosuficiente, es aconsejable evocar citas, vivencias, anécdotas y precisiones conducentes a enriquecer nuestra presentación. La amplitud de vocabulario y la elevada cultura general posibilitarán graficar mejor nuestros argumentos. Sin duda, el grado de sapiencia sirve de soporte. 

Es fundamental poseer una buena estructura: saludo, introducción, desarrollo y conclusión o despedida. Dependiendo la extensión, complejidad y profundidad podremos manejar un esquema mental o escrito. En este sentido, comparto lo aseverado por el ex jefe de estado peruano Alan García Pérez en su libro “Pida la palabra” (Lima, 2012): “…Con el saludo me presento para decir quien soy, en la introducción preciso qué vengo a proponer, durante el desarrollo formulo y sustento las propuestas, las cuales sintetizaré en la conclusión y adornaré con la emoción final, que el público siempre aprecia”.

Introduzca un verso, una parábola o una frase célebre que adorne sus ideas. El ex mandatario comenta: “…Se refieren a la retórica como el maquillaje de la verdad exacta con el uso de las mejores y más atractivas palabras u oraciones. Se confunde así la retórica con el engaño. Esta es, en realidad, una visión equivoca, propalada muchas veces por quienes no saben expresarse bien”.

Ordene su disertación, documéntese, estudie, investigue, mida el tiempo (a fin de demostrar organización), mantenga la mirada en sus interlocutores, sonría con naturalidad para forjar un contacto empático, eluda usar innumerables cifras y datos que confundan. Indague las particularidades e intereses del auditorio y vaya más allá de lo expuesto en las imágenes audiovisuales. Prepararse para un nivel superior al de su público le brindará amplia seguridad.

Es imprescindible ensayar. En ocasiones acostumbro practicar mientras tomo un café y converso con un amigo. También elijo las nociones más representativas de mi venidera exposición para presentarlas en una jornada académica. Este ejercicio facilitará evaluar nuestra capacidad de ordenamiento y convencimiento, entre otros elementos de enorme ayuda.

Evada subestimar las interrogantes. Aconsejo hacer un cuestionario con las más incómodas y enmarañadas incertidumbres y preparar las respuestas. Esté dispuesto para probables confrontaciones y administre con asertividad su autocontrol emocional. Nunca asuma una actitud agresiva, de superioridad intelectual y, especialmente, apele a la sencillez y espontaneidad.

De otro lado, Larry King en su obra “Como hablar con cualquier persona” (2006) precisa: “…Quien aprende a hablar bien ante una persona, puede hablar a mil personas y viceversa. La mayoría de los individuos con éxito son oradores exitosos. Todo aquel que destaca lo logra en el 90 por ciento de los casos porque habla bien. Así pues, no nos sorprende lo contrario, que el que habla bien se convierta en una persona con éxito”.  Coincido con este comentario. Las personas entrenadas para exponer muestran locuacidad, buena dicción, estructura conceptual y habilidad de concentración en sus pláticas individuales. Es cuestión únicamente de disciplina y perseverancia.
 
Insinúo soslayar leer. Generará una primera impresión de desconocimiento, precariedad y carencia de destreza para sustentar el asunto asignado. Incontables individuos no saben leer y, por lo tanto, deslucen su actuación. Leer es un atributo con frecuencia minimizado. Aunque elaborar un discurso escrito ofrece la ventaja de no dejarse llevar por la euforia y el estado anímico. Es decir, usted planifica con antelación cada vocablo de su ponencia. 

El expositor será con minuciosidad percibido por el público. Recuerde disponer de un atuendo elegante, pulcro y apropiado que otorgue prestancia a su imagen. No exhiba prendas brillosas, corbatas llamativas, estridentes y de baja calidad (ésta confiere esplendor a la vestimenta integral del varón), ni excesivos complementos. Luzca una camisa de color entero. Convierta la sobriedad en una característica que lo enaltezca: los distintivos en la solapa del saco distraen y proyectan una imagen anticuada y de empleado estatal. Obvie recargar la parte superior de su traje con adornos vetustos e inapropiados. 

Por otra parte, debemos manejar la comunicación no verbal. Es imperioso conjugar el mensaje oral con la expresión del cuerpo, el movimiento de las manos y el porte. Se requiere adoptar un óptimo tono de voz, una excelente dicción y acentuar determinados conceptos centrales. Proyecte solidez.

Es común advertir expositores que usan el podio como escudo emocional debido al miedo de ser auscultados y despliegan posturas inadecuadas. Si tiene un elevado temor puede memorizar los primeros minutos con la finalidad de empezar con serenidad y solvencia. Deje que las manos acompañen, animen y complementen su discurso. Jamás las ponga en los bolsillos, tampoco juegue con el puntero y el micrófono. 

El miedo siempre existirá, no creo evitarse. Sin embargo, considero probable encaminar la desconfianza en función del dominio de si mismo. El desosiego “es imprescindible y positivo, debe ser superado disipando la adrenalina, puede ser superado mediante la autosugestión y vencido si uno tiene, por lo menos, el primer párrafo preparado y un pequeño esquema sucesivo que desarrollar. Nunca de la razón al auditorio por temor. Y para hablar en el mayor número de ocasiones”, afirma el autor de “Pida la palabra”.

Recomiendo grabar su presentación con el afán de analizarse. Con periodicidad registro ciertas sesiones de clase sobre los temas más saltantes y enrevesados para contrastar la impresión generada y la sensación que experimenté al platicar. Es un ejercicio útil para superar defectos, muletillas y contar con juiciosos elementos acerca de mi desenvolvimiento. Haga de cada exposición un medio para evaluar con prolijidad su desempeño.

Es interesante percatarnos de la actuación de connotados oradores. Ello facilitará analizar coincidencias, omisiones, poses, ademanes y un sinfín de detalles encaminados a decidir nuestro estilo. Decline imitar a otros conferencistas, solo incorpore los atributos favorables en tanto sean coincidentes con su personalidad. Defina un proceder que le brinde valor agregado. Sea usted mismo y le conferirá autenticidad a su presentación.

Entrénese aprovechando las oportunidades existentes en su ámbito social, familiar y laboral. Aplique la autosugestión positiva para empezar con optimismo. Hablar en público es una experiencia singular, colmada de entretelones que posibilitan descubrir nuestra identidad, fuerza interna, habilidad blanda, autoestima y la gratificante satisfacción de transmitir nuestro saber con dominio y aplomo. Tenga en cuenta el sabio dicho del político, científico e inventor estadounidense Benjamín Franklin: “Hablar sin pensar, es disparar sin apuntar”.

domingo, 4 de septiembre de 2016

¿Qué sabemos del maestro de ceremonia?

Un aspecto importante e ignorado es el referido al papel del “maestro de ceremonia”. Su aporte para garantizar el éxito de un evento dependerá, entre otras significativas consideraciones, de su atinada, discreta y cabal habilidad. Cuanto más imperceptible su protagonismo, mayor será su contribución.

