Cuando acudimos a un velorio en ocasiones no estamos prevenidos de la comprensible carga emocional que este acontecimiento implica. En tal sentido, es mi intención compartir diversas vivencias, reflexiones y orientaciones destinadas a persuadir la correcta actuación a exhibir en este escenario.
En consecuencia, concuerdo con lo expuesto por Maira Álvarez en su interesante artículo “Cómo comportarse en un funeral”: “Realmente nadie está preparado para enfrentarse al tema de la muerte, pero la vida inexorablemente nos hace enfrentarnos a esta realidad. Sin embargo, un funeral puede proporcionar a la familia y allegados de la persona fallecida la oportunidad de expresar su amor, dolor y aprecio, y afrontar de una manera digna la crisis que se produce con esa pérdida. Puede ser un momento incómodo el tener que acudir a un funeral, o dar un pésame, pero debemos saber qué decir y hacer. Saber comportarse en esta situación es una señal de respeto hacia las personas que están pasando por un momento difícil, al igual que una señal de afecto hacia el fallecido”.
En estos sucesos manifestemos un espíritu solidario y seamos capaces de asumir un talante empático. Sugiero transmitir el pésame con calidez y descarte usar frases de cliché como “mi más sentido pésame”, “se le veía tan lleno de vida”, “me parece increíble que haya muerto”, "mis sinceras condolencias". El contacto físico y el manejo corporal revelan nuestras emociones: el abrazo, el apretón de manos y la mirada.
Sino ha conocido al difunto recomiendo manifestar unas palabras de ternura a los deudos. Si, por el contrario, desconoce a los allegados, preséntese y haga una breve mención de su relación con el extinto. Rehúya comentarios, llantos, gritos y muestras excesivas de dolor que generen contrariedad y disgusto. Si está indispuesto de salud no vaya y posea la delicadeza de excluir llevar niños. Tenga presente el enunciado del filósofo griego Epícteto de Frigia: “La prudencia es el más excelso de todos los bienes”. Recuerde!
Hay personas deseosas de averiguar los pormenores del padecimiento del fallecido. Convierta la discreción, el sentido común y la pertinencia en una cualidad enaltecedora y, por lo tanto, aléjese de habladurías e intromisiones. Decline insinuar ser presentado y, obviamente, soslaye repartir besos, abrazos y alharacas a todos sus allegados como acaece en “perulandia”. Una inclinación de la cabeza y una leve sonrisa es suficiente.
Sea prudente en el lapso de permanencia, al menos que sea realmente íntimo del fallecido. Estar largo tiempo haciendo tertulia y tomando café es inapropiado. Cuando se realiza en el domicilio eluda la tosca costumbre de quedarse hasta que sirvan el aguadito en horas de la noche; no se trata de un reencuentro amical. Esté siempre en el velatorio y evite salir a charlar, comer y fumar. Muchas veces las damas y los caballeros constituyen, de acuerdo a afinidades, sus cofradías para platicar, reír y actualizarse de novedades.
Nuestra actitud debe estar enmarcada de sobriedad y sensibilidad. No obstante, existen desatinos, torpezas e inelegancias que han dejado de sorprender y generar desaprobación. La enorme carencia de corrección se asume en “perulandia” con desidia y resignación. Aquí unos breves ejemplos: masticar chicles, hacer y recibir llamadas al celular, intercambiar tarjetas, tomarse selfies, atravesar la capilla ardiente de un extremo a otro para saludar a cuanta persona divisan, etc.
He sentido vergüenza ajena al ver gente chatear en sus teléfonos móviles, leer su periódico, exhibir sus catálogos de Unique y mostrar el álbum de fotos de sus hijos y nietos. Un primo cargó un televisor de bolsillo para seguir los entretelones del último campeonato mundial de fútbol en el funeral de su progenitor y una sobrina ingresó al velatorio de su abuelo con su bolsa de papitas. El proceder errado y desprovisto de elemental deferencia es cada vez más frecuente en nuestro medio.
La vestimenta refleja nuestro recato y miramiento. Utilice un atuendo sobrio, oscuro y evite prendas llamativas, escotadas, apretadas e informales. En el varón es adecuado el saco y la corbata. En la dama es apropiado el estilo de oficina y evadir mini faldas, excesos de complementos y sandalias. Un traje discreto, conjunto de falda y saco, pantalón de vestir y zapatos cerrados.
Es un detalle significativo mandar una corona de misa con el nombre del fallecido y un arreglo floral. Esto último se emplea con frecuencia a nivel institucional y empresarial. Lo que no exime de la presencia de un representante de la organización. Considere las creencias religiosas para proceder con asertividad.
Si está imposibilitado de asistir puede remitir una esquela o coordinar un breve encuentro. Obvie mensajes de textos, llamadas telefónicas y colocar “me gusta” en la anotación informativa del deceso en el facebook. Tampoco haga llegar su pésame a través de otro individuo como si fueran saludos. Prescinda encontrarse de causalidad en lugares públicos para brindar sus condolencias. Esos improperios los padecí cuando murió mi padre; amigos, colegas o familiares daban sus adhesiones al coincidir conmigo en el centro comercial o laboral.
Prefiero emplear la comunicación escrita y así no perturbo el luto de los afligidos y, además, será leída cuando el destinatario lo estime oportuno. Realice un ejercicio de creatividad e innovación neuronal para redactar unos vocablos acordes y ausentes de eslóganes comunes. Por su parte, la familia agradecerá con posterioridad las condolencias, coronas de misa y aparatos florales mediante una tarjeta o aviso en el periódico. Un detalle que en “perulandia” está al borde de la extinción.
Sea afable y absténgase de causar molestias. Es posible que luego de las exequias los parientes directos quieran estar alejados de admitir visitas e interrupciones. Cuando se tiene un cercano vínculo aconsejo esperar unos días para llamarlos con la finalidad de saber cómo se sienten y ofrecer su asistencia y, además, puede contactarse en el aniversario del fallecimiento. Será interpretado como un acto de cariño.
Estas son algunos sencillos aportes a tomar en cuenta a fin de mostrar consuelo y estima a los dolientes. Su presencia en estos eventos -más que cumplir una formalidad- debe traslucir la voluntad de unirse al padecimiento de nuestros semejantes. Hagamos un esfuerzo de inteligencia interpersonal, empatía y habilidad social en estas circunstancias por las que todos pasaremos.
Jamás tan acertadas las afirmaciones del admirable poeta metafísico inglés John Donne: “La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque yo formo parte de la humanidad; por tanto nunca mandes a nadie a preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.
domingo, 3 de abril de 2016
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