lunes, 21 de marzo de 2022

El protocolo del “presidente electo” en el Perú

El domingo 6 de junio los peruanos acudimos a las urnas para elegir, como cada cinco años, en segunda vuelta electoral al ciudadano que ocupará la primera magistratura de la nación a partir del 28 de julio. Al momento de redactar este artículo todavía se desconoce quién será proclamado por el Jurado Nacional de Elecciones. Todo hace presumir que Pedro Castillo Terrones, de la agrupación Perú Libre, es el flamante titular del Poder Ejecutivo para el período 2021-2026.

En vísperas del “Bicentenario de la Independencia Nacional” abrazo, con genuino aliento esperanzador, el anhelo que estemos unidos en entorno a los arraigados valores democráticos y republicanos inspiradores de nuestro destino. Concluidas las limpias e inexpugnables elecciones llevadas a cabo con estricto apego a la normatividad vigente -según ha sido acreditado por prestigiosas entidades de vigilancia electoral internacional- tengamos certidumbre, ilusión, afirmemos nuestra peruanidad y recordemos lo aseverado por el célebre poeta y filósofo cubano, José Martí: “Cuando el sufragio es ley, la revolución está en el sufragio”.

Cuando sea declarado “presidente electo” cumplirá innumerables actos inherentes al “protocolo no escrito”, sobre el que nada está definido; es uno de los más complejos de implementar por requerir solvente destreza, sentido común, capacidad de improvisación, imaginación y adaptabilidad. El “protocolo” precisa las formas o procedimientos que deberán seguirse para realizar una determinada actividad. Es polivalente, atemporal, práctico, flexible y aplicable; se diferencia de los principios jurídicos porque su errado empleo esquiva contravenir un deber legal y sancionable.

En tal sentido, le espera una agenda que convendría desarrollar dentro de un marco previamente planificado y encaminado hacia un conjunto de objetivos. Uno de los primeros es la entrega de credenciales a él y a sus dos vicepresidentes a cargo de la máxima autoridad electoral. Desde el retorno de la democracia al Perú se han otorgado en sitios de indudable significación.

En su segundo mandato (1980), Fernando Belaunde Terry decidió recibirlas en la residencia de una hermana suya. Su alocución constituyó un manifiesto mensaje a los mandos militares que usurpaban de facto el poder (1968-1980), al afirmar: “…Desde ahora proclamo, a lo largo y ancho del país, que no me ligará vínculo de ninguna clase con quienes osen incumplir o apartarse de las normas constitucionales. Imparto, por lo tanto, inequívocas instrucciones con la debida anticipación a las autoridades civiles y militares, que se harán cargo del gobierno a partir del 28 de julio, para que tengan como norma a esa Carta Magna y sigan en todo momento tan luminoso derrotero”.

Mientras Alan García Pérez (1985) escogió la biblioteca de la austera vivienda del jefe y fundador del Partido Aprista Peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre, ubicada en el populoso distrito limeño de Vitarte. En aquella oportunidad uso el “protocolo no escrito” cuando decidió llegar junto al alcalde de esa comuna, Franklin Acosta del Pozo -militante de las filas de Izquierda Unida- como expresión de apertura y entendimiento con los sectores socialistas.

En el 2001 Alejandro Toledo Manrique prefirió el Museo de Arte de Lima. Alan García Pérez, en su segundo período (2006) lo hizo en la Biblioteca Nacional del Perú. De igual forma, el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú fue el escenario seleccionado por Ollanta Humala Tasso el 2011 y Pedro P. Kuczynski Godard (2016) optó por el imponente Teatro Municipal de Lima.

El “presidente electo” es invitado por el jefe de Estado para reunirse en la Casa de Pizarro. En ocasiones incluye a los dos vicepresidentes y se concibe como el paso preliminar en el proceso de traspaso del gobierno. Asimismo, le esperan nutridos encuentros -hasta días previos a la toma de posesión- con emisarios políticos, empresariales, eclesiásticos y de los medios de comunicación; recibe congratulaciones personales y escritas -nacionales y extranjeras- que corresponde atender con cortesía.