En ocasiones se confunde su labor con la asumida por un “animador”. El primero, conduce la actividad y pone en contacto a los organizadores con el público; el segundo, fomenta el acercamiento, la alegría y la diversión de los asistentes y, por lo tanto, es requerido en celebraciones familiares, bailes, festejos y afines. En consecuencia, existe una indiscutible diferencia de funciones.

Reitero lo expuesto en mi artículo “Importancia del protocolo en los eventos”: “En nuestro medio concurren un abanico innumerable de moderadores con palpable desconocimiento de las mínimas disposiciones protocolares, a pesar de su dilatada experiencia e incluso siendo personas públicas convocadas con asiduidad para estos menesteres. Por ejemplo, acostumbran pedir ‘un voto de aplauso’, ‘saludamos con un fuerte aplauso’, etc. olvidando que las palmas no se solicitan; surgen espontáneamente. Escucho con reincidencia aseverar: ‘A continuación las sagradas notas del himno nacional del Perú. De pie por favor’. Bastaría: ‘Himno nacional del Perú’, es obvio que se entona de pie”.

“…Jamás debe asumir un rol adulón o intentar convertirse en la ‘estrella’ del certamen. Su criolla e improvisada formación, reflejada en reiteradas deficiencias, pueden generar la percepción que tan empañado desempeño es habitual. Debe dominar el uso de tratamientos honoríficos, precedencias y conceptos básicos de ceremonial. No exagero al subrayar la mediocridad de moderadores incapaces de diferenciar un evento institucional con una fiesta infantil. La sobriedad en su atuendo y desenvolvimiento define el estilo”.

Desde mi punto de vista, conviene exhibir buena dicción, adecuada entonación y óptimo volumen de voz. Su misión involucra prepararse, verificar que esté listo el podio, los equipos de sonido, el micrófono, las luces, empezar a la hora exacta, presentar a los expositores, hacer que los concurrentes se sientan bienvenidos, cumplir la programación, controlar el tiempo de las intervenciones, orientar las cuestiones protocolares y agradecer la participación. Al empezar debe evadir decir: “Buenas noches con todos”, sólo es necesario: “Buenas noches”.

Propongo emplear un esquema conducente a proporcionar coherencia a su intervención y, además, no omitir los vocativos y las precedencias. Es preciso incidir en la exigencia de practicar el programa y lucir vestimenta apropiada. En cuantiosos certámenes se pretende, en aras de supuestas informalidades, invertir el procedimiento y la solemnidad establecida. Hecho que opaca su trascendencia y magnitud.

Su ocupación demanda muchas más condiciones que una atractiva apariencia o amplia popularidad en los medios de comunicación. Recomiendo poseer probada asertividad, autocontrol emocional, mostrar empatía, naturalidad y sonreír, enfrentar situaciones imprevistas, dominar el ceremonial y, especialmente, renunciar a cualquier tipo de protagonismo. Algo imposible de lograr en abundantes y trilladas figuras del espectáculo y el periodismo.

Con asombro y estupor observo a afamadas locutoras de espacios televisivos, modelos, ex reinas de belleza y hasta controvertidos exponentes de la farándula que, aprovechando su efímera fama, son requeridos para esta función y han deslucido -a pesar de sus elevados honorarios- la prestancia de este trabajo. La relevante colaboración del “maestro de ceremonia” posibilita realzar cualquier acontecimiento corporativo, oficial o social; por esta razón, no debe estar en manos de galanes o actrices que le aminoran nivel y prestancia. Aun cuando tan desmedidas y elocuentes negligencias sean acogidas con simpatía en la siempre singular y desprovista “perulandia”. También, quiero hacer notar la responsabilidad de la entidad contratante por este despropósito.

Aceptar esta tarea es un suplicio debido a las constantes e impertinentes injerencias en desmedro del ponderado cometido que me agrada desplegar. En ocasiones he sido interrumpido para solicitar aplausos a un invitado o para la esposa del anfitrión, detener la velada a fin de anunciar la llegada tardía de una autoridad, realizar desatinados avisos de servicio público e incluso alterar la presentación con el propósito de inducir a hacer uso de la palabra a uno de los concurrentes.

Hace varios meses fui requerido por una universidad local para conducir el acto de acreditación del Sineace del ministerio de Educación. Al mencionar al máximo encargado de este organismo, un extravagante subalterno me exigió obviar al citado portafolio y requerir palmas para su jefe. No obstante, el guión había sido revisado y aprobado por los anfitriones. Por cierto, desatendí el capricho de este diligente, pegajoso y pusilánime felón.

Recuerdo haber sido llamado a actividades en las que entre los organizadores disputan el dominio sobre el “maestro de ceremonia” y, por lo tanto, debí enfrentar continuas contraórdenes que hacían peligrar mi función y mermar el desenvolvimiento del acto. A ello debo agregar la insolente interferencia de los asesores de funcionarios gubernamentales que pretendían introducir modificaciones. Me acuerdo del asistente de un presidente regional que cuestionó insistentemente la secuencia de las exposiciones de los integrantes de la mesa de honor. Este despistado burócrata ignoraba las precedencias.

Por último, sugiero incorporar esta temática en las capacitaciones de oratoria, imagen institucional, etiqueta social y organización de eventos, para ilustrar a quienes diseñan, implementan y administran eventos. El “maestro de ceremonia” es el conspicuo artista tras el telón del escenario. El ilustre filósofo alemán Immanuel Kant decía: “No hay duda que todo conocimiento empieza con la experiencia”.

domingo, 21 de agosto de 2016

Importancia del protocolo en los eventos

La adecuada aplicación del protocolo posibilita asegurar el éxito de los eventos sociales, empresariales y oficiales. Por lo tanto, es preciso percatarse de su administración con minuciosidad a fin de enaltecer cualquier actividad. Muchas veces lo aparentemente insignificante suele obviarse por desconocer su trascendencia.

El experto español José Antonio Urbina, dice: “Protocolo es aquella disciplina que con el realismo, técnica y arte determina las estructuras o formas bajo las cuales se realiza una actividad humana importante. Es todo, porque realmente es el arte y la técnica de la creación de las formas en las que se realiza la acción del estado”. A continuación mis alcances, aportes y sugerencias.

Para empezar, la invitación es la “carta de presentación” del acontecimiento. La calidad, el material, la redacción y la oportunidad con la que llega al destinatario, anticipa cómo será el certamen. Escriba un texto escueto, original, sencillo, evite imitar o copiar uno existente y sométalo (opcionalmente) a la evaluación de un corrector.

Emplee las palabras “brindis” o “coctel” en función de lo que vaya a ofrecer. El primero implica no más de 30 minutos aproximadamente, mientras lo segundo es más extenso y se ofrece mayor variedad de licores y bocaditos. Es conveniente poner el término exacto. El vocablo “recepción” sólo es destinada para actividades oficiales.

