domingo, 9 de abril de 2017

Por favor…Salude!

El último fin de semana llegué a la peluquería a la que concurro hace 30 años y, como es habitual, saludé a todos los presentes: replicó solo el campechano y jovial peluquero Juan Dolorier. Horas más tarde, fui a limpiar mis zapatos y sucedió lo mismo, Percy García y Claudio Montes, los dos atentos lustradores respondieron y exhibieron una simpática expresión.

En ambos casos sugerí con una dosis de ironía colocar un letrero con la siguiente inscripción: “Salude, sonría, agradezca, pida por favor y practique la amabilidad: se le otorgará un descuento especial por este sublime cometido”. Discretamente exteriorizaron un gesto de condescendencia.

Unos instantes después visité la tienda Wong de San Borja y obré con igual deferencia con la cajera del segundo piso del sitio de comida. Con seguridad una dama sorda y muda hubiera contestado con mayor énfasis y agrado. Inspirado en mi conocida vocación hipocondriaca me dije: “qué necesario se hace la distribución gratuita (al igual que la píldora del día siguiente) de pastillas de entusiasmina y educadina de mil miligramos”. 

Al salir decidí tomar un taxi. A pocas cuadras detuve un automóvil y aseveré al conductor: “buenos días, señor”. Me miró y afirmó: “sí, a donde va”. “Señor, ya que no sabe retornar mi saludo, no tengo nada que tratar con usted. Retírese”, indiqué. Por fin rompí mi silencio y sentí que ayudaba a este sujeto a entender lo errado de su proceder y, por lo tanto, quizá acoja en mejores condiciones a sus futuros clientes.

Hace unas semanas estaba en la sala de profesores de un instituto de educación superior y platicaba este asunto con un colega. Una vez más, comprobé que la mayoría de docentes emiten un distante “buenas” y, únicamente, saludan a su reducida secta de amistades. Se imaginan cómo saludarán a sus estudiantes estos individuos desprovistos de básicos criterios de urbanidad. Pedagogos con maestrías, doctorados y, en más de un caso, con renombrados y ostentosos títulos universitarios. Sin embargo, poseedores de una irrebatible discapacidad para forjar mínimas relaciones interpersonales.

Por coincidencia, el personal de vigilancia y de la cafetería de ese centro de estudios me manifestó su visible incomodidad por la ausencia de cortesía de un alumnado que esquiva saludar, agradecer, ceder el paso, etc. Un conjunto de conductas explícitas de su falta de esencial capacidad para convivir. ¿Esos son los futuros profesionales del siglo XXI? Lamentablemente son un apegado reflejo de la colectividad en la que les ha tocado habitar y de la exigua educación otorgada en sus hogares. Acudo a entidades educativas en las que rehúyen saludar, incluso, en las áreas académicas y de Recursos Humanos. Me mortifica acercarme a determinadas secciones en las que no saludarán o tal vez padecen alguna irreversible e intransferible enfermedad neuronal y espiritual. No obstante, su proceder bipolar, distante y presumido se transforma súbitamente cuando deben alternar con su jefe o con el dueño de la corporación. Declino resignarme ante tanta indolencia, apatía y ausencia de corrección, entre otras taras inherentes en “perulandia”.

El saludo describe nuestra personalidad, autoestima, habilidades sociales, temperamento y se convierte en nuestra tarjeta de presentación. Insisto -después de observar a personas de diversas edades, características y procedencias- en la imperiosa conveniencia de hacerlo con espontaneidad y fluidez. Es el primer puente que se establece para lograr una impecable reciprocidad humana y, además, es una demostración de entendimiento y elegancia y respeto. No es difícil, solo deberá tener “sentido común”; el menos tradicional de los “sentidos” en una sociedad atiborrada de penurias morales, cívicas y culturales.

Sin embargo, me causó gratísima sorpresa ver a Naomi Suparo y Abigail Tafur, dos jóvenes entusiastas y acogedoras que, al coincidir conmigo en los pasillos de una empresa educativa, me expresaran con genuina delicadeza: “buenos días profesor”. A los pocos momentos concordamos en otro ambiente y les pregunté si habían sido mis alumnas. “Siempre saludamos a los docentes, nos agrada hacerlo. No tenemos que conocerlos para hacerlo”, comentaron. Una comprobación que no todo está perdido en “perulandia”. Ejemplos como éstos devuelven la esperanza y la ilusión en que es viable, a pesar del adverso entorno, desplegar un vínculo agradable entre prójimos. Estas lindas y afables jóvenes así lo confirman.

Existen hombres y mujeres que, afectados por su bajísima autoestima, temen saludar, sonreír, proyectar una apacible mirada y emitir un mensaje efusivo. En este contexto recomiendo trabajar las habilidades blandas, la autovaloración y realizar ejercicios orientadas a afianzar la solvencia personal. Haga de la delicadeza una herramienta de encuentro con otros seres humanos. Fomentar la empatía ayuda de manera significativa a este propósito.

Este artículo es un tributo a mi ex alumna Noelia Luna, una dama esmerada a quien hallé trabajando en atención al público y haciendo de su sobresaliente cortesía un testimonio inspirador para las nuevas generaciones. Me conmovió apreciar su determinación para interiorizar con naturalidad, gracia y constancia lo transmitido en mis jornadas académicas. Un imponente y reconfortante prototipo del uso persistente de la etiqueta social. Por último: Salude, please!

domingo, 8 de enero de 2017

Etiqueta en la mesa: Apuntes y reflexiones

El comportamiento de cada uno de nosotros al consumir alimentos en la mesa exhibe con claridad, más allá de lo imaginado, nuestra educación, estilo y desenvolvimiento y, consecuentemente, puede generar una negativa impresión en nuestros interlocutores.

En la actualidad se ha ido masificando este asunto que estuvo orientado, de manera elitista y sectaria, a las señoras y jovencitas deseosas de causar una buena imagen social. A nivel empresarial son frecuentes los desayunos, almuerzos y comidas de negocios y también en los procesos de selección de personal.

