lunes, 26 de marzo de 2012

El autocontrol emocional en la etiqueta social

Los sucesivos “lapsus” del presidente del Congreso de la República propician analizar el autocontrol personal y su relación con las elementales normas de etiqueta social. Aristóteles, el filosofo y científico de la antigua Grecia, aseveró en su obra “Ética a Nicómano”: “Cualquiera puede ponerse furioso, eso es fácil. Pero estar furioso con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de la forma correcta, eso no es fácil”.

Las practicas de Daniel Abugattas, tan satanizado en las últimas semanas, reflejan sin ambigüedades la conducta de más de un empresario, artista e incluso padre de familia. La única diferencia se encuentra en que la deplorable actitud del titular del Poder Legislativo trasciende y, además, es percibida en tiempo real por la ciudadanía. Aunque la presión de la vida diaria, la falta de óptimos componentes emocionales, un deficiente adiestramiento individual, entre otros factores, influyen en este “estilo” agresivo que, con mayor frecuencia, vemos a nuestro alrededor y en todos los campos de la actividad humana.

Los líderes de opinión constituyen referentes para la sociedad y deben de esmerarse por exhibir una actuación ejemplarizadora con la finalidad de influir y moldear, de manera positiva, el obrar de su colectividad. Por esta razón, a los comunicadores, maestros, políticos, etc. les corresponde percatarse de las implicancias de sus gestos y proyectar un perfíl positivo concordante con su nivel de ascendencia.

En este contexto, reitero lo contenido en mi artículo “La tolerancia en la etiqueta”: “…Siempre he considerado, a la luz de mi experiencia vivencial, que las circunstancias tensas, discrepantes y de confrontación nos facilitan conocer -en su real dimensión- la capacidad de autocontrol, paciencia y formación de las personas más allá de apariencias. El ejercicio de la etiqueta social, tal como lo hemos indicado en anteriores artículos, está acompañado de la empatía, la autoestima y, por cierto, de mecanismos internos de consideración que fluyan de manera inequívoca y natural en todo tiempo, circunstancia y lugar”.

Hablemos del autocontrol. Es un concepto referido al dominio de los propios impulsos y reacciones y, por cierto, supone la aplicación de técnicas de relajación. Conlleva la capacidad consciente de regular las presiones -de forma voluntaria- para alcanzar un alto equilibrio individual, manejar las emociones y moderar el proceder. Es una herramienta que permite, en momentos de crisis, distinguir entre lo más importante (aquello que perdurará) y lo que no es tan relevante (lo pasajero).

Los especialistas recomiendan no forzar el cuerpo ni la mente. Cuando un sujeto está sereno y descansado se encuentra en mejores condiciones para enfrentar las dificultades. Por otra parte, se necesita del diálogo tranquilo a fin de evitar que la confrontación derive en situaciones de violencia emocional o física.

El autocontrol y la urbanidad aseguran una convivencia saludable entre los individuos. Las situaciones álgidas representan una oportunidad para evaluar nuestra resistencia y sensibilidad. Este aspecto debe analizarse, con especial detenimiento, cuando el quehacer laboral somete a la persona a escenarios de conflicto y, por lo tanto, su respuesta afecta el trato con sus compañeros de trabajo y público externo.

Conozco profesionales que al alterarse y perder la compostura se refugian diciendo “yo soy así”, “así hablo cuando me sale el indio”, “eso hace ponerme de esta manera”, etc. Existen mil excusas para intentar justificar la ausencia de autocontrol y, consecuentemente, de educación en un instante de adversidad. Al tener estos dos pilares sólidamente interiorizados (autocontrol y urbanidad), no hay “pretexto” para asumir posiciones hostiles y perder la estabilidad interior. Claro que existen excepciones, pues somos seres humanos.

Tengo un recuerdo ilustrativo para contar. Hace algunos años acudí a un restaurant en Miraflores en compañía de una enamorada. Cada vez que salíamos se esforzaba en encontrar deficiencias en la atención recibida y empleaba su disconformidad para pelear con el mozo. Finalmente, fuimos a un establecimiento en el que me encantó el modo afable con que resolvieron sus diversas “observaciones”. Ella esperó una confrontación que, para mi tranquilidad, no sucedió. La ilusión de compartir un momento placentero se perturbó “gracias” al protagonismo de quien -al igual que muchos- cree que reclamar significa agredir, agraviar y obviar la prudencia.

