jueves, 23 de mayo de 2013

La Solidaridad: Un valor enaltecedor


Este es uno de los valores más significativos e importantes en la existencia de un individuo y en una sociedad con la aspiración de constituirse en unida, cohesionada y capaz de aglutinar esfuerzos, demandas y expectativas comunes.

Permite identificarnos con los problemas y sufrimientos del prójimo. Refleja nuestra sensibilidad y se alimenta, desde la más tierna infancia, a través del entorno familiar y social. Es decir, se nutre de los ejemplos que forjan nuestras vidas. Un ambiente solidario -en las más variadas, reducidas y menudas ocasiones- contribuye a afianzar este valor en sus integrantes.

El niño procedente de un hogar capaz de convertir la solidaridad en un hábito –sin distinción, intereses o vínculos afectivos- tendrá un referente que, probablemente, marcará su convivencia social. Sugiero incorporar a los hijos en actividades que les faciliten percibir la trascendencia de este valor en la vida.

También, se requiere una aptitud empática no siempre existente en la comunidad. Recordemos que la empatía consiste en entender los pensamientos y emociones ajenas, de ponerse en su lugar y compartir sus impresiones. No es preciso pasar por iguales experiencias para interpretar mejor a los que nos rodean, sino solo captar los mensajes verbales y gestuales transmitidos por la otra persona.

Debemos contribuir todos a formar una sociedad de seres empáticos, hábiles en respetar y aceptar al prójimo. Esta empieza a ampliarse en la infancia cuando los padres resguardan las expectativas afectivas de los hijos y les enseñan a expresar las propias inquietudes y, además, a vislumbrar las ajenas. Plasmar la solidaridad implica contar con cierto grado de empatía.

Quiero anotar que la solidaridad incrementa la autoestima. Cuando brindamos colaboración al semejante, nos sentimos útiles y, de esta forma, fortalecemos nuestra autovaloración, experimentamos satisfacción e incrementamos nuestra sensibilidad. La autoestima revela el obrar del ser humano en los más variados ámbitos de su desenvolvimiento.

Con frecuencia comento a mis alumnos que la autoestima es una “columna” interna que ayuda a enfrentar –con éxito, fuerza e ilusión- el devenir de la vida. Si esta “columna” está mal edificada y contiene vacíos e inconsistencias, la respuesta del sujeto -ante determinados conflictos y acontecimientos- será de miedo, duda, incertidumbre y pobre autovaloración. Tendrá una sensación que lo hará sentir incapaz para afrontar su destino.

De otra parte, los peruanos rehuimos tener un instinto de hermandad con el semejante. Cada uno vive sus propias expectativas, realizaciones y necesidades. Asumimos una reacción egoísta y, en consecuencia, distante de la posibilidad de construir un vínculo de adhesión. Tenemos como política evitar involucrarnos en nada que no nos afecte directamente. Es muy habitual dar la espalda al compatriota.

Escucho con reiteración palabras –incluso de padres de familia- como: “Hazte el ciego, sordo y mudo”, “no te metas a ayudar a nadie”, “olvídate del resto”, “vive tu propia vida y listo”, “preocúpate por ti y no por los demás”, “no des la mano a la gente, es una mal agradecida”, etc. Estas frases ratifican una actitud que imposibilita forjar un sentimiento de acercamiento con los demás.

Evadimos apropiarnos del medio porque no asociamos lo que está a nuestro alrededor como propio. Obviamos incorporar a la comunidad en nuestro proyecto de vida –como resultado de un débil sentido de pertenencia- y, además, procedemos a observar displicentes y criticar con agudeza los dramas ajenos. La indiferencia es parte de nuestra forma de ser. Estamos resignados e inmersos en un contexto colmado de atraso, incultura, apatía y antivalores. A nadie le importa nada más que el “metro cuadrado” sobre el que está parado.

Si tuviéramos la más mínima voluntad podríamos comenzar siendo solidarios con los familiares, amigos, colegas, vecinos y, de esta manera, lograríamos superar nuestra mezquina individualidad. La solidaridad no se impone, ni improvisa. Se convierte en una virtud al practicarse en todo tiempo, circunstancia y lugar. Empecemos con gestos elementales de emoción social.

Algunos simbólicos actos pueden ser un primer paso: Visitar a un familiar enfermo, ayudar a quien atraviesa dificultades, dar asistencia al compañero de trabajo, brindar auxilio a una anciana al cruzar la calle, consolar a un amigo lleno de padecimientos, identificarnos con causas colectivas, ofrecernos para una labor voluntaria, entre otras tantas ideas. Sugiero dejar de mirarnos solo a nosotros mismos, para comenzar a ver el mundo en el que estamos envueltos.

