Hace algunas semanas concluyó el XXII curso de Protocolo, Ceremonial y Gestión de Eventos, emprendido por la Fundación Academia Diplomática del Perú “Javier Pérez de Cuéllar” -creada en 1984 por el ministerio de Relaciones Exteriores- que, habitualmente, se lleva acabo con la finalidad de instruir sobre el protocolo del Estado.
Esta interesante iniciativa contribuye a llenar un inequívoco vacío de esta temática. Más aún si consideramos la distorsionada percepción y desinformación sobre sus alcances. La confusión es de tal magnitud que el vocablo “protocolo” se utiliza con la absurda intención de atribuir mayor significado o importancia a determinado acto. Éste es adaptable, flexible y garantiza el ordenamiento, miramiento a los símbolos patrios, precedencias, categorías y es imprescindible en un acaecimiento.
Estamos acostumbrados a escuchar a autoridades, moderadores y periodistas decir: saludo “protocolar”, discurso “protocolar”, visita “protocolar”, foto “protocolar”, se salió del “protocolo”, rompió el “protocolo”, recibió el agradecimiento “protocolar”, etc. Términos inexactos y que, de una u otra manera, crean una idea errada y rígida.
A eso debemos agregar las colosales extravagancias, antojos y desatinos en certámenes institucionales, poderes públicos, ministerios, municipios, gobiernos regionales, graduaciones universitarias, etc. en relación a sus implicancias. La improvisación y la torpeza son evidentes incluso en empresas proveedoras dedicadas a organizar eventos. Ejemplos ostensibles son las bodas, agasajos, homenajes, ceremonias en centros de enseñanza superior y encuentros corporativos, entre muchos otros sucesos.
Es conveniente resaltar la existencia de un espacio pedagógico de probada reputación y prestigio que, mediante estas capacitaciones, aporta a la difusión del protocolo; entendido como un elemento consagrado a planificar y realzar las actividades; por lo tanto, conlleva tolerancia, cortesía, amabilidad y capacidad de convivencia. De allí la imperiosa necesidad de fomentar su asimilación como un estilo de vida en una sociedad lacerada por sus innegables carencias de educación, deferencia y respeto.
Desde mi perspectiva, conviene fortalecer el perfil del funcionario encargado de su manejo, específicamente, en el sector estatal; tan sensible, cambiante y en donde coexiste la tendencia de disponer su aplicación en función de intencionalidades políticas. Ello demanda proactividad, seguridad, dominio, disciplina, autocontrol emocional y habilidad para resolver realidades inesperadas. En tal sentido, las circunstancias son propicias para inducir su congruente práctica alejada de la inconveniente, subjetiva e impertinente intervención a la que me he referido con énfasis en anteriores artículos.
La asignatura contó con una variedad de temas y expositores. “El protocolo en las Fuerzas Armadas” fue sustentado por Santiago Llop Meseguer, quien ilustró acerca de la amplitud y, hasta por momentos, complejidad en las instituciones castrenses y policiales y su usanza en desfiles, aniversarios, ofrendas florales, etc. Su documentada intervención propició que canalizará una duda pendiente desde hace varios años: ¿Quién ordenó desairar al titular del Poder Judicial, Javier Villa Stein en la parada militar del Campo Marte (2009) al ser ubicado en un lugar incorrecto de acuerdo al Cuadro General de Precedencias?
Vera Mónica Sobral tuvo a su cargo “Protocolo social y empresarial”, que mereció atención y expectativa no solo por su profundidad y alcance sino, además, por la emprendedora actitud de la catedrática. Acuñó la frase “horror.com” para describir con acierto las frecuentes omisiones en la etiqueta social. Su destacada trayectoria nos involucró en un sinfín de vivencias enriquecedoras.
“La importancia del arte en la determinación de los obsequios”, fue explicado con elocuencia por Juan Ballesteros Peralta, un dinámico estudioso de nuestros antepasados. Hizo una minuciosa descripción de la pintura rupestre, los ceramios, la metalurgia y la textilería de las civilizaciones andinas. Al oírlo recordaba lo aseverado por el magno intelectual indigenista e historiador Luis E. Valcárcel Vizcarra, autor de la enciclopedia “Historia del Perú antiguo”, cuando tuve el privilegio de entrevistarlo (1984): “…A pesar de todos los desencantos que uno lleva vividos, yo tengo una fe grande en el Perú, porque conozco su historia, conozco todas las vicisitudes que ha sufrido el Perú…Yo espero que venga pronto, tal vez dentro de pocos años, una reacción total en que el Perú usando de su verdadera fuerza, usando de su verdadero espíritu, cambie de rumbo y vuelva a ser lo que fue. Allí está el asunto, vuelva ser lo que fue”.