La etiqueta en la mesa propone interesantes orientaciones y consejos sobre el menaje, las posturas, las ubicaciones de los comensales y un sinfín de valiosos detalles encaminados a hacer agradable una velada. Del mismo modo, está relacionada con la autoestima, la cultura y la habilidad social; aspectos evadidos por las memorísticas instructoras “pipiris nais” -que abundan como hongos en institutos, academias y entidades educativas- que circunscriben la etiqueta social en tres tópicos: maquillaje, vestimenta y cubiertos.

La etiqueta social demanda la voluntad de practicar determinadas pautas e interiorizarlas con constancia, naturalidad y fluidez. Solo su aplicación continua facilitará que formen parte de su desempeño cotidiano. De lo contrario, al momento de pretender presumir sus conocimientos se le notará rígido, nervioso e indeciso. En síntesis, debe asumirse como una cultura de vida.

Una penosa costumbre que ha dejado de llamar la atención está referida a las personas que exigen colocarse al lado de su mejor amiga o cónyuge. A las mujeres les encanta “guardar sitio” al apostar sus carteras en las sillas colindantes para su cofradía con la que, únicamente, al parecer pueden platicar sus domesticidades. Tenga en cuenta: no se sientan juntas una pareja de esposos, dos damas, dos caballeros, dos sujetos enemistados o dos prójimos que no hablan el mismo idioma. Esa pegajosa rutina de formar infalibles logias restringe el acercamiento entre los participantes y, además, hace visible la carencia de sociabilización e inteligencia interpersonal. Un encuentro en la mesa busca integrar a los concurrentes.

Si acude a un banquete en el que han sido colocados letreros con los nombres de los asistentes en la mesa, esquive la infeliz ocurrencia de cambiar los rótulos con la finalidad de coincidir con su esposa o novia, como sucede con asiduidad en “perulandia”. Es curioso percibir a señoras y señores con huérfanas capacidades para alternar con invitados desconocidos, a pesar de su elevado estatus profesional. Una vez más, podemos aseverar que existen innumerables prójimos, incluyendo incontrastables “pipiris nais”, parecidos a un libro con pasta de cuero, letras de oro y páginas en blanco.

De otra parte, quiero referirme al fantástico teléfono celular del que profusos sujetos gustan hacer alarde como sinónimo de auge económico. Aunque, por desgracia, no pueden mostrar igual nivel de preparación intelectual, cultural y espiritual. Recuerde: no es un tenedor y, por lo tanto, rehúya ponerlo en la mesa como advierto en los almuerzos en oficinas y hogares. Es enojoso observar charlar por su aparato móvil sin importarles la incomodidad que generan a los asistentes. Esto indica la inexistente pertinencia en un entorno invadido de proliferas malas formas.

Tampoco son atinados los selfies a sus exuberantes platos de comida para mostrarlos en el facebook. Mucha gente elude percatarse que proyecta la sensación de un afligido por el contagioso síndrome de “chuncholandia”, que nunca ha visto un agradable y bien decorado platillo, ni ha acudido a un restaurante de cinco tenedores. Recurra a la pertinencia: si desea tomar fotografías a los presentes, pida permiso al anfitrión.

Evite sentarse en la mesa si está aquejado por alguna enfermedad, solo haga un saludo general si llega cuando los invitados están en sus asientos, evada interrogar al que declina beber licor, rehúya preguntar por el precio de lo ingerido o pretender averiguar la receta del potaje ofrecido, no se retire al menos que sea urgente, empiece a comer cuando el anfitrión comienza a hacerlo, prescinda realizar comentarios acerca de la porción de comida servida y recuerde: primero se sientan las mujeres y luego los hombres.

El anfitrión debe consultar a su comensal, al formular la invitación, si tiene impedimento para disfrutar algún tipo de menú. Asimismo, debe estar listo con antelación; aunque es redundante que al llegar los invitados, los dueños de casa todavía están alistándose. No retrase el momento de pasar al comedor debido a que varios concurrentes “están en camino”, al menos que hayan avisado y sea un encuentro informal. Si un asistente acude cuando se está comiendo el plato de fondo o el postre, sírvale lo que están saboreando los huéspedes. Eluda la ordinaria rutina de ofrecer la entrada, el plato de fondo, etc.

Nunca vaya acompañada a una invitación personal. En “perulandia” es frecuente llevar enamoradas o amistades sin que éstas hayan sido convocadas. En caso que la invitación sea con pareja, no cargue sus hijos y, además, tampoco llame para pedir “permiso” a fin de acudir con familiares. La prudencia es sinónimo de elegancia.

El afamado brindis lo hace el anfitrión y será breve en su intervención. Los comensales podrán beber las veces que lo deseen sin aguardar otro brindis. En “perulandia” suelen brindar a cada rato y por cualquier motivo las personas deseosas de ingerir licor. Si le sirven una bebida de su desagrado o que está imposibilitado de consumir, la aceptará y solo simulará brindar. Pero, no incomodará al anfitrión rechazando la copa, ni tampoco insinuando que desea más alcohol.

De igual forma, deseo reiterar lo explicado en mi artículo “Y en la mesa… ¿Buenos modales?”: “…En ocasiones me encuentro con allegados que les encanta emplear la expresión ‘estamos en confianza’ a fin de justificar su equivocado proceder o amparar más de una falta. Por ejemplo, colocar una vajilla dañada, exponer un mantel sucio, poner en lugar de servilletas papel toalla, asentar un individual plástico sobre el mantel (para no ‘mancharlo’), pedir que nos quedemos con los cubiertos de la entrada para usarlos con el segundo plato, estirar los brazos para servirse el ají o situar una botella de dos litros de gaseosa -que dificultará la visibilidad entre los comensales- entre otras acciones desatinadas y ofensivas. Esfuércese por mostrar siempre (incluso en su actividad privada) una mesa bien instalada, pulcra y en óptimas condiciones. Ello hablará de su autoestima”.

Por favor no apele al grado de intimidad existente entre los invitados para proceder a servirse la sal con la mano, hacer bromas desatinadas, coger la carne de la fuente con su tenedor y cuchillo. Por más rico que esté el bocado evite chuparse los dedos y limpiarse la dentadura con la lengua, los montadientes o las uñas. Los alimentos se llevan a la boca y no la boca a los manjares; sólo ligeramente inclinado. Al toser o estornudar recurra al pañuelo sin hacer ruido. No obstante, habitar en “perulandia” aplique con esmero y discernimiento su “sentido común”.