Amigo lector, deseo compartir con usted esta interesante reflexión anónima: “Solidario es aquel que, teniendo cuatro ases en la mano, pide que se baraje de nuevo”. Aprendamos a ser copartícipes en las grandes adversidades y también en las más pequeñas. Estaremos ofreciendo un noble y ejemplar aporte al “bien común”.

domingo, 31 de marzo de 2013

Luis Castañeda y sus mudos modales

La reciente campaña por la revocatoria de la alcaldesa de Lima, Susana Villarán de la Puente, ha permitido conocer –con mayor profundidad- la singular conducta del “mudo” ex burgomaestre Luis Castañeda Lossio. Sus declaraciones y estilos muestran su ausencia de modales y de primarias formas democráticas.

Amigo lector, deseo hacer un recuento de algunos “anécdotas” de líder de Solidaridad Nacional quizá olvidados por una colectividad desmemoriada y carente de rigurosidad en su evaluación del desempeño de los personajes que asumen liderazgos y responsabilidades públicas. Empecemos.

Recordemos cuando el ex alcalde –en la contienda presidencial del 2011- llamó “loca” al vocero de Perú Posible, Carlos Bruce Montes de Oca cuando éste comentaba su bajo índice en las encuestas. Semejante agravio personal, inadmisible en quien pretendía ser primer mandatario, exhibe su escasa capacidad para aceptar las críticas de sus adversarios y una reacción homofóbica.

Durante el debate -en ese mismo certamen electoral- con los principales candidatos a la jefatura de estado, presentó a la vicealcadesa de Quito, María Sol Corral, a la que infelizmente denominó “mi amuleto”. Finalmente, Castañeda quedó como mentiroso al ser desmentido en relación al tiempo que se trataban. En declaraciones a programa televisivo Prensa Libre, la autoridad municipal quiteña aseveró: “Solo lo conocía por foto. Yo lo conocí el fin se semana. Fui a Lima para atender una agenda y pedí que me lo presentaran, conversamos un rato y luego me pidió que lo acompañara al debate presidencial. Solamente lo acompañé”.

Desde el comienzo del mandato de Susana Villarán, Luis Castañeda presentó un proceder poco cortés. A mi parecer, resultó desatinado anunciar que estaba dispuesto a firmar un planillón para cesar a su sucesora en el cargo que, por coincidencia, investiga su cuestiona gestión como es normal al producirse un cambio de administración en el estado.

En ese sentido, el ex alcalde Jorge del Castillo Gálvez mostró moderación y tacto político. Haber sido el máximo representante de la comuna limeña lo debió inspirar, como afirmara Del Castillo, a asumir un rol por encima de eventuales confrontaciones dañinas a la imagen de una ex autoridad. La corrección del dirigente aprista y el uso de un lenguaje educado y sereno, demuestra pertinencia. Aunque esa consideración no ha sido secundada por otros voceros del partido de la estrella que, sin respetar su condición de dama de la señora Villarán, hicieron del epíteto y el adjetivo su única argumentación.

También, quiero anotar lo revelado en los recientes audios con las conversaciones y coordinaciones de Luis Castañeda –durante el proceso de revocatoria- que muestran a un calculador político con habilidad para manipular, hablar mal de sus aliados y comportarse con las criollas y subterráneas formas inherentes en los conspiradores que no dan la cara de forma honesta y frontal.

Hace poco, Guido Lombardi, en una entrevista en Radioprogramas del Perú el día domingo 17 de marzo, se vio precisado a suspender la plática con el coautor de la frustrada revocatoria. El periodista lo cortó abruptamente al darse cuenta que estaba violando la ley electoral al decir su intención de voto a favor del Sí y, además, agraviar a la alcaldesa. El periodista dijo al aire: “Vamos a interrumpir su declaración señor Castañeda, porque está infringiendo la ley electoral. Hablaremos cuando esté tranquilito”. De esta manera, terminaba el accidentado encuentro con quien no sabe guardan ponderación y mesura.

Por otra parte, la cultura general tampoco es una fortaleza en el pragmático –y para muchos exitoso- ex alcalde metropolitano cuyo nivel de conocimiento básico de literatura es limitado. Así quedó demostrado al ser interrogado por los medios de comunicación al conocerse que Mario Vargas Llosa ganó el Premio Nobel de Literatura (2010). La reportera preguntó: “Usted mencionaba que sus metas como alcalde eran tener una ciudad más humana, más amable y que tengan como eje al ciudadano. Si usted, aparte de las obras que ha mencionado, que otras podría mencionar como ejemplo de estas metas que usted se trazó”. El ilustrado mudo respondió: “Cómo, perdón me distraje. No he entendido su pregunta”.

