domingo, 21 de agosto de 2011

¿Ética en la vida empresarial?

Este es un tema primordial de analizar y reflexionar. Debemos reconocer que es “común” la ausencia de ética en las organizaciones públicas y privadas en donde afanes lucrativos, obtención desmedida de utilidades, permanente maltrato al cliente y trabajador, promoción de productos y/o servicios con “bondades” inexistentes, entre otras acciones muestran una censurable y dominante “cultura empresarial” escasa de valores.

Probablemente, usted amigo lector, integre algún centro de labores o conozca entidades cuyo desarrollo está al margen de consideraciones éticas. Por ejemplo, observamos frecuentes problemas éticos como abuso de poder (utiliza el puesto para pisotear a unos y favorecer a otros), conflicto de intereses (emitir normas en su ámbito de trabajo que redundarán en su propio beneficio), nepotismo (reclutar miembros de una misma familia en una institución), Soborno (aceptar dádivas, obsequios o regalos a cambio de dar un trato especial o favor a alguien como retribución por actos inherentes a sus funciones), lealtad excesiva (mentir para encubrir la conducta impropia del supervisor o hacer lo que éste le diga, aún en contra de sus principios morales), falta de dedicación y compromiso (perder el tiempo, hacerse “de la vista larga” y no dar el máximo de esfuerzo), abuso de confianza (tomar materiales de la compañía para su uso personal o hacer empleo indebido de sus recursos), encubrimiento (callar para no denunciar a un traidor, movido por la amistad o el temor), entre otras faltas.

De otra parte, existen originalidades que diferencian e individualizan a los negocios. Cada firma es diferente de las demás en cuanto a su quehacer principal, número de empleados, lugar donde opera, sistema legal, etc. De allí que existen otras formas de instrumentación de criterios de integridad. Sin embargo, es posible construir un “armazón” de estrategias aplicables a cualquier negocio que quiera tornarse en ético.

Las empresas que desean crear un programa de ética, comenzarán por definir sus fines, actividades y características propias que las identifican, entre otros elementos. Los valores no son iguales para cada organización. Una clínica privada tiene distintas prioridades y, consecuentemente, una misión diferente a una cadena de tiendas comerciales. Precisar sus valores es el primer paso para “edificar” su cultura corporativa.

Es indispensable que exista, por parte de los directores, la convicción sincera de convertir a la compañía en una organización ética, lo cual requerirá -en ciertos casos- de transformaciones fundamentales en sus procesos y estructura. El liderazgo y compromiso de los funcionarios de más alto nivel, permitirán que todos los ámbitos adopten fácilmente esta iniciativa como propia. En tal virtud, se recomienda “predicar con su ejemplo”.

Si los ejecutivos actúan conforme a las reglas y cumplen sus responsabilidades, los empleados se sentirán impulsados a actuar de igual manera. Por el contrario, si los gerentes “olvidan” sus compromisos y se comportan de modo irresponsable, los demás –eventualmente- actuarán de forma parecida. Un ejemplo es el ejercicio de la puntualidad que debieran exhibir los integrantes de una empresa. Conozco entidades (incluyendo educativas) en donde, de acuerdo a “jerarquías”, existen privilegios y diferenciaciones. No todos pueden almorzar en el mismo comedor, usar los mismos servicios higiénicos, ascensores, escaleras, estacionamientos, etc. La política del “apartheid” aplicada a la empresa peruana.

Otro aspecto significativo es el código de conducta. Este es un mecanismo cada vez más utilizados por corporaciones que desean establecer el proceder de sus miembros. Estos códigos definen aquellas políticas que se esperan del personal, dejan en claro las acciones que afectan sus intereses y que no pueden ser toleradas, auxilian en la resolución de conflictos internos, contribuyen a crear una mejor imagen e incrementan el sentimiento de identificación de sus integrantes.

Se sugiere que cada empresa tenga un sistema efectivo de divulgación de sus actividades y proyectos, a fin de compartir con su público interno, clientes, sociedad y gobierno la información de sus logros alcanzados, de lo que falta por hacer, de sus planes futuros y aportaciones a la prosperidad de la comunidad. Una corporación abierta y diáfana mantiene canales veraces de comunicación con sus audiencias.

