El comportamiento de cada uno de nosotros al consumir alimentos en la mesa exhibe con claridad, más allá de lo imaginado, nuestra educación, estilo y desenvolvimiento y, consecuentemente, puede generar una negativa impresión en nuestros interlocutores.
En la actualidad se ha ido masificando este asunto que estuvo orientado, de manera elitista y sectaria, a las señoras y jovencitas deseosas de causar una buena imagen social. A nivel empresarial son frecuentes los desayunos, almuerzos y comidas de negocios y también en los procesos de selección de personal.
La etiqueta en la mesa propone interesantes orientaciones y consejos sobre el menaje, las posturas, las ubicaciones de los comensales y un sinfín de valiosos detalles encaminados a hacer agradable una velada. Del mismo modo, está relacionada con la autoestima, la cultura y la habilidad social; aspectos evadidos por las memorísticas instructoras “pipiris nais” -que abundan como hongos en institutos, academias y entidades educativas- que circunscriben la etiqueta social en tres tópicos: maquillaje, vestimenta y cubiertos.
La etiqueta social demanda la voluntad de practicar determinadas pautas e interiorizarlas con constancia, naturalidad y fluidez. Solo su aplicación continua facilitará que formen parte de su desempeño cotidiano. De lo contrario, al momento de pretender presumir sus conocimientos se le notará rígido, nervioso e indeciso. En síntesis, debe asumirse como una cultura de vida.
Una penosa costumbre que ha dejado de llamar la atención está referida a las personas que exigen colocarse al lado de su mejor amiga o cónyuge. A las mujeres les encanta “guardar sitio” al apostar sus carteras en las sillas colindantes para su cofradía con la que, únicamente, al parecer pueden platicar sus domesticidades. Tenga en cuenta: no se sientan juntas una pareja de esposos, dos damas, dos caballeros, dos sujetos enemistados o dos prójimos que no hablan el mismo idioma. Esa pegajosa rutina de formar infalibles logias restringe el acercamiento entre los participantes y, además, hace visible la carencia de sociabilización e inteligencia interpersonal. Un encuentro en la mesa busca integrar a los concurrentes.
Si acude a un banquete en el que han sido colocados letreros con los nombres de los asistentes en la mesa, esquive la infeliz ocurrencia de cambiar los rótulos con la finalidad de coincidir con su esposa o novia, como sucede con asiduidad en “perulandia”. Es curioso percibir a señoras y señores con huérfanas capacidades para alternar con invitados desconocidos, a pesar de su elevado estatus profesional. Una vez más, podemos aseverar que existen innumerables prójimos, incluyendo incontrastables “pipiris nais”, parecidos a un libro con pasta de cuero, letras de oro y páginas en blanco.
De otra parte, quiero referirme al fantástico teléfono celular del que profusos sujetos gustan hacer alarde como sinónimo de auge económico. Aunque, por desgracia, no pueden mostrar igual nivel de preparación intelectual, cultural y espiritual. Recuerde: no es un tenedor y, por lo tanto, rehúya ponerlo en la mesa como advierto en los almuerzos en oficinas y hogares. Es enojoso observar charlar por su aparato móvil sin importarles la incomodidad que generan a los asistentes. Esto indica la inexistente pertinencia en un entorno invadido de proliferas malas formas.
Tampoco son atinados los selfies a sus exuberantes platos de comida para mostrarlos en el facebook. Mucha gente elude percatarse que proyecta la sensación de un afligido por el contagioso síndrome de “chuncholandia”, que nunca ha visto un agradable y bien decorado platillo, ni ha acudido a un restaurante de cinco tenedores. Recurra a la pertinencia: si desea tomar fotografías a los presentes, pida permiso al anfitrión.
Evite sentarse en la mesa si está aquejado por alguna enfermedad, solo haga un saludo general si llega cuando los invitados están en sus asientos, evada interrogar al que declina beber licor, rehúya preguntar por el precio de lo ingerido o pretender averiguar la receta del potaje ofrecido, no se retire al menos que sea urgente, empiece a comer cuando el anfitrión comienza a hacerlo, prescinda realizar comentarios acerca de la porción de comida servida y recuerde: primero se sientan las mujeres y luego los hombres.