La carencia de compostura muestra el deterioro y las precariedades de una clase política que debiera ser conducida por gentes –además de proba y honesta- con potencial de convivencia social y autocontrol emocional. Los políticos hacen docencia con su actuación expuesta a la reflexión general. Ello me trae a la memoria la amena entrevista a Mario Vargas Llosa publicada en el libro “Rajes del oficio”, del periodista Pedro Salinas, en la que este señala: “…La política, en primer lugar, no atrae a la mejor gente. La política atrae a gente con apetito de poder, gente inescrupulosa, de una gran mediocridad. Los mejores talentos, los más idealistas, los más puros, los más preparados, muy rara vez se dejan tentar por la política. Y cuando así ocurre, generalmente la política los arrolla, o los corrompe o los expulsa”. Cualquier parecido con el sórdido obrar del fundador de Solidaridad Nacional es casualidad.

Tengo la esperanza que los políticos peruanos algún día comprendan su influencia en la conciencia de quienes los elegiremos para personificar nuestras expectativas y demandas. Por la salud democrática de la sociedad su desempeño debe expresar valores como el respeto, la tolerancia y el entendimiento. Una sabia aseveración: “La ignorancia ingresa, donde la prudencia se detiene”. Esa es una reflexión que el ex alcalde debe considerar.

jueves, 28 de febrero de 2013

Atención al cliente: ¿Un buen negocio?

El fascinante mundo de la atención al público –cuyas implicancias corresponde mirar con rigurosidad- incluye amplios y complejos temas tendientes a conocer efectivas estrategias inherentes a estas funciones. Seguidamente, comparto ciertas ideas al respecto.

Deseo enfatizar la importancia de varios conceptos que influirán en la reflexión del cliente para concretar su opción de compra tales como hospitalidad, calidad, cortesía, atención rápida y personalizada, confiabilidad, simpatía y un personal informado. Estos elementos aseguran un óptimo nivel de trato al público.

También, es necesario puntualizar la trascendencia del “servicio”, entendido como el conjunto de prestaciones esperadas por el comprador. Están basadas en lo que ellos idealizan. Va más allá de la amabilidad y gentileza, es un valor agregado para el consumidor.

Dentro de este contexto, hay que considerar los factores perjudiciales a la calidad del servicio ofrecido y que, por diversas motivaciones, debemos examinar por su ascendencia en el posible consumidor. Me refiero a la inseguridad en lo ofrecido; falta de credibilidad en lo dicho; errores en las comunicaciones internas y externas; incomprensión y ausencia de tolerancia ante los clientes; proactividad y empatía; carencia de profesionalismo y empirismo; desinformación en las respuestas otorgadas; condiciones inadecuadas en la infraestructura e incumplimiento constante.

El rol del comprador es concluyente. Un consumidor es cualquier persona deseosa de ser atendida ante múltiples requerimientos y motivaciones. Son aquellos individuos con el anhelo de adquirir bienes y servicios significativos para su deleite.

En tal sentido, el usuario es el sujeto más valioso del negocio; no depende de nosotros, nosotros dependemos de él; nos está comprando y no haciéndonos un favor; es el propósito de nuestro trabajo, no una interrupción; es un ser humano con sentimientos y no una fría estadística; es la parte más apreciable y no alguien ajeno; nos trae sus necesidades y es nuestra misión contentarlo; es merecedor de un trato cordial y atento; debemos complacer y, finalmente, acuérdese: Es la fuente de vida de la organización.

Un comentario explícito demanda la siguiente afirmación: “Un empleado insatisfecho genera clientes insatisfechos”. La disconformidad del trabajador –de una u otra forma- será transmitida al comprador. Este asunto no es visto en su real alcance. El empleado
maltratado por su empleador, con baja remuneración, inmerso en un clima laboral adverso y, además, sometido a presiones y contrariedades, trasladará su negativo estado anímico a la clientela. Por esta razón, recomiendo ofrecer incentivos, capacitación y una saludable atmósfera interna, a fin de garantizar su correcto desempeño.

