jueves, 24 de febrero de 2022

El ceremonial de las Fiestas Patrias en el Perú

Con ocasión del 199 Aniversario de la Independencia Nacional (28 de julio de 1821) deseo comentar los actos estipulados en el “Ceremonial del Estado y Ceremonial Regional”, que las circunstancias vigentes impiden desplegar. No obstante, estimo importante conocer los pormenores de este magno acaecimiento de innegable trascendencia en la población.

Se inician las galas conmemorativas con la Misa Solemne y Te Deum -alabanza cristiana que significa “A ti, Dios” o llamado “Himno Ambrosiano”, en honor a su autor San Ambrosio de Milán, de una duración de tres minutos- oficiados en la Basílica Catedral Metropolitana de Lima por el arzobispo capitalino y primado del Perú, con las impecables composiciones del Coro Nacional y la Orquesta Sinfónica Nacional. Su originaria celebración fue a pedido de José de San Martín para bendecir el fin de la era colonial en nuestro territorio.

Asimismo, se interpreta el canto reservado para rendir tributo al jefe de Estado, la elevación del Santísimo, la bandera y los dignatarios: la Marcha de Banderas, creada por el filipino José Sabas Libornio y cuya partitura pertenece al hermano Ludovico María, director del colegio La Salle de Lima. Esta pieza musical se estrenó al entrar el titular del Poder Ejecutivo a la homilía por el triunfo de la Batalla de Ayacucho. El 17 de diciembre de 1897, se expidió la resolución reconociendo su ejecución en toda actividad oficial. Durante el primer régimen de Augusto B. Leguía (1908-1912), su denominación cambió por la conocida actualmente.

Acorde a lo establecido en el artículo 118 (inciso 7) de la Constitución Política del Perú, el jefe de Estado debe “dirigir mensajes al Congreso en cualquier época y obligatoriamente, en forma personal y por escrito, al instalarse la primera legislatura ordinaria anual. Los mensajes anuales contienen la exposición detallada de la situación de la República y las mejoras y reformas que el Presidente juzgue necesarias y convenientes para su consideración por el Congreso”.

En consecuencia, acude a la Sesión Solemne del Congreso de la República para presentar el relato de su gestión que, anticipadamente, será aprobado por el Consejo de Ministros. Para tal fin, una comisión de anuncio acude a Palacio de Gobierno para comunicarle que se espera su presentación. A su ingreso a la sede legislativa una comitiva de recibo lo conduce al compás de la Marcha de Banderas. Siguiendo una práctica recogida de la época virreinal la Legión Peruana de la Guardia del Ejército -unidad erigida por el libertador argentino el 18 de agosto de 1821- dispara 21 camaretazos. Ya en el hemiciclo se entona el Himno Nacional y se le invita a dar su informe. Su exposición puede prolongarse varias horas, en función de la descripción de los logros emprendidos por el gobierno.

Acabada la asamblea se sirve a los invitados el usual “ponche de los libertadores” -una bebida de la India introducida en Europa- que tiene sus orígenes en la ofrecida por José de San Martín, al culminar el cabildo de Lima, luego de aprobarse la proclama de nuestra emancipación. El inquilino de la Casa de Pizarro brinda un almuerzo a su gabinete ministerial.

Se dice con frecuencia y erróneamente: “mensaje a la nación”. Éste es formulado, reitero, a la representación parlamentaria y propalado por los medios de comunicación. Es usual escuchar un sinfín de vocablos equivocados en los periodistas debido a su ostensible y reiterado desconocimiento del protocolo y el ceremonial. Innumerables conceptos se distorsionan y, por lo tanto, confunden a la ciudadanía. 

Cada cinco años se realiza la transmisión del mando supremo el 28 de julio; en este contexto, existen variaciones. El gobernante electo espera en el Palacio de Torre Tagle -sede del Ministerio de Relaciones Exteriores- al grupo de anuncio para trasladarse a prestar juramento y pronunciar su discurso en el Palacio Legislativo. En la cancillería es condecorado con las órdenes “El Sol del Perú” y “Al Mérito por Servicios Distinguidos”, en sus más altos grados: Gran Cruz.