Más adelante abordó el tópico “Gestión de eventos corporativos”, Verónica Rodríguez la que, con irrefutable profesionalismo, ilustró sobre las etapas, estrategias, planes, patrocinios, auspicios y mecanismos indispensables para su eficiente realización, así como una suma de detalles tendientes a asegurar su éxito. Su presentación denotó destreza y solvencia.
Se encargó de la novedosa materia “Documentos de comunicación diplomática”, Jesús Chacaltana Matzunaga, quien demostró, a pesar de su juventud, excelente dominio, accesibilidad, fluidez y preparación. Resultó de interés conocer la nota verbal, formal, reversal, memoranda, invitaciones, oficios, esquelas, tarjetas, etc. Mientras lo escuchaba me interrogaba acerca de la trascendencia de estas herramientas. Algo en desuso en una colectividad claramente ausente de benévolos modales. Lo afirmo con la atribución de enviar incontables esquelas de las que exiguas veces recibo respuesta.
Una de las presentaciones que generó mayor entusiasmo correspondió a Alberto Gálvez de Rivero: “Ceremonial y protocolo del Estado”. Se ganó el cariño y gratitud del alumnado por su fino sentido del humor, afabilidad y pericia. Compartió múltiples situaciones y relatos enfocados a enseñarnos los entretelones del protocolo en las esferas del poder. La presentación de este experto integrante del Servicio Diplomático de la República y la espontánea relación entablada, será evocada como una de las más gratas experiencias. En lo personal coincidimos al guardar inmenso y genuino afecto hacia un honorable y querido amigo común: Augusto Dammert León, dos veces alcalde San Isidro y ex embajador en Jamaica y Nicaragua. Su recuerdo siempre acompaña mis afanes, inquietudes y sentido de la peruanidad.
Esta jornada estuvo matizada por la colaboración y cualidades de sus integrantes. En cada sesión aprendimos de las actualizadas anotaciones y observaciones de Wladimir González Figuerola, quien transmitió peripecias de su quehacer en el sector Educación; Rosario Herrera Harvey, del portafolio de Relaciones Exteriores, una dama colmada de carisma, entusiasmo, sentido del humor y elevada dosis de gracia; Samantha Irus Mires, de la embajada de Bélgica, se distinguió por sus precisos y convincentes aportes y anécdotas; Juan Sotomayor Palomino, de la cancillería, hizo gala de su prolífica memoria acerca de nombres, datos, fechas y acontecimientos.
También, descubrimos el talento artístico de Maricruz La Serna Ramírez y Nicolás Rojas Roca: quienes deleitaron con sus pregones y canciones, respectivamente. Pusieron una nota excepcional de alegría, cultura y amenidad. Soon Kim Kwon, esposa del embajador de Corea del Sur, ofreció un exquisito banquete que posibilitó acercarnos a ese noble, hermoso y hermano país y, además, nos invitó a la celebración por su efeméride nacional. Pocas veces una faena académica está combinada con la sapiencia, la gastronomía y la insuperable reciprocidad entre sus concurrentes. Extrañaré los intensos diálogos, sátiras y reflexiones compartidos con Kelly Pérez Quezada y Liliana Reyna Reátegui, dos agudas, inteligentes y simpáticas jóvenes.
Anotación final: Mi agradecimiento efusivo a la Fundación Academia Diplomática del Perú al haberme designado para dedicar unas palabras, en representación de mis condiscípulos, en la clausura enaltecida con la impecable participación de la maestra de ceremonia: nuestra encantadora compañera Francesca Rojo Matta. Vienen a mi mente unas populares frases anónimas coincidentes con la sutil misión del protocolo: “El principal objeto de la educación no es el de enseñarnos a ganar el pan, sino en capacitarnos para hacer agradable cada bocado”.
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