La ética hay que entenderla, sin ambigüedades, como inherente en la existencia de una compañía transparente, prestigiosa y con credibilidad. Su ejercicio no debiera concebirse como un gasto o políticas ajenas a la obtención de mayores ganancias. Es pertinente, hoy más que nunca, comprenderse su valía en las nuevas inversiones, en la fidelidad del comprador, en el bienestar de los trabajadores, en el diseño de un mejor clima laboral y, especialmente, en el aumento de su rentabilidad y presencia en el mercado.

La conducta de una empresa debe coincidir con sus normas y valores gremiales. Por esta consideración, la “ética corporativa” en un elemento que las realza e influye en la conciencia social de su entorno. Anhelamos que en nuestro medio, tan requerido de aplicar lo expuesto en estas líneas, no se cumplan las palabras del influyente y célebre profesor, filósofo y ensayista español José Luis López Aranguren: “Los valores morales se pierden sepultados por los económicos”.

sábado, 23 de julio de 2011

Los secretos de una secretaria

La palabra “secretaria” se refiere a alguien que guarda confidencias profesionales, particulares, empresariales, etc. que no deben ser conocidas por nadie. Su nombre original "secretarii" deriva del latín "secretum" y está relacionado con la información reservada que éstos manejaban.

Una secretaria cumple un rol de vital importancia en el quehacer de la empresa, por lo que no solamente se sugiere ostentar conocimientos, capacidades y destrezas que aseguren que su desempeño contribuya al desenvolvimiento de una jornada exitosa en términos funcionales. Su trajín es bastante más que, únicamente, cuestiones administrativas y operativas. Consiste en auxiliar, ofrecer orientación y cooperación en el cometido de la oficina y, por cierto, mantener la discreción como una virtud irrenunciable.

Aparte de su constante actualización y entrenamiento –propias de todo experto competente que aspira ocupar mejores ubicaciones laborales efectuará- una secretaria poseerá satisfactorio manejo de las comunicaciones, agradables modales, aptitudes de cortesía, sólidos principios, seguridad personal y tacto, entre otros favorables elementos de contemplar.

Frieda Holler en su sugestivo libro “Ese dedo meñique en el trabajo” refiere: “…El secretariado convoca temas como las responsabilidades, la moralidad y la ética, y exige además tener presente una serie de aspectos de su vida: ser elegante pero sencilla, simpática pero recatada, moderna pero femenina, comunicativa pero discreta…De hecho, con su labor, eficiente y honesta, usted contribuye al bienestar general e infunde vida y belleza en su oficina”. Nada más acertado y oportuno.

El perfil de una secretaria incluye una adecuada presencia; excelente trato, amable y seria; inmejorable redacción y ortografía; facilidad de expresión verbal y escrita; con habilidad para interactuar en grupos; brillantes relaciones interpersonales, entusiasta y dinámica; potencial para trabajar en equipo y bajo presión, etc. Este es un pequeño listado de factores que se recomienda advertir.

Lo mencionado en el párrafo anterior no lo considere si tiene la intención de contar con una “secretaria” jovencita, de linda figura y sin las más mínimas condiciones académicas. Existen jefes en busca de estas “singulares” secretarias que, fácilmente, ponen al descubierto sus verdaderas intenciones. Usted motivará agudos comentarios a su alrededor, no tenga la menor duda. Recuerde que todo se sabe en una compañía y, por lo tanto, es conveniente que sus funcionarios asuman un comportamiento correcto, ejemplar y decente. Así evitará especulaciones acerca de su proceder.

No restemos trascendencia a la influencia de su óptima apariencia. Su vestimenta será sobria, cabellos recogidos, aretes pequeños, accesorios discretos, conjunto sastre, zapatos cerrados, perfume y maquillaje suave, ropa planchada, entre otras características inherentes a su cargo. Una secretaria de primer nivel no termina de “arreglarse” por las mañanas al llegar a su centro de labores, ni acude con el pelo mojado o luce prendas brillosas, apretadas y atrevidas, entre otras “perlas” que percibo con frecuencia, incluso en entidades educativas. Bien dice una conocida frase: “En casa del herrero, cuchillo de palo”.