Si usted espera ser convocado a actividades sociales tenga la finesa de disculparse en caso no pueda concurrir, asuma una conducta correcta en los actos a los que acude, agradezca las atenciones recibidas en los días posteriores mediante una llamada telefónica y, además, tenga la delicadeza de retribuir los agasajos. En innumerables oportunidades percibimos a sujetos que anhelan ser invitados a cuanto eventos sea posible, a pesar que no corresponden las deferencias ofrecidas. Eso es típico en una sociedad abrumada de descortesías, indolencias, prepotencias y desatinos. Hagamos un esfuerzo para predicar con el ejemplo de nuestro obrar y propaguemos semillas tendientes a incitar las conciencias de nuestros semejantes.

Para finalizar: lleve una botella de vino o un dulce para compartir; será un detalle enaltecedor. Haga de sus encuentros en la mesa una magnífica ocasión para estrechar  nuevos lazos, conocer seres humanos, promover conversaciones agradables y afianzar sus vinculaciones. En la medida en que usted posea dominio, espontaneidad, erudición y convicción en sí mismo, podrá gozar de cada jornada con sus familiares, amistades y colegas.

martes, 1 de noviembre de 2016

¿Tiene temor de hablar en público?

En ocasiones hemos entrado en pánico cuando tenemos que disertar. El pavor a los errores que podamos cometer, a la observación crítica de los concurrentes y a rehuir cubrir las expectativas puestas en nuestra intervención, son algunas de las comprensibles reacciones al encarar a nuestros oyentes. Seguidamente comparto mis reflexiones, aportes y sugerencias.

Utilice la mente, el corazón y el cuerpo. De esta forma transmitirá entusiasmo, compromiso e identificación con su mensaje. Es importante sentir el tema que exponemos y estar convencidos a fin de lograr persuadir a los demás. Si hablamos desprovistos de convicción, estaremos sólo transmitiendo información. Ello disminuirá la calidad de nuestra predica y su ascendencia.

Dentro de este contexto, educar la memoria tiene un valor inestimable. Sin el ánimo de asumir un papel pedante y autosuficiente, es aconsejable evocar citas, vivencias, anécdotas y precisiones conducentes a enriquecer nuestra presentación. La amplitud de vocabulario y la elevada cultura general posibilitarán graficar mejor nuestros argumentos. Sin duda, el grado de sapiencia sirve de soporte. 

Es fundamental poseer una buena estructura: saludo, introducción, desarrollo y conclusión o despedida. Dependiendo la extensión, complejidad y profundidad podremos manejar un esquema mental o escrito. En este sentido, comparto lo aseverado por el ex jefe de estado peruano Alan García Pérez en su libro “Pida la palabra” (Lima, 2012): “…Con el saludo me presento para decir quien soy, en la introducción preciso qué vengo a proponer, durante el desarrollo formulo y sustento las propuestas, las cuales sintetizaré en la conclusión y adornaré con la emoción final, que el público siempre aprecia”.

Introduzca un verso, una parábola o una frase célebre que adorne sus ideas. El ex mandatario comenta: “…Se refieren a la retórica como el maquillaje de la verdad exacta con el uso de las mejores y más atractivas palabras u oraciones. Se confunde así la retórica con el engaño. Esta es, en realidad, una visión equivoca, propalada muchas veces por quienes no saben expresarse bien”.

Ordene su disertación, documéntese, estudie, investigue, mida el tiempo (a fin de demostrar organización), mantenga la mirada en sus interlocutores, sonría con naturalidad para forjar un contacto empático, eluda usar innumerables cifras y datos que confundan. Indague las particularidades e intereses del auditorio y vaya más allá de lo expuesto en las imágenes audiovisuales. Prepararse para un nivel superior al de su público le brindará amplia seguridad.

Es imprescindible ensayar. En ocasiones acostumbro practicar mientras tomo un café y converso con un amigo. También elijo las nociones más representativas de mi venidera exposición para presentarlas en una jornada académica. Este ejercicio facilitará evaluar nuestra capacidad de ordenamiento y convencimiento, entre otros elementos de enorme ayuda.

Evada subestimar las interrogantes. Aconsejo hacer un cuestionario con las más incómodas y enmarañadas incertidumbres y preparar las respuestas. Esté dispuesto para probables confrontaciones y administre con asertividad su autocontrol emocional. Nunca asuma una actitud agresiva, de superioridad intelectual y, especialmente, apele a la sencillez y espontaneidad.

De otro lado, Larry King en su obra “Como hablar con cualquier persona” (2006) precisa: “…Quien aprende a hablar bien ante una persona, puede hablar a mil personas y viceversa. La mayoría de los individuos con éxito son oradores exitosos. Todo aquel que destaca lo logra en el 90 por ciento de los casos porque habla bien. Así pues, no nos sorprende lo contrario, que el que habla bien se convierta en una persona con éxito”.  Coincido con este comentario. Las personas entrenadas para exponer muestran locuacidad, buena dicción, estructura conceptual y habilidad de concentración en sus pláticas individuales. Es cuestión únicamente de disciplina y perseverancia.
 
Insinúo soslayar leer. Generará una primera impresión de desconocimiento, precariedad y carencia de destreza para sustentar el asunto asignado. Incontables individuos no saben leer y, por lo tanto, deslucen su actuación. Leer es un atributo con frecuencia minimizado. Aunque elaborar un discurso escrito ofrece la ventaja de no dejarse llevar por la euforia y el estado anímico. Es decir, usted planifica con antelación cada vocablo de su ponencia. 

El expositor será con minuciosidad percibido por el público. Recuerde disponer de un atuendo elegante, pulcro y apropiado que otorgue prestancia a su imagen. No exhiba prendas brillosas, corbatas llamativas, estridentes y de baja calidad (ésta confiere esplendor a la vestimenta integral del varón), ni excesivos complementos. Luzca una camisa de color entero. Convierta la sobriedad en una característica que lo enaltezca: los distintivos en la solapa del saco distraen y proyectan una imagen anticuada y de empleado estatal. Obvie recargar la parte superior de su traje con adornos vetustos e inapropiados. 