La cortesía y buenas formas permiten habitar en armonía. Sin darse cuenta, puede arruinar la agradable imagen edificada –con bastante empeño- por una acción equivocada que muestra su deficiente inteligencia emocional e incapacidad para encausar sus vicisitudes. Los apremios cotidianos obligan ha desarrollar sistemas intrínsecos con el afán de no desdibujar la favorable percepción que el entorno tiene de usted y respetar a sus semejantes. Por último, quiero evocar las palabras del prestigioso escritor español Noel Clarasó: “Tratar de mejorarse a sí mismo es empresa que suele dar mejor resultado que tratar de mejorar a los demás”.

domingo, 18 de marzo de 2012

Wilfredo Pérez Ruiz o un promotor de la Etiqueta Social en el Perú - Entrevista publicada el 16 de marzo de 2012 en la red social Generacción.com

Las formas adecuadas para relacionarse, el protocolo, la llamada etiqueta social, es el tema que preocupa al docente Wilfredo Pérez Ruiz. “Hay un deterioro de la relación humana en nuestra sociedad que es consecuencia del déficit de buena educación”, dice para Generaccion.com este comunicador y especialista en este campo. He aquí sus apreciaciones:

Francisco Huanacune: En sus múltiples artículos usted menciona la importancia de la etiqueta para toda sociedad. ¿Hasta qué punto esta es importante?
Wilfredo Pérez Ruiz: La etiqueta social es un marco trascendente de normas que nos permiten a todos relacionarse y convivir en mejor relación con nuestros prójimos. De ahí su importancia para viabilizar la vida en sociedad.

FH: La vida en civilización…
Wilfredo Pérez Ruiz:
Sí, efectivamente, este conjunto de pautas tiene un valor muy grande para aprender a respetar al semejante y saber coexistir en armonía en todos los ámbitos de nuestra colectividad.

FH: Más de uno piensa a propósito de la etiqueta social refiriéndose al Manual de Carreño y dice que esta es un conjunto de normas rígidas. ¿Se ajusta esta a la verdad?
Wilfredo Pérez Ruiz:
El libro de Carreño viene a ser en nuestros días un documento referencial, ya superado en la actualidad. Por lo demás debo enfatizar que la etiqueta social no es un conjunto rígido de normas, sino más bien un amplio abanico de principios y recomendaciones perfectamente adaptables a nuestra realidad.

FH: En todo ámbito de la vida en sociedad…
Wilfredo Pérez Ruiz: Claro, en primer lugar, la etiqueta no distingue edad, estatus, jerarquía o procedencia, por citar algunas consideraciones. Y en segundo lugar, esta debe promoverse desde el hogar y las entidades educativas a fin de formar personas con alto sentido de consideración y respeto mutuo.

FH: Todo un proyecto de sociedad implícito que emergería desde los hogares. ¿Eso es lo que usted propone?
Wilfredo Pérez Ruiz: Por supuesto, los padres deben entender que su comportamiento es un referente en la vida de sus hijos y que su familia puede serlo también a nivel social. Permítame precisar en consecuencia que el proyecto no es implícito, muy por el contrario está claramente explicitado.

FH: ¿Cuál es la clave para lograr esto?
Wilfredo Pérez Ruiz:
La autoestima personal y colectiva tiene una influencia determinante en la aplicación de la etiqueta social, de ahí la necesidad de fortalecer y elevar los niveles de autoestima en nuestro medio para querernos, valorarnos, comprendernos y aceptarnos como verdaderos semejantes. Este punto es central para salir de la trampa del tercermundismo intelectual, moral y cultural que lacera y deprime a nuestra sociedad.

FH: ¿La falta de etiqueta es un problema transversal a toda la sociedad?
Wilfredo Pérez Ruiz: Sí, es un problema que no distingue estatus social alguno. Se lo explico con unos ejemplos, asisto a reuniones sociales donde observo sorprendido como el celular es colocado en la mesa como se hace con un cubierto; o como las personas no responden una llamada telefónica o un correo electrónico. O cuando veo que las personas no agradecen una invitación, un obsequio, llegan tarde a una reunión, saludan con desdén, asumiendo que la etiqueta solo concierne a las damas de sociedad y que, por decir algo, consiste en usar correctamente los cubiertos en una mesa. No es así, es una cultura de vida de lo que hablo.

