Desde hace mucho tiempo tenía la expectativa de escribir sobre las llamadas “habilidades blandas” y su influencia en nuestro engrandecimiento personal. La dinámica de vida tan apremiante que afrontamos exige preocuparnos por este asunto para lograr una mejor integración en nuestro entorno laboral, familiar y amical.
Las habilidades blandas son aquellos atributos que permiten actuar de manera efectiva. Confluyen una combinación de destrezas destinadas a tener una buena inter-relación; es decir, saber escuchar, dialogar, comunicarse, liderar, estimular, delegar, analizar, juzgar, negociar y arribar a acuerdos. Engloban un conjunto de aptitudes transversales e incluyen el pensamiento crítico, la ética y la posibilidad de adaptación al cambio. No obstante, evitemos confundirlas con las “habilidades duras”. Estas últimas se refieren a los requerimientos formales y técnicos necesarios para operar con eficacia una prefijada actividad.
Es importante afirmar que, en función de las tareas profesionales que cada uno cumple, estará definida la trascendencia de poseer estas prácticas. Por ejemplo, quienes trabajan en trato al público o demanda de amplia interacción con entidades, departamentos, proveedores y afines. Aunque su existencia facilitará una mejor analogía interpersonal cualquiera sea el escenario, jerarquía o nivel de responsabilidad.
“La combinación efectiva de las habilidades duras y las habilidades blandas, estaremos en capacidad de resolver determinadas situaciones sociales críticas o en capacidad de resolver problemas y alcanzar el éxito en las gestiones gerenciales en los ámbitos laborales, en incluso sociales y familiares. Reconociendo la importancia de las habilidades blandas, podemos referirnos a las ‘habilidades para la vida’. No pueden dejar de estar integradas”, afirma Edgar Eslava Arnao, doctor en psicología organizacional.
Habitualmente, el profesional se encuentra abocado a su perfeccionamiento y actualización en asuntos de su especialidad y descuida las implicancias de las habilidades blandas en su cometido. Lo mismo sucede entre esposos, amigos o afines. Se asume como usual la confrontación destemplada o la ausencia de mecanismos de autocontrol emocional.
Desde mi punto de vista, hemos llegado a aceptar la intolerancia, la ausencia de empatía, la deficiencia para trabajar en equipo, el maltrato al prójimo, las limitaciones afectivas y la impericia para superar la frustración, sin considerar su grave perjuicio en la convivencia social. Tengamos en cuenta que la reacción “afiebrada”, tan común en nuestro medio,muestra sin ambigüedades un deterioro de la empatía, la comprensión y el nacimiento de comportamientos autoritarismos dañinos al entendimiento social.
Existen sinnúmero de hombres y mujeres competentes que “pierden los papeles” en una discusión, nunca asumen un desliz, exhiben actitudes autosuficientes frente a una crítica, emplean argumentos prejuiciosos para rechazar las políticas corporativas, revelan poca condescendencia acerca del mundo interior de los demás y exponen gestos defensivos. Todavía se piensa que carecer de habilidades blandas no repercutirá en la prosperidad individual. Qué error tan frecuente.
Dotar a un sujeto de estas habilidades, reitero, sin diferenciación de su estatus en el organigrama de la empresa, posibilitará que su ocupación contribuya a una mejor atmósfera laboral y una más eficiencia productividad. Además, de un óptimo trato con la audiencia interno y externo de la compañía.
Sin embargo, constato en ejecutivos -de entidades públicas y privadas- una renuencia a abordar estos pormenores. Recomiendo evadir omitir la influencia de su proceder en sus subordinados. Jefes con elevados índices de tolerancia, empatía y autoestima sabrán enfrentar los retos, problemas y vicisitudes con asertividad. Lograrán afianzar su liderazgo, su capacidad de persuasión y el involucramiento de sus colaboradores en los proyectos a su cargo.
Observo su carencia en estudiantes de educación superior que aspiran a insertarse en la aviación comercial, la hotelería o como asistentes de gerencia. Actividades que demandan una visible y permanente disposición de interacción, sociabilidad, afabilidad y manejo de las emociones. La realidad cotidiana me da elementos para aseverar que hay una profunda inconsistencia en las habilidades blandas de los venideros profesionales.
Debemos considerar cómo los procesos de selección laboral incluyen estos componentes que hace algunas décadas eran ajenos en el diseño del perfil exigido por las empresas. Por lo tanto, se producen enormes frustraciones en el postulante al constatar su incoherencia entre su grado de entrenamiento en habilidades duras y sus flaquezas en habilidades blandas.
Hace algunos días al reflexionar con mis alumnas sobre el elevadísimo clima de confrontación general en nuestra sociedad, comentaba acerca del conjunto de factores que inciden en hacer nuestras existencias más tensas, agotadoras y atiborradas de nuevos conflictos humanos. Está realidad debería incentivarnos para desarrollar las habilidades blandas y, de esta manera, exhibir las herramientas que inspiren una saludable coexistencia colectiva.
lunes, 9 de junio de 2014
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