Por otra parte, debemos manejar la comunicación no verbal. Es imperioso conjugar el mensaje oral con la expresión del cuerpo, el movimiento de las manos y el porte. Se requiere adoptar un óptimo tono de voz, una excelente dicción y acentuar determinados conceptos centrales. Proyecte solidez.

Es común advertir expositores que usan el podio como escudo emocional debido al miedo de ser auscultados y despliegan posturas inadecuadas. Si tiene un elevado temor puede memorizar los primeros minutos con la finalidad de empezar con serenidad y solvencia. Deje que las manos acompañen, animen y complementen su discurso. Jamás las ponga en los bolsillos, tampoco juegue con el puntero y el micrófono. 

El miedo siempre existirá, no creo evitarse. Sin embargo, considero probable encaminar la desconfianza en función del dominio de si mismo. El desosiego “es imprescindible y positivo, debe ser superado disipando la adrenalina, puede ser superado mediante la autosugestión y vencido si uno tiene, por lo menos, el primer párrafo preparado y un pequeño esquema sucesivo que desarrollar. Nunca de la razón al auditorio por temor. Y para hablar en el mayor número de ocasiones”, afirma el autor de “Pida la palabra”.

Recomiendo grabar su presentación con el afán de analizarse. Con periodicidad registro ciertas sesiones de clase sobre los temas más saltantes y enrevesados para contrastar la impresión generada y la sensación que experimenté al platicar. Es un ejercicio útil para superar defectos, muletillas y contar con juiciosos elementos acerca de mi desenvolvimiento. Haga de cada exposición un medio para evaluar con prolijidad su desempeño.

Es interesante percatarnos de la actuación de connotados oradores. Ello facilitará analizar coincidencias, omisiones, poses, ademanes y un sinfín de detalles encaminados a decidir nuestro estilo. Decline imitar a otros conferencistas, solo incorpore los atributos favorables en tanto sean coincidentes con su personalidad. Defina un proceder que le brinde valor agregado. Sea usted mismo y le conferirá autenticidad a su presentación.

Entrénese aprovechando las oportunidades existentes en su ámbito social, familiar y laboral. Aplique la autosugestión positiva para empezar con optimismo. Hablar en público es una experiencia singular, colmada de entretelones que posibilitan descubrir nuestra identidad, fuerza interna, habilidad blanda, autoestima y la gratificante satisfacción de transmitir nuestro saber con dominio y aplomo. Tenga en cuenta el sabio dicho del político, científico e inventor estadounidense Benjamín Franklin: “Hablar sin pensar, es disparar sin apuntar”.

domingo, 4 de septiembre de 2016

¿Qué sabemos del maestro de ceremonia?

Un aspecto importante e ignorado es el referido al papel del “maestro de ceremonia”. Su aporte para garantizar el éxito de un evento dependerá, entre otras significativas consideraciones, de su atinada, discreta y cabal habilidad. Cuanto más imperceptible su protagonismo, mayor será su contribución.

En ocasiones se confunde su labor con la asumida por un “animador”. El primero, conduce la actividad y pone en contacto a los organizadores con el público; el segundo, fomenta el acercamiento, la alegría y la diversión de los asistentes y, por lo tanto, es requerido en celebraciones familiares, bailes, festejos y afines. En consecuencia, existe una indiscutible diferencia de funciones.

Reitero lo expuesto en mi artículo “Importancia del protocolo en los eventos”: “En nuestro medio concurren un abanico innumerable de moderadores con palpable desconocimiento de las mínimas disposiciones protocolares, a pesar de su dilatada experiencia e incluso siendo personas públicas convocadas con asiduidad para estos menesteres. Por ejemplo, acostumbran pedir ‘un voto de aplauso’, ‘saludamos con un fuerte aplauso’, etc. olvidando que las palmas no se solicitan; surgen espontáneamente. Escucho con reincidencia aseverar: ‘A continuación las sagradas notas del himno nacional del Perú. De pie por favor’. Bastaría: ‘Himno nacional del Perú’, es obvio que se entona de pie”.

“…Jamás debe asumir un rol adulón o intentar convertirse en la ‘estrella’ del certamen. Su criolla e improvisada formación, reflejada en reiteradas deficiencias, pueden generar la percepción que tan empañado desempeño es habitual. Debe dominar el uso de tratamientos honoríficos, precedencias y conceptos básicos de ceremonial. No exagero al subrayar la mediocridad de moderadores incapaces de diferenciar un evento institucional con una fiesta infantil. La sobriedad en su atuendo y desenvolvimiento define el estilo”.

Desde mi punto de vista, conviene exhibir buena dicción, adecuada entonación y óptimo volumen de voz. Su misión involucra prepararse, verificar que esté listo el podio, los equipos de sonido, el micrófono, las luces, empezar a la hora exacta, presentar a los expositores, hacer que los concurrentes se sientan bienvenidos, cumplir la programación, controlar el tiempo de las intervenciones, orientar las cuestiones protocolares y agradecer la participación. Al empezar debe evadir decir: “Buenas noches con todos”, sólo es necesario: “Buenas noches”.

Propongo emplear un esquema conducente a proporcionar coherencia a su intervención y, además, no omitir los vocativos y las precedencias. Es preciso incidir en la exigencia de practicar el programa y lucir vestimenta apropiada. En cuantiosos certámenes se pretende, en aras de supuestas informalidades, invertir el procedimiento y la solemnidad establecida. Hecho que opaca su trascendencia y magnitud.

Su ocupación demanda muchas más condiciones que una atractiva apariencia o amplia popularidad en los medios de comunicación. Recomiendo poseer probada asertividad, autocontrol emocional, mostrar empatía, naturalidad y sonreír, enfrentar situaciones imprevistas, dominar el ceremonial y, especialmente, renunciar a cualquier tipo de protagonismo. Algo imposible de lograr en abundantes y trilladas figuras del espectáculo y el periodismo.