FH: No será que la falta de etiqueta es también consecuencia del hecho de que formamos parte de una sociedad machista...
Wilfredo Pérez Ruiz:
Sí, este es un factor altamente influyente, pues la igualdad de género y la ascendencia de la mujer en la sociedad no implica que el varón pierda la caballerosidad que siempre debiera distinguirlo. Esa falta de caballerosidad también se nutre desgraciadamente en el hogar.

FH: En sus artículos usted critica abiertamente a los políticos y a los principales actores sociales. ¿Por qué lanza sus críticas en primera persona?
Wilfredo Pérez Ruiz:
Porque los políticos, además de representar a la ciudadanía, ejercen un liderazgo social que debiera contribuir a encauzar positivamente la conducta de los integrantes de nuestra sociedad, convirtiéndose así en verdaderos y genuinos referentes. En tal sentido, comportamientos, poses y declaraciones de los ex presidentes Alan García y Alejandro Toledo se desdicen de sus cualidades intelectuales. Es lamentable, señalando otro caso, que el actual presidente crea que para acercarse al pueblo hay que asumir posturas y expresiones contrarias al estatus referencial de un mandatario.

FH: ¿Se refiere al lenguaje presidencial o a qué otro aspecto de su conducta?
Wilfredo Pérez Ruiz:
Sí, permítame abundar con unos ejemplos. Decir, “no chupen mucho” en la plaza de armas de la ciudad de Abancay en la víspera de Año Nuevo es absolutamente inadecuado. Lo mismo podríamos decir con el presidente del Congreso de la República, quien además de sus precarias formas y educación evidencia falta de autocontrol emocional y empatía.

FH: Un déficit flagrante de etiqueta social a nivel de nuestras elites...
Wilfredo Pérez Ruiz:
No necesariamente, pues el comportamiento del señor Daniel Abugattas, tan satanizado en los últimos tiempos, refleja sin ambigüedades la conducta de más de un empresario, artista, líder de opinión e incluso padres de familia. La única diferencia se encuentra en el hecho que el deplorable proceder del titular del Poder Legislativo trasciende y es percibida en tiempo real por la opinión pública.

FH: Un problema mayúsculo cuya solución se inscribe en el largo plazo...
Wilfredo Pérez Ruiz: Sí, pero permítame afirmar que en este caso los problemas deben convertirse en oportunidades. Es decir, mayor debe ser la preocupación por situar como prioridad esta temática entendida como un puente de convivencia y coexistencia social.

FH: Una última reflexión
Wilfredo Pérez Ruiz: Nos corresponde, al igual que hace el agricultor, echar semillas, a sabiendas que no todas florecerán. Pero nuestro buen comportamiento servirá de referente para quienes nos rodean y de esta manera lograremos insertar el tema en la vida de los miembros de nuestra sociedad.

martes, 13 de marzo de 2012

La Responsabilidad Social en el Perú

La compleja relación entre comunidad y empresa, expresado en los conflictos sociales existentes en el país, hacen pertinente discutir los objetivos y alcances de la Responsabilidad Social (RS), entendida como un instrumento que vincula a la organización con sus trabajadores, sus familias y su contexto, a fin de contribuir con su prosperidad. Es una perspectiva que, al margen de satisfacer al consumidor, se preocupa por la colectividad.

Con frecuencia se distorsiona el trato de la compañía con su entorno. Es oportuno esclarecer ciertos conceptos para entender la dimensión de la RS como una cultura destinada ha instituir una buena conexión interna y externa. Baltazar Caravedo Molinari en su obra “Lo social y la empresa a fines del siglo”, sustenta que el vínculo de una organización con su medio se divide en tres categorías: El paternalista o filantrópica, un tipo de trato que efectúa donaciones a asociaciones con el objeto de realizar obras de caridad y asistencia; el inversionista social, que posee una visión de mediano plazo e invierte con predominio en proyectos que generan beneficios para la empresa y la comunidad; el socialmente responsable, se caracteriza por su enfoque de largo alcance del lugar y la comparte con otros actores locales. Destina recursos a proyectos sostenibles e invierte en sus trabajadores para mejorar su rendimiento, identidad y prestigio.

Dentro de este contexto, es interesante la aseveración de Georgina Nuñez R. expuesta en su ensayo “La responsabilidad social corporativa en un marco de desarrollo sostenible”: “La responsabilidad social corporativa ha pasado de ser una actividad estrictamente filantrópica a un elemento central de la estrategia de las empresas tendientes a la construcción de una nueva cultura corporativa. En América Latina, la llegada de multinacionales y la inserción a la economía internacional de los grupos económicos regionales han acelerado el proceso”.