Sobre lo reseñado en estas líneas, deseo compartir una reciente experiencia. Concurrí a una institución en donde me recibió una adolecente secretaria con traje escotado que mientras desayunaba, hablaba por teléfono, miraba su correo electrónico y escuchaba salsa. Su despacho parecía un dormitorio infantil (por su improcedente decoración), su computadora estaba adornada con peluches y debajo del vidrio de su escritorio había variedad de fotos y tarjetas postales. Al verme se incomodó, me ofreció rápida atención y siguió disfrutando los alimentos, la plática y el llamativo fondo musical.

En reiteradas ocasiones he observado a secretarias en sus mesas de trabajo comer, masticar chicle, retocarse, realizar llamadas privadas, reírse como en una “peña”, entre otras visibles y censurables deficiencias que se permiten por el “padrinazgo” que poseen con el jefe o dueño de la organización. Un proceder ausente de las elementales pautas propias de su responsabilidad. Pero, estas increíbles anomalías las noto también en empresas de prestigio que, al parecer, no otorgan mayor significado a la imagen de sus colaboradoras.

Por último, un profesional expresa con su actuar un conjunto de valores que lo distinguen. La gestión de una secretaria no está ajena a esta reflexión y, por supuesto, tenga en cuenta el enunciado del célebre filósofo alemán de la Ilustración, Immanuel Kant (1724 – 1804), uno de los pensadores más influyentes y prestigiosos de la Europa moderna: “Obra siempre de modo que tu conducta pudiera servir de principio a una ley universal”.

martes, 19 de julio de 2011

La importancia de sonreír

“Lo que deseas conseguir, más fácilmente lo obtendrás con una sonrisa que con la punta de la espada”, decía el afamado dramaturgo, poeta y actor inglés William Shakespeare, conocido en ocasiones como el “Bardo de Avon”. Que duda cabe, la sonrisa es una de las expresiones más cálidas y profundas en la relación interpersonal.

Es una “herramienta” para engrandecer la comunicación en toda circunstancia, tiempo y lugar. Una suerte de “llave mágica” que facilita la convivencia cotidiana y, además, abre numerosas puertas en la actividad profesional, social y familiar. En síntesis, sonreír es bastante más que “mostrarse favorable a una persona, suceso o asunto”.

Sonreír no cuesta nada; enriquece a quienes la reciben, sin restar a aquellos que la dan; se produce como un relámpago, pero su recuerdo a veces dura toda la vida; no existe persona que no la necesite, ni quien no la pueda dar; es fuente de placidez en el hogar; promueve negocios y fortalece amistades; es incentivo para cansados. Es un “don” divino que está a nuestro alcance y que inspira tantos beneficios que bien vale hacer de la sonrisa un elemento inherente a la vida.

Es fundamental para establecer relaciones sociales, mejorar el humor y hasta liberar hormonas que producen sensación de bienestar en el cuerpo. Sin embargo, hay hombres y mujeres que no logran sonreír con frecuencia. Existen razones anímicas, emocionales, de personalidad, temperamento y autoestima que determinan la falta de capacidad para sonreír y que deben analizarse individualmente con la finalidad de indagar sus orígenes.

El recordado pontífice romano Juan XXIII (1881 – 1963) afirmó: “Cuando uno es joven, sonríe en el vigor de la edad y de la inocencia; cuando se es viejo, en la riqueza de la experiencia” y la célebre Madre Teresa de Calcuta expresó: “La santidad consiste en hacer la voluntad de Dios con alegría”.

La biblia también incluye algunas referencias al tema. Allí está escrito: “Aún llenará tu boca de risa, y tus labios de júbilo” (Job 8:21). El Salmo 126:2 precisa: “Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho el Señor con éstos”.

En el ámbito laboral y, especialmente, en áreas de counter, recepción, ventas, caja, mesa de partes y afines, es pertinente que el personal posea una actitud espontánea para sonreír y causar una afable impresión a su interlocutor. En este sentido, no olvidemos el sabio y conveniente proverbio chino: “La persona que no sabe sonreír no debe abrir tienda”.

Se recomienda a las empresas reclutar empleados con el perfil adecuado y capacitado para dar una sonrisa acogedora como parte de su desenvolvimiento. Sonreír, en el trato con concurrentes externos, genera una primera virtuosa impresión y muestra sincera efusividad en la negociación que se desea formalizar. Aparte de presentar tranquilidad, delicadeza y paz interior.