Por su parte, el saliente se dirige al Congreso de la República a entregar la Banda Presidencial y emitir una escueta alocución. Fernando Belaunde Terry -al concluir su segundo gobierno (1980-1985)- sorprendió con una disertación en el que, una vez más, evidenció su ponderada, elegante y elocuente oratoria. Sin embargo, en su segundo mandato Alan García Pérez (2006-2011) envió esa insignia con el jefe de la Casa Militar de Palacio de Gobierno, a fin de evitar acaloradas e inelegantes reacciones como ocurrió en 1990. Lo mismo pasó con Ollanta Humala Tasso (2011-2016). La continuidad democrática no se interrumpió; solamente se alteró la tradición.

En horas de la tarde procede el Saludo al Presidente de la República de las misiones diplomáticas y organismos internacionales. El nuncio apostólico de su Santidad -en su condición de decano del cuerpo diplomático acreditado en nuestro país- dirige unas palabras. Se lleva a cabo en el imponente Salón Dorado de Palacio de Gobierno y lo acompaña el canciller; eventualmente, el primer ministro. También, se efectúa el besamanos de los funcionarios estatales.

Siempre infunde inmenso entusiasmo popular la Parada y Desfile Cívico Militar organizado por el Ministerio de Defensa el día 29. Tenía como escenario la Plaza de Armas y con posterioridad el Hipódromo de San Beatriz o Campo Marte (Jesús María). Años más tarde comenzó a emplearse la avenida Brasil para este masivo espectáculo en la que tienen presencia emblemáticos batallones, compañías y escuadrillas militares y policiales con sus bandas musicales.

Desde hace varios años es encabezado la Compañía de Comandos "Chavín de Huantar". Siguiendo el orden de antigüedad marchan el Batallón de Infantería Motorizada "Legión Peruana" Nro. 1 y la Batería de Artillería Volante de la Legión Peruana de la Guardia del Ejército del Perú, seguido de la Compañía de Infantería de Marina "Capitán de Navío AP Juan Fanning García" de la Marina de Guerra del Perú, la 72ª Escuadrilla - Sección de Paracaidistas de la Fuerza Aérea del Perú y la Compañía "Mariano Santos Mateo" de la Policía Nacional del Perú.

En los últimos tiempos se incluye, previamente, un vistoso pasacalles de danzas típicas a cargo del Ministerio de Cultura. También, participan delegaciones extranjeras, Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú, variadas organizaciones civiles y entidades educativas, etc. Tiene una duración aproximada de tres horas; seguidamente, el jefe de Estado da un banquete a las esferas castrenses y policiales en el Gran Comedor de la Casa de Gobierno.

A partir del 2006 se ha instituido la Ceremonia de Acción de Gracia por el Perú -promovida por las Iglesias Evangélicas- en el Templo de la Alianza Cristiana y Misionera. Ésta ha sido incorporada, según el Decreto Supremo Nro. 079-2010-PCM “dentro del marco de las actividades oficiales por Fiestas Patrias”.

La escolta presidencial Regimiento de Caballería "Mariscal Domingo Nieto"-denominada en honor del ilustre militar, político y presidente de la Suprema Junta de Gobierno (1843-1844)- se exhibe con esplendor en estos acontecimientos. Durante la primigenia administración de Alan García Pérez (1985-1990) ésta fue sustituida por el Regimiento de Caballería “Glorioso Húsares de Junín”, cuyo nombre es alusivo a la victoria de la Batalla de Junín. En el período de Ollanta Humala Tasso se autorizó la reactivación del destacamento “Mariscal Domingo Nieto”.

Dos disposiciones legales tienen correlación con la prestancia de la agenda descrita: el Ceremonial del Estado y Ceremonial Regional (Decreto Supremo Nro. 096-2005-RE) y el Cuadro General y Cuadro Regional de Precedencias del Estado (Decreto Supremo Nro. 100-2005-RE), garantizan las ubicaciones, honores, entre otras explícitas descripciones encaminadas a regular los eventos a los que asisten las máximas jerarquías civiles, eclesiásticas, militares, policiales y diplomáticas.