Una compañía más allá de lograr resultados económicos positivos y, por lo tanto, aumentar su rentabilidad, debe ser viable por su aporte al desarrollo sostenible de la zona donde se asienta. La RS es una herramienta estratégica de gestión destinada a forjar canales de comunicación con distintos grupos de interés y construir un “puente” armónico de convivencia.

Fernando Hilbck, director ejecutivo de la Fundación Backus afirma: “…Una empresa socialmente responsable, que se preocupa por los demás, evidentemente se preocupa por sus trabajadores. Esto es demostrable a través de las mediciones del clima organizacional. En nuestro caso, en estas encuestas resalta el orgullo que sienten nuestros trabajadores de pertenecer a una gran empresa que se preocupa los por demás. Un ejemplo lo constituye el Programa de Voluntariado Backus, a través del cual los trabajadores realizan labores totalmente desinteresadas, disponiendo de su tiempo libre en beneficio de la comunidad”.

Las entidades con programas de RS hacen inversiones para elevar la productividad de sus integrantes y aseguran su integridad física, emocional e intelectual; adquieren nuevos equipos, los renuevan y utilizan sistemas de seguridad; crean mecanismos para recoger sugerencias de sus colaboradores; optimizan su impacto en la comunidad y en el ambiente; identifican las carencias de su colectividad y buscan satisfacerlas; efectúan cambios para suavizar situaciones de crisis y ofrecen orientaciones al trabajador a fin de encontrar oportunidades de empleo e invierten en las familias de su personal, capacitándolas o brindando atención a sus necesidades.

En el Perú y en las naciones de tercer mundo la RS se orienta, especialmente, a solucionar requerimientos básicos (salud, educación, infraestructura y afines). Las inversiones en programas de RS -en sectores de extrema pobreza- llenan un vacío y sustituye el rol del estado peruano que, como sabemos, está obligado a atender estas reclamaciones. Aunque no siempre éste tiene capacidad para afrontar –de forma efectiva- las demandas ciudadanas, a través de los gobiernos regionales o locales. Al “reemplazar” la compañía al estado, asume un liderazgo social.

En tal sentido, existen empresas extractivas -cuestionadas por sus impactos ambientales negativos a la localidad- con millonarios presupuestos en RS, utilizados para intentar amortiguar los efectos perturbadores de sus actividades y, de esta manera, neutralizar la protesta general. Pues, han convertido esta filosofía en un medio de dependencia mediante la atención de sus exigencias. Un caso emblemático es la corporación minero metalúrgica Doe Run Perú (La Oroya). Según informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el 99 por ciento de los niños de La Oroya tienen niveles de plomo en la sangre que exceden más de tres veces los límites permisibles en los estándares internacionales, afectando su salud y esperanza de vida. Por su fuera poco, según la revista Time, La Oroya es uno de los diez sitios más contaminados del planeta.

Es conveniente que, previa a la confección de los planes de RS, se haga un minucioso análisis de la realidad cultural y económica del sitio y, además, se consulte a sus más representativos interlocutores e instituciones. Habitualmente, las autoridades eclesiásticas son los referentes a tomar en cuenta y su aval será determinante al momento de disminuir posibles desconfianzas de los residentes.

La coordinación y contribución mutua es invalorable en el éxito de la RS. Por ejemplo, en la edificación de un colegio, se asumirá la aportación del pueblo –a través de la mano de obra de sus habitantes- y, por su parte, la corporación ofrecerá el diseño, los medios económicos y el equipamiento. La cooperación de los beneficiados hará realidad una obra que perdurará por encima de la permanencia de la empresa en la zona. Ese es el contraste con el asistencialismo que crea vínculos de dependencia, no favorece el desarrollo y tiene al lugareño “cruzado de brazos” observando como resuelve sus reivindicaciones el capital foráneo.

La RS exhibe una nueva ética corporativa. Un concepto integrado a la visión de las compañías más acreditadas del mundo que entienden como la generación de dividendos financieros está acompañado de la voluntad de respetar a los moradores e incrementar su reputación entre sus distintos públicos a los que se dirige y en diversos niveles con los que se articula.