Tener un recurso humano deficiente representará altos costos en el largo plazo. Este personal ha de estar entrenado y en constante supervisión, con la finalidad de acreditar el buen desarrollo de su faena diaria. Asimismo, no conviene pasar inadvertido su perfil psicológico, emocional y profesional. Existen casas comerciales que envían “compradores fantasmas” con la misión de realizar una rigurosa evaluación. Se recomienda contar con un programa de estímulos. Es imperioso que el equipo se sienta identificado con la compañía y posea comodidades logísticas.

En conocidas tiendas comerciales -por carencias de procedimientos, sistemas de selección, etc.- quienes están en estos puestos no siempre cumplen los mínimos perfiles y estándares de servicio. Probablemente, su único “requisito” sea su óptima presentación, no sus potencialidades, experiencia y entrenamiento. La obsesión por bajar gastos operativos hace peligrar el acercamiento y la fidelidad del comprador.

De otra parte, tengamos presente los numerosos beneficios de una agradable atención. Mayor lealtad de los consumidores; elevadas ventas y rentabilidad; negocios más frecuentes; un alto grado de transacciones individuales; incremento de compradores captados a través de la comunicación boca a boca; menores gastos en actividades de marketing; reducción de quejas y reclamaciones; sobresaliente imagen y reputación de la empresa; mejores relaciones entre el personal; descenso de ausentismo y mínima rotación de los trabajadores; excelente participación en el mercado.

Es útil establecer mecanismos eficientes y sostenibles para medir la prestación ofrecida. Conviene implementar uno en función del tipo de producto y de forma rápida, ágil y en donde el consumidor sienta que su aporte es bienvenido. Debe existir buzón de sugerencias, encuestas telefónicas, análisis del número de quejas, evaluaciones periódicas, etc. Estas acciones harán grata la relación con el usuario y facilitarán medir su agrado.

Por último: Recuerde sonreír, es una señal muy favorable. Sea cálido y muestre auténticos deseos de entablar afable relación con el público. El cliente no es una cifra, es un ser cuyas emociones, creencias y prototipos, inciden en sus determinaciones. No lo olvide!

domingo, 20 de enero de 2013

¿Qué sabemos del temperamento?

Conocer el temperamento y su influencia en la conducta de cada uno de nosotros, es un tema interesante de tratar a fin de comprender nuestro comportamiento. No siempre se está al tanto, en su real dimensión, de su ascendencia en la evolución del desenvolvimiento personal. Este es un asunto mucho más significativo de lo imaginado.

Todavía se cree en la existencia de temperamentos positivos y negativos y, además, se establecen clasificaciones erróneas. Los expertos lo describen como el “termómetro” emotivo del individuo que determina su forma espontánea de reaccionar ante un estímulo exterior. Es la “respuesta aprendida” desde la infancia y parte de la denominada “herencia genética” de la personalidad.

Es conveniente ser capaces de identificar nuestros temperamentos con la finalidad de percatarnos de virtudes y defectos y, por consiguiente, alertar los aspectos centrales que debemos aprender a regular, controlar y perfeccionar. Tengamos en cuenta que ciertas formas del proceder humano pueden generar conflictos en la convivencia social y laboral.

El célebre galeno de la Antigua Grecia, Hipócrates -considerado una de las figuras destacadas en la ciencia médica y padre de la medicina- clasifica los temperamentos en cuatro tipos: Flemático, Bilioso, Melancólico y Sanguíneo. Hipócrates precisaba: “La salud del hombre es un estado dado por la naturaleza, la cual no emplea elementos extraños sino una cierta armonía entre el espíritu, la fuerza vital y la elaboración de los humores”.

Según afirma la grafóloga española Sandra Cerro Jiménez, en su documentado informe “Los temperamentos de Hipócrates”, éste (Hipócrates) amplió su teoría asegurando que la salud del hombre dependía del equilibrio entre los cuatro líquidos o humores que lo conformaban: sangre, bilis amarilla, bilis negra y flema. Sostenía que cada semejante tenía una disposición diferente de estos humores en su cuerpo, siendo dominante uno de ellos.

A continuación quiero comentar las características saltantes de cada temperamento. Flemático, es pasivo, reacciona con lentitud, todo lo premedita y es esquemático. Tiende a postergar la acción y dejarse llevar por la apatía. Su cualidad es la lucidez. Emplea su tranquilidad para evitar desenvolverse impulsivamente, analiza el problema y procede según la exigencia del momento. Por su equilibrio, es el más agradable de los temperamentos y trata de no involucrarse demasiado en las actividades de los demás. Puede asumir modales distantes.

