lunes, 28 de febrero de 2011

“Test” de buenos modales e imagen

Bien dice una conocida expresión: “Las apariencias engañan”. Muchas veces el modo de actuar de las personas, en determinadas e intencionadas ocasiones, no refleja su auténtico pensamiento y proceder. Es común que cuando usted recién conoce a un caballero este se comporte, aparentemente, como tal. Es “normal” que en una primera cita entre una dama y un varón, este haga sus mejores esfuerzos para causar un favorable concepto a su invitada.

También, consideramos que en iniciales encuentros –especialmente una entrevista de empleo o una situación con intenciones sentimentales- busquemos presentar nuestras mejores “credenciales” para merecer aceptación y generar “una primera buena impresión”. Hasta aquí es lógico suponer que todos deseamos conseguir simpatía y reconocimiento en los ámbitos donde nos desenvolvemos (el centro de labores, los amigos, la familia, etc.).

Por cierto, que en este tema involucra (disculpe usted, amigo lector) el reiterado asunto de la autoestima. Si la tiene elevada poseerá, por lo tanto, una sólida autovaloración, seguridad, consistencia y convicción en su desempeño diario y ante un sinfín de eventualidades. La duda, el temor y la fragilidad emocional no estarán presentes en sus acciones. Por esta razón, es necesario trabajar el fortalecimiento de la autoestima para enfrentar la vida con una disposición esperanzadora, positiva y convincente. No subestime la influencia de la autoestima en su interacción colectiva y en la proyección de su imagen.

Es conveniente –desde mi percepción- ampliar su perspicacia en su proceso de observación de una persona y, además, identificar elementos que facilitan conocer la adecuada formación, comportamiento y apariencia de su semejante (dama o caballero) con quien compartirá determinados escenarios cotidianos y, más aún, si se trata de un pretendiente. Lea mis sugerencias y, probablemente, se evitará desilusiones, desencuentros y malestares.

Cuando conozca una persona observe la firmeza con que ofrece su mano; mire la pulcritud de sus uñas y zapatos; preste atención al cuello de la camisa o blusa para ver que tan limpio está; fíjese con detenimiento en su expresión corporal (como se sienta, camina, entre otros detalles). En un sin número de ocasiones el “idioma” del cuerpo contradice el lenguaje oral. Deténgase a percibir sus gestos (rudos o delicados); su volumen de voz y dicción; la estabilidad o timidez de su habla; la rigidez o naturalidad de su postura y el uso de sus manos como complemento de su comunicación. Eche un vistazo para saber ante quien está usted. Aprenda a analizar el proceder humano y no caerá, tan fácilmente, en el error de hacer razonamientos carentes de sustento.

Cuando sea invitado a un almuerzo o cena tiene una ocasión muy particular para percibir detalles que ayudarán a descubrir a su prójimo. Observe el manejo de los cubiertos, las atenciones que le ofrece (si usted es la dama invitada), la finesa de sus gestos, la amplitud de temas de conversación son inherentes a su verdadero nivel cultural. Al pagar la cuenta, vea si tiene la delicadeza de ser discreto. Fíjese la forma como trata al mozo, al vigilante y al más humilde de los mortales de su alrededor.

Siempre percátese de la puntualidad y de los pormenores que no son comunes en nuestro tiempo. Por ejemplo, alguien con óptima urbanidad agradece una invitación y tiene una afable actitud que lo distingue del resto. Vestirse a la moda, con ropa de marca y trajes finos no lo convierten en elegante. La persona debe lucir las prendas, darles realce y ello no se consigue comprando vestimentas costosas. Debe poseer estilo y eso es aún más complicado.

Deténgase a percibir la profundidad espiritual de su interlocutor planteándole temas controvertidos que lo obliguen a definir su posición. Si sucede un percance o discrepancia en un lugar público -con el trabajador que los atiende- mire su reacción. Allí tiene una oportunidad para notar el grado de autocontrol de su acompañante. Es fácil ser “educado” en circunstancias cordiales. Los instantes de tensión y conflicto permiten discernir su personalidad y temperamento.

No se deje impresionar por los aspectos materiales del ser que conoce. Haga lo posible por ver más allá y reconocer su dimensión interior. Esté atento a sus capacidades intelectuales y morales. Recuerde las palabras del escritor español Víctor Pisabarro: “Una buena educación no la podemos tener todos, pero sí podemos tener buenos modales”. Por último, no pierda de vista su contexto social y su carácter en diversos momentos. Desarrolle su agudeza y tal vez no padezca frecuentes desengaños.

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