Estas ideas tan elementales no siempre son entendidas por entidades que tienen colaboradores altamente deficientes, entre otras razones, por su aptitud negativa, poco amable y escasa en su potencial de hacer placentero su vínculo con el visitante. Lo cual exhibe una evidente ineficiencia profesional. Conozco casos en los que los encargados de atención al público solo poseen como “mérito” su óptima presencia, su juventud y, coincidentemente, algún cercano y extraño “enlace” con el propietario de la compañía. Nada más!

Se recomienda que quienes tratan al público tengan una sólida formación emocional, técnica y las destrezas que conviertan su quehacer en una jornada positiva y beneficiosa a los propósitos empresariales de la institución. Es ineludible aleccionar al trabajador a fin de dotarlo de talentos que hagan agradable su misión y esa satisfacción sea transmitida al cliente. Ello ayudará en el clima laboral, la superación de sus integrantes e incrementará la rentabilidad que, en numerosas empresas, es el único objetivo de sus dueños.

No olvide, sonreír es una terapia espiritual que causará un excelente provecho en su día y en su proximidad con sus semejantes. Sonría, sonríale a la vida, a su vida y quienes lo rodean. Convierta su sonrisa en su “tarjeta de presentación”.

domingo, 10 de julio de 2011

El maestro en su día: Reflexiones…

El 6 de julio se ha conmemorado en el Perú el “Día del Maestro”. Esta fecha concuerda con la fundación en 1822 de la primera Escuela Normal de Varones (en la actualidad la Universidad Nacional de Educación "Enrique Guzmán y Valle") por el “Protector del Perú”, José de San Martín. Durante el gobierno de Manuel A. Odría (1948 – 1956) se oficializó esta festividad mediante un decreto supremo de 1953.

Coincidiendo con esta efeméride deseo formular varias consideraciones y evocar mi testimonio personal. El maestro cumple un rol significativo en la formación integral del educando. Establece una relación cotidiana y -en ciertos momentos- determinante en la vida de sus discípulos, colabora en la definición de su vocación personal y orienta su porvenir. El profesor que trasciende tiene un nivel de preponderancia que solo se reconoce con el tiempo y de manera imperceptible. Pero, allí está presente el “sello” de su ascendencia en la evolución del estudiante.

En la etapa escolar mis educadores ejercieron un efecto explícito en mi adhesión con los problemas nacionales y, finalmente, en la definición de mis ideas políticas. A ellos debo no ser un peruano más que vive de “espaldas” a su entorno social. Cultivaron en mí la solidaridad e identificación con la realidad del país y me facilitaron apreciar las desigualdades e injusticias existentes. Desde el aula de clase pude conocer el Perú -percibido distante y lejano- gracias a la sensibilidad y preparación que los diferenció.

Disfruté mucho al docente de Literatura, el brillante poeta cusqueño William Hurtado de Mendoza Santander. Uno de los primeros libros que me asignó leer fue “Los ríos profundos”, de notable escritor indigenista José María Arguedas. A través de esta publicación sostuve mi inicial encuentro con el maravilloso y complejo mundo andino que está plasmado en toda su documentada obra intelectual. Luego vendrían otros volúmenes y autores como Vallejo, Mariátegui, Haya de la Torre, González Prada y Alegría, que hicieron que mi visión del Perú se extendiera. Mis mejores nociones de literatura peruana los adquirí en sus amenas clases que esperaba con inquietud y que se caracterizaban, además, por los intensos debates, discusiones y pláticas fomentadas por él.

Siempre estaré agradecido a mis padres por haber puesto en el transitar de mi existencia a quienes fortalecieron los principios provenientes de mi ámbito familiar y contribuyeron en el encuentro de mi verdadera inclinación profesional. La cátedra posibilita otorgar actualizados discernimientos y, al mismo tiempo, ayuda a despertar inquietudes, afirmar ideales, convocar entusiasmos, mejorar la percepción individual, descubrir capacidades, forjar una conciencia crítica y, especialmente, predicar con el arquetipo de comportamiento que también debe enaltecer al ciudadano de bien.

