A lo largo de la vida pasamos cuantioso tiempo interactuando en nuestro centro de trabajo con los compañeros de labores. En tal sentido, en este artículo presento ciertas recomendaciones -a partir de adaptar variados tips de etiqueta social- de las muchas que pudieran haber, destinadas a lograr una solidaria convivencia laboral.
Previamente deseo precisar que la cortesía y consideración son elementos claves para alcanzar una afable vinculación humana en cualquier ámbito en el que nos encontremos. Muestra nuestras sensibilidades y posibilita tender un puente inestimable de acercamiento al semejante que hará nuestra existencia más placentera. Ahora si, amigo lector, pasemos a describir cada sencillo consejo de forma meticulosa.
Acuda con puntualidad y tenga buen record su asistencia. Asista con antelación con el propósito de utilizar esos minutos para instalarse con calma, planificar su día y, además, dará un buen ejemplo. Llegar corriendo a marcar tarjeta y terminar de acicalarse o desayunar en la oficina es deplorable. Decline inventar excusas o desgracias familiares para ausentarse en vísperas de feriados largos. Su exactitud y asiduidad ingresan en su expediente e influyen en posibles incentivos y premiaciones. No sea puntual por miedo a ser amonestado y al posible descuento salarial, sino por convicción y esmero.
Esquive comer y masticar chicles. Es mal visto consumir alimentos o chicles, distorsionan su imagen e impiden una adecuada pronunciación. Demuestre su planificación y disfrute su refrigerio en otro ambiente. En la oficina no deben exhibirse comestibles o vajilla usada. Sin embargo, hay empresas en que los escritorios e inclusive el módulo de atención al público parecen la barra de una cocina y más aún si acaba de celebrarse un cumpleaños.
Exhiba ordenado su sitio de trabajo. El despacho refleja su personalidad, pulcritud y estilo. Ostente armonía, limpieza y decoración apropiada. Rehúya colocar debajo del vidrio de su escritorio fotos, tarjetitas, recuerdos y elementos que opacan su sobriedad. Nunca luzca peluches, muñequitos, adornos recargados, útiles de aseo personal y excesivos retratos familiares que transformen su despacho en una pulpería.
Sea discreto y confiable. Estas son virtudes que deben caracterizarnos a todos. Rechace convertirse en portador de “novedades” y referirse a la vida de terceros. Prescinda participar en pláticas indiscretas, son de pésimo gusto. Con frecuencia alterno con personas -desprovistos de mínima educación y agrupados en sectas- que han desnaturalizado las salas de docentes en un insufrible cenáculo de murmullos, rumores y habladurías. Al
parecer sus carencias hacen imposible tratar cuestiones colectivas de profundidad intelectual. Esta práctica trastorna el clima interno y la reciprocidad entre los miembros de la corporación.
Si va a hablar con alguien, reúnase en privado. Es inelegante en presencia de otros prójimos compartir temas que, únicamente, son de su incumbencia. Si desea charlar determinados asuntos con su colega, hágalo a solas. Para eso existen recintos de reuniones o espacios libres en los cuales pueden conversar sin susurrar y así prescinde mortificar al resto. Me trae a la memoria lo que casi a diario soportamos algunos incómodos profesores. Aplique su sentido común que, por cierto, es muy exiguo en nuestra sociedad.
No regañe a alguien frente a los demás. Cuando formule elogios hágalo en público. Por el contrario, los comentarios que involucran un cuestionamiento o llamada de atención deben ser en privado y con ánimo constructivo con el afán de sortear reacciones negativas, afectar el entorno laboral, sentar un errado precedente en su equipo de colaboradores y generar tensiones. Actúe con prudencia, asertividad, inteligencia y eficacia.
Evite ataques de ira o llanto. No es recomendable demostrar sentimientos de cólera que perturbarán a sus compañeros y crearán incomodidad. Si acontece una mala o buena noticia impida verse perjudicado por una manifestación de cólera o euforia. Por ejemplo, llorar o gritar con desesperación por un ligero temblor o debido a una contrariedad, lo presentará con escasa capacidad para administrar sus emociones.
