Esta semana ha sido titular en los medios de comunicación el singular estilo del presidente de la república. Se han producido una escalada de reproches acerca de sus bailes y de la colocación de su pañuelo, a fin de taparse de los rayos solares, en el desfile patrio y, además, se suma la demostración de gimnasia en Palacio de Gobierno.
Desde su juramentación definió un proceder auténtico: se muestra a la ciudadanía como es él. Es un mandatario con una ascendencia académica e intelectual prestigiosa y con notables cualidades -como su sensibilidad hacia la cultura y su habilidad de negociador, serenidad y afán conciliador- que lo diferencian del resto de jefes de estado de los últimos tiempos. Prescinde de la agresiva confrontación a la que estamos aclimatados en el quehacer político nacional.
En mi reciente artículo “El vistoso protocolo Kuczynski” comenté que el protocolo evade convertirse en un “corsé” orientado a desdibujar la imagen real del personaje en su interacción con la ciudadanía. Por lo tanto, creo exageradas las ligeras aseveraciones sobre la falta de respeto de estas espontáneas manifestaciones públicas del inquilino de la Casa de Pizarro.
En las celebraciones oficiales pudimos apreciar originales detalles expresivos de su educación, pertinencia y solvente desenvolvimiento. Es un estadista con criterio para adecuarse a cada escenario según las circunstancias. Por ejemplo, saludó con particular deferencia a la titular del Congreso de la República y a la presidenta de Chile. Guardó correcta compostura ante el griterío destemplado -al iniciar y concluir la sesión solemne de investidura- proveniente de las galerías del hemiciclo: curiosa muestra de carencia de convivencia democrática y observancia a la máxima autoridad de nación. Los integrantes de la agrupación opositora que, al parecer regatean resignarse al revés electoral, debieran seguir unas lecciones básicas de comportamiento y ceremonial con la finalidad de soslayar acentuar la deteriorada imagen congresal.
Los críticos a la práctica gimnástica desplegada antes de su primera sesión del Consejo de Ministros, omiten la importancia de fomentar el ejercicio físico como saludable práctica de vida. En tal sentido, coincido con lo dicho por el congresista Pedro Olaechea: “Cuando la cultura está alejada del ejercicio del poder, uno se vuelve monodimensional. La música y el deporte lo que generan es mucho más poder de concentración” y la periodistas Rosa María Palacios: “Las imágenes del ejercicio han dado la vuelto al mundo y se está hablando de ejercicio en un país en cuyas zonas urbanas es urgente moverse. ¿Y a los congresistas les molesta que las marcas de la ropa sean Nike? ¿Esto es serio? ¿Es coherente? No lo es. Es un mamarracho de discusión”.
Somos uno de los países de la región con el mayor índice de colesterol infantil y sobrepeso. Entendibles razones médicas recomiendan estas destrezas a fin de prevenir enfermedades y combatir el estrés. No encuentro inconveniente en promover, acompañado de los más altos funcionarios, hábitos matinales como los exhibidos en días recientes.
Tradicionalmente el patio de honor ha sido empleado para un sinfín de actividades. No existe una disposición que establezca las específicas finalidades en las que puede usarse este ambiente. Durante las últimas administraciones se realizaron bailes de año nuevo, teletones y hasta casi se convirtió en un salsodromo. Tengamos presente los fastuosos homenajes a Arturo “zambo” Cavero, los flamantes tributos del regimiento “Húsares de Junín” y la imposición póstuma de la máxima condecoración peruana. También, se han desarrollado juramentaciones, festivales gastronómicos, ferias artesanales, eventos artísticos, culturales y regionales y, por supuesto, ostentaciones exageradas de patriotismo. Incluyendo el despliegue de tanques cuando se produjo el autogolpe de estado. Nunca nadie dijo nada!
De otra parte, sorprende la ausencia de comentarios en igual intensidad sobre las dos novedosas disposiciones del presidente Pedro Pablo Kuczynski: dar a conocer los “siete mandamientos” de los encargos de las carteras ministeriales y prescindir de su teléfono celular en la reunión del Consejo de Ministros. Actitudes que acentúan una forma distinta de conducción.
Los mandamientos son: debes ser absolutamente incorruptible; no te infles, se modesto; recibe a la gente; conoce tu Perú y viaja por las regiones del Perú; ocúpate de tu ministerio, no de los otros; en caso de dudas chequea con PCM o con el “presi”; toma las cosas con calma, sonríe y reza. Estos lineamientos enmarcarán el trabajo de los hombres y mujeres de confianza de quien encabeza el Poder Ejecutivo. Es un modo positivo de empezar una gestión e intentar recobrar la confianza, el respeto y la credibilidad perdida por la clase política.
Estos acertados preceptos debieran ser imitados por otras instancias del enmarañado sistema burocrático con el propósito de acercar a la población al oficinista estatal caracterizado por su proceder frívolo, titubeante, pusilánime y parapléjico. Es preciso elaborar un perfil de “empleado público” con genuina vocación de servicio, voluntad para superar la compleja tramitología, espíritu sensible, humano y capaz de contribuir a la real resolución de las justas demandas sociales.
La postura inusual de dejar su teléfono móvil es una consideración casi irreal en nuestra sociedad. En consecuencia, me permito recalcar lo expresado en mi nota “El celular: ¿El cáncer del siglo XXI”: “…Cuando se encuentre en una reunión de trabajo, almuerzo, ceremonias religiosas, funerales, situaciones especiales, etc., apáguelo; si espera un timbrazo urgente sitúelo en vibrador y retírese para contestar; tampoco hable en voz alta y ponga un volumen discreto, nadie debe escuchar su plática; mantenga sus llamadas cortas si está acompañado o en lugares rodeado de personas que estarán obligadas a enterarse de su conversación. Por último, recurra siempre a la prudencia y el senticdo común para definir su adecuada práctica”.
En el trajín político los gestos comunican valores, intenciones, mensajes y voluntades. El líder de Peruanos por el Kambio ha transmitido señales de esperanza e ilusión. Rehuyamos incurrir en el simplismo criollo de la calificación negativa, apática y perniciosa cuando apenas han pasado unas semanas de su ascenso al gobierno en el que debemos depositar nuestros mejores anhelos. Sugiero serenidad a los observadores, ecuanimidad a los adversarios, discernimiento a los derrotados en las urnas, reflexión a los escépticos y entusiasmo cívico al pueblo peruano.
domingo, 21 de agosto de 2016
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