En tal sentido, comparto lo expresado en mi artículo “En el Día del Maestro: Decálogo del ‘buen’ profesor”, cuando digo: “…El desenvolvimiento de la pedagogía demanda, esencialmente, estándares morales que sean observados por el alumno como un referente que inspire fe, ilusión y credibilidad para su porvenir. Nuestra tarea no consiste en transmitir conocimientos, cifras y datos: nuestra misión es constituirnos en un ejemplo personal y demostrarles, con la consecuencia de nuestra conducta, que la vida es mucho más que un título académico y un número acumulado de horas de prácticas. Esa es la razón que debe inspirar a dedicarnos a esta noble misión. ¿Algún día será entendido así?”.

“…La formación de los alumnos debe incluir, igualmente, el ejercicio del pensamiento, la actitud crítica y el cuestionamiento reflexivo. Todo ello, facilitará formar una sociedad de profesionales libres y capaces de defender sus derechos y de levantar su voz valiente de protesta ante la injusticia y el abuso. Ese es un objetivo central de la enseñanza en una sociedad sumisa, invertebrada e insolidaria como la nuestra. No solamente hay que darles información sino elementos indispensables para abrir sus ojos ante el engaño, la arbitrariedad y las vicisitudes del mañana”.

En el texto “Ética y política: El arte de vivir y convivir” de Mónica Jacobs, Eliana Mory y Odette Vélez, encuentro coincidencias. Luis Bustamante Belaunde en su prólogo, dice: “…Enseñar es instruir, mostrar o transmitir conocimientos, indicar y guiar caminos. Educar es desarrollar y perfeccionar las facultades y fuerza propias de las personas o ‘hacer salir de dentro hacia fuera’ sus potencias de crecimiento. La enseñanza suele ser un acto grupal o colectivo. La educación es siempre individual. Quienes enseñan son docentes. Quienes educan son maestros”.

La docencia es un espacio para “echar” semillas de esperanzas, sueños y otros valores que requerimos fomentar en una generación mayoritariamente resignada, indiferente y renuente a la cultura que, desde mi parecer, ha bloqueado el desarrollo de sus habilidades intelectuales y de introspección. Esta forma de subsistencia favorece a los que conducen los destinos de la sociedad, quienes estiman “peligrosos” a los seres lúcidos, disconformes y dispuestos a confrontar el entorno y no dejarse manipular.

Recordemos un extracto del magnánimo poema del genial español Antonio Machado y Ruiz: “…Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace camino y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar”. A pesar de adversidades, incomprensiones y mediocridades -inherentes al atraso cívico, ético y cultural de nuestro medio- sigamos abriendo sendero en el devenir de los estudiantes. Ellos constituyen fuente inagotable de inspiración.

sábado, 18 de junio de 2011

¿Sabe hablar en público?

Disertar es una de las actividades que, con mayor frecuencia, suscita elevados índices de nerviosismo, incertidumbre y miedo. Todos estamos expuestos a hablar y, por lo tanto, es conveniente conocer las pautas que facilitarán desplegarnos con certeza, serenidad y efectuar una correcta transmisión de nuestro mensaje. Seguidamente compartiré con usted, amigo lector, diversas orientaciones.

Es verdad que el orador no se hace, nace. Sin embargo, ello no implica que las personas dejen de aprender métodos para asegurar el éxito de sus intervenciones. Departir ante un auditorio, al igual que otras destrezas humanas, requiere un proceso de entrenamiento, práctica disciplinada, seguridad personal y, especialmente, la tranquilidad que ofrece el conocimiento exhaustivo del tema. Nada más inexacto que pretender quedar bien, sino se ha preparado. No cometa el habitual descuido de apelar a su memoria y locuacidad.

Al igual que cualquier presentación musical, teatral o de índole artística una intervención oral debe ensayarse a fin de analizar cuestiones de forma y fondo que no deben pasar inadvertidas. Le recomiendo prepararse en presencia de personas que ofrezcan su opinión y frente a un espejo para observar su desenvolvimiento, manejo de las manos y posturas y, además, grávese con el afán de escuchar o mirar aciertos y errores.