Los estandartes deben exhibirse sin revestimiento plástico y, además, en la ubicación correcta: el símbolo patrio a la derecha y el gremial a la izquierda del escenario. Si coloca los emblemas de pie, no es apropiado el de mesa y viceversa. No recargue la mesa de honor con demasiados elementos, ni confunda el escenario con el stand de una feria.

El acto conviene que se desarrolle en el tiempo dispuesto: sea escrupuloso e inhíbase de hacer esperar a los invitados como es frecuente en “perulandia”. Evada alterar la secuencia establecida para hacer intervenir a personalidades que no están consignados en la programación. En circunstancias formales la improvisación está fuera de lugar.

Algunas reflexiones sobre el flamante maestro de ceremonias. En nuestro medio concurren un abanico innumerable de moderadores con palpable desconocimiento de las mínimas disposiciones protocolares, a pesar de su dilatada experiencia e incluso siendo personas públicas convocadas con asiduidad para estos menesteres. Por ejemplo, acostumbran pedir “un voto de aplauso”, “saludamos con un fuerte aplauso”, etc. olvidando que las palmas no se solicitan; surgen espontáneamente. Escucho con reincidencia aseverar: “A continuación las sagradas notas del himno nacional del Perú. De pie por favor”. Bastaría: “Himno nacional del Perú”, es obvio que se entona de pie.

Jamás debe asumir un rol adulón o intentar convertirse en la “estrella” del certamen. Su criolla e improvisada formación, reflejada en reiteradas deficiencias, pueden generar la percepción que tan empañado desempeño es habitual. Debe dominar el uso de tratamientos honoríficos, precedencias y conceptos básicos de ceremonial. No exagero al subrayar la mediocridad de moderados incapaces de diferenciar un evento institucional con una fiesta infantil. La sobriedad en su atuendo y desenvolvimiento define el estilo.

Otro asunto importante está referido a los discursos. Aconsejo practicar y así prevenir intervenciones deslucidas. En ocasiones observo expositores carentes de elementos intelectuales y entrenamiento, lo que concluye perjudicando su imagen. La óptima participación de los oradores realza el acontecimiento. Al empezar rehúya decir: “Buenas noches con todos” (sólo: “Buenas noches”) y mencionar a todas las autoridades presentes. Sea atinado!

En tal sentido, reafirmo lo dicho en mi artículo “¿Sabe hablar en público?”: “Recuerde que la firmeza y naturalidad de su apariencia transmite certidumbre. Evite ‘jugar’ con objetos mientras habla; no se apoye demasiado en el podio, ni lo emplee como ‘escudo’ psicológico; mire a sus oyentes, la mirada nunca se rehúye, puede expresar duda o falta de transparencia; pronuncie adecuadamente y gradúe su volumen de voz en función del lugar; haga uso pertinente de las ayudas audiovisuales; establezca una relación empática con su público; use frases célebres, reflexiones y pensamientos al empezar o cerrar; tenga en cuenta las características intelectuales, profesionales, de edad, sexo y otras de la concurrencia; considere la hora, el clima y la comodidad de los asistentes para programar la extensión de su discurso. En fin, hay cuantiosos detalles que deben contemplarse al planificar una exposición con el propósito de satisfacer las expectativas del oyente”.

Un detalle agradable son las flores. Decorar el ambiente con arreglos florales dará mayor esplendor. El invitado las puede enviar con una tarjeta de felicitación, excusa o agradecimiento. Es una deferencia que expresa afecto, cordialidad y enriquece la relación humana y corporativa.

El anfitrión lucirá una vestimenta concordante con el acontecimiento. Recuerdo la singular convocatoria de una entidad educativa para una cena por el Día del Maestro en la que el dueño acudió con esmoquin. Sin embargo, la esquela decía el trillado “sport elegante”. Para colmo -bien dice la expresión: “en la casa del herrero, cuchara de palo”- no había cena, sino coctel. Una más para el largo anecdotario de incoherencias.

Me permito proponer al anfitrión ubicarse cercano a la entrada para dar la bienvenida a los asistentes. En un acto solemne puede constituirse una línea de saludo con su cónyuge y demás funcionarios de la empresa o integrantes de la familia. Según sea el caso.

En un banquete es adecuado alternar a las señoras y los señores. Nunca siente juntos dos damas, dos caballeros, una pareja de esposos, dos personas enemistadas y dos prójimos que no hablan el mismo idioma. Fomente la confraternidad reuniendo a sus comensales en diferentes mesas y evite conformar sectas amicales o familiares, como sucede en “perulandia”. Instalar un pequeño letrero con el nombre en su sitio facilitará este proceso de integración. Aunque existen seres humanos de precarios modales y huérfanas aptitudes de sociabilización que intentarán cambiar el orden establecido.

Todo ello, me trae a la memoria incontables colegas que deben coincidir, en los tradicionales desayunos navideños, con su califato para compartir limitadas charlas domésticas. De lo contrario, están más perdidos que ateo en concilio de obispos y ostentan la inelegancia de guardar lugar -al apostar sus carteras en los asientos vecinos- para su cofradía con la que, únicamente, pueden desenvolverse. Qué curioso: algunos dictan asignaturas de etiqueta social, desarrollo de la personalidad, motivación y liderazgo y afines. La pobreza emocional, cultural e interpersonal en su máxima y elocuente aserción.

Insisto en lo aseverado en mi artículo “Chuncholandia: ¿Un nuevo síndrome?”: “Esa pegajosa práctica de forjar, de manera excluyente, conexiones interpersonales en función de ciertas ‘logias’ restringe nuestro proceso de evolución. Precisamente cuando salimos del ‘área de confort’ y, por lo tanto, empezamos a entablar saludables relaciones con sujetos de distintas extracciones y actividades, ampliamos nuestra percepción de la diversidad humana. En consecuencia, fortalecemos nuestra autoestima y empatía al valorar, entender e interactuar con el prójimo”.

Por último, algunos tips de utilidad para los invitados: si la convocatoria es personal, no acuda acompañado; llegue puntual, así demostrará educación y excelente organización; agradezca la invitación por email o vía telefónica en los días posteriores; discúlpese con antelación si está imposibilitado de concurrir; no insinúe ser presentado a todos los concurrentes; eluda hacer comentarios en relación a la hora de servir la comida o los licores; las mujeres no acomoden sus bolsos en las sillas colindantes para “reservar sitio”; obvie distribuir sus tarjetas personales como volante; evite exhibir, jugar y mirar a cada instante su teléfono celular.

Los eventos constituyen una magnífica oportunidad para consolidar vínculos y contribuyen a extender las habilidades sociales. Son un medio beneficioso conducente a superar la entristecedora lacra autodenominada “chuncholandia” y, especialmente, amplía nuestra mirada acerca al contexto social. Recuerde: el protocolo ayudará a darle ese toque de prestancia requerido.

¿Los lapsus del presidente PPK?

Esta semana ha sido titular en los medios de comunicación el singular estilo del presidente de la república. Se han producido una escalada de reproches acerca de sus bailes y de la colocación de su pañuelo, a fin de taparse de los rayos solares, en el desfile patrio y, además, se suma la demostración de gimnasia en Palacio de Gobierno.