Esta festividad debe inspirarnos a la reflexión, la solidaridad, el entendimiento y la confluencia de voluntades. Evoquemos con convicción las lúcidas expresiones del maestro, historiador y abogado Raúl Porras Barrenechea: “…El Perú, en el que ha predominado étnicamente la sangre indígena aunada al espíritu ético de España, ha sido siempre en la historia un camino de fraternidad y de armoniosa conciliación de contrarios”.


El ceremonial de la juramentación ministerial

Hace unas semanas juramentó en el Palacio de Gobierno de Lima el equipo ministerial del jefe de Estado, Francisco Sagasti Hochhausler, presidido por Violeta Bermúdez Valdivia. Al respeto, creo oportuno describir y comentar las formalidades de este trascendente acaecimiento.

El titular del Poder Ejecutivo lució la Banda Presidencial en aplicación del artículo 8 del Ceremonial del Estado y Ceremonial Regional (D.S. 096-2005-RE) -cuya finalidad es determinar las acciones que enmarcan estos acontecimientos- que precisa: “La Banda Presidencial constituye la insignia del mando supremo, que se impone al Presidente de la República por ser quien constitucionalmente personifica a la Nación”.

Su empleo está reservado para las solemnidades señaladas en este dispositivo legal: renovación del juramento de fidelidad a la bandera; aniversario de la independencia nacional; festividad de la Patrona de las Armas del Perú y Día de las Fuerzas Armadas; transmisión del mando supremo; los sucesos considerados en los manuales de las Fuerzas Armadas; juramentación del gabinete ministerial. En observancia del artículo 12 del D.S. 096-2005-RE el Fajín Ministerial se usará en la juramentación de los ministros.

La Directiva 006-2017-DP/SSG “Procedimiento para la Juramentación de Ministros de Estado”, aprobada por la Subsecretaria General de la Presidencia de la República, establece los pasos a seguir con el propósito de “mejorar la organización y gestión de las actividades protocolarias, a través de la estandarización de criterios y actividades para realizar la ceremonia de juramentación de los Ministros de Estado”. Ésta define los roles de la Secretaría del Consejo de Ministros, la Secretaría de Comunicación Estratégica y Prensa, la Oficina de Protocolo y la Casa Militar, a fin de garantizar su óptimo desarrollo.

Por su parte, la Oficina de Protocolo coordina con los próximos ministros la utilización de la biblia, el crucifijo y el fajín; conducirá el acondicionamiento del Salón Dorado o el lugar en donde se realice (en ocasiones se ha celebrado en el Gran Comedor o en el Patio de Honor); elabora el listado de concurrentes y gestiona la entrega de las invitaciones impresas y por email; confirma la asistencia y, además, controla el ingreso y recepción de los invitados.

El acto se inicia con la lectura de la resolución suprema del ministro saliente -a cargo del maestro de ceremonia designado por la Oficina de Protocolo- y de la resolución suprema de nombramiento del entrante ministro por el Viceministro Secretario General del Ministerio de Relaciones Exteriores, en razón de ocupar el puesto más antiguo de la administración estatal.

El primero en juramentar es el presidente del Consejo de Ministros y, posteriormente, según la antigüedad del portafolio al que representan. El D.S. 100-2005-RE regula lo expuesto al aseverar: “Las precedencias protocolares establecen un orden de antelación práctico, con el objetivo de permitir la adecuada organización y conducción de los actos y ceremonias públicas que conciernen al Ceremonial del Estado, aplicando, además, criterios de racionalidad, representatividad y funcionalidad”.

La fórmula para el juramento es la siguiente: “Juráis por Dios y estos Santos Evangelios desempeñar leal y fielmente el cargo de Ministro de Estado en el Despacho de …………… que os confío? Si Juro. Si así lo hiciereis que Dios os premie y si no, El y la Patria os lo demanden”. No obstante, contempla la posibilidad que algunos ciudadanos profesen otras creencias. En ese caso el artículo 10 advierte: “El texto del juramento se adecuará en lo pertinente a la opción religiosa de las personas”.