Con asombro y estupor observo a afamadas locutoras de espacios televisivos, modelos, ex reinas de belleza y hasta controvertidos exponentes de la farándula que, aprovechando su efímera fama, son requeridos para esta función y han deslucido -a pesar de sus elevados honorarios- la prestancia de este trabajo. La relevante colaboración del “maestro de ceremonia” posibilita realzar cualquier acontecimiento corporativo, oficial o social; por esta razón, no debe estar en manos de galanes o actrices que le aminoran nivel y prestancia. Aun cuando tan desmedidas y elocuentes negligencias sean acogidas con simpatía en la siempre singular y desprovista “perulandia”. También, quiero hacer notar la responsabilidad de la entidad contratante por este despropósito.

Aceptar esta tarea es un suplicio debido a las constantes e impertinentes injerencias en desmedro del ponderado cometido que me agrada desplegar. En ocasiones he sido interrumpido para solicitar aplausos a un invitado o para la esposa del anfitrión, detener la velada a fin de anunciar la llegada tardía de una autoridad, realizar desatinados avisos de servicio público e incluso alterar la presentación con el propósito de inducir a hacer uso de la palabra a uno de los concurrentes.

Hace varios meses fui requerido por una universidad local para conducir el acto de acreditación del Sineace del ministerio de Educación. Al mencionar al máximo encargado de este organismo, un extravagante subalterno me exigió obviar al citado portafolio y requerir palmas para su jefe. No obstante, el guión había sido revisado y aprobado por los anfitriones. Por cierto, desatendí el capricho de este diligente, pegajoso y pusilánime felón.

Recuerdo haber sido llamado a actividades en las que entre los organizadores disputan el dominio sobre el “maestro de ceremonia” y, por lo tanto, debí enfrentar continuas contraórdenes que hacían peligrar mi función y mermar el desenvolvimiento del acto. A ello debo agregar la insolente interferencia de los asesores de funcionarios gubernamentales que pretendían introducir modificaciones. Me acuerdo del asistente de un presidente regional que cuestionó insistentemente la secuencia de las exposiciones de los integrantes de la mesa de honor. Este despistado burócrata ignoraba las precedencias.

Por último, sugiero incorporar esta temática en las capacitaciones de oratoria, imagen institucional, etiqueta social y organización de eventos, para ilustrar a quienes diseñan, implementan y administran eventos. El “maestro de ceremonia” es el conspicuo artista tras el telón del escenario. El ilustre filósofo alemán Immanuel Kant decía: “No hay duda que todo conocimiento empieza con la experiencia”.

domingo, 21 de agosto de 2016

Importancia del protocolo en los eventos

La adecuada aplicación del protocolo posibilita asegurar el éxito de los eventos sociales, empresariales y oficiales. Por lo tanto, es preciso percatarse de su administración con minuciosidad a fin de enaltecer cualquier actividad. Muchas veces lo aparentemente insignificante suele obviarse por desconocer su trascendencia.

El experto español José Antonio Urbina, dice: “Protocolo es aquella disciplina que con el realismo, técnica y arte determina las estructuras o formas bajo las cuales se realiza una actividad humana importante. Es todo, porque realmente es el arte y la técnica de la creación de las formas en las que se realiza la acción del estado”. A continuación mis alcances, aportes y sugerencias.

Para empezar, la invitación es la “carta de presentación” del acontecimiento. La calidad, el material, la redacción y la oportunidad con la que llega al destinatario, anticipa cómo será el certamen. Escriba un texto escueto, original, sencillo, evite imitar o copiar uno existente y sométalo (opcionalmente) a la evaluación de un corrector.

Emplee las palabras “brindis” o “coctel” en función de lo que vaya a ofrecer. El primero implica no más de 30 minutos aproximadamente, mientras lo segundo es más extenso y se ofrece mayor variedad de licores y bocaditos. Es conveniente poner el término exacto. El vocablo “recepción” sólo es destinada para actividades oficiales.

Los estandartes deben exhibirse sin revestimiento plástico y, además, en la ubicación correcta: el símbolo patrio a la derecha y el gremial a la izquierda del escenario. Si coloca los emblemas de pie, no es apropiado el de mesa y viceversa. No recargue la mesa de honor con demasiados elementos, ni confunda el escenario con el stand de una feria.

El acto conviene que se desarrolle en el tiempo dispuesto: sea escrupuloso e inhíbase de hacer esperar a los invitados como es frecuente en “perulandia”. Evada alterar la secuencia establecida para hacer intervenir a personalidades que no están consignados en la programación. En circunstancias formales la improvisación está fuera de lugar.

Algunas reflexiones sobre el flamante maestro de ceremonias. En nuestro medio concurren un abanico innumerable de moderadores con palpable desconocimiento de las mínimas disposiciones protocolares, a pesar de su dilatada experiencia e incluso siendo personas públicas convocadas con asiduidad para estos menesteres. Por ejemplo, acostumbran pedir “un voto de aplauso”, “saludamos con un fuerte aplauso”, etc. olvidando que las palmas no se solicitan; surgen espontáneamente. Escucho con reincidencia aseverar: “A continuación las sagradas notas del himno nacional del Perú. De pie por favor”. Bastaría: “Himno nacional del Perú”, es obvio que se entona de pie.

Jamás debe asumir un rol adulón o intentar convertirse en la “estrella” del certamen. Su criolla e improvisada formación, reflejada en reiteradas deficiencias, pueden generar la percepción que tan empañado desempeño es habitual. Debe dominar el uso de tratamientos honoríficos, precedencias y conceptos básicos de ceremonial. No exagero al subrayar la mediocridad de moderados incapaces de diferenciar un evento institucional con una fiesta infantil. La sobriedad en su atuendo y desenvolvimiento define el estilo.

Otro asunto importante está referido a los discursos. Aconsejo practicar y así prevenir intervenciones deslucidas. En ocasiones observo expositores carentes de elementos intelectuales y entrenamiento, lo que concluye perjudicando su imagen. La óptima participación de los oradores realza el acontecimiento. Al empezar rehúya decir: “Buenas noches con todos” (sólo: “Buenas noches”) y mencionar a todas las autoridades presentes. Sea atinado!