Desde su juramentación definió un proceder auténtico: se muestra a la ciudadanía como es él. Es un mandatario con una ascendencia académica e intelectual prestigiosa y con notables cualidades -como su sensibilidad hacia la cultura y su habilidad de negociador, serenidad y afán conciliador- que lo diferencian del resto de jefes de estado de los últimos tiempos. Prescinde de la agresiva confrontación a la que estamos aclimatados en el quehacer político nacional.

En mi reciente artículo “El vistoso protocolo Kuczynski” comenté que el protocolo evade convertirse en un “corsé” orientado a desdibujar la imagen real del personaje en su interacción con la ciudadanía. Por lo tanto, creo exageradas las ligeras aseveraciones sobre la falta de respeto de estas espontáneas manifestaciones públicas del inquilino de la Casa de Pizarro.

En las celebraciones oficiales pudimos apreciar originales detalles expresivos de su educación, pertinencia y solvente desenvolvimiento. Es un estadista con criterio para adecuarse a cada escenario según las circunstancias. Por ejemplo, saludó con particular deferencia a la titular del Congreso de la República y a la presidenta de Chile. Guardó correcta compostura ante el griterío destemplado -al iniciar y concluir la sesión solemne de investidura- proveniente de las galerías del hemiciclo: curiosa muestra de carencia de convivencia democrática y observancia a la máxima autoridad de nación. Los integrantes de la agrupación opositora que, al parecer regatean resignarse al revés electoral, debieran seguir unas lecciones básicas de comportamiento y ceremonial con la finalidad de soslayar acentuar la deteriorada imagen congresal.

Los críticos a la práctica gimnástica desplegada antes de su primera sesión del Consejo de Ministros, omiten la importancia de fomentar el ejercicio físico como saludable práctica de vida. En tal sentido, coincido con lo dicho por el congresista Pedro Olaechea: “Cuando la cultura está alejada del ejercicio del poder, uno se vuelve monodimensional. La música y el deporte lo que generan es mucho más poder de concentración” y la periodistas Rosa María Palacios: “Las imágenes del ejercicio han dado la vuelto al mundo y se está hablando de ejercicio en un país en cuyas zonas urbanas es urgente moverse. ¿Y a los congresistas les molesta que las marcas de la ropa sean Nike? ¿Esto es serio? ¿Es coherente? No lo es. Es un mamarracho de discusión”.

Somos uno de los países de la región con el mayor índice de colesterol infantil y sobrepeso. Entendibles razones médicas recomiendan estas destrezas a fin de prevenir enfermedades y combatir el estrés. No encuentro inconveniente en promover, acompañado de los más altos funcionarios, hábitos matinales como los exhibidos en días recientes.

Tradicionalmente el patio de honor ha sido empleado para un sinfín de actividades. No existe una disposición que establezca las específicas finalidades en las que puede usarse este ambiente. Durante las últimas administraciones se realizaron bailes de año nuevo, teletones y hasta casi se convirtió en un salsodromo. Tengamos presente los fastuosos homenajes a Arturo “zambo” Cavero, los flamantes tributos del regimiento “Húsares de Junín” y la imposición póstuma de la máxima condecoración peruana. También, se han desarrollado juramentaciones, festivales gastronómicos, ferias artesanales, eventos artísticos, culturales y regionales y, por supuesto, ostentaciones exageradas de patriotismo. Incluyendo el despliegue de tanques cuando se produjo el autogolpe de estado. Nunca nadie dijo nada!

De otra parte, sorprende la ausencia de comentarios en igual intensidad sobre las dos novedosas disposiciones del presidente Pedro Pablo Kuczynski: dar a conocer los “siete mandamientos” de los encargos de las carteras ministeriales y prescindir de su teléfono celular en la reunión del Consejo de Ministros. Actitudes que acentúan una forma distinta de conducción.

Los mandamientos son: debes ser absolutamente incorruptible; no te infles, se modesto; recibe a la gente; conoce tu Perú y viaja por las regiones del Perú; ocúpate de tu ministerio, no de los otros; en caso de dudas chequea con PCM o con el “presi”; toma las cosas con calma, sonríe y reza. Estos lineamientos enmarcarán el trabajo de los hombres y mujeres de confianza de quien encabeza el Poder Ejecutivo. Es un modo positivo de empezar una gestión e intentar recobrar la confianza, el respeto y la credibilidad perdida por la clase política.

Estos acertados preceptos debieran ser imitados por otras instancias del enmarañado sistema burocrático con el propósito de acercar a la población al oficinista estatal caracterizado por su proceder frívolo, titubeante, pusilánime y parapléjico. Es preciso elaborar un perfil de “empleado público” con genuina vocación de servicio, voluntad para superar la compleja tramitología, espíritu sensible, humano y capaz de contribuir a la real resolución de las justas demandas sociales.

La postura inusual de dejar su teléfono móvil es una consideración casi irreal en nuestra sociedad. En consecuencia, me permito recalcar lo expresado en mi nota “El celular: ¿El cáncer del siglo XXI”: “…Cuando se encuentre en una reunión de trabajo, almuerzo, ceremonias religiosas, funerales, situaciones especiales, etc., apáguelo; si espera un timbrazo urgente sitúelo en vibrador y retírese para contestar; tampoco hable en voz alta y ponga un volumen discreto, nadie debe escuchar su plática; mantenga sus llamadas cortas si está acompañado o en lugares rodeado de personas que estarán obligadas a enterarse de su conversación. Por último, recurra siempre a la prudencia y el senticdo común para definir su adecuada práctica”.

En el trajín político los gestos comunican valores, intenciones, mensajes y voluntades. El líder de Peruanos por el Kambio ha transmitido señales de esperanza e ilusión. Rehuyamos incurrir en el simplismo criollo de la calificación negativa, apática y perniciosa cuando apenas han pasado unas semanas de su ascenso al gobierno en el que debemos depositar nuestros mejores anhelos. Sugiero serenidad a los observadores, ecuanimidad a los adversarios, discernimiento a los derrotados en las urnas, reflexión a los escépticos y entusiasmo cívico al pueblo peruano.

El vistoso protocolo Kuczynski

El 28 de julio, Pedro Pablo Kuczynski Godard juramentó como jefe de estado para el período 2016 – 2021. El nuevo inquilino de Palacio de Gobierno es un personaje -proveniente de un médico alemán y una maestra franco-suiza- con estudios en filosofía, economía, composición y con exitosa experiencia laboral.

Después de muchos años contamos con un mandatario con cualidades de estadista, sensibilidad hacia la cultura y caracterizado por su habilidad de negociador, semblante sereno y afán conciliador. Es un compatriota de probado prestigio internacional e íntegras credenciales académicas, profesionales y personales. Tiene mundo y, además, una visión realista del Perú.