Bilioso, suele responder violentamente. Es impulsivo, impaciente, piensa después de haber actuado y se irrita con facilidad. Su virtud es la rapidez y la disposición para enfrentar las circunstancias directamente. Responde con iniciativa en situaciones emergentes. Se distingue por su sobriedad, no se emociona ni entusiasma con facilidad sin dar tiempo a la reflexión; cuando toma su decisión, es difícil que la varíe.

Melancólico, es callado, se retrae y aísla. Es susceptible, poco comunicativo, tímido y evita las confrontaciones. Su atributo es la precisión. Su tristeza suele llevarlo a la reflexión y ha no tomar acuerdos apresurados. Desarrolla el diálogo interior, es abnegado, perfeccionista, analítico y sensible. Su carácter le ayuda a terminar lo que comienza. Es difícil convencerlo de iniciar algún proyecto, debido a que imagina los pros y contras en cualquier acontecimiento.

Sanguíneo, alegre, bromista, cordial, amable, locuaz y manipulador. Ante la dificultad buscará eludir la realidad y delegará a otro asumir el problema. Tiene como virtud el buen talante. Es optimista y posee facilidad para platicar. Su habilidad social, unida a su natural sensibilidad, lo hacen empático y buen oyente, aunque podría conducir a actitudes dictatoriales por su interés avasallador.

De otro lado, es preciso anotar que los más exitosos proyectos -a nivel profesional, sentimental, académico, etc.- son el resultado de la participación de temperamentos diferentes. El defecto de uno, puede ser la fortaleza del otro. Su confluencia enriquece opciones que arriben a mejores logros. Conviene reunir los aportes positivos de cada uno en el diseño de cualquier propuesta y aprender a coexistir con quienes poseen un temperamento que no es de nuestro agrado.

No asuma la expresión “mi temperamento es así, así soy yo”. Es un comentario poco ingenioso y, por desgracia, frecuente. Se sugiere trabajar la inteligencia emocional y ser consciente de las consecuencias censurables que genera, en la convivencia diaria, reacciones inadecuadas, confrontacionales y que enturbian nuestro hábitat más íntimo.

Es importante reconocer nuestro temperamento y superar los inconvenientes que obstaculicen el progreso individual. Vivimos en una colectividad llena de tensiones, adversidades y mutuos malestares que dañan la estructura interna y, por lo tanto, estamos obligados a forjar un puente de tolerancia y armonía destinado a enaltecer la relación interpersonal. De allí la necesidad de afianzar los componentes sensitivos. Como decía el dramaturgo, productor de cine y Premio Nobel de Literatura (1922), el español Jacinto Benavente: “La vida es como un viaje por mar: hay días en calma y días de borrasca. Lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco”.

domingo, 6 de enero de 2013

Reflexiones acerca del clima laboral

El denominado “clima laboral” es uno de los asuntos que, con primordial énfasis, se aconseja analizar al momento de ver los indicadores de producción, integración, socialización y otros componentes de enorme significado en el quehacer de una corporación. Omitir su trascendencia es un error que refleja una visión limitada de sus alcances en la prosperidad empresarial.

Un elemento que no debe pasar inadvertido, al estudiar la rentabilidad del negocio, es la generación de un óptimo ambiente en donde sus trabajadores se sientan cómodos, respetados y se desenvuelvan altamente motivados. La aplicación de las buenas prácticas de recursos humanos crea favorables condiciones para un mejor rendimiento.

De allí la necesidad de destinar a los colaboradores las mayores atenciones. Se sugiere diseñar un plan para el personal que haga sentir conforme a cada integrante de la compañía. En tal sentido, se forjará un vínculo de lealtad tendiente a reducir la frecuencia de rotación y se incrementarán los estándares de satisfacción en los clientes.

En nuestro medio existen numerosas empresas con un deficiente clima interno y que, además, no se ha detenido a observar su relación con la baja productividad e incluso con la ausencia de fidelidad. La actitud de un empleado –sin distinción de jerarquías y funciones- refleja la “temperatura” del bienestar o malestar organizacional. Las relaciones frías, cortantes y autoritarias –entre otros factores- influyen en la conducta de sus integrantes.

La atmósfera interna está constituida por un conjunto de características que facilitan o impiden el desenvolvimiento y la competitividad. Este se percibe en gestos tan comunes como el vínculo de los jefes con sus subordinados; las celebraciones internas; los estímulos, reconocimientos y premiaciones; las políticas de comunicación corporativa; la forma de recoger y canalizar inquietudes; los procedimientos en momentos de crisis y reducción de personal; etc.

El trato ofrecido influye para afianzar la entrega, identificación y formación personal. Conozco firmas comerciales –incluso de reconocido prestigio- con la equivocada creencia que cumplir con el pago puntual de los honorarios, respetar el ordenamiento legal vigente y dar gratificaciones, es suficiente: Inexacto.