Seguidamente los ministros forman un sistema de ordenación lineal para el saludo de las autoridades políticas, militares y policiales y de los concurrentes especiales y de sus familiares. Cumplido éste los altos funcionarios de los poderes públicos serán acompañados a la salida por el personal de la Oficina de Protocolo. Con frecuencia el presidente invita a los exministros a recibir el aplauso de los asistentes. Ciertos inquilinos de la Casa de Pizarro han ofrecido una breve alocución, considerando el momento político. Aunque no está contemplado en las disposiciones vigentes.

Por último, se toma la fotografía de estilo con el primer mandatario. En tiempos recientes se realiza en la Sala Bolognesi, en las escaleras del Gran Hall o del Patio de Honor. Quiero advertir que innumerables gabinetes no fueron situados en concordancia con la precedencia instituida en la norma explicada. Los archivos fotográficos acreditan esta reiterada y desatinada equivocación que pone al descubierto el negligente manejo del protocolo. Una omisión que, al parecer, ha comenzado a corregirse procediendo a colocarlos de acuerdo a la fecha de creación de su cartera.

Es necesario conocer con amplitud los pormenores de un importante evento oficial, instaurado en nuestra jurisprudencia, que debe efectuarse siempre dentro del estricto acatamiento del ceremonial. Éste contribuye a realzar cada acto gubernamental: el respeto a los símbolos, los procesos, las jerarquías y las regulaciones inherentes al protocolo otorgan ineludible prestancia. Evitemos subestimar su actualidad e imprescindible diligencia.

Discursos presidenciales en el Perú: Anécdotas y ceremonial

Hace unas semanas, concluida la grave crisis política peruana, asumió la jefatura de Estado el titular del Congreso de la República. La ceremonia será recordada debido la emotiva y reflexiva alocución del presidente Francisco Sagasti Hochhausler y, especialmente, por evocar el poema “Considerando el frío, imparcialmente” del afamado poeta César Vallejo.

A lo largo de las últimas décadas han sido innumerables los memorables discursos, de diversos mandatarios, leídos en el Palacio Legislativo. Seguidamente comparto algunas intervenciones que suscitaron reconocimiento y adhesión. También, aquellas que están inmortalizadas por sus desaciertos. En estos imponentes actos de significación patriótica deben prevalecer las formas; en consecuencia, es conveniente una alocución en armonía con el ceremonial.

El 28 de julio de 1978 se instaló la Asamblea Constituyente, convocada por la saliente dictadura militar encabezada por Francisco Morales Bermúdez, cuya presidencia recayó en uno de los estadistas de mayor dimensión en la escena latinoamericana del siglo XX y fundador del Partido Aprista Peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre (1978 – 1979). Este sería el único cargo de elección popular que ocupó en su dilatada trayectoria.

Aquella tarde se escuchó la indudable e imponente inspiración cívica y pedagógica de sus palabras, coherente con el intenso momento que vivía el país. Al finalizar sentenció con espíritu reconciliador: “…Mi homenaje a todos los caídos y a todos los héroes, a todos los partidos, cuyos hombres se confunden en los fastos comunes del pueblo. Nos toca justificar el sacrificio y la esperanza de los luchadores sociales y políticos que, con sinceridad y entrega, quisieron que el Perú se reedificara sobre bases de justicia y libertad, como aquellas que debemos afirmar en la Constitución que nos está encomendada”.

Al volver la democracia, el 28 de julio de 1980, el pueblo observó la lúcida, pausada y fina retórica de Fernando Belaunde Terry (1980 – 1985) a su retorno a Palacio de Gobierno luego del arrollador triunfo en las urnas. El líder de Acción Popular inició sus palabras fijando la mirada en los lienzos de José de San Martín y Simón Bolívar y dijo: “…Benemérito don José de San Martín, benemérito don Simón Bolívar: desde este momento quedan restablecidos el régimen constitucional, los derechos humanos y la libertad de prensa por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende”. La concurrencia estalló en aplausos ante tan magnánimo gesto.