En tal sentido, era de esperarse gestos destinados a marcar la diferencia. En las celebraciones oficiales hemos podido apreciar interesantes y llamativos detalles inherentes a su original personalidad. Todo parece presumir que establecerá una relación fluida y cálida con el pueblo. Deseo enfatizar, principalmente, lo acontecido en la sede del Poder Legislativo.

Para comenzar, los infaltables asambleístas se aproximaron a saludar a los jefes de gobiernos extranjeros y al rey emérito Juan Carlos I de España y aprovecharon para tomarse fotografías. Debemos declinar acostumbrarnos, como sucede en “perulandia”, a los desatinos protagonizados por nuestros representantes. Están urgidos de criterio, sensatez y cordura.

Enterneció que alguien habituado a evitar exteriorizar sus emociones, se haya conmovido mientras leía el texto de juramento a su alto cargo. También, entiendo como un gesto de indiscutible reconocimiento a Fernando Belaúnde Terry, dos veces presidente constitucional, evocar su recuerdo y legado. Nuestro mandatario ha integrado sus dos regímenes y, probablemente, su genuina honestidad, transparencia y decencia marquen su destino como gobernante.

Más allá de errores y omisiones al mencionar a las autoridades invitadas, de acuerdo al ceremonial, y a las reiteradas e innecesarias pausas al leer su discurso -que motivaron desmedidas interrupciones de aplausos- su exposición fue concordante con su austeridad en el verbo y carencia de locuacidad. Por cierto, ello no implica un detrimento intelectual. Demostró consistencia y una secuencia lógica de ideas y propuestas.

Su mensaje estuvo colmado de esperanza, sencillez y de la presentación general de su percepción del país, así como de los objetivos que anhela alcanzar coincidiendo con el bicentenario de nuestra independencia. Sus vocablos iniciales: “…Si a la paz, si a la unión, no al enfrentamiento, no a la división”, aludieron a la obligación de tender puentes de acercamiento con la oposición.

Seguramente, impulsado por el entusiasmo cometió la torpeza de dirigirse a su futuro titular de Economía y Finanzas y, en referencia a la reducción del Impuesto General a las Ventas, decir: “…Le pido al ministro de Economía designado que se levante y se trague ese uno por ciento del IGV que vamos a bajar”. Al parecer, olvidó que estaba en un acto de elevada solemnidad en el que el uso del lenguaje debe ser el más atinado. Eso me trajo a la memoria el término “chorreo”, acuñado por Alejandro Toledo Manrique en una disertación en el parlamento o cuando Alberto Fujimori Fujimori -quien maltrató y ofendió la dignidad presidencial al huir del Perú y renunciar por fax desde el Japón- al concluir la frase: “Así hemos derrotado a la hiperinflación”, arrogó cuantiosos billetes en el recinto congresal.

Existe un largo historial de desatinadas alusiones en los discursos inaugurales de toma de posesión. Por ejemplo, el 28 de julio de 2011, Ollanta Humala Tasso dijo: “…Quiero agradecer a mi familia, a mi madre Elena, a mi padre Isaac, muchas gracias por haberme formado. A mi esposa Nadine, a mis hijas aquí presente y a mi hijo Samín, que se encuentra allí descansando, que ojalá no lo hayamos despertado, sino se va a poner a llorar”. Ahora PPK en un momento aseveró: “…Sueño, para mis hijos, para mi esposa, que cumplió ayer 20 años de aniversario de matrimonio un saludo, sueño para todos nuestros hijos esta nación moderna de mil valles dentro de un sólo país”. Sería conveniente que las referencias familiares guarden coherencia con el contexto.

Su recorrido a la Casa de Pizarro se caracterizó por una actitud jovial y espontánea. Aunque en algunos pormenores el líder de Peruanos por el Kambio debe recibir la orientación de la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado. El protocolo no debiera entenderse como una “camisa de fuerza” encaminada a distanciar al gobernante de la población. Es una disciplina predestinada a estipular las formas bajo las que se realiza una actividad humana importante. Son patrones para desarrollar un evento específico y se diferencian de las normas jurídicas porque su mal uso no significa el incumplimiento de un deber sancionable.

Al juramentar a sus ministros se percibió la ausencia de exhibicionismo en su esposa Nancy Ann Lange -quien lució sobria y elegante en todas las actividades- a diferencia de la anterior primera dama, que solía alterar la línea de precedencia instituida al situarse como aparente integrante del equipo ministerial. Su cónyuge mostró similar pertinencia en el desfile patrio al encabezar una tribuna diferente acompañada de los parientes de los altos funcionarios e invitados. De esta manera, retornamos a la correcta aplicación de las formalidades en la que cada uno ocupa su respectivo espacio. Vale decir, estamos presenciando la “desbeatificación” del risible lema “pareja presidencial”.

Otra circunstancia conmovedora se produjo en la juramentación al responsable de la cartera de Trabajo y Promoción del Empleo. Rememoró al emblemático Alfonso Grados Bertorini, con quien integró el primer gabinete de la segunda administración del fundador de Acción Popular con estas palabras: “Ciudadano Alfonso Grados Carraro, hijo del ministro de Trabajo con el cual juré en este mismo sitio hace 36 años…”.

Un detalle afable y original fue animarse a interpretar con una flauta “El cóndor pasa”, con la Orquesta Sinfónica Juvenil del colegio “Virgen del Rosario” de Manchay y, una vez más, revelar su elevada sensibilidad musical. Así como simular danzar un huayno en la parada militar y al finalizar coger de la mano a su consorte para caminar recibiendo la aclamación de los concurrentes. Esta simpática muestra de regocijo y unión conyugal contrastó con el inmutable aspecto distante, adusto y hasta poco estético -como el proceder reprochable, intolerante y ramplón de su bancada en el hemiciclo al iniciar y concluir la sesión de investidura- de la presidenta del Congreso de la República, Luz Salgado Rubianes.

Como acotación final, recomiendo a los congresistas, ministros, dirigentes partidarios y allegados al primer mandatario abstenerse en sus intervenciones públicas de referirse nombrando PPK o Pedro Pablo. Incluso hemos oído a los dos vicepresidentes, a lo largo de estas semanas, expresarse así en los medios de comunicación. Se deben utilizar los tratamientos honoríficos establecidos para la máxima autoridad de la nación.

De otro lado, los periodistas parecen olvidar con quien están alternando. En estas festividades innumerables reporteros se dirigieron diciéndole: “Pedro Pablo un bailecito”. Sería aconsejable ofrecerles unos tips elementales de las prácticas y costumbres protocolares. Escuché a un locutor mencionar en televisión: “….Aquí viene el señor presidente de la república con el fajín presidencial”. Por lo visto, confundió la “banda presidencial”, con el “fajín ministerial” empleado por los encargados de los portafolios ministeriales.