La actuación de quienes conducen la organización es central para forjar positivas condiciones de trabajo. Ellos son los referentes que, por su espacio de influencia, tienen un alto nivel de ascendencia. Sin embargo, todavía se piensa que esta tarea es inherente al área de recursos humanos, olvidando que todos brindan su cooperación para hacer fluida la convivencia y armonía colectiva. Cada uno puede contribuir a fin de concebir más agradable la interacción social.

Muchos individuos pasan ocho, diez o doce horas al día laborando y, por lo tanto, la empresa se convierte en una esfera esencial para ellos. El ser humano requiere saber que existe la oportunidad de trascender. Por esta razón, es conveniente maximizar sus aportes y, en consecuencia, la compensación que espera recibir no solo es económica. Se sugiere fomentar un escenario en donde cada uno “quiera lo que hace”.

Existen entidades en las que el sueldo constituye una asignación que hace sentir conforme y seguro. Es conveniente que la remuneración se determine en concordancia con la jerarquía, responsabilidad, calificación, etc. y evitar establecerla de modo antojadizo y subjetivo.

Debo anotar también las implicancias de las retribuciones emocionales y espirituales. Éstas tienen una connotación que, desde mi parecer, no debiera subestimarse. El empleado necesita percibirse considerado, imaginar que ocupa un lugar en la vida y percibir que su función importa. Las personas demandan tener orgullo, saber que contribuyen en la existencia del negocio. Incentivar un sentimiento genuino de pertenencia facilitará la mutua integración.

Las compañías modernas tienen en su recurso humano una de las ventajas más firmes a fin de enfrentar al mercado y a la competencia. No solo ofrecen un salario justo, sino que, además, brindan incentivos, estímulos y promueven mecanismos para consolidar la identificación con su centro de labores. Esto involucra poner en marcha programas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en donde el colaborador y su entorno familiar son una de las prioridades.

El ser humano reclama que el negocio le ofrezca la oportunidad de crecer. Involucrarlo en las proyecciones futuras, brindar capacitación, transparentar la información, crear canales democráticos de discusión, fomentar la confraternidad, afianzar los valores institucionales y demostrar -en el día a día- que el público interno hace posible la prosperidad de la compañía, son iniciativas destinadas a posibilitar la consolidación de un esperanzador y saludable ámbito organizacional.

domingo, 9 de diciembre de 2012

El “lapsus” del villano Villena

Hace varios días hizo noticia el ministro de Trabajo, José Villena, no precisamente por anunciar un nuevo e importante logro en su portafolio, sino por su protagonismo en un episodio incalificable y deshonroso para un funcionario estatal que, en su condición de tal, está expuesto al escrutinio ciudadano.

Como se recuerda, Villena llegó al aeropuerto de Arequipa -el 27 de noviembre- para tomar un vuelo a Lima, pero pretendió abordar el avión de LAN que estaba a punto de despegar. A raíz de ello el personal de la empresa y la policía intentaron detenerlo. Los informes de la seguridad del terminal aéreo señalan que los insultó y amenazó con despedirlos. Según el parte médico, el titular de Trabajo habría empujado a la empleada de la aerolínea ocasionándole moretones en el antebrazo derecho.

Este es el segundo personaje del régimen con actitudes violentistas. El primero, como recordamos, es el congresista Daniel Abugattás. Durante su gestión en la presidencia del Congreso de la República estuvimos acostumbrados a sus frecuentes declaraciones altisonantes, desmedidas, agresivas y confrontacionales, propias de su escasa inteligencia emocional. Pero, nunca estuvo denunciado por agresión física a una mujer.

Los líderes políticos deben recordar que, para su buena o mala suerte, constituyen referentes para la sociedad y deben esmerarse en exhibir una actuación impecable con la finalidad de moldear el obrar de la colectividad. Quienes ejercen influencia social tienen que meditar las implicancias de sus acciones. De allí que, a comunicadores, empresarios, servidores públicos, etc. les corresponde proyectar un perfil concordante con su nivel de ascendencia.

Sin embargo, cada vez son más frecuente este tipo de inconductas que, probablemente, expresan su absurda creencia –propia de repúblicas del cuarto mundo- que ellos son “ciudadanos de primera clase” y, por lo tanto, están exceptuados de acatar las normas y los procedimientos de los “electores de a pie”. Unas son las disposiciones ha cumplir por nosotros y otros los cuantiosos privilegios de los burócratas frívolos, pusilánimes e insensibles que exigen pleitesías virreinales.