Soslaye vocabulario altisonante, diminutivos y apodos. Jamás pierda el miramiento al emplear términos inadecuados. Escucho con repudio habituales bromas pesadas, anécdotas plagadas de vulgaridades y jergas coincidentes con el género de la “Peña Ferrando”, en hombres y mujeres atestados de rusticidades. Ni deseo imaginar como hablarán en el aula de clase con su alumnado. Es impertinente gritar de un extremo a otro y llamar con sobrenombres como bebé, amiguita, nena, papito, flaquito, chato.
Respete las jerarquías. En ocasiones nuestro superior puede darnos demostraciones de amistad que debe entenderse como una cordial deferencia. Tampoco use su acercamiento con quien encabeza la compañía para desconocer las escalas establecidas. No pase por alto los procesos o trámites motivado por el enlace existente con alguien de mayor rango. Será percibido como inhabilitado para aceptar las políticas institucionales. Sea cuidadoso del escalafón establecido.
Muestra actitud abierta, flexible y colaboradora. Es conveniente ofrecer nuestros aportes, proposiciones y demostrar amplia disposición para coordinar en equipo y recibir comentarios tendientes a mejorar nuestra productividad. Convivo con sujetos con indisimulables actitudes defensivas para acoger propuestas orientadas a llevar acabo un trabajo conjunto. La autosuficiencia es un mecanismo perfecto para ocultar un sinnúmero de precariedades, limitaciones y hasta mediocridades.
Cultive su capacidad de relación interpersonal. Gran parte de nuestro crecimiento profesional está vinculado con las destrezas para forjar lazos con nuestros compañeros. Podemos coincidir en que ninguno de nosotros acude a laborar con la intención de instituir un “club de amigos”. A pesar de ello, es ineludible fomentar afectuosas conexiones. Los encuentros de confraternidad son una magnífica oportunidad para viabilizar este objetivo que será observado por los directivos al evaluar nuestro desempeño y analizar un posible ascenso.
No utilice los recursos logísticos para fines personales. Renuncie a la común tentación de emplear el teléfono, la impresora y la fotocopiadora para sus asuntos privados y, además, no caiga en la resignación de afirmar que “todo el mundo lo hace”. Por ejemplo, no abuse de la confianza dada para imprimir los sobres de sus invitaciones matrimoniales o usar el mensajero para distribuir sus recados. Proceda siempre con corrección.
Asista con una apariencia correcta. Este asunto abarca mucho más que la conveniente combinación de su vestuario, maquillaje e higiene. Me refiero al perfil integral que proyecta con su aptitud. Transmita una sensación saludable, proactiva, entusiasta, llena de vida, empática, moderada y amable. Tenga en cuenta su alimentación, horas de descanso, estado anímico y propia motivación. Preocúpese de su bienestar físico, espiritual y emocional.
Trate con cortesía al más humilde de los servidores y obvie establecer discriminaciones. Rehúya maltratar en función de prejuicios, superficialidades, posiciones y aprovechándose de la imposibilidad de su semejante de hacerse respetar debido a su condición, procedencia o autoestima. No margine o desprecie a nadie por su opción sexual, estatus, edad, raza o semblante. Establezca una correlación como la que desearía que su superior sostenga con usted. Sea educado, cortés, acogedor y acuérdese de decir en todo momento “por favor” y “gracias”. Y mucho mejor si añade una cálida sonrisa.
Reflexión final: Si ocupa una jefatura póngase como meta constituirse en un genuino referente ético en virtud de sus cualidades humanas y no solamente por sus calificadas pericias. Eso le facilitará ganarse la admiración, lealtad y credibilidad de sus colaboradores. Por comprensibles y lamentables características sociales y culturales, en nuestro medio es usual advertir compañeros de oficina que simulan estar “ciegos, sordos y mudos”. Pero, están atentos con plena seguridad a su proceder. Recuérdelo!
miércoles, 4 de marzo de 2015
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