Permite humanizar el rol de la organización en la sociedad e integrarla en un escenario en donde se desenvuelve haciendo suyos los anhelos de sus habitantes. La RS permite proyectar sus valores fuera del entorno directo de los clientes e integra aspiraciones colectivas.

domingo, 4 de marzo de 2012

El Día Internacional de la Mujer

El 8 de marzo se celebra el “Día Internacional de la Mujer” -por acuerdo de la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas (1977)- con la finalidad de recordar los esfuerzos de quienes bregaron para alcanzar la igualdad, la justicia, la paz y el desarrollo.

Los antecedentes de esta efeméride tienen sus orígenes en diversos sucesos. Uno de ellos es cuando un grupo de costureras de Nueva York que, apoyadas por su sindicato, ocuparon la fábrica textil donde laboraban para exigir paridad de salarios y una jornada de trabajo de diez horas (1857). Este movimiento terminó con un incendio y la muerte de 146 obreras.

Tiempo más tarde esta conmemoración es propuesta por la alemana Clara Zetkin (1910) -integrante del Sindicato Internacional de Obreras de la Confección- en el Congreso Internacional de Mujeres Socialistas efectuado en Copenhague (Dinamarca). Había participado en pro de la mujer en 1886 y asistió al Congreso de la Segunda Internacional Socialista en París, asumiendo el derecho de las damas al trabajo y a la intervención en asuntos nacionales e internacionales. También, exigía la protección de madres y niñas.

El 8 de marzo de 1917, en Rusia -como consecuencia de la escasez de alimentos- las mujeres se amotinaron y marcaron el comienzo de la revolución bolchevique que derivó en la caída del zar Nicolás II y en el establecimiento de un gobierno provisional que, por primera vez, concedió a la adulta la potestad de votar. Por la relevancia de este suceso se situó esa fecha -en el calendario gregoriano- como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.

Han pasado las décadas y con satisfacción observamos sus conquistas y, especialmente, su exitosa inserción en los distintos quehaceres de la actividad humana. Su progreso abre un campo de nuevas realizaciones y competencias no solo en el mundo profesional. Como dijera la ex primera ministra británica Margaret Thatcher: “En cuanto se concede a la mujer la igualdad con el hombre, se vuelve superior a él”.

A lo largo de la historia existen damas de meritoria fama artística, pedagógica, política y social merecedoras de nuestra evocación en esta circunstancia. Una lección de existencia que constituyen referentes de emprendimiento y superación en un medio aún hostil y adverso. A continuación un recuento del legado de varias de ellas a las que rindo homenaje.

La controvertida María Kodama, pareja del genial escritor Jorge Luis Borges, su confidente, secretaria y, finalmente, su consorte. Colaboró en la elaboración de sus libros “Breve antología anglosajona” y “Atlas”, testimonios de los viajes de ambos alrededor del mundo; Indira Ghandi, estadista, estratega política, activa luchadora por la independencia de la India -dirigida por Mahatma Gandhi- y primera ministra; Manuela Sáenz -conocida como la “Libertadora del Libertador”- la socia sentimental de Simón Bolívar que lo salvó de la muerte, permaneció a su lado en la gesta de Junín y en su deceso en Santa Marta. Ricardo Palma la trató y recogió sus vivencias para las “Tradiciones peruanas”.

Guardo respeto por la viuda del periodista nicaragüense y líder de la Unión Democrática de Liberación, Pedro Joaquín Chamorro, asesinado cuando -desde el diario La Prensa de Managua- combatía la tiranía de Anastasio Somoza. Su esposa Violeta Barrios, de temple ejemplar y firme, integró la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional al triunfar la revolución del Frente Sandinista de Liberación Nacional (1979). Resultó electa presidenta de Nicaragua en 1990.

En el siglo XIX el Perú tuvo dos rebeldes autodidactas, pioneras del periodismo, las letras e infatigables críticas de los absolutismos conservadores: Clorinda Matto de Turner y Mercedes Cabello de Carbonera. La escritora María Emma Mannarelli refiere: “…Cada una enfrentó a los poderes serviles y tutelares; la servidumbre y el caudillismo militar. Ambas mujeres terminaron sus vidas de una manera que habla mucho de lo que estaba ocurriéndoles: Matto en el exilio y Cabello en el manicomio”.