Alberto Fujimori Fujimori (1990 - 2000) en su informe anual a la representación nacional pretendió impactar al decir “así hemos derrotado a la hiperinflación” e inmediatamente arrogó al hemiciclo cuantiosos billetes en una imitación de la escena de una de las óperas del célebre dramaturgo Luigi Pirandello. Este exceso contradice la cabal obediencia al protocolo que siempre lo identificó; así lo acredita la opinión de uno de mis profesores de la Academia Diplomática del Perú y ex director general de Protocolo y Ceremonial del Estado del Ministerio de Relaciones Exteriores.

Años más tarde, Alejandro Toledo Manrique (2001 – 2006) empleó el inelegante término “chorreo”, en su discurso por las Fiestas Patrias, en su afán de intentar explicar el crecimiento económico. Un vocablo inadecuado, aunque habitual en un gobernante descrito por sus escasos modales, limitaciones en su proceso de comunicación y reacciones intolerantes. Imprimió con su acostumbrada impuntualidad la denominada “hora Cabana”, en alusión al distrito de su nacimiento (Pallasca, Ancash).

El 28 de julio de 2011 Ollanta Humala Tasso (2011 – 2016) dijo: “…Quiero agradecer a mi familia, a mi madre Elena, a mi padre Isaac, muchas gracias por haberme formado. A mi esposa Nadine, a mis hijas aquí presente y a mi hijo Samín, que se encuentra allí descansando, que ojalá no lo hayamos despertado, sino se va a poner a llorar”. En la toma de posesión presidencial deben soslayarse inoportunas ironías coloquiales.

Por su parte, el 28 de julio de 2016 el recién juramentado Pedro Pablo Kuczynski Godard (2016 – 2018) cometió el desatino de dirigirse a su futuro titular de Economía y Finanzas y, en referencia a la reducción del Impuesto General a las Ventas, afirmó: “…Le pido al ministro de Economía designado que se levante y se trague ese uno por ciento del IGV que vamos a bajar”. Al parecer, olvidó usar el lenguaje apropiado para una circunstancia de elevada solemnidad.

Deseo destacar las exposiciones de dos titulares del Poder Ejecutivo elegidos para un breve período transitorio: Valentín Paniagua Corazao (2000 – 2001) y Francisco Sagasti Hochhausler (2020 – 2021). En sus mensajes de instalación transmitieron esperanza, ponderación, profundidad para describir la compleja realidad imperante y renovadas convicciones democráticas. Con amplias experiencias en las aulas universitarias, ambos se caracterizaron por su ánimo docente y personalidad juiciosa.

El primer mandatario debe acatar el ceremonial en sus presentaciones en la sede legislativa y asegurar que ostenten el realce inherente a su alta investidura. Al respecto, ratifico lo expuesto en mi artículo “El protocolo en los discursos”: “…Al pronunciar un discurso es pertinente tener conocimiento de protocolo, valorar sus implicancias y aplicación y, con especial énfasis, percatarnos de su minuciosa gestión a fin de exaltar nuestra presentación. De allí la necesidad de estar al tanto de las orientaciones encaminadas a garantizar impecables alocuciones que redunden en la favorable percepción de la audiencia”. 

miércoles, 23 de febrero de 2022

Tips de etiqueta social en el ascensor

En nuestro quehacer cotidiano estamos habituados a emplear el ascensor y, por lo tanto, conviene familiarizarnos con el proceder que se recomienda exhibir en este espacio público. No obstante, frecuento institutos y empresas en las que éstos miramientos, al parecer, están camino a la extinción.

Una vez más, incido en la pertinencia de integrar las pautas y sugerencias de urbanidad con el afán de forjar una óptima convivencia, incluso con quienes fugazmente estamos en contacto. Un buen comienzo consiste en saludar, ceder el paso y transmitir amabilidad. A mi parecer, es necesario reiterar: la etiqueta social es un puente de armónica relación humana.