Un detalle importante. Al conferenciar hay quienes sienten un nivel de nerviosismo que estiman afectará la calidad de su participación. No obstante, cuando mira u oye su alocución (luego de concluida) podrá comprobar que esos síntomas no fueron percibidos. Muchas veces la alteración del sistema nervioso impulsa la emisión de señales externas como sudoración, aceleración de la respiración, movimiento del cuerpo y uso indebido de las manos, entre otras reacciones. No siempre esas expresiones son observadas por el espectador, dependerá del grado y frecuencia en que se presenten.

Recuerde que la firmeza y naturalidad de su apariencia transmite certidumbre. Evite “jugar” con objetos mientras habla (lapicero, puntero, botones del saco, etc.); no se apoye demasiado en el podio, ni lo emplee como “escudo” psicológico; mire a sus oyentes, la mirada nunca se rehúye, puede expresar duda o falta de transparencia; pronuncie adecuadamente y gradúe su volumen de voz en función del lugar; haga use pertinente de las ayudas audiovisuales (no lea el power point, ni coloque excesivos gráficos y textos); establezca una relación empática con su público; use frases célebres, reflexiones y pensamientos al empezar o cerrar; tenga en cuenta las características intelectuales, profesionales, de edad, sexo y otras de la concurrencia; considere la hora, el clima y la comodidad de los asistentes para programar la extensión de su discurso. En fin, hay cuantiosos detalles que deben contemplarse al planificar una exposición con el propósito de satisfacer las expectativas del oyente.

Otro asunto a tomar en cuenta: El contenido es una cuestión de invalorable trascendencia. Al elaborar su esquema divídalo en tres partes: Entrada (saludo, agradecimiento e introducción general), cuerpo (allí desarrollará el tema central) y cierre (conclusiones, reflexiones finales, una frase o apotegma). Es inevitable que este esbozo lo tenga escrito para guiar su alocución de manera ordenada, pues con la tensión puede pasar por alto u omitir algún punto. Si el discurso será leído la estructura de su texto se recomienda sea coherente con lo señalado líneas arriba. Olvidaba indicar algo que me ha ayudado en mi entrenamiento: Observar y estudiar a buenos oradores para recoger sus virtudes y talentos.

Existen personas que aduciendo no tener capacidades para hablar optan por el discurso leído. Cuidado, si usted no sabe leer “bien” (algo frecuente en nuestro medio), su presentación no será la mejor. Su lectura deberá probarse para verificar su adecuada postura, dicción, entonación y escrupuloso respeto de la puntuación. No cometa los frecuentes errores de nuestras autoridades que recurren a la disertación escrita y evidencian enormes carencias.

No omita detalles de forma como la ropa que llevará puesta. Se sugiere que no sea llamativa, atrevida y apretada. De igual manera, evite exhibir accesorios brillosos que distraigan (relojes, prendedores, aretes, pulseras, gemelos, etc.). Use prendas confortables para obviar ajetreos inconscientes que desconcentren. Con anticipación coordine -con el moderador o maestro de ceremonia- pormenores como el puntero, power point, vaso con agua, tiempo asignado y otros. Todo ello lo hará sentir tranquilo y aliviado.

Tenga presente que lo substancial no solo es demostrar conocimiento del asunto que expondrá. Es fundamental ostentar que está seguro de lo que dice. La convicción es una cualidad que no todos ejercen en el proceso de comunicación oral y es uno de los más valiosos. Demuestre que está convencido de lo que habla y cómo lo explica. Transmita aplomo, sonría, recurra a la ironía, cuente anécdotas, sea coloquial, ameno y líbrese de solemnidades absurdas. Suerte!

domingo, 12 de junio de 2011

La tolerancia en la etiqueta

Recientemente, concluyó el proceso electoral mediante el cual hemos elegido –en libertad y democracia- al nuevo jefe de estado que conducirá los destinos nacionales. Una ocasión apropiada para explicar y reflexionar acerca de la “tolerancia” como un valor que expresa nuestro respeto mutuo entre los integrantes de la sociedad.

No obstante, la conducta de la clase política, de los medios de comunicación social y, en términos generales, de la colectividad peruana no se caracteriza por la coexistencia cívica. Los agravios, ánimos exacerbados, calificativos afiebrados y numerosas posturas ausentes de una cultura democrática fueron notorios a lo largo de la campaña presidencial.