Esto me recuerda los padecimientos afrontados en mi gestión en la presidencia del Patronato del Parque de Las Leyendas – Felipe Benavides Barreda (2006 – 2007), al ser visitado por autoridades gubernamentales, congresistas oficialistas y asesores que pretendían –sin reparos ni vergüenza alguna- un trato y prerrogativas inadmisibles, como ingresar en sus autos en un sitio atestado de miles de concurrentes. Hacían llamadas telefónicas, se molestaban e incluso amenazaban con retirarse de la actividad a la que habían sido convocados. El colmo!

Usanzas como las que motivan esta nota contribuyen a alejarlos del sentimiento ciudadano. Estos trances acentúan la falta de credibilidad, prestigio y representatividad de nuestra clase dirigente. Sus continuos lapsus, sumados a su falta de productividad, cuestionable moral, carencia de destrezas neuronales y una secuencia interminable de escándalos, solo sirven para distanciarlos del pueblo y, además, crean un espacio para los grupos radicales que se nutren de sus deficiencias. Lástima que todos nos demos cuenta, pero –al parecer- los líderes políticos no lo perciben debido a su ceguera para analizar las demandas populares.

A la luz de mi experiencia vivencial creo que las circunstancias discrepantes y de confrontación facilitan conocer –por encima de apariencias- la capacidad de autocontrol, paciencia y formación personal. De allí que la reacción del ministro “villano” permite saber hasta donde llega –en instantes de tensión- su termómetro de convivencia. Al parecer es precario para alguien que, por sus tareas de gobierno, debe tener un mejor grado de tolerancia.

La buena educación en los hombres y mujeres que están en la “vitrina” de la opinión del público se sugiere que sea la adecuada por la trascendencia de su desenvolvimiento. El ejercicio de la etiqueta social, tal como lo hemos indicado en anteriores artículos, está acompañado de la empatía, la autoestima y de mecanismos internos de autocontrol que deben fluir con naturalidad en todo tiempo, circunstancia y lugar. En el caso que estamos comentando, esto no sucedió.

Más allá de las valiosas consideraciones de la etiqueta social, quiero anotar que la prepotencia, la discriminación y el irrespeto a la dignidad humana contribuyen a acentuar las diferencias en un país contaminado por el racismo y la marginación. Me pregunto: ¿José Villena hubiera reaccionado así ante mortales de su igual o mayor “estándar” social? ¿Hasta cuando debemos soportar hechos errados y déspotas de los jerarcas del estado?

Estas líneas las escribo indignado por el maltrato padecido a una dama y, por lo tanto, comparto estas reflexiones con usted, amigo lector, acerca de la grandeza de poseer un comportamiento coherente y consecuente con la “inclusión social” que, por lo visto, fue echada al tacho por un “villano” huérfano de la mínima condición para defender los derechos laborales de los trabajadores. Le recuerdo al inquilino de la avenida Salaverry las sabías palabras del director y actor de cine Edward James Olmos: “La educación es la vacuna contra la violencia”.

sábado, 13 de octubre de 2012

Diez mandamientos de la caballerosidad

Diversos lectores, amigos y alumnos me han insinuado ampliar los aspectos tratados, en términos generales, en mi artículo “¿Se ha extinguido la caballerosidad?”. Me parece una buena idea a fin de compartir recomendaciones tendientes a afianzar la “caballerosidad” como un estilo de vida.

Desenvolverse con amabilidad y corrección es la suma de virtuosos pormenores que hacen la diferencia con el resto de individuos. No es algo excéntrico, anticuado o pasado de moda, como todavía se piensa. Ésta aflora con autenticidad a partir de comprender la trascendencia de su práctica con las damas y las personas requeridas de mayor deferencia.

La “caballerosidad” comunica –de manera enfática- la solidez de la personalidad, la firmeza de la autoestima, el rango de educación y es una forma acogedora de relacionarse. Se distingue por su atención y refinamiento hacia los otros y, por lo tanto, es una demostración del deseo de convivir en armonía, tolerancia y paz con el entorno. A continuación detallo diez “mandamientos” que, desde mi punto de vista, caracterizan a un caballero.

Primero, la puntualidad. Es una regla de oro y una primera favorable carta de presentación. Ser puntual, en toda actividad personal y profesional, es un signo de finura, respeto y organización. Más aún, si consideramos que esta virtud ha desaparecido en desmedro del miramiento a los demás. Jamás haga esperar a nadie, sea solícito.