En este instante decisivo en la vida de todos los peruanos me sumo con entusiasmo, júbilo y expectativa a sus nobles y legítimos empeños: “Un pueblo educado no se equivoca. Un país de ciudadanos defiende sus libertades, tiene oportunidades, respeta al otro y busca la paz”…“Tenemos que comprometernos con la patria y con el sueño de sus fundadores. Una sola república, firme y feliz por la unión”.

miércoles, 27 de julio de 2016

En la Fiesta Patria: Los modales de los congresistas

En estas semanas el Congreso de la República está en el centro de atención. Acaban de juramentar sus 130 integrantes elegidos para el período 2016-2021 y en pocos días nombrarán a la mesa directiva de la primera legislatura. Por último, el 28 de julio dejará la jefatura de estado Ollanta Humala Tasso a su sucesor Pedro Pablo Kuczynski.

A través de los medios de comunicación podemos percatarnos de las declaraciones, gestos, reacciones y variopintas demostraciones de educación, deferencia y tolerancia de nuestra clase política. Estamos comenzando a darnos cuenta, una vez más, que sus credenciales académicas y profesionales no están acompañadas de su caballerosidad y ponderación. Menos de su cultura, discernimiento y real conocimiento de la realidad peruana. Así es “perulandia”, un bello y pintoresco escenario atiborrado de advenedizos, desempleados y aventureros en buscan de una forma segura de subsistencia.

Su indisimulable inopia muestra el deterioro de esta actividad que debe liderar gente con vocación de servicio e impecables credenciales de vida. Sería deseable que los miembros de este poder del estado hagan docencia ciudadana en lugar de convertirse en el cogollo de los cuestionamientos del electorado. Su confinada visión del contexto político y social los incapacita para percibir cómo su proceder afecta su credibilidad y prestigio y, por lo tanto, genera una mayor desconexión entre representante y representado.

Los parlamentarios están siempre vigilados por la opinión pública. Por lo tanto, debieran calcular los efectos y consecuencias de sus escasos márgenes de consideración. No ha concluido la instalación congresal y notamos desatinados comentarios que, por desgracia, hacen presagiar que lo nuevo declina garantizar una mejor calidad en el quehacer legislativo. Al parecer seguirá la exhibición de mediocridades y orfandades.

Hemos escuchado a un congresista reelecto llamar “pulpin” al designado primer ministro y, además, una “lluvia” -más intensa de la que viene padeciendo Lima- de agravios entre la bancada fujimorista y el Frente Amplio y Peruanos por el Kambio. Otro legislador le dice “terrorista” a una ex candidata a la presidencia. Mutuamente solicitan pedidos de disculpas mientras siguen con sus insolencias. Lamentablemente, se avecinan tiempos en los que el adjetivo, la injuria y la ofensa prevalecerán sobre la cordura, la lucidez y la sapiencia. Aguardo equivocarme!

Pasemos revista a algunos entretelones de la sesión de la junta preparatoria. Se observaron reacciones propias de una “barra brava” por parte de los invitados en las galerías del hemiciclo. Kenji Fujimori Higuchi, quien presidió la junta -compuesta por el legislador más votado, el más longevo y el más joven- sorprendió que, alterando el protocolo y la agenda establecida, leyera un discurso reiterando su decisión de declinar postular a la presidencia del Poder Legislativo. Un absoluto desatino obviar diferenciar una actividad oficial con una partidaria. Sin duda, una inequívoca comprobación, de las innumerables a las que nos tiene acostumbrados, de su exigüidad de mundo y de percepción de la política.

Fueron infaltables quienes juraron con lampa en mano, con boina militar, con atuendos típicos de sus regiones y “por la reconciliación nacional”, “por el indulto humanitario”, “por quienes lucharon por un país con justicia y con libertad, “porque nunca más una mujer sea esterilizada contra su voluntad, agredida y violentada”, “porque nunca más exista ningún tipo de terrorismo”, “por la lucha frontal contra la corrupción”, “por la memoria de Pedro Huilca, los estudiantes asesinados en La Cantuta y por todas las víctimas de la dictadura fujimorista que aún buscan justicia, por el pueblo”, “por mi tierra Apurímac, por la memoria de mi padre, por la lucha social contra proyectos, como el proyecto minero de Las Bambas”, etc. También, lo hicieron por la memoria de Fernando Belaunde Terry y Víctor Raúl Haya de la Torre y, especialmente, fueron incontables los vocablos extravagantes, disparatados y orientados a sembrar confrontaciones.

Renuncio imaginar cómo será la ceremonia de asunción del presidente electo. Han confirmado su asistencia el rey Juan Carlos I de España y seis presidentes de la región y, por lo tanto, anhelamos que nuestros asambleístas estén a la altura de un momento tan importante en la consecución de la vida democrática del país. Confío que eviten repetir los deshonrosos incidentes protagonizados el 28 de julio de 1990, cuando Alan García Pérez acudió a traspasar el mando. Estos hechos motivaron que al culminar su segundo período el 2011, se abstuviera de concurrir a la Plaza Bolívar.

Los legisladores prescinden entender que sus variadas formas de comunicación y expresión reflejan la indigencia de sus personalidades y la dimensión de sus alicaídas inteligencias emocionales. Detrás de sus supuestas convicciones republicanos existen irrefutables personajes egresados del paleolítico. Sumado a su rusticidad acerca de las básicas pautas de compostura, urbanidad y convivencia social.

La coyuntura les reclama consideración entre adversarios, condescendencia frente a la discrepancia, disposición de diálogo con la intención de arribar a mínimos consensos, perspicacia para anticiparse a los acontecimientos, pedagogía cívica a fin de ser referente en la población y, por sobre todo, habilidad para esquivar dejarse llevar por apasionamientos y afanes de notoriedad. Del mismo modo, demanda tolerancia, ecuanimidad y compromiso.

Los “padres de la patria” deben exteriorizar respeto al pueblo peruano. En tal sentido, se me ocurre evocar las pertinentes palabras del célebre filósofo, economista, jurista, historiador y sociólogo alemán Max Weber: “El político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su responsabilidad; mesura en sus actuaciones”.

La “gran cruz” del presidente Ollanta Humala

Hace pocas semanas el jefe de estado condecoró a su gabinete ministerial con la Orden “El Sol del Perú”, lo que ha generado una comprensible controversia. A los 19 ministros les colocó el más importante atributo en la condición de “Comendador” y el primer ministro Pedro Cateriano la recibió en el grado de “Gran Cruz”.

El vocero de prensa de la Casa de Pizarro, Marcelo Puelles, indicó que fueron confiados "por los servicios prestados”. Mientras el encargado del Consejo de Ministros señaló que los presidentes “reconocen los servicios de primeros ministros, salvo cuando han salido en medio de un escándalo” y que “las condecoraciones son un reconocimiento republicano”. “Es una tradición de cuando termina una gestión”.

Es verdad que existen precedentes sobre su costumbre y legalidad. Por ejemplo, Francisco Morales Bermúdez recompensó a su equipo ministerial con igual privilegio (1980). Sin embargo, el cuestionamiento surgido es político. ¿Es oportuno que un gobierno desgastado y rechazado por la población culminé con un gesto de esta naturaleza? La prudencia hubiera aconsejado recoger las palabras del caudillo Nicolás de Piérola: “Abstenerse es obrar”.

