Muchas veces escuchamos variadas interpretaciones en relación al protocolo y a sus usanzas y costumbres. Para la inmensa mayoría de hombres y mujeres está relacionado con un conjunto inapelable de formalidades empleadas en actos oficiales. Es decir, se tiende a orientar su utilización en diligencias gubernamentales.
El experto español José Antonio Urbina, asevera: “Protocolo es aquella disciplina que con el realismo, técnica y arte determina las estructuras o formas bajo las cuales se realiza una actividad humana importante. Es todo, porque realmente es el arte y la técnica de la creación de las formas en las que se realiza la acción del estado”. Son patrones para desarrollar un evento específico y se diferencian de las normas jurídicas porque su errada aplicación evade contravenir un deber legal y sancionable.
En el ámbito diplomático se refiere a los procedimientos entre autoridades de los estados para garantizar y favorecer las relaciones, negociaciones, convenios e intercambios entre los países y las personas que los representan, dando una imagen de cortesía, seriedad y respeto. Comprende las conductas y criterios sociales a conocer y plasmar, en un contexto de interacción humana.
Mientras el protocolo empresarial está circunscrito a los quehaceres corporativos que se realizan como parte de su dinámica cotidiana. Tiene que ver con los procesos esenciales para la planificación, preparación y desenvolvimiento de actos promovidos por empresas privadas. Mientras el protocolo social es la fusión de reglas que deben observarse y tributarse en el medio oficial, social y laboral, etc.
De otra parte, el presidente de la república cuenta con la debida orientación y asesoría de la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores, que regula y supervisa el cumplimiento del Protocolo y Ceremonial del Estado y del Ceremonial Regional.
En tal sentido, cada vez que prestamos atención a las variopintas incorrecciones y deslices de nuestro jefe de estado -que por mandato constitucional personifica a la nación- no se producen por una carencia de información, sino a una probable voluntad para desacatar sugerencias tendientes a realzar su investidura. Sus omisiones evidencian ausencia de pericia, sumado a antojadizas determinaciones.
Un ejemplo actual lo percibimos los peruanos en los desfiles militares de Fiestas Patrias -presididos por el titular del Poder Ejecutivo- en los que Nadine Heredia de Humala acompaña a su cónyuge en el estrado principal reservado para altos funcionarios y cuerpo diplomático. Como la “primera dama” no ostenta un cargo gubernamental -y sólo tiene esa denominación simbólica- por tradición preside otra tribuna. Algo similar ha sucedido en las juramentaciones de todos los gabinetes ministeriales del presente régimen. En la foto oficial aparece la lideresa del Partido Nacionalista al lado de Ollanta Humala Tasso y de los titulares de las carteras, alterando la precedencia instituida de los ministros.
Nuestro primer mandatario, al igual que los demás representantes de los poderes públicos, desconoce con frecuencia lo instaurado por el protocolo. Sin embargo, sorprende tan habitual torpeza proviniendo de un político con formación castrense. De allí que, reitero mis aseveraciones contenidas en mi reciente artículo “Los selfies ministeriales de Fiestas Patrias” (2015): “…Este suceso (los autorretratos perpetrados en el Patio de Honor de Palacio de Gobierno por varios ministros mientras el jefe de estado hacía uso de la palabra) convendría ser observado por la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado de la cartera de Relaciones Exteriores a fin de ofrecer unas cuantas, precisas y necesarias orientaciones a los que, desde la más alta esfera del Poder Ejecutivo, perjudican la supremacía presidencial. No debiéramos acostumbrarnos, como sucede en un paraje de zarzuela como el nuestro, a los inoportunos desatinos protagonizados por nuestros dignatarios”.
Los anteriores gobernantes soslayaron convertirse en un ejemplo de acato al protocolo. Alejandro Toledo Manrique, durante su visita a España (2004) saludó a la reina Sofía con un efusivo beso en ambas mejillas en el Palacio Real de El Pardo. Acuñar el término “chorreo”, en una disertación en el Poder Legislativo, no fue oportuno viniendo de quien ejercía tan elevada magistratura del país.
Por su lado, Alan García Pérez dispuso duelo nacional, colocar la bandera a media asta y una foto gigante en la puerta de la Casa de Pizarro, honores del regimiento “Húsares de Junín”, imposición póstuma de la Orden El Sol del Perú y un homenaje a su amigo el compositor Arturo “zambo” Cavero. Evoquemos el desatino en Palacio de Gobierno al recibir al príncipe Felipe de Borbón y su consorte Letizia (2010). En plena entonación del himno español hicieron pasar a la princesa por detrás de la tribuna de los periodistas.
El protocolo cuida las formas que siempre tienen una importancia que debemos rehuir pasar inadvertida. No obstante, su ignorancia se trasluce en sinnúmero de celebraciones y acontecimientos. Recordemos lo acontecido en la toma de posesión del alcalde de Lima, Luis Castañeda Lossio (2015) cuando se entonó la “Marcha de Banderas” para recibirlo en el Teatro Municipal. Tengamos en cuenta que ésta sólo se destina para rendir honores al jefe de estado y dignatarios extranjeros. Seguramente algún burócrata de segundo nivel quiso halagar al burgomaestre, el que al parecer ni se dio cuenta de lo sucedido.
Este aspecto hace posible comentar otro que está vinculado. Me refiero al perfil profesional de los responsables de gestionar la práctica del protocolo en los organismos estatales en los que las recomendaciones, identidades partidarias y una mezcla de subjetividades prevalecen sobre las calificaciones y destrezas que debe poseer el encargado de este desempeño.
Con la intención de lograr una eficiente administración del protocolo, es conveniente diseñar un marco mínimo con las cualidades y atribuciones del subalterno a cargo de su manejo en el sector público; siempre tan sensible, cambiante y, además, sujeto a la constante intervención política. Las circunstancias son propicias para desplegar programas de capacitación destinados a inducir su congruente empleo.
Lo descrito muestra una realidad sobre la que corresponde trabajar para afianzar el protocolo en la esfera local, regional y nacional. Es conveniente reiterar la pertinencia de dominar su deferente aplicación y comprender su virtud como herramienta de comunicación, miramiento e integración.
sábado, 19 de septiembre de 2015
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