El anfitrión debe consultar a su comensal, al formular la invitación, si tiene impedimento para disfrutar algún tipo de menú. Asimismo, debe estar listo con antelación; aunque es redundante que al llegar los invitados, los dueños de casa todavía están alistándose. No retrase el momento de pasar al comedor debido a que varios concurrentes “están en camino”, al menos que hayan avisado y sea un encuentro informal. Si un asistente acude cuando se está comiendo el plato de fondo o el postre, sírvale lo que están saboreando los huéspedes. Eluda la ordinaria rutina de ofrecer la entrada, el plato de fondo, etc.
Nunca vaya acompañada a una invitación personal. En “perulandia” es frecuente llevar enamoradas o amistades sin que éstas hayan sido convocadas. En caso que la invitación sea con pareja, no cargue sus hijos y, además, tampoco llame para pedir “permiso” a fin de acudir con familiares. La prudencia es sinónimo de elegancia.
El afamado brindis lo hace el anfitrión y será breve en su intervención. Los comensales podrán beber las veces que lo deseen sin aguardar otro brindis. En “perulandia” suelen brindar a cada rato y por cualquier motivo las personas deseosas de ingerir licor. Si le sirven una bebida de su desagrado o que está imposibilitado de consumir, la aceptará y solo simulará brindar. Pero, no incomodará al anfitrión rechazando la copa, ni tampoco insinuando que desea más alcohol.
De igual forma, deseo reiterar lo explicado en mi artículo “Y en la mesa… ¿Buenos modales?”: “…En ocasiones me encuentro con allegados que les encanta emplear la expresión ‘estamos en confianza’ a fin de justificar su equivocado proceder o amparar más de una falta. Por ejemplo, colocar una vajilla dañada, exponer un mantel sucio, poner en lugar de servilletas papel toalla, asentar un individual plástico sobre el mantel (para no ‘mancharlo’), pedir que nos quedemos con los cubiertos de la entrada para usarlos con el segundo plato, estirar los brazos para servirse el ají o situar una botella de dos litros de gaseosa -que dificultará la visibilidad entre los comensales- entre otras acciones desatinadas y ofensivas. Esfuércese por mostrar siempre (incluso en su actividad privada) una mesa bien instalada, pulcra y en óptimas condiciones. Ello hablará de su autoestima”.
Por favor no apele al grado de intimidad existente entre los invitados para proceder a servirse la sal con la mano, hacer bromas desatinadas, coger la carne de la fuente con su tenedor y cuchillo. Por más rico que esté el bocado evite chuparse los dedos y limpiarse la dentadura con la lengua, los montadientes o las uñas. Los alimentos se llevan a la boca y no la boca a los manjares; sólo ligeramente inclinado. Al toser o estornudar recurra al pañuelo sin hacer ruido. No obstante, habitar en “perulandia” aplique con esmero y discernimiento su “sentido común”.
Si usted espera ser convocado a actividades sociales tenga la finesa de disculparse en caso no pueda concurrir, asuma una conducta correcta en los actos a los que acude, agradezca las atenciones recibidas en los días posteriores mediante una llamada telefónica y, además, tenga la delicadeza de retribuir los agasajos. En innumerables oportunidades percibimos a sujetos que anhelan ser invitados a cuanto eventos sea posible, a pesar que no corresponden las deferencias ofrecidas. Eso es típico en una sociedad abrumada de descortesías, indolencias, prepotencias y desatinos. Hagamos un esfuerzo para predicar con el ejemplo de nuestro obrar y propaguemos semillas tendientes a incitar las conciencias de nuestros semejantes.
Para finalizar: lleve una botella de vino o un dulce para compartir; será un detalle enaltecedor. Haga de sus encuentros en la mesa una magnífica ocasión para estrechar nuevos lazos, conocer seres humanos, promover conversaciones agradables y afianzar sus vinculaciones. En la medida en que usted posea dominio, espontaneidad, erudición y convicción en sí mismo, podrá gozar de cada jornada con sus familiares, amistades y colegas.
domingo, 8 de enero de 2017
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