En tal sentido, reafirmo lo dicho en mi artículo “¿Sabe hablar en público?”: “Recuerde que la firmeza y naturalidad de su apariencia transmite certidumbre. Evite ‘jugar’ con objetos mientras habla; no se apoye demasiado en el podio, ni lo emplee como ‘escudo’ psicológico; mire a sus oyentes, la mirada nunca se rehúye, puede expresar duda o falta de transparencia; pronuncie adecuadamente y gradúe su volumen de voz en función del lugar; haga uso pertinente de las ayudas audiovisuales; establezca una relación empática con su público; use frases célebres, reflexiones y pensamientos al empezar o cerrar; tenga en cuenta las características intelectuales, profesionales, de edad, sexo y otras de la concurrencia; considere la hora, el clima y la comodidad de los asistentes para programar la extensión de su discurso. En fin, hay cuantiosos detalles que deben contemplarse al planificar una exposición con el propósito de satisfacer las expectativas del oyente”.

Un detalle agradable son las flores. Decorar el ambiente con arreglos florales dará mayor esplendor. El invitado las puede enviar con una tarjeta de felicitación, excusa o agradecimiento. Es una deferencia que expresa afecto, cordialidad y enriquece la relación humana y corporativa.

El anfitrión lucirá una vestimenta concordante con el acontecimiento. Recuerdo la singular convocatoria de una entidad educativa para una cena por el Día del Maestro en la que el dueño acudió con esmoquin. Sin embargo, la esquela decía el trillado “sport elegante”. Para colmo -bien dice la expresión: “en la casa del herrero, cuchara de palo”- no había cena, sino coctel. Una más para el largo anecdotario de incoherencias.

Me permito proponer al anfitrión ubicarse cercano a la entrada para dar la bienvenida a los asistentes. En un acto solemne puede constituirse una línea de saludo con su cónyuge y demás funcionarios de la empresa o integrantes de la familia. Según sea el caso.

En un banquete es adecuado alternar a las señoras y los señores. Nunca siente juntos dos damas, dos caballeros, una pareja de esposos, dos personas enemistadas y dos prójimos que no hablan el mismo idioma. Fomente la confraternidad reuniendo a sus comensales en diferentes mesas y evite conformar sectas amicales o familiares, como sucede en “perulandia”. Instalar un pequeño letrero con el nombre en su sitio facilitará este proceso de integración. Aunque existen seres humanos de precarios modales y huérfanas aptitudes de sociabilización que intentarán cambiar el orden establecido.

Todo ello, me trae a la memoria incontables colegas que deben coincidir, en los tradicionales desayunos navideños, con su califato para compartir limitadas charlas domésticas. De lo contrario, están más perdidos que ateo en concilio de obispos y ostentan la inelegancia de guardar lugar -al apostar sus carteras en los asientos vecinos- para su cofradía con la que, únicamente, pueden desenvolverse. Qué curioso: algunos dictan asignaturas de etiqueta social, desarrollo de la personalidad, motivación y liderazgo y afines. La pobreza emocional, cultural e interpersonal en su máxima y elocuente aserción.

Insisto en lo aseverado en mi artículo “Chuncholandia: ¿Un nuevo síndrome?”: “Esa pegajosa práctica de forjar, de manera excluyente, conexiones interpersonales en función de ciertas ‘logias’ restringe nuestro proceso de evolución. Precisamente cuando salimos del ‘área de confort’ y, por lo tanto, empezamos a entablar saludables relaciones con sujetos de distintas extracciones y actividades, ampliamos nuestra percepción de la diversidad humana. En consecuencia, fortalecemos nuestra autoestima y empatía al valorar, entender e interactuar con el prójimo”.

Por último, algunos tips de utilidad para los invitados: si la convocatoria es personal, no acuda acompañado; llegue puntual, así demostrará educación y excelente organización; agradezca la invitación por email o vía telefónica en los días posteriores; discúlpese con antelación si está imposibilitado de concurrir; no insinúe ser presentado a todos los concurrentes; eluda hacer comentarios en relación a la hora de servir la comida o los licores; las mujeres no acomoden sus bolsos en las sillas colindantes para “reservar sitio”; obvie distribuir sus tarjetas personales como volante; evite exhibir, jugar y mirar a cada instante su teléfono celular.

Los eventos constituyen una magnífica oportunidad para consolidar vínculos y contribuyen a extender las habilidades sociales. Son un medio beneficioso conducente a superar la entristecedora lacra autodenominada “chuncholandia” y, especialmente, amplía nuestra mirada acerca al contexto social. Recuerde: el protocolo ayudará a darle ese toque de prestancia requerido.

¿Los lapsus del presidente PPK?

Esta semana ha sido titular en los medios de comunicación el singular estilo del presidente de la república. Se han producido una escalada de reproches acerca de sus bailes y de la colocación de su pañuelo, a fin de taparse de los rayos solares, en el desfile patrio y, además, se suma la demostración de gimnasia en Palacio de Gobierno.

Desde su juramentación definió un proceder auténtico: se muestra a la ciudadanía como es él. Es un mandatario con una ascendencia académica e intelectual prestigiosa y con notables cualidades -como su sensibilidad hacia la cultura y su habilidad de negociador, serenidad y afán conciliador- que lo diferencian del resto de jefes de estado de los últimos tiempos. Prescinde de la agresiva confrontación a la que estamos aclimatados en el quehacer político nacional.

En mi reciente artículo “El vistoso protocolo Kuczynski” comenté que el protocolo evade convertirse en un “corsé” orientado a desdibujar la imagen real del personaje en su interacción con la ciudadanía. Por lo tanto, creo exageradas las ligeras aseveraciones sobre la falta de respeto de estas espontáneas manifestaciones públicas del inquilino de la Casa de Pizarro.

En las celebraciones oficiales pudimos apreciar originales detalles expresivos de su educación, pertinencia y solvente desenvolvimiento. Es un estadista con criterio para adecuarse a cada escenario según las circunstancias. Por ejemplo, saludó con particular deferencia a la titular del Congreso de la República y a la presidenta de Chile. Guardó correcta compostura ante el griterío destemplado -al iniciar y concluir la sesión solemne de investidura- proveniente de las galerías del hemiciclo: curiosa muestra de carencia de convivencia democrática y observancia a la máxima autoridad de nación. Los integrantes de la agrupación opositora que, al parecer regatean resignarse al revés electoral, debieran seguir unas lecciones básicas de comportamiento y ceremonial con la finalidad de soslayar acentuar la deteriorada imagen congresal.

