domingo, 19 de diciembre de 2010

El saludo: Algunas pautas

Amigo lector, este es un tema que, por su aparente sencillez, no tendríamos amplios argumentos que motiven un artículo sobre lo, supuestamente, enseñado por nuestros padres desde pequeños. ¿Se ha puesto a pensar cuantas veces saluda al día? ¿Se ha percatarse de la forma como lo hace? ¿Le gusta saludar a sus semejantes? ¿Saluda educadamente? Son interrogantes que lo invito a formularse.

En esta nota comparto ciertas reflexiones que no debieran omitirse por cuanto su aplicación le facilitará hacer una evaluación de su desenvolvimiento en el ejercicio de esta rutinaria y habitual actividad, importante en nuestra existencia personal y profesional y, además, en la imagen que proyectamos en las múltiples circunstancias que enfrentamos.

El saludo no solo debe entenderse como una expresión de urbanidad. Sin darnos cuenta describe nuestra personalidad, autoestima, habilidad social, temperamento y, en síntesis, se convierte en su “tarjeta” (buena o mala) de presentación. En este aspecto me permito insistir, después de observar en personas -de diversas edades, procedencias y niveles- su carencia de disposición y agrado para saludar.

Es mucho más revelador de lo que, a simple vista, algunos imaginan. En su obra “Ese dedo menique en el trabajo”, la documentada Frieda Holler comenta: “El saludo es una manifestación social de cortesía, muestra de respeto y afecto. Nos lo enseñan desde pequeños, y a pesar de eso, para muchos, el momento del saludo resulta embarazoso porque no están seguros de hacerlo correctamente”.

Es substancial fijarse determinados modelos para saludar de forma placentera y causar favorable impresión. No olvide un primer detalle, dirija la mirada a la persona, no la evada, puede evidenciar timidez, débil autoestima, falta de transparencia, rechazo, etc. Otros puntos valiosos: Incluya palabras agradables y amables: “Buenos días, como está usted, es una placer verlo”, etc. y agregue algún breve comentario de cortesía y no se limite a decir: “Buenas”.

Asimismo, para causar una virtuosa impresión acompañe una sonrisa espontánea y que fluya –de manera natural- como reflejo de su estado anímico. Sonreír es un componente simpático, halagador y, finalmente, producirá un mejor trato con los demás. Sonría como demostración de alegría, entusiasmo, optimismo ante sí. Lo no olvide!

Un nuevo aspecto que quiero enfatizar es la óptima pronunciación. Visito oficinas, me encuentro con alumnos, acudo a tiendas, etc. y observo deficiente articulación de los términos, lo que refleja pobre dicción. Tenga la certeza que esta carencia será una deplorable carta de introducción si sucede en una entrevista de trabajo. Hable con seguridad y volumen de voz adecuado. Olvidaba algo básico, el que ingresa debe saludar, sin distinción de “jerarquías” o supuestos “estatus sociales”. Conozco entidades públicas y privadas (incluso educativas) en donde sus funcionarios y alumnado al entrar “esperan” que el personal de vigilancia o recepción los salude. ¡Qué pésimo comportamiento! Haga del saludo, afable y cordial, una cultura de vida en cada momento de su quehacer diario y sin discriminación. Muestre su respeto y consideración. No es difícil, solo deberá tener “sentido común”. Es decir, el menos tradicional de los “sentidos” en una sociedad llena de pobrezas morales, cívicas y culturales como la nuestra.

Considere la pertinencia de saludar dando, únicamente, la mano entre personas desconocidas. Recuerde que la dama determina como desea ser saludada en el ámbito social. Brinde su mano con confianza en sí mismo. Evite darla húmeda, sucia, cogiendo algo o con una debilidad que lo hará parecer tímido, poco sincero y con problemas de interacción, no la ofrezca con rudeza, desconfianza o distanciamiento. Salude comedidamente con la mano y lucirá sobrio. El apretón será corto y firme. Demasiado efímero puede demostrar escasez de interés y poca motivación, mientras un saludo más largo indica deferencia. El caballero no omita ponerse de pie al saludar en toda ocasión.

Otra forma de saludar es el abrazo. Es una manera efusiva y utilizada entre personas que se conocen bastante o en momentos especiales. Suele darse cuando llevan demasiado tiempo sin verse, para felicitar o expresar un sentimiento de mayor proximidad. Este estilo de trato es empleado, principalmente, por hombres.

El beso es otro saludo que origina fundadas controversias. Mi profesora Carolina Mujica decía: “El Perú es un besodromo” y no se equivoca. La cuestionable “costumbre” criolla de besarse entre damas y caballeros, ha hecho que se pierda la forma de saludar sonriendo, mirando, dando la mano, hablando bien y ofreciendo una reverencia a los mayores o damas. Es recomendable besar en situaciones sociales y con individuos conocidos, y no en la esfera empresarial.

Si lleva lentes de sol deberá quitárselos para que su interlocutor vea sus ojos. En caso de usar guantes hará lo mismo, es inadecuado estrechar la mano cubierta. Si está fumando -aunque cada vez existen menos espacios donde hacerlo- nunca lo haga con el cigarrillo encendido, deposítelo en un cenicero. No salude con las manos en los bolsillos, eso me recuerda a una reciente ex primera dama peruana que al llegar al aeropuerto de Santiago de Chile beso, con ambas manos en los bolsillos de su abrigo, a la esposa del jefe de estado del país anfitrión.

Por último, recuerde que al saludar muestra, de manera inconsciente, mucho más de usted de lo imaginado. Ejerza el saludo como afirmación de convivencia armónica, encuentro positivo y deseo de enlazarnos con el prójimo. Y tome en cuenta el oportuno vocablo del economista y político francés Anne Robert Jacques Turgot: “El principio de la educación es predicar con el ejemplo”.

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