sábado, 5 de marzo de 2011

A propósito de “educación” en la oficina

La óptima formación integral de un profesional amerita exhibirse en todo ámbito, lugar y circunstancia. Como lo he comentado -en anteriores artículos y de manera reiterada- hay individuos que creen que los buenos modales están “reservados” solo para determinadas ocasiones de la actividad personal y laboral. Es decir, en función de intereses y conveniencias y, además, de manera prejuiciosa.

Existen sujetos que consideran que en la oficina pueden asumir informalidades amparándose en el “inmejorable” clima amical entre quienes comparten responsabilidades y ocupaciones. Nada más equivocado y recuerde: La sede de su trabajo no es un club social. Nadie espera que actúe robotizado y aislados unos de otros. Siempre hay oportunidades en los descansos -al principio de la jornada, en el almuerzo y al final del día- para conversar e indagar por la familia, los planes de fin de semana, etc. Es natural que sienta más amistad por ciertos colegas que por otros, pero procure evitar que alguien se perciba aislado. No forme círculos excluyentes y sectarios.

En la empresa no deben darse conductas o tratos excesivos de familiaridad y acercamientos que desvirtúen la armónica vinculación entre similares, jefes o subordinados. No importa la escala de jerarquías de la entidad. Se recomienda sobriedad, mesura y discreción. Una persona educada no recoge ni transmite rumores. Eso perjudica su imagen y de la institución y, por lo tanto, contribuye a gestar un ambiente interno no conveniente.

No hable -como sucede en entidades, incluso educativas, donde laboro- de problemas de pareja, crisis económica, divorcios, etc. de sus compañeros. No está autorizado a transmitir los males que aquejan la vida privada de otros miembros de la corporación que le hayan confiado sus intimidades. Reitero, sea discreto y no se convierta en el locutor principal de la conocida “radio bemba”.

Se sugiere desarrollar un trato cordial, afable y demostrar deseos de integración y participación en equipo a fin de hacer prospera sus funciones y el mutuo respeto que debe caracterizar a los integrantes de una organización. Según la experta Vanesa Palomino de Tasa Wordwide SAC Perú, se recomienda tener presente, entre muchas otras, estas pautas: “…Controle el volumen de sus conversaciones; cuídese de no exponer públicamente las conversaciones telefónicas personales y los emails también se deben manejar con reserva; su mejor apuesta para ser tratado como un profesional en el trabajo, es mantener sus conversaciones en el plano profesional; evite tener en su oficina o escritorio artículos que no contribuyan de una manera positiva a la imagen de la oficina; mantenga su área de trabajo personal siempre limpia y ordenada”.

Lo dijo al iniciar esta nota y, nuevamente, insisto: La buena educación no conoce diferencias. Trate con corrección y deferencia al cliente (joven o adulto), no tutee inconsultamente (puede incomodar y no es profesional hacerlo), evite refunfuñar de su quehacer (parecerá carecer de capacidades adecuadas para su puesto), sea puntual (eso significa llegar antes de la hora para arreglar su escritorio, prender la computadora, ir al baño, servirse un café, etc.), preste atención a su apariencia y vestido.

El lenguaje de la vestimenta es un esencial código de comunicación no verbal que describe su personalidad, gusto, estilo, autoestima y temperamento. En conclusión, no subestime la trascendencia de velar por su excelente presentación, incluso si en su empleo no está en contacto con el público. Vístase con sobriedad, sin escotes atrevidos, mangas cero, mini faldas, blusas transparentes, prendas apretadas, maquillaje excesivo, etc. No se encuentra en una discoteca, ni en una actividad social un sábado en la noche. Si usa uniforme obvie hacer modificaciones -con la finalidad de parecer más “atractiva”- como subir la altura de la falda. Demuestre su real profesionalismo.

Un asunto final. Trate con cortesía al más humilde de los servidores y no establezca interesadas e inelegantes discriminaciones como sucede en nuestro medio. Sea abierto y agradable en su relación con los demás. A la hora del almuerzo no ponga su celular como cubierto (incomodará a sus semejantes), hable de temas positivos, deje de quejarse -delante de extraños- de asuntos internos de la oficina y distíngase por su permanente espíritu de cooperación.

Si es jefe, predique con su ejemplo, mantenga la compostura y eso lo hará ganarse respeto y credibilidad; prescinda exigir normas de conducta a otros cuando usted las incumplirá; felicite, aliente y estimule a sus colaboradores; evite tener “preferidos”; no se haga de la fama de gustarle estar rodeado de guapas jóvenes en lugar de personas capaces, eso lo desacredita; sea honesto en sus realizaciones y asumirá un liderazgo esperanzador. En una empresa es habitual -por razones culturales- que todos se hagan los “ciegos, sordos y mudos” al comentar su gestión. Pero, eso no significa que no se den cuenta –con plena seguridad- de su actuación. Por último, tenga presente las expresiones del político norteamericano del siglo XVIII, Benjamín Franklin: “El camino hacia la riqueza depende fundamentalmente de dos palabras: trabajo y ahorro”.

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