Matto de Turner condujo la gaceta “La Bolsa” de Arequipa (es la primera mujer en dirigir un periódico en Sudamérica), era propietaria de la imprenta “La Equitativa” y autora de la afamada novela “Aves sin nido” (1889). Un verdadero éxito editorial en el que formula un análisis de la educación y el indio. Por su parte, Cabello en su libro “Blanca sol” (1889) cuestiona los matrimonios por conveniencia y rompe las claves del ejercicio del poder en el país. Mannarelli afirma: “…Era particularmente importante ver quién se casaba con quién”. El columnista Ismael Pinto en su publicación “Sin perdón y sin olvido”, señala: “…Cuestiona (Cabello) la educación de la época. En su artículo ‘Una industria para la mujer’, propone que esta podía estudiar medicina, fotografía, imprenta, entre otras cosas”.

Otros ámbitos han contado con la contribución de destacadas exponentes femeninas que dejaron huella. Juana Larco de Dammert, promotora de la campaña “gota de leche”, ahora conocida como vaso de leche. Inició –a principios del siglo XX- lo que, actualmente, se denominan guarderías infantiles y clubes de madres. Fue sensible, solidaria y valiente.

Magda Portal, poeta reconocida por la intelectualidad peruana. José Carlos Mariátegui calificó sus versos como una voz poética y renovadora. Fundadora del Partido Aprista Peruano, impetuosa, ilustrada y vanguardista en un período en donde su rol era marginal; Blanca Varela González, considerada una de las poetas más notables de esta zona del continente; Doris Gibson Parra del Riego (hija del dramaturgo Percy Gibson Moller), curtida editora, fundadora de la revista Caretas y defensora de la libertad de expresión. Su carácter aguerrido y temperamental -según refería mi padre cuando era funcionario de dicho semanario- le facilitó enfrentar la censura militar durante la década de 1970.

Una conciudadana excepcional era Violeta Correa Miller. Reportera, secretaria y esposa del presidente Fernando Belaunde Terry. Primera dama (1980-1985), discreta, sencilla y consecuente con sus convicciones democráticas; Rosa “Mocha” Graña Garland, polifacética, señora del arte y la cultura, a quien tuve el placer de conocer. Sus vivencias denotaban profundidad y pasión. Para algunos Mocha fue la última “tapada” de Lima; Isabel “Chabuca” Granda y Larco, cantautora y folclorista que ofreció una infinidad de valses criollos y autora de “La flor de la canela”.

Mi consideración por César Vallejo me inspira aludir a su viuda, la complicada e impredecible francesa Georgette Marie Philippart, quien compartió su visión del viejo continente, sus aventuras literarias y padecimientos. Siguiendo sus huellas, Georgina vino al Perú a pasar sus últimos años. Cultivó amistad con Raúl Porras Barrenechea, Arturo Salazar Bondy, Mario Vargas Llosa y Pablo Macera, entre otros. Falleció atrincherada en su incesante riña por hacer respetar el espíritu y obra del poeta de Santiago de Chuco.

Los peruanos tendremos siempre una deuda de gratitud con la matemática alemana María Reiche, célebre investigadora de las enigmáticas líneas de Nazca. Su perseverancia y entrega para examinar los dibujos de las pampas sureñas la hicieron ganarse la admiración nacional. Recibió tardíos honores y escaso apoyo en sus labores; las historiadoras contemporáneas Mariana Mould de Pease y María Rostworowski Diez Canseco, renombradas y acuciosas pensadoras. Sus enfoques sobre nuestro pasado nos ofrecen una interpretación profunda; la pintora Gabriela León Velarde, única compatriota que exhibe sus retratos en el Museo del Vaticano por haber ganado el concurso de la Santa Sede (1975) para ilustrar la portada del libro conmemorativo de la beatificación de Juan Masías.

Doña Margarita Biber Poillevard, cónyuge del sabio Javier Pulgar Vidal. Señora encantadora, lúcida, culta, doctora en Educación, minuciosa recopiladora y estudiosa de la invalorable misión científica de su esposo. Le tengo un inmenso cariño enriquecido por los buenos momentos coincididos con Javier. Platicar con Margarita es placentero y me recuerda mis encuentros con este inolvidable maestro y amigo.

Estas líneas finales están dedicadas a una dama especial: mi madre. Compañera inseparable que comprende, alienta y asiste el devenir de mi vida con una paciencia estoica que no alcanzaré agradecer. Su amor y enaltecedor estímulo otorgan renovadas ilusiones y brillos a mi existir. ¡Feliz Día Internacional de la Mujer!