¿Saluda al ingresar al ascensor? El que entra está obligado a hacerlo. Sin embargo, en innumerables oficinas veo cómo jefes, directores y altos jerarcas esperan que los saluden. Rechacemos resignarnos a esta actuación sumisa de quien debe ser saludado. De igual forma, sugiero despedirse al salir. Puede recurrir a un simple “adiós”, como usted determine

El saludo describe nuestra personalidad, autoestima, habilidades sociales, temperamento y se convierte en nuestra tarjeta de presentación. Insisto en hacerlo con espontaneidad y fluidez. Es el primer paso para lograr una impecable reciprocidad y una demostración de elegancia. Solo deberá tener “sentido común”; el menos tradicional de los discernimientos en una comunidad atiborrada de penurias morales, cívicas y culturales, como el reino de “perulandia”.

Existen personas que aprietan el botón de todos los ascensores disponibles; sin importarle el que está de subida y bajada. Si requiere subir, presione el interruptor del que está descendiendo. Un poco de elemental criterio no estaría nada mal. Aunque el juicio y la cordura han dejado de ser cualidades inherentes a nuestro medio.

No intente entrar a uno que está lleno. Sea considerado y espere la llegada de otro antes de pretender ingresar, incomodar e incluso exceder su capacidad de carga. Recuerde: también es una cuestión de seguridad. El ascensor es un punto de uso común. De modo que, es pertinente contemplar las demandas de nuestro prójimo; ello implica asumir una mirada empática en un contexto indiferente, apático, mezquino y de escaso sentimiento de pertenencia.

Al entrar es aconsejable, más aún si vamos a un piso elevado, evitar permanecer cerca de la puerta. Así no molestaremos a quienes deberán salir antes que nosotros. En caso de estar ubicados junto al panel de control, tengamos la deferencia de preguntar el piso al que van las personas y apretar el botón respectivo.

Si estamos próximos a la puerta lo adecuado será salir para que puedan alejarse con comodidad de quienes están detrás nuestro; es lamentable que poca gente lo haga. Cuando el ascensor sea holgado, pidamos permiso para retirarnos con antelación, a fin de facilitar abrirnos paso.

Soslaye ingresar atendiendo una llamada telefónica. Ello hará que, inevitablemente, escuchen su conversación y puede incomodar. Piense en el bienestar general, antes que en su egoísta interés individual. Vivir en comunidad debe motivarnos a desarrollar nuestra tolerancia y asertividad.

Tenga en cuenta: “Nuestros derechos terminan, donde comienzan los de los demás". En tal sentido, deben evitarse acciones que molesten a otros. Un ejemplo cotidiano es ingresar comiendo, fumando, cargando bultos que producirán hastío o sosteniendo discusiones acaloradas personales y/o telefónicas. Peor aún, cuando entra alguien que no está habituado a su diaria higiene corporal.

Es importante que los varones faciliten el acceso a las damas. Al salir, por cuestiones físicas, pasan las personas más cercanas a la puerta. Si está esperando el ascensor, colóquese a los extremos con la finalidad de dejar circular a los salen. Es enojoso sortear una maraña de seres humanos arrumados como un panal de abejas. Es conveniente efectuar una cola en alguno de los lados de la puerta. De esta forma, la salida y la entrada será ordenada.

Cuando esté en la fila un discapacitado, anciano, señora embarazada o cualquiera que, por razones de edad o limitaciones físicas, requiera tener la prioridad en entrar, no dudemos en conceder el paso y ofrecerle ayuda. Un gesto de solidaridad muchas veces esquivo en “perulandia” y que, además, nos empobrece y lacera. Dejamos de contemplar, con egoísmo e individualidad, el metro cuadrado que pisamos para comenzar a involucrarnos con nuestro alrededor.

Hagamos de la cortesía un estilo de vida. El ascensor no es un escenario ajeno al comportamiento que debe caracterizar a hombres y mujeres capaces de procurar afables relaciones interpersonales. Sembremos con ilusión la semilla de la educación, la gentileza y la consideración hacia nuestros semejantes. Tengamos el integro convencimiento que, más temprano que tarde, lograremos concebir una sociedad más digna.