Siempre he considerado, a la luz de mi experiencia vivencial, que las circunstancias tensas, discrepantes y de confrontación nos facilitan conocer -en su real dimensión- la capacidad de autocontrol, paciencia y formación de las personas más allá de apariencias. El ejercicio de la etiqueta social, tal como lo hemos indicado en anteriores artículos, está acompañado de la empatía, la autoestima y, por cierto, de mecanismos internos de consideración que fluyan de manera inequívoca y natural en todo tiempo, circunstancia y lugar.

Aun cuando nos cueste trabajo admitirlo debiéramos reconocer que formamos parte de una comunidad donde la comprensión y benevolencia no están insertadas en nuestra conducta diaria. Lo podemos verificar al acudir a una reunión social y observar el comportamiento de damas y caballeros durante la conversación de asuntos que apasionan o enfrentan como política y deportes, etc. También, lo vemos en los medios de prensa que, supuestamente, poseen lucidez, objetividad y serenidad para encausar la opinión ciudadana.

Amigo lector, usted se preguntará cómo podemos definir la tolerancia de manera sencilla. Desde mi parecer consiste en respetar al resto en su modo de pensar, de ver las cosas, de sentir y discernir de manera cordial en lo que uno no está de acuerdo. Ser tolerante es considerar al prójimo sin distinción alguna. Implica aceptarse unos a otros.

La tolerancia social es la capacidad de aprobación de una persona a otra que no es capaz de soportar a alguien por la diferencia de valores o normas establecidas. Es el respeto a las ideas, creencias o prácticas ajenas cuando son contrarias a las propias. Asimismo, es escuchar y aceptar a los demás, comprendiendo el valor de las distintas formas de entender la existencia humana. Así de simple, pero compleja su aplicación en un medio que ha propagado la prepotencia y el maltrato a las minorías. Lástima que estamos “acostumbrados” a convivir sin esta regla básica de educación que es la tolerancia.

Dentro de este contexto, es conveniente añadir que la cultura humaniza, sensibiliza y nos hace más empáticos y tolerantes. De allí que sus variadas manifestaciones (música, danza, teatro, pintura, etc.) colaboran en el adiestramiento interior del individuo y lo hacen sensible, con alto grado de progreso emocional y capaz de entender a su entorno. La sapiencia es un noble e insustituible “vehículo” para abrir superiores horizontes de crecimiento en un hábitat ausente de estos elementos.

Por esta razón, es indispensable que padres de familia, líderes de opinión, jefe, políticos y aquellos con notable influencia en la formación de la sociedad hagan de la tolerancia un estilo de vida que facilite propiciar un mejor entendimiento entre quienes piensan y actúan diferente. Debemos comenzar a aceptarnos como una comunidad con diversas procedencias, expectativas, aspiraciones y necesidades.

Ello implica reconocer nuestra diversidad y pluralidad y, además, ver en las diferencias una posibilidad de análisis, desarrollo del pensamiento crítico y enriquecimiento de nuestros puntos de vista. Hay que impulsar una mayor expansión intelectual y sensitiva a fin de forjar una colectividad en donde la tolerancia nos permita vivir. De allí, reitero, la indispensable participación de los que influyen en moldear la personalidad de hombres y mujeres.

El filósofo griego Quilón decía: “El hombre valeroso debe ser siempre cortés y debe hacerse respetar antes que temer”. Salgamos del “hoyo” de la intolerancia y la confrontación -embrutecedora e inútil- que obstruye la coexistencia que anhelamos construir para asegurarnos una mejor calidad de vida distinguida por la deferencia, urbanidad y afables formas.

sábado, 4 de junio de 2011

En el Día Mundial del No Fumador: Etiqueta para fumadores

El 31 de mayo se ha celebrado el “Día Mundial del No Fumador”. Una importante conmemoración instituida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que tiene como finalidad señalar los riesgos del consumo de tabaco para la salud y, además, fomentar políticas eficaces de reducción de su consumo. Una tarea necesaria y encomiable debido a los comprobados y elevados daños causados por el cigarro.

Las cifras internacionales son alarmantes. Se estima que cuatro millones de hombres y mujeres pierden la vida anualmente por enfermedades ligadas al consumo de tabaco como cáncer al pulmón, dolencia pulmonar, obstructiva crónica e isquemia cardiaco. Por su fuera poco, se calcula que el 2020 el cigarrillo se convertirá en la primera causa de muerte e incapacidad por encima del Sida, la tuberculosis, los accidentes de tránsito, suicidios y homicidios.

