martes, 5 de octubre de 2010

¿Buenos modales en las vacaciones?

Cuando la buena educación y, consecuentemente, las adecuadas formas de comportamiento son parte de un estilo de vida, no es difícil mantener el óptimo desenvolvimiento aún en la más informal y relajada de las situaciones. Incluyendo un viaje de descanso y placer. Usted proyecta siempre la imagen honrosa de su lugar de procedencia y empresa en el sitio que se encuentre.

En tal sentido, las personas conocedoras de los principios y normas de la etiqueta se distinguen y singularizan en todo tiempo, circunstancia o lugar. No está demás reiterar que debemos percibir la etiqueta como una “llave” que facilitará nuestra mejor relación personal, familiar y profesional. De allí que un turista educado será bien considerado en el país en donde esté de visita.

A continuación algunas breves pautas que el visitante puede ejercer a fin de lograr una buena empatía con sus semejantes. En primer término (y el más importante) aplique la expresión: “Lugar que fuereis, costumbres que adquiriereis”. Tome en cuenta las tradiciones, creencias religiosas, hábitos y manifestaciones culturales del país o región al que llega para no herir susceptibilidades o parecer desconsiderado y, además, recuerde que no solo debemos respetar la cultura ajena, sino también conocerla y aceptarla. Por ejemplo, en una nación oriental no salude a una dama con un beso en la mejilla o dándole la mano. Lo correcto será hacer una reverencia, más aún si alterna con autoridades. Si lo invitan a una casa privada, es costumbre japonesa despojarse de los zapatos al entrar.

Lleve sus tarjetas personas (con su teléfono, email, dirección postal, etc.); sea puntual, esa virtud no conoce fronteras y es reconocida en cualquier parte del mundo; recuerde las actividades que realizará con el afán de emplear la ropa adecuada en cada ocasión; tenga su maleta ordenada con los estuches necesarios y evite llenarla con “bolsitas” que causarán mala apariencia cuando sea revisado su equipaje; no abuse de las atenciones en el avión pidiendo a cada momento bebidas, licores, comidas e insinuando que le obsequien “recuerdos” de la línea aérea. Si se hospeda en casa de algún amigo o familiar no emplee con demasiada frecuencia el teléfono (más aún para llamadas internacionales) y lleve un obsequio a la dueña y cuando sea invitada a una comida o almuerzo.

La prudencia es siempre conveniente. No realice comparaciones o críticas ofensivas a los anfitriones o a su nación. Evite el tuteo (salvo mutua autorización) y las expresiones cálidas de excesivo afecto. Si es invitado a un banquete y le sirven platos que desconoce, no los rechace. Sea delicado y pruebe todo lo que ofrecen.

Recuerde, el mejor lenguaje no verbal es una sonrisa acogedora, espontánea y sincera. Practíquela y será bien recibido y atendido. No insinúe que los amigos y familiares lo inviten a los mejores establecimientos en el que está de paso; sea consciente de la incomodidad que causa fumar en espacios públicos, no lo haga; retribuya las amabilidades ofrecidas. Es un rasgo de mucha elegancia perdido en nuestros días.

A su retorno remita una esquela o email con unas palabras de agradecimiento a quienes lo atendieron y acogieron. Esta es una consideración que no conoce de sexo, edad o nivel social. Lamentablemente, es difícil encontrarnos con gente capaz de agradecer en estos tiempos de “modernidad”, “apremios” y, especialmente, carencia de estos gestos que engrandecen. Qué lástima!

No olvidaré el detalle de una señora de enviar un bello aparato floral, con una nota de reconocimiento, al gerente del hotel donde se hospedó. Esa cortesía fue tomada como ejemplo en los cursos de capacitación -en atención al cliente- a los trabajadores de ese prestigioso hotel. Sea educado, cortés y amable, y usted construirá un “puente” de armónica convivencia social.

Por último, un viaje (cualquier sea el motivo) es un elemento enriquecedor en nuestro ámbito cultural, una oportunidad para conocer otros escenarios y analizar nuestra compleja realidad desde una perspectiva diferente y más amplia. Dese tiempo para ello y tendrá mayores recursos que alimenten su espíritu y una amena conversación. César Vallejo decía desde París: “Aunque se me haya ocurrido odiar al Perú, ese odio estaría impregnado de ternura”.

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