Existen hombres y mujeres retraídos, renuentes para relacionarse y con desmedidos temores cuando deben asistir a encuentros amicales, familiares o empresariales ajenos a su zona de confort. Es decir, les resulta difícil vincularse debido, entre otras consideraciones, a su escasa destreza social y carente autoestima. ¿Qué hacer en estas situaciones?
Ante todo, reitero el extraordinario alcance de las afamadas habilidades sociales y blandas. Éstas favorecen y afianzan la interacción positiva, posibilitan el acercamiento y refuerzan la conexión humana. Su consolidación garantiza la autovaloración, la comprensión, la tolerancia, la empatía, la persuasión, la comunicación y hace realidad propósitos vitales: escuchar, conversar, preguntar, agradecer, congratular, presentarse y emprender una tertulia o cumplido.
En tal sentido, presento sugerencias tendientes a superar estos acontecimientos que, al aceptarse como habituales, representan un ineludible obstáculo en el desenvolvimiento y en la creación de conexiones individuales y profesionales. De allí la enorme envergadura de asimilar unos pasos para vencer tan apremiante condición y, por lo tanto, proceder con solvencia y distinción.
Ahora sí, expongo mis deliberaciones y reflexiones. Primero, llegue puntual a fin de evitar la aparente incomodidad de ser observado por los asistentes y, además, logrará que, conforme arriban, se aproximen para saludarlo. Así soslaya tener la presión de ofrecer el paso inicial. Al saludar es primordial mirar a los ojos, sonreír, dar la mano con seguridad, emitir unas agradables palabras y expresar apertura.
Segundo, acuérdese del refrán “donde fueres, haz lo que vieres”. Contemple esta aseveración, especialmente, cuando el anfitrión exhibe diferentes tradiciones, costumbres, creencias ancestrales y religiosas. Éstas deben examinarse con detenimiento en un orbe tendiente a interactuar con ciudadanos poseedores de una composición heterogénea. Preste atención e imite lo que se ve a su alrededor, prescindiendo actuar de manera peculiar.
Tercero, explore acerca de las características de los concurrentes con el afán de estar familiarizado e identificado. Este detalle puede ayudarlo bastante para hacerlo sentir bien y demostrar su integración colectiva. Recuerde: no siempre alternará con seres de similares aspiraciones e inquietudes. Tener solvente potencial de adaptación es una necesidad en los tiempos modernos.
Cuarto, documéntese sobre variados y palpitantes contenidos políticos, culturales e internacionales para albergar un abanico de asuntos a tratar, en función de rasgos, expectativas y estatus de los participantes. Nunca sabrá si tendrá la inusual sorpresa de encontrar un invitado ilustrado -que rehúya triviales pláticas- capaz de abordar asuntos de profundidad intelectual. La conversación es un indicador de sapiencia y una excelente carta de presentación, escasamente valorada en una sociedad lastimada por la inopia.
Quinto, acuda con una actitud mental positiva. Imagine las oportunidades a su alcance, los prójimos con los que intimará, los divertidos y enriquecedores instantes que compartirá, la amena charla que tal vez logre sostener y los enlaces de negocios, sentimentales o amicales que le esperan. Vislumbre como un acierto el acto que, en principio, le genera visibles recelos. Propóngase frecuentar una esfera distinta del mundo.
Sexto, acérquese a departir con los que despierten aptitud abierta, acogedora y de preferencia que le hayan, previamente, presentado. Siempre existen invitados deseosos de alternar. Esquive el temor de propiciar una aproximación: una forma sencilla es referirse a la cercanía con el anfitrión. Es un infalible y simpático punto de partida.
Séptimo, sea consciente de la transcendencia del lenguaje corporal y los buenos modales. Proyecta un semblante agradable, apropiada vestimenta, cortesía, espontaneidad, renuncie gestos de desconfianza hacia seres de disímiles edades, procedencias y actividades. Muestre interés alejado de prejudicios, complejos o limitaciones. Tenga presente: la etiqueta social irradia elegancia, afirma el temple, genera simpatía y singulariza.
Octavo, olvídese de su celular por unos momentos. Obvie usarlo para intentar disimular su disminuida disposición de correspondencia interpersonal. En estas épocas es común advertir damas y caballeros -huérfanos para involucrarse con las personas- que apelan a su teléfono móvil como un antídoto. Ese gesto acentúa su ridiculez, impertinencia, precaria educación y, al mismo tiempo, describe su aislamiento y estrechez. Hace inocultable y vergonzosa su exclusión.
Un comentario entre paréntesis: lleve un tarjetero con sus tarjetas. Será un gesto distinguido proporcionar la suya cuando surge la voluntad de continuar el trato con quienes alternó. Aconsejo un diseño y letra coincidente con su estilo; esquive adornos, esbozos y textos recargadas. En el ámbito social la señora dará la suya al señor, para que éste la pueda entregar. Acuérdese: “tarjeta que se recibe, tarjeta que se retorna”. Jamás fomente su intercambio en una mesa durante el consumo de alimentos. Hágalo al concluir la velada. Al día siguiente escriba un mensaje.
El
desarrollo de nuestros quehaceres exige una activa interacción. Es una forma de
alternar amistades, ampliar nuestro entorno, enlazarnos con probables clientes,
proveedores, aumentar expectativas laborales, enaltecer nuestra red de
contactos, entre un sinfín de beneficios. Si somos incapaces de superar
aquellos frecuentes miedos, consecuencia de la ausente solvencia en la personalidad,
tendremos una barrera invencible.
Culmino citando las convenientes palabras del periodista y antropólogo peruano Jaime de Althaus, expuestas en el fascinante libro “Todo lo que las RELACIONES PÚBLICAS pueden hacer de ti…y no lo sabías” (Lima, 2020) de Úrsula Vega Benavides: “…Tener que acercarse a alguien que no conoces bien o, incluso, que no te cae bien es, para mí, por lo menos, difícil. Un verdadero esfuerzo. Pero que, finalmente, produce resultados constructivos: enriquece tu visión de las cosas y tu capacidad de comunicación con otros seres. Contra lo que mucha gente opina, el mercado al final te hace más humano. Consolida la sociedad. La hace”.