Es costumbre efectuar una gira por los países con los, de una u otra forma, conviene fortalecer vínculos e incluye organismos internacionales. Alan García Pérez (1985) emprendió un recorrido por España e Italia que comprendió una audiencia con el Papa Juan Pablo II; Ollanta Humala Tasso seleccionó al Brasil como la primera nación a visitar; Pedro P. Kuczynski Godard fue convocado por gobernante peruano para acudir juntos XI Cumbre de Jefes de Estado de la Alianza del Pacífico desarrollada en Chile.

Previo a la ceremonia de asunción es frecuente anunciar a la opinión pública al próximo primer ministro y a los miembros de su equipo ministerial. Esta esperada designación tiene un evidente empeño: fomentar un clima de confianza y tranquilidad en innegables momentos de tensión e inestabilidad producidos en medio de la confrontación imperante. Suele ser gradual o colectiva: Fernando Belaunde Terry presentó conjuntamente a su gabinete encabezado por el economista Manuel Ulloa Elías.

Son semanas recargadas de apremios y quehaceres: se establecen coordinaciones con el Ministerio de Relaciones Exteriores en relación a sus invitados personales. Este portafolio a través, principalmente, de la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado coordina las respectivas tramitaciones. También, el “presidente electo” dispondrá la confección de la Banda Presidencial la que, según precisa el Ceremonial del Estado y Ceremonial Regional (D.S. 096-2005-RE), “constituye la insignia del mando supremo, que se impone al Presidente de la República por ser quien constitucionalmente personifica a la Nación”.  

Ésta es obsequiada por amigos o familiares próximos, como ha acaecido en sucesivas coyunturas. La responsabilidad de su fabricación está en manos de una misma familia por más de 80 años. La bordaduría Jorge H. Grados produce en sus talleres las de todos los jefes de Estado desde Óscar R. Benavides Larrea, cuando ocupó la presidencia (1933), luego del asesinato de Luis M. Sánchez Cerro. Su costo supera los 2,000 dólares.

Otro asunto de magna trascendencia es la elaboración del esperado discurso de toma de posesión -con frecuencia recoge los aportes de los encargados sectoriales de la transferencia gubernamental- en el que da a conocer los lineamientos generales del estrenado régimen y contiene revelaciones orientadas a satisfacer las demandas sociales del país. En tan solemne acontecimiento no siempre han demostrado brillo, profundidad y visión de estadistas; podríamos compartir copiosas situaciones reveladores de carencias, desatinos e inopias.

Aconsejo revisar con esmero el listado de actividades que, por cierto, se verán drásticamente reducidas en las actuales circunstancias por la vigente pandemia, con la finalidad de evitar errores u omisiones como resultado de su inexperiencia o emoción. El “presidente electo” puede examinar, con la cooperación de los encargos del protocolo y el ceremonial, las grabaciones de las galas de toma del mando supremo acontecidas en los últimos años.

El ansiado 28 de julio acude al emblemático Palacio de Torre Tagle -sede de la Cancillería- a esperar a la comisión de anuncio del Congreso de la República encargada de informarle que la representación parlamentaria aguarda su presencia para prestar juramento y escuchar su disertación. En tanto, el titular de esa cartera lo condecora con las máximas órdenes del Estado: “El Sol del Perú” y “Al Mérito por Servicios Distinguidos”, en sus más altos grados: Gran Cruz.

Por su parte, el saliente jefe de Estado se dirige al Palacio Legislativo a entregar la Banda Presidencial y emite una escueta intervención. Sin embargo, en su segunda administración el líder aprista (2006-2011) la envió con el jefe de la Casa Militar de Palacio de Gobierno, a fin de esquivar acaloradas e inelegantes reacciones en el hemiciclo congresal como ocurrió en 1990. Lo mismo pasó con el dirigente máximo del Partido Nacionalista Peruano (2011-2016). La continuidad democrática soslaya interrumpirse; solamente se alteró la tradición. Se ignora la decisión que adoptará el presidente Francisco Sagasti Hochhausler (2020-2021).

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