Los críticos a la práctica gimnástica desplegada antes de su primera sesión del Consejo de Ministros, omiten la importancia de fomentar el ejercicio físico como saludable práctica de vida. En tal sentido, coincido con lo dicho por el congresista Pedro Olaechea: “Cuando la cultura está alejada del ejercicio del poder, uno se vuelve monodimensional. La música y el deporte lo que generan es mucho más poder de concentración” y la periodistas Rosa María Palacios: “Las imágenes del ejercicio han dado la vuelto al mundo y se está hablando de ejercicio en un país en cuyas zonas urbanas es urgente moverse. ¿Y a los congresistas les molesta que las marcas de la ropa sean Nike? ¿Esto es serio? ¿Es coherente? No lo es. Es un mamarracho de discusión”.

Somos uno de los países de la región con el mayor índice de colesterol infantil y sobrepeso. Entendibles razones médicas recomiendan estas destrezas a fin de prevenir enfermedades y combatir el estrés. No encuentro inconveniente en promover, acompañado de los más altos funcionarios, hábitos matinales como los exhibidos en días recientes.

Tradicionalmente el patio de honor ha sido empleado para un sinfín de actividades. No existe una disposición que establezca las específicas finalidades en las que puede usarse este ambiente. Durante las últimas administraciones se realizaron bailes de año nuevo, teletones y hasta casi se convirtió en un salsodromo. Tengamos presente los fastuosos homenajes a Arturo “zambo” Cavero, los flamantes tributos del regimiento “Húsares de Junín” y la imposición póstuma de la máxima condecoración peruana. También, se han desarrollado juramentaciones, festivales gastronómicos, ferias artesanales, eventos artísticos, culturales y regionales y, por supuesto, ostentaciones exageradas de patriotismo. Incluyendo el despliegue de tanques cuando se produjo el autogolpe de estado. Nunca nadie dijo nada!

De otra parte, sorprende la ausencia de comentarios en igual intensidad sobre las dos novedosas disposiciones del presidente Pedro Pablo Kuczynski: dar a conocer los “siete mandamientos” de los encargos de las carteras ministeriales y prescindir de su teléfono celular en la reunión del Consejo de Ministros. Actitudes que acentúan una forma distinta de conducción.

Los mandamientos son: debes ser absolutamente incorruptible; no te infles, se modesto; recibe a la gente; conoce tu Perú y viaja por las regiones del Perú; ocúpate de tu ministerio, no de los otros; en caso de dudas chequea con PCM o con el “presi”; toma las cosas con calma, sonríe y reza. Estos lineamientos enmarcarán el trabajo de los hombres y mujeres de confianza de quien encabeza el Poder Ejecutivo. Es un modo positivo de empezar una gestión e intentar recobrar la confianza, el respeto y la credibilidad perdida por la clase política.

Estos acertados preceptos debieran ser imitados por otras instancias del enmarañado sistema burocrático con el propósito de acercar a la población al oficinista estatal caracterizado por su proceder frívolo, titubeante, pusilánime y parapléjico. Es preciso elaborar un perfil de “empleado público” con genuina vocación de servicio, voluntad para superar la compleja tramitología, espíritu sensible, humano y capaz de contribuir a la real resolución de las justas demandas sociales.

La postura inusual de dejar su teléfono móvil es una consideración casi irreal en nuestra sociedad. En consecuencia, me permito recalcar lo expresado en mi nota “El celular: ¿El cáncer del siglo XXI”: “…Cuando se encuentre en una reunión de trabajo, almuerzo, ceremonias religiosas, funerales, situaciones especiales, etc., apáguelo; si espera un timbrazo urgente sitúelo en vibrador y retírese para contestar; tampoco hable en voz alta y ponga un volumen discreto, nadie debe escuchar su plática; mantenga sus llamadas cortas si está acompañado o en lugares rodeado de personas que estarán obligadas a enterarse de su conversación. Por último, recurra siempre a la prudencia y el senticdo común para definir su adecuada práctica”.

En el trajín político los gestos comunican valores, intenciones, mensajes y voluntades. El líder de Peruanos por el Kambio ha transmitido señales de esperanza e ilusión. Rehuyamos incurrir en el simplismo criollo de la calificación negativa, apática y perniciosa cuando apenas han pasado unas semanas de su ascenso al gobierno en el que debemos depositar nuestros mejores anhelos. Sugiero serenidad a los observadores, ecuanimidad a los adversarios, discernimiento a los derrotados en las urnas, reflexión a los escépticos y entusiasmo cívico al pueblo peruano.

El vistoso protocolo Kuczynski

El 28 de julio, Pedro Pablo Kuczynski Godard juramentó como jefe de estado para el período 2016 – 2021. El nuevo inquilino de Palacio de Gobierno es un personaje -proveniente de un médico alemán y una maestra franco-suiza- con estudios en filosofía, economía, composición y con exitosa experiencia laboral.

Después de muchos años contamos con un mandatario con cualidades de estadista, sensibilidad hacia la cultura y caracterizado por su habilidad de negociador, semblante sereno y afán conciliador. Es un compatriota de probado prestigio internacional e íntegras credenciales académicas, profesionales y personales. Tiene mundo y, además, una visión realista del Perú.

En tal sentido, era de esperarse gestos destinados a marcar la diferencia. En las celebraciones oficiales hemos podido apreciar interesantes y llamativos detalles inherentes a su original personalidad. Todo parece presumir que establecerá una relación fluida y cálida con el pueblo. Deseo enfatizar, principalmente, lo acontecido en la sede del Poder Legislativo.

Para comenzar, los infaltables asambleístas se aproximaron a saludar a los jefes de gobiernos extranjeros y al rey emérito Juan Carlos I de España y aprovecharon para tomarse fotografías. Debemos declinar acostumbrarnos, como sucede en “perulandia”, a los desatinos protagonizados por nuestros representantes. Están urgidos de criterio, sensatez y cordura.

Enterneció que alguien habituado a evitar exteriorizar sus emociones, se haya conmovido mientras leía el texto de juramento a su alto cargo. También, entiendo como un gesto de indiscutible reconocimiento a Fernando Belaúnde Terry, dos veces presidente constitucional, evocar su recuerdo y legado. Nuestro mandatario ha integrado sus dos regímenes y, probablemente, su genuina honestidad, transparencia y decencia marquen su destino como gobernante.