Reflexiones sobre el Manual de Urbanidad de Carreño

Seguramente todos conocemos el afamado “Manual de Urbanidad y Buenas Maneras” (1853), del músico, pedagogo y diplomático venezolano Manuel Antonio Carreño Muñoz (Caracas, 1812 - París, 1874); un personaje con una formación excelsa y humanista, sobrino del prócer y educador Simón Narciso Carreño Rodríguez. Esta publicación alcanzó enorme éxito y cuantiosa circulación mundial -con énfasis en los países de habla hispana- y marcó un precedente en la producción bibliográfica de la etiqueta social.

Hace unos días me propuse releer este relevante texto obsequiado por mis padres Danilo y Amelia hace casi 40 años y que, por cierto, atesoro en mi biblioteca como un valioso material de consulta y, especialmente, es uno de los tantos recuerdos de la dedicación de mis progenitores por mi educación. Su repaso siempre será de invalorable aporte a fin de conocer conceptos, inspirados en el cristianismo y la moral, encaminados a garantizar el óptimo comportamiento en lugares públicos y privados.

A continuación, comentaré aspectos de actualidad de esta obra que está organizada en dos partes “Deberes Morales del Hombre” y “Urbanidad y Buenas Maneras”. Encuentro oportuno el análisis de “nuestros deberes” para con Dios, la sociedad, la patria, nuestros semejantes y con nosotros mismos, al subrayar: “La posesión de los principios religiosos y sociales y el reconocimiento y práctica de los deberes que se desprenden, serán siempre ancha base de todas las virtudes y buenas costumbres”.

Carreño Muñoz define la “urbanidad” -incorporando valores y cánones éticos- como “el conjunto de reglas que debemos observar para comunicar dignidad, decoro y elegancia a nuestras acciones y palabras, y manifestar a los demás las benevolencia, atención y respeto debidos”. Añade que “emana de deberes morales, y como tal, sus prescripciones tienden a la conservación del orden y buena armonía”.

La usual y tan citada frase “saber ser, saber estar”, a la que recorren los expertos en esta temática, es considerada al aseverar “es muy importante que cada individuo sepa tomar en sociedad el sitio que le corresponde por su edad, investidura, sexo, etc. Se evitaría muchas situaciones ridículas si los jóvenes fueran jóvenes sin afectación y los viejos mantuvieran cierta prudente dignidad”.

Existe un reconocimiento al representativo rol de la “mujer” necesario de resaltar en un contexto en el que aún subsisten lacerantes y censurables rasgos machistas. Al respecto dice: “La mujer es merecedora de nuestro respeto y simpatía, por su importantísimo papel en la humanidad como esposa y madre. Su misión no se limita a la gestación y crianza física del ser humano, que por sí sola le importa tantos sacrificios, sino que su influencia mental y moral es decisiva en la vida del hombre”.

Hace una exhortación a la “tolerancia” -como un principio de la vida cotidiana- y, por lo tanto, a la convivencia al anotar “pensemos, por último, que todos los hombres tienen defectos y que no por esto debemos dejar de apreciar sus buenas cualidades”. Una acotación válida en momentos de visible confrontación y tensas relaciones humanas.

Se extiende en el “aseo” no solo por su importancia para el cuidado y la imagen personal, sino por su implicancia para el derecho ajeno, al precisar “no se limitan a nuestras personas y a lo que tiene relación con nosotros, sino que se extiende a nuestros actos que afectan o pueden afectar a los demás”. Allí coincide con las palabras del filósofo francés Jean Paul Sartre: “Mi libertad se termina dónde empieza la de los demás".

Describe pautas para la “conversación” de incuestionable vigencia: “Guardemos de mezclar en nuestra conversación palabras, alusiones o anécdotas que puedan inspirar asco a los demás y de hacer relación de enfermedades o curaciones poco aseadas”. Aconseja evitar discutir con prójimos indiscretos y desprovistos de buen carácter; incide en mantener una plática general en espacios colectivos y considera una “incivilidad llamar la atención de una persona para conversar con ella sola”. Censura el hablar de nuestras familias, enfermedades, conflictos, negocios o asuntos profesionales y reprocha a quienes tienen un asunto favorito sobre el cual discurren en todos los círculos en que se encuentran. Este capítulo me pareció de extraordinaria utilidad en nuestros días.