En el Perú, el uso de tabaco en la población se inicia –según estudios recientes de Cedro- desde los 12 años y es la segunda droga más absorbida después del alcohol. Afecta principalmente a los grupos de edades entre los 17 y 40 años. Por otra parte, una feliz noticia: Los lugares públicos cerrados (restaurantes, bares, salas de juego, pubs, etc.) deberán ser espacios libres del humo de tabaco en cumplimiento de la Ley para la Prevención del Consumo y los Riesgos por Fumar (Nro. 29517). Diversas investigaciones demostraron que la concentración de nicotina en el cabello de los trabajadores no fumadores -en los establecimientos con un ámbito del 20 por ciento de su área permitida para fumar- era elevada y de alto riesgo para la salubridad.

Asimismo, capítulo aparte merece el drama que padecemos los denominados “fumadores pasivos” que inhalamos con frecuencia una cantidad equivalente a dos ó tres cigarrillos. Tenemos un riesgo mayor al 30 por ciento de padecer males cardiacos y cáncer al pulmón en comparación con los que no se exponen al humo del cigarrillo. Los efectos pueden ser: Afecciones respiratorias (incluyendo el asma), agravamiento de trastornos al corazón, molestias como irritación a la mucosa y otros.

Es conveniente precisar que el humo respirado por los no fumadores es una mezcla de cuatro elementos diferentes: Humo emitido por el cigarrillo en su quema espontánea, humo exhalado por el fumador, contaminantes que se difunden a través del cigarrillo y expuestos por el cigarrillo al momento de fumar. No olvidemos que, según acreditados informes, el cigarro es el segundo motivo mundial de fallecimiento (tras la hipertensión) y es responsable del deceso de uno de cada diez adultos.

Concluido este recuento relativo a los severos daños del cigarro hablemos de las normas que se recomiendan observar al fumador como parte de la elemental etiqueta social. Debo empezar diciendo, con especial énfasis, que los fumadores deberán tener consideración y sentido común para saber en que circunstancias fumar y en cuales no. No solo por el efecto negativo a la salud generado a otros, sino por respeto a determinadas ocasiones y acontecimientos.

Más allá de las prohibiciones, felizmente vigentes, el fumador debe guardar una actitud cuidadosa hacia los derechos de sus semejantes. Está demás indicar que se abstendrá de fumar en situaciones en las que se hallen niños, adultos mayores, damas embarazadas, enfermas o convalecientes de salud. También, al encontrarse en un lugar cerrado que no permita la circulación del aire y donde la actividad del fumador incomodará.

Algo muy esencial: Si usted fuma, cuando sea invitado a casa de otra persona pida autorización al anfitrión y a sus invitados para fumar; si no hay ceniceros visibles lo más probable es que no esté permitido hacerlo; las colillas no serán arrojadas al suelo; en un almuerzo o cena nunca se fuma antes del postre como algunos lo hacen sin ningún reparo; no tenga prendido el cigarro mientras es presentado, es desagradable: sea cuidadoso al momento de inhalar el humo, evitando las bocanadas y soplar directamente hacia los demás.

Existen oficinas, públicas y privadas, en donde he percibido a altos jerarcas aprovecharse de su elevado estatus para fumar en reuniones de trabajo sin importantes el malestar que crean a quienes, coincidentemente, son sus subordinados. Una pésima conducta que muestra una elemental falta de educación y deferencia. Recuerde esta expresión: “Trate a su inferior, como quisiera que lo trate su superior”. En estos mínimos detalles se percibe el genuino respeto de los individuos.

Su cortesía es una prueba inequívoca de su efectiva y armónica capacidad de convivencia social. Cuide su salud y de sus semejantes, evite fumar y, especialmente, demuestre su alto grado de autovaloración personal. A poco tiempo de festejarse el “Día Mundial del No Fumador” piense con detenimiento en su calidad de vida y prosperidad y, por cierto, recordemos juntos las palabras del literato y político inglés Benjamín Disraeli: “La vida es demasiado corta para que la hagamos mezquina”.