En tal sentido, es primordial que el protocolo sea asumido por especialistas. Existen innumerables “protocolovid”, “ceremoniavirus” o aficionados carentes de las credenciales y trayectoria para tratar esta materia y que, además, sorprenden a ingenuos y despistados con su ostensible inopia e insuficiente profesionalismo. El mercado laboral está saturado de advenedizos.
Seguidamente, ofrezco unos precisos tips al respecto. Primero, los sistemas de ordenación temporal de las autoridades: el “descendente” se emplea para señalar a los integrantes de la mesa de honor en orden de precedencia; el “ascendente” es utilizado al diseñar el programa. En éste se procura que el de menor primacía hable primero y el de mayor preeminencia al final.
Segundo, sobriedad: recomiendo incorporar esa cualidad que distingue, enaltece y emite una imagen de seriedad y prestancia. Su actitud, desenvolvimiento, lenguaje (verbal y corporal) y atuendo, deben guardan coherencia con la mesura que el suceso amerita. Recuerde: la ponderación es un requisito inequívoco.
Tercero, menciones barrocas: prescinda nombrar a la totalidad de autoridades y miembros de la mesa principal. Solo insinúo hacerlo con el anfitrión e invitado de honor. Al dirigirse al auditorio, únicamente, diga: “señoras y señores” o “damas y caballeros”. Rehúya melosos y trillados vocativos como los dichos en las graduaciones universitarias: “distinguido señor rector”, “señor vice rector”, “funcionarios académicos, administrativos y docentes”, “personal auxiliar”, “graduados”, “padres de familia”, etc. Solamente falta citar al personal de seguridad del recinto.
Cuarto, todos: es común constatar su uso en cuantiosas ocasiones. No es necesario, es obvio que se dirige al conjunto de los asistentes. Es absurdo citar: “bienvenidos a todos los presentes”. También, observamos el flamante lenguaje inclusivo (todas). En tiempos recientes he escuchado referir: “buenas tardes con todos y todas”. Nada más fuera de elegancia, criterio y sentido común.
Quinto, agradecimientos extensos y sobrecargados: al empezar sea breve y prudente en sus expresiones de reconocimiento. Desestime dedicar demasiado espacio para dar las gracias. Generará una primera contraproducente impresión, se le percibirá poco creativo y rutinario. Los minutos iniciales despiertan expectativa.
Sexto, procedimientos establecidos: es ineludible someternos a las reglamentaciones determinadas por los anfitriones. Ello implica honrar el tiempo asignado, recurrir a los recursos permitidos, acudir a la hora indicada, lucir el vestuario sugerido y otros pormenores explícitos de su adaptabilidad y habilidad de convivencia social.
Séptimo, vestimenta: es un factor esencial y que, por lo tanto, debemos prescindir subestimar. Descartemos un atuendo llamativo, atrevido, poco sensato e inadecuado para la actividad. El público siempre está atento a la apariencia; ésta complementa lo transmitido y engrandece la imagen personal que anhelamos irradiar.
Octavo, maestro de ceremonia: en ocasiones incurren en palpables desconocimientos y excesos. Por ejemplo, al anunciar de modo pegajoso a los componentes de la mesa y decir: “pedimos un voto de aplauso”, “saludamos con fuertes palmas”, etc. olvidando que éstos no se solicitan; surgen espontáneamente. Escucho con reincidencia extravagancias como: “a continuación las sagradas notas del himno nacional del Perú. De pie por favor”, “continuando con la programación protocolar”, “gracias por honrarnos con su presencia en este digno acto”, entre un sinfín de despropósitos.
Jamás deberá arrogarse un desempeño adulador, ni intentará convertirse en el protagonista central del certamen. Percibo huérfano adiestramiento e incapacidad para circunscribirse a sus cometidos. Su improvisada formación puede disminuir el nivel del acontecimiento; aconsejo dominar los tratamientos honoríficos, las precedencias y el ceremonial.
Reitero, a manera de colofón, la trascendencia de prevenir intervenciones deslucidas. Su óptima comunicación generará mayor impacto. Acuérdese: “para convencer, debe usted estar convencido”. Nunca omita la enorme valía de identificarse con su mensaje. Los concurrentes perdonarán nerviosismos, errores y descuidos; no su ausente preparación y nulo compromiso con lo que está diciendo.
Concluyo invocando lo manifestado por el experto español José Antonio Urbina: “Protocolo es aquella disciplina que con el realismo, técnica y arte determina las estructuras o formas bajo las cuales se realiza una actividad humana importante. Es todo, porque realmente es el arte y la técnica de la creación de las formas en las que se realiza la acción del estado”. Recapacite sobre su connotación cuando contraiga el hermoso, original e inspirador desafío de platicar en público.
No hay comentarios:
Publicar un comentario