miércoles, 7 de enero de 2015

El mudo protocolo de Luis Castañeda Lossio

Hace unos días se efectuó la juramentación del recientemente electo alcalde capitalino y de su cuerpo edilicio. El escenario escogido fue el imponente y tradicional Teatro Municipal de Lima, cuya impecable remodelación realza este fastuoso monumento histórico y cultural de la ciudad.

Sin embargo, el ceremonial no guardó coherencia con la majestad de este lugar. Desde mi punto de vista, como primer acto de su gestión, Luis Castañeda Lossio debiera prescindir del personal encargado de la organización y puesta en marcha de tan deficiente y deslucido evento.

Mientras miraba la televisión anoté un listado de carencias para comentar con espíritu constructivo. Ante todo deseo indicar que el protocolo está lejos de ser un conjunto de disposiciones rígidas e inflexiones. Es una disciplina destinada a estipular las formas bajo las que se realiza una actividad humana importante. Son patrones para desarrollar un certamen específico y se diferencian de las normas jurídicas porque su mal uso no significa el incumplimiento de un deber formal y sancionable.

Una primera negligencia consistió en la entonación de la “Marcha de Banderas” para recibir al líder de Solidaridad Nacional. Por disposición oficial, vigente desde el primer mandato de Augusto B. Leguía, ésta sólo se emplea para rendir honores al jefe de estado peruano y dignatarios extranjeros y, además, para izar y arriar el pabellón nacional. Es una creación musical del maestro José Sabas Libornio Ibarra (1895) –quien se desempeñó como director de la banda de músicos del Ejército Peruano- en el gobierno de Nicolás de Piérola. La letra es autoría del hermano Ludovico María, director del colegio La Salle de Lima.

Asimismo, las medidas de seguridad fueron insuficientes. Antes de iniciarse el acto, un señor, que dijo ser paisano del burgomaestre, quiso recitar un poema y logró aproximarse hasta las escaleras del escenario. Con gesto afable el alcalde se acercó a saludarlo y, finalmente, el desconocido caballero se acercó al presidente de la república y al cardenal de Lima. ¿Qué hubiera pasado si esta persona era un agresor?

Pero, sigamos con los pormenores que ameritan esta nota. En las juramentaciones se exhibieron innumerables descuidos: la ubicación de la teniente alcaldesa, la visible descoordinación para la colocación de la medalla y la entrega del varayoc y, por cierto, cada uno lo hizo a su gusto. Algunos de rodillas, otros de pie, con el puño el alto, con el saco desabotonado y por el pueblo, por la ley pulpín, por los jóvenes, por la memoria de sus padres, etc. Incluso una emocionada y despistada militante del Partido Aprista Peruano imaginó que estaba en el mitin por el “Día de la Fraternidad” y extrajo su pañuelo blanco para saludar a la concurrencia.

Mención aparte merece la ausencia de respeto de los asistentes que actuaron como “barra brava” al pifiar a los concejales de Dialogo Vecinal en una evidente demostración de intolerancia democrática. El más abucheado fue Augusto Rey Hernández de Agüero quien se olvidó dar la mano al presidente de la república y al cardenal. Sin embargo, tuvo la actitud caballerosa de excusarse por las redes sociales: “Lamento no haber saludado a invitados en mesa principal de juramentación. Error inducido por pifias de solidarios. Mis disculpas”.

También, contenían omisiones los textos leídos al juramentar los no creyentes. Se retiró el crucifijo, pero se evadió cambiar el tenor que dice: “Si así lo hicieres, que Dios y la patria os premie”. Cuando se juramenta a un ciudadano agnóstico o integrante de otra religión debe redactarse un mensaje que rehúya mencionar a Dios y los santos evangelios.

La disertación de Luis Castañeda Lossio se caracterizó por su desorganización, incoherencia, euforia, carencia de estructura y, además, por los innumerables aplausos de sus partidarios en una manifiesta falta de sobriedad. Expuso un listado aislado de futuras obras e hizo referencia a los alcaldes distritales con los que ha ejecutado trabajos coordinados y hasta pidió a uno de ellos ponerse de pie. Parecía una alocución de cierre de campaña electoral. Soslayó aludir vocablos como: honestidad, honradez, honorabilidad, lealtad, transparencia, austeridad y decencia.

Por último, la “cereza en el pastel” provino del dirigente máximo del Partido Nacionalista. Se le percibió incómodo al lado de Juan Luis Cipriani con quien, por cierto, mantiene distante trato a pesar de su vecindad en la Plaza de Armas. Esquivó mirar al primado de la Iglesia Católica al momento de mencionarlo. Señal inconsciente de mortificación e inelegancia.

Nuevamente, habría que recordarle al primer mandatario que él personifica a la nación. En tal sentido, debe considerar las indicaciones establecidas en el protocolo del estado. La solemnidad que distingue y enaltece a un representante de su alta jerarquía siempre es obviada por un ocurrente y desatinado Ollanta Humala. Se dirigió al nuevo inquilino de la Municipalidad de Lima diciéndole: “Lucho”.

Invoco al residente de Palacio de Gobierno a documentarse acerca de las pautas que enmarcan su actuación y aceptar las orientaciones de la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores. Reitero, por lo tanto, lo expresado en mi nota intitulada “Protocolo y estilo de presidente Humala” (2012): “Del mismo modo, es palpable la ausencia de preparación de presidente Humala Tasso en sus presentaciones. Sería recomendable que se organice, redacte el esquema de sus discursos, reúna información a fin de enriquecer sus intervenciones y así sus mensajes tendrán un contenido fructífero. Su participación siempre es esperada con expectativa y, en consecuencia, debe trascender. Sugiero grabar sus ponencias, incrementar su cultura general, evaluar su desenvolvimiento y evitar el uso continuo de muletillas que obstruyen la fluidez de sus disertaciones”.

La periodista Milagros Leiva en su cuenta en twitter aseveró: “Castañeda ha roto los protocolos en su juramentación. Ojalá rompa su tradición pasada y no gobierne con lunas poralizadas. Sí a la prensa!!!”. Anhelamos que las venideras presentaciones de nuestra autoridad metropolitana se definan por su ponderación, originalidad y congruencia. Le otorgará indudable realce y prestancia.

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