Más allá de errores y omisiones al mencionar a las autoridades invitadas, de acuerdo al ceremonial, y a las reiteradas e innecesarias pausas al leer su discurso -que motivaron desmedidas interrupciones de aplausos- su exposición fue concordante con su austeridad en el verbo y carencia de locuacidad. Por cierto, ello no implica un detrimento intelectual. Demostró consistencia y una secuencia lógica de ideas y propuestas.

Su mensaje estuvo colmado de esperanza, sencillez y de la presentación general de su percepción del país, así como de los objetivos que anhela alcanzar coincidiendo con el bicentenario de nuestra independencia. Sus vocablos iniciales: “…Si a la paz, si a la unión, no al enfrentamiento, no a la división”, aludieron a la obligación de tender puentes de acercamiento con la oposición.

Seguramente, impulsado por el entusiasmo cometió la torpeza de dirigirse a su futuro titular de Economía y Finanzas y, en referencia a la reducción del Impuesto General a las Ventas, decir: “…Le pido al ministro de Economía designado que se levante y se trague ese uno por ciento del IGV que vamos a bajar”. Al parecer, olvidó que estaba en un acto de elevada solemnidad en el que el uso del lenguaje debe ser el más atinado. Eso me trajo a la memoria el término “chorreo”, acuñado por Alejandro Toledo Manrique en una disertación en el parlamento o cuando Alberto Fujimori Fujimori -quien maltrató y ofendió la dignidad presidencial al huir del Perú y renunciar por fax desde el Japón- al concluir la frase: “Así hemos derrotado a la hiperinflación”, arrogó cuantiosos billetes en el recinto congresal.

Existe un largo historial de desatinadas alusiones en los discursos inaugurales de toma de posesión. Por ejemplo, el 28 de julio de 2011, Ollanta Humala Tasso dijo: “…Quiero agradecer a mi familia, a mi madre Elena, a mi padre Isaac, muchas gracias por haberme formado. A mi esposa Nadine, a mis hijas aquí presente y a mi hijo Samín, que se encuentra allí descansando, que ojalá no lo hayamos despertado, sino se va a poner a llorar”. Ahora PPK en un momento aseveró: “…Sueño, para mis hijos, para mi esposa, que cumplió ayer 20 años de aniversario de matrimonio un saludo, sueño para todos nuestros hijos esta nación moderna de mil valles dentro de un sólo país”. Sería conveniente que las referencias familiares guarden coherencia con el contexto.

Su recorrido a la Casa de Pizarro se caracterizó por una actitud jovial y espontánea. Aunque en algunos pormenores el líder de Peruanos por el Kambio debe recibir la orientación de la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado. El protocolo no debiera entenderse como una “camisa de fuerza” encaminada a distanciar al gobernante de la población. Es una disciplina predestinada a estipular las formas bajo las que se realiza una actividad humana importante. Son patrones para desarrollar un evento específico y se diferencian de las normas jurídicas porque su mal uso no significa el incumplimiento de un deber sancionable.

Al juramentar a sus ministros se percibió la ausencia de exhibicionismo en su esposa Nancy Ann Lange -quien lució sobria y elegante en todas las actividades- a diferencia de la anterior primera dama, que solía alterar la línea de precedencia instituida al situarse como aparente integrante del equipo ministerial. Su cónyuge mostró similar pertinencia en el desfile patrio al encabezar una tribuna diferente acompañada de los parientes de los altos funcionarios e invitados. De esta manera, retornamos a la correcta aplicación de las formalidades en la que cada uno ocupa su respectivo espacio. Vale decir, estamos presenciando la “desbeatificación” del risible lema “pareja presidencial”.

Otra circunstancia conmovedora se produjo en la juramentación al responsable de la cartera de Trabajo y Promoción del Empleo. Rememoró al emblemático Alfonso Grados Bertorini, con quien integró el primer gabinete de la segunda administración del fundador de Acción Popular con estas palabras: “Ciudadano Alfonso Grados Carraro, hijo del ministro de Trabajo con el cual juré en este mismo sitio hace 36 años…”.

Un detalle afable y original fue animarse a interpretar con una flauta “El cóndor pasa”, con la Orquesta Sinfónica Juvenil del colegio “Virgen del Rosario” de Manchay y, una vez más, revelar su elevada sensibilidad musical. Así como simular danzar un huayno en la parada militar y al finalizar coger de la mano a su consorte para caminar recibiendo la aclamación de los concurrentes. Esta simpática muestra de regocijo y unión conyugal contrastó con el inmutable aspecto distante, adusto y hasta poco estético -como el proceder reprochable, intolerante y ramplón de su bancada en el hemiciclo al iniciar y concluir la sesión de investidura- de la presidenta del Congreso de la República, Luz Salgado Rubianes.

Como acotación final, recomiendo a los congresistas, ministros, dirigentes partidarios y allegados al primer mandatario abstenerse en sus intervenciones públicas de referirse nombrando PPK o Pedro Pablo. Incluso hemos oído a los dos vicepresidentes, a lo largo de estas semanas, expresarse así en los medios de comunicación. Se deben utilizar los tratamientos honoríficos establecidos para la máxima autoridad de la nación.

De otro lado, los periodistas parecen olvidar con quien están alternando. En estas festividades innumerables reporteros se dirigieron diciéndole: “Pedro Pablo un bailecito”. Sería aconsejable ofrecerles unos tips elementales de las prácticas y costumbres protocolares. Escuché a un locutor mencionar en televisión: “….Aquí viene el señor presidente de la república con el fajín presidencial”. Por lo visto, confundió la “banda presidencial”, con el “fajín ministerial” empleado por los encargados de los portafolios ministeriales.

En este instante decisivo en la vida de todos los peruanos me sumo con entusiasmo, júbilo y expectativa a sus nobles y legítimos empeños: “Un pueblo educado no se equivoca. Un país de ciudadanos defiende sus libertades, tiene oportunidades, respeta al otro y busca la paz”…“Tenemos que comprometernos con la patria y con el sueño de sus fundadores. Una sola república, firme y feliz por la unión”.