Segundo, la discreción. Que difícil es lograr que los varones atesoren informaciones, vivencias y comentarios sobre personas e instituciones. Son lamentables las habladurías acerca de ex novias, centros de trabajo o asuntos familiares. Guardar silencio es inherente en un sujeto reservado y una hazaña en una colectividad inoportuna e impertinente. Un individuo discreto inspira confianza.

Tercero, el autocontrol. La presión diaria y los conflictos, cada vez más frecuentes, hacen indispensable comprometernos a analizar nuestras reacciones ante diferencias, desencuentros y confrontaciones laborales o amicales. Un proceder inadecuado puede perjudicar bastante su exitosa imagen. Es imperativo ocuparnos de los mecanismos internos a fin de controlar las emociones (positivas o negativas). El autocontrol es sinónimo de madurez, ponderación y equilibrio.

Cuarto, la cortesía. Gestos comunes como dejar pasar a las señoras primero, ceder el asiento en el autobús, ponerse de pie para saludarlas, alcanzar algo que se cayó al suelo, jalarle la silla, ayudarlas a cruzar la calle, etc. son cumplidos que lo harán sobresalir. Siempre retorne –por más “importante” que usted sea- llamadas telefónicas, mensajes de texto, correos electrónicos y evite recurrir a conocidas excusas para evadir cumplir con esta primaria prueba de finesa. No tenga temor de actuar con pleno señorío.

Quinto, los pequeños detalles. Es una expresión sobresaliente mantener presente fechas, conmemoraciones, cumpleaños o aniversario de bodas. Si ésta acción puede acompañarla de un regalo, mucho mejor. Envíe esquelas, flores o chocolates en distintas ocasiones. Cuando realice una visita acuda con un obsequio para la dueña de casa.

Sexto, la conversación. La calidad de la plática refleja sus alcances culturales y su dimensión intelectual. Maneje el arte del diálogo, sepa escuchar (tanto como charlar), rehúya actitudes acaloradas y disputas inoportunas. Sostenga tertulias profundas, afables, llevaderas y desarrolle su capacidad empática. Por cierto, excluya frases inadecuadas, groseras u ofensivas; use vocablos convenientes y necesarios. Acuérdese: Todos somos dueños de nuestros pensamientos y esclavos de nuestras palabras.

Sétimo, la buena imagen. Cuide su vestimenta y arreglo personal. Es imprescindible un perfume de calidad, exhiba los zapatos limpios, las uñas impecables, la camisa y corbata en perfecta presentación. Lleve sus tarjetas en un tarjetero, una billetera en buen estado y un portafolio adecuado para su actividad profesional. Su apariencia describe su estado anímico y su autovaloración.

Octavo, la etiqueta en la mesa. “Coma como si no tuviera hambre y beba como sino tuviera sed”. Esta frase sintetiza la delicadeza de su desenvolvimiento. Su comportamiento, al ingerir sus alimentos, es una radiografía de su formación. Puede usted espantar a más de un mortal con sus inadecuados modales. Recuerde tratar solo temas atractivos y positivos. Evite contestar el celular mientras comparte estos momentos con otros sujetos y no lo exhiba como si fuera un cubierto.

Noveno, las palabras “Gracias” y “Por favor”. Agradecer es una actividad de elevada performance. En nuestros días es poco usual ubicar varones que respondan y retribuyan obsequios, invitaciones, detalles, etc. Este espontáneo y sincero hábito lo diferenciará en tan fecundo océano de agrestes usanzas. Decir “Gracias” y “Por favor” son términos seductores y, además, hacen placentera la alternancia con el prójimo.

Décimo, los principios y valores. Este es un punto central en el análisis de la conducta de los peruanos. Ninguna actuación inmoral puede ser elegante o atinada. Por esta razón, los principios determinan nuestros actos. Poseer una sólida estructura moral y un conjunto admirables de valores (solidaridad, honradez, lealtad, fidelidad, etc.) son elementos enaltecedores en un hombre. Sugiero interiorizarlos con firmeza, consecuencia, coherencia y dignidad y, especialmente, hacer de ellos una sólida columna que sostengan su paso por este mundo. No claudique!

Esforcémonos por alentar y forjar una sociedad de seres probos y respetables. La “caballerosidad” no se impone, ni improvisa; recomiendo ejercerla con naturalidad como conclusión de un proceso educativo. Se aconseja aplicarla sin discriminaciones, intereses o conveniencias. Por último, medite esta afirmación: “Detrás de la caballerosidad de un hombre, hay una reina que lo educa y una princesa que lo ama”.