Son cuantiosos los gobernantes que han decidido inventar y dispensar galas en función de extravagancias, subjetividades, vínculos amicales, intereses sórdidos y suntuosidades. En tal sentido, comparto lo detallado por Víctor Caballero del portal Utero.pe cuando trae a la memoria lo acontecido durante el régimen de Alan García Pérez (2006 – 2011): “Este listado de personajes no sólo duplica y hasta triplica la cantidad de condecoraciones del gobierno de Humala sino que incluye a distinguidos personajes: la imagen de la Virgen del Carmen de Paucartambo, Augusto Polo Campos, la imagen del Señor de Qoyllurritti, Mauricio Macri (presidente de Argentina), el Colegio de Abogados de Arequipa, Santiago Fujimori, Oscar Avilés, Roberto Letts (tío de Jaime Bayly), Paul McCartney (exBeatle), Luis Castañeda Lossio, Gianmarco, Plácido Domingo, Arturo ‘zambo’ Cavero, Juan Diego Flores y más”.

En relación al galardón al alcalde de Lima (2010) me permito reiterar lo expuesto en mi artículo “¿Por qué Alan García no votará por Ollanta Humala?” (2011): “Es curioso, además, que el candidato favorito del primer mandatario haya sido Luis Castañeda Lossio, el ex alcalde capitalino comprometido en indagaciones por la sobrevaluación de sus flamantes obras, el incumplimiento de sus cronogramas, los ya conocidos Comunicore, El Metropolitano, etc. y exhibir un comportamiento faccioso y antidemocrático. Denuncias públicas así lo acreditan. ‘Construyendo…negocios’, es el lema del cabecilla de Solidaridad Nacional a quien el jefe de estado dispuso dar la Orden “El Sol del Perú” en el grado de Gran Cruz. Y en este punto resulta preciso recordar que la Célula Municipal Aprista y la Célula Parlamentaria Aprista actuaron como ‘escuderos’ de la administración edil que ha concluido”. Porta este preciado distintivo un investigado, discutido, enmudecido y reelegido burgomaestre que ha convertido la popular frase “roba pero hace obra”, en la consigna oficial de su gestión. Esto sólo acaece en “perulandia”.

En el caso del “zambo” Cavero (2009), decretó duelo nacional, se puso la bandera a media asta y una fotografía gigante del artista, respetos del regimiento escolta “Húsares de Junín” y la imposición de “El Sol del Perú” en el grado de “Gran Cruz” en el patio de Palacio de Gobierno, con la asistencia de su cuerpo ministerial. Únicamente faltó entonar la Marcha de Banderas. Se trató de una consideración exagerada, improcedente y desprovista de sobriedad y, además, discordante con la trayectoria, méritos y aportes del fallecido. Es preciso advertir que este carismático intérprete criollo acompaño al líder aprista en sus baladas de campaña electoral.

También, acordémonos cuando concedió a los difuntos integrantes del grupo sonoro “Néctar” (2007) la Orden “Al Mérito por Servicios Distinguidos”. Los flamantes autores de la pegajosa canción “El arbolito” fueron homenajeados a pesar que otros renombrados exponentes del arte, la danza y la música no han obtenido esta pleitesía. Sin duda, el variopinto, bipolar y afiebrado “protocolo” de AGP puesto en vitrina. Una actitud orientada a ganar los efímeros aplausos de las tribunas.

En un medio desmemoriado es conveniente evocar que Alejandro Toledo Manrique -el mismo que saludó a la reina Sofía de España con un efusivo beso en ambas mejillas en su visita al Palacio Real de El Pardo- estableció la primera y excepcional distinción para un ex mandatario denominada “Gran Collar de la Democracia”, para entregarla a la muerte de Fernando Belaunde Terry (2002). Un demócrata y estadista que siempre será memorable por sus permanentes modales ponderados, elegantes, atinados y, especialmente, por su ejemplo de honestidad, austeridad y decencia.

En las últimas décadas ciudadanos de las más variadas disciplinas y procedencias intelectuales e ideológicas han recibido la Orden “El Sol del Perú” en el grado de “Gran Cruz” como Fernando de Szyszlo Valdelomar, Luis Bedoya Reyes, Luis J. Cisneros Vizquerra, Víctor R. Haya de la Torre, Mario Vargas Llosa, José de la Puente Candamo, Ricardo Vega Llona, Beatriz Merino Lucero, Henry Pease García, Valentín Paniagua Corazao, Manuel Aguirre Roca, Miguel Baca Rossi, Augusto Tamayo Vargas, Walter Alva Alva, los juristas internacionales y el geógrafo que defendieron a nuestro país en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, entre muchos más. Justo tributo a compatriotas de una elogiosa dimensión cívica y moral.

Tengamos presente que la Orden “El Sol del Perú” fue implantada por José de San Martín, el 8 de octubre de 1821, para retribuir las prestaciones a favor de la independencia. Se confiere "tanto a premiar los servicios extraordinarios prestados a la patria por los peruanos, civiles y militares, como a enaltecer los merecimientos contraídos en su servicio por los extranjeros" y consta de seis grados: Gran Cruz con brillantes (o Gran Collar), Gran Cruz, Gran Oficial, Comendador, Oficial y Caballero.

Asimismo, Orden “Al Mérito por Servicios Distinguidos” es instaurada por la Junta Militar de Zenón Noriega, el 18 de julio de 1950, para recompensar a las personas que hayan sobresalido con su acción a acrecentar el prestigio de la patria y dignificar a aquellos que hubieran ofrecido útiles trabajos en el área artística, científica, industrial y comercial. Tiene igual número de categorías que “El Sol del Perú”.

Se otorgan luego de cumplir los requisitos contenidos en las disposiciones legales vigentes y previa evaluación de la cartera de Relaciones Exteriores. Aunque en prolíficas ocasiones, como lo he mencionado líneas arriba, la determinación inconsulta del gobernante de turno prevalece sobre el espíritu de las normas y los procedimientos establecidos y, por lo tanto, en desmedro de la connotación de estas medallas. De esta forma, se contribuye a devaluar su majestad y probidad.

Hace unos pocos años el RP Gustavo Gutiérrez, precursor de la Teología de la Liberación y ganador del premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, al aceptar la insignia de la Asociación Cultural Entre Nous aseveró: “Las distinciones no se merecen, se agradecen”. A quienes las llevan consigo les corresponde engrandecer, con la coherencia de su testimonio de vida, lo que estos altos honores expresan.

Un comentario aparte: Acaba de inaugurar el titular del Poder Ejecutivo un monumento en su honra en el departamento de Ayacucho que tiene la siguiente inscripción: "Reconocimiento y gratitud al hijo predilecto del distrito de Oyolo, excelentísimo señor presidente de la República del Perú Ollanta Moisés Humala Tasso por sus grandiosas obras de desarrollo y progreso en favor de los pueblos del Perú profundo". Patético colofón para un ex miembro de las Fuerzas Armadas que debiera conocer las prácticas en el ámbito protocolar y que será perpetuado en la historia nacional por cargar la “gran cruz” de sus incontables carencias, mediocridades, deslealtades e improvisaciones.

domingo, 3 de abril de 2016

Tips para conducirnos en actos fúnebres

Cuando acudimos a un velorio en ocasiones no estamos prevenidos de la comprensible carga emocional que este acontecimiento implica. En tal sentido, es mi intención compartir diversas vivencias, reflexiones y orientaciones destinadas a persuadir la correcta actuación a exhibir en este escenario.

En consecuencia, concuerdo con lo expuesto por Maira Álvarez en su interesante artículo “Cómo comportarse en un funeral”: “Realmente nadie está preparado para enfrentarse al tema de la muerte, pero la vida inexorablemente nos hace enfrentarnos a esta realidad. Sin embargo, un funeral puede proporcionar a la familia y allegados de la persona fallecida la oportunidad de expresar su amor, dolor y aprecio, y afrontar de una manera digna la crisis que se produce con esa pérdida. Puede ser un momento incómodo el tener que acudir a un funeral, o dar un pésame, pero debemos saber qué decir y hacer. Saber comportarse en esta situación es una señal de respeto hacia las personas que están pasando por un momento difícil, al igual que una señal de afecto hacia el fallecido”.

En estos sucesos manifestemos un espíritu solidario y seamos capaces de asumir un talante empático. Sugiero transmitir el pésame con calidez y descarte usar frases de cliché como “mi más sentido pésame”, “se le veía tan lleno de vida”, “me parece increíble que haya muerto”, "mis sinceras condolencias". El contacto físico y el manejo corporal revelan nuestras emociones: el abrazo, el apretón de manos y la mirada.

Sino ha conocido al difunto recomiendo manifestar unas palabras de ternura a los deudos. Si, por el contrario, desconoce a los allegados, preséntese y haga una breve mención de su relación con el extinto. Rehúya comentarios, llantos, gritos y muestras excesivas de dolor que generen contrariedad y disgusto. Si está indispuesto de salud no vaya y posea la delicadeza de excluir llevar niños. Tenga presente el enunciado del filósofo griego Epícteto de Frigia: “La prudencia es el más excelso de todos los bienes”. Recuerde!

Hay personas deseosas de averiguar los pormenores del padecimiento del fallecido. Convierta la discreción, el sentido común y la pertinencia en una cualidad enaltecedora y, por lo tanto, aléjese de habladurías e intromisiones. Decline insinuar ser presentado y, obviamente, soslaye repartir besos, abrazos y alharacas a todos sus allegados como acaece en “perulandia”. Una inclinación de la cabeza y una leve sonrisa es suficiente.

Sea prudente en el lapso de permanencia, al menos que sea realmente íntimo del fallecido. Estar largo tiempo haciendo tertulia y tomando café es inapropiado. Cuando se realiza en el domicilio eluda la tosca costumbre de quedarse hasta que sirvan el aguadito en horas de la noche; no se trata de un reencuentro amical. Esté siempre en el velatorio y evite salir a charlar, comer y fumar. Muchas veces las damas y los caballeros constituyen, de acuerdo a afinidades, sus cofradías para platicar, reír y actualizarse de novedades.

Nuestra actitud debe estar enmarcada de sobriedad y sensibilidad. No obstante, existen desatinos, torpezas e inelegancias que han dejado de sorprender y generar desaprobación. La enorme carencia de corrección se asume en “perulandia” con desidia y resignación. Aquí unos breves ejemplos: masticar chicles, hacer y recibir llamadas al celular, intercambiar tarjetas, tomarse selfies, atravesar la capilla ardiente de un extremo a otro para saludar a cuanta persona divisan, etc.

He sentido vergüenza ajena al ver gente chatear en sus teléfonos móviles, leer su periódico, exhibir sus catálogos de Unique y mostrar el álbum de fotos de sus hijos y nietos. Un primo cargó un televisor de bolsillo para seguir los entretelones del último campeonato mundial de fútbol en el funeral de su progenitor y una sobrina ingresó al velatorio de su abuelo con su bolsa de papitas. El proceder errado y desprovisto de elemental deferencia es cada vez más frecuente en nuestro medio.

La vestimenta refleja nuestro recato y miramiento. Utilice un atuendo sobrio, oscuro y evite prendas llamativas, escotadas, apretadas e informales. En el varón es adecuado el saco y la corbata. En la dama es apropiado el estilo de oficina y evadir mini faldas, excesos de complementos y sandalias. Un traje discreto, conjunto de falda y saco, pantalón de vestir y zapatos cerrados.

Es un detalle significativo mandar una corona de misa con el nombre del fallecido y un arreglo floral. Esto último se emplea con frecuencia a nivel institucional y empresarial. Lo que no exime de la presencia de un representante de la organización. Considere las creencias religiosas para proceder con asertividad.

Si está imposibilitado de asistir puede remitir una esquela o coordinar un breve encuentro. Obvie mensajes de textos, llamadas telefónicas y colocar “me gusta” en la anotación informativa del deceso en el facebook. Tampoco haga llegar su pésame a través de otro individuo como si fueran saludos. Prescinda encontrarse de causalidad en lugares públicos para brindar sus condolencias. Esos improperios los padecí cuando murió mi padre; amigos, colegas o familiares daban sus adhesiones al coincidir conmigo en el centro comercial o laboral.

Prefiero emplear la comunicación escrita y así no perturbo el luto de los afligidos y, además, será leída cuando el destinatario lo estime oportuno. Realice un ejercicio de creatividad e innovación neuronal para redactar unos vocablos acordes y ausentes de eslóganes comunes. Por su parte, la familia agradecerá con posterioridad las condolencias, coronas de misa y aparatos florales mediante una tarjeta o aviso en el periódico. Un detalle que en “perulandia” está al borde de la extinción.

Sea afable y absténgase de causar molestias. Es posible que luego de las exequias los parientes directos quieran estar alejados de admitir visitas e interrupciones. Cuando se tiene un cercano vínculo aconsejo esperar unos días para llamarlos con la finalidad de saber cómo se sienten y ofrecer su asistencia y, además, puede contactarse en el aniversario del fallecimiento. Será interpretado como un acto de cariño.

Estas son algunos sencillos aportes a tomar en cuenta a fin de mostrar consuelo y estima a los dolientes. Su presencia en estos eventos -más que cumplir una formalidad- debe traslucir la voluntad de unirse al padecimiento de nuestros semejantes. Hagamos un esfuerzo de inteligencia interpersonal, empatía y habilidad social en estas circunstancias por las que todos pasaremos.

Jamás tan acertadas las afirmaciones del admirable poeta metafísico inglés John Donne: “La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque yo formo parte de la humanidad; por tanto nunca mandes a nadie a preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.