La relación de “vecindad” es reseñada con amplitud. Sugiere esforzarnos para forjar una vinculación respetuosa, empática y solidaria al referir: “Cuando en familia vecina ocurre un accidente desgraciado, debemos ofrecerle nuestros servicios, si tenemos motivos para creer que les sean necesarios”. Aportes de esencial trascendencia en sociedades apáticas y carentes sentido de pertenencia. 

No omite referirse a la importancia de “agradecer” al retornar de un viaje. Una costumbre, olvidada con reincidencia, sobre la que anota: “Luego que hayamos regresado al lugar de nuestra residencia, aprovecharemos la primera oportunidad para escribir a los amigos una carta muy afectuosa y llena de expresiones de agradecimiento”.

Acerca de las asiduas e impertinentes “visitas” insinúa rehuir hacerlas en horas de comer por ser inoportunas y “cuando al entrar a una casa advertimos que las personas que buscamos están en la mesa, debemos retirarnos inmediatamente”.  También, cuestiona a quienes están habituados a invitarse a sí mismos: “Al entrar a una casa y notar que hay una reunión extraordinaria, o la persona que buscamos va a salir, y siempre que consideremos no haber llegado oportunos, retirémonos al punto, sin que nadie lo advierta”.

Son incontables las apreciaciones ofrecidas en este manual que exhorto revisar en tiempos urgidos de interiorizar la buena educación para asegurar una cálida interacción social. Concluyo evocando lo expresado por su creador: “Busquemos, pues, en la caridad cristiana la fuente de todas las virtudes sociales: pensemos que no es posible amar a Dios sin amar al hombre, su criatura predilecta, y que la perfección de este amor está en la beneficencia y perdón a nuestros enemigos”.

¿Señora?...¡No, señorita!

Le habrá sucedido que se dirige a una dama aseverando “señora” y de inmediato ésta hace la inelegante, enfática y trillada enmienda “señorita”. Estas frecuentes reacciones altisonantes pueden confundir e incluso crear un sentimiento de culpa. En seguida, quiero ofrecer mis aportes y reflexiones.

Por tradición y según lo dispuesto por la Real Academia Española (RAE) se dice “señorita” a la soltera y “señora” a la casada o de mayor edad. No obstante, esta disposición ha caído en desuso. La progresiva incorporación de la mujer en el mundo de los negocios supone utilizar “señora”, ya que lo contrario equivaldría a anteponer consideraciones de su vida privada e iría en contra de la igualdad de sexo 

Probablemente, a la joven dirá “señorita”, pero corre el riesgo de incomodarla si, a pesar de su juventud, tiene esposo. También, podría acaecer situación similar con una de más de treinta años a la que llama “señora” y aún es soltera. En ambas coyunturas suscitará un posible malestar. Las feministas suponen una indiscreción averiguar el estado civil y, por lo tanto, sostienen que se debiera mencionar solo “señora”. “El día que exista doble opción para los hombres, aceptaremos la doble opción para las mujeres. Nosotras no tenemos por qué divulgar nuestro estado civil”. Comparto este pertinente comentario.

En medio de esta maraña, me permito hacer una pregunta. Si la palabra “señora” es para las casadas y “señorita” para las solteras. ¿Cómo les decimos a las madres solteras, divorciadas o separadas? Se puede generar un verdadero desconcierto: en el quehacer laboral, para evitar contrariedades, diga “señora”, no tiene porqué conocer su situación civil. Si ésta simula alguna aclaración, muestra escaso profesionalismo y estará anunciando “estoy disponible”. Tenga presente que el protocolo empresarial elude diferencias de sexo, edad o condición civil, sino jerarquía.

Recomiendo a las damas soslayar insistir en aclarar su estatus civil; siempre acaecerá un momento oportuno para hacerlo, con prudencia y discreción, a través de una conversación, etc. Eluda respuestas indecorosas como ocurre en nuestro medio. Innumerables mujeres tienen obsesiones y traumas acerca de la denominación asignada por otros. Por su parte, los caballeros obvien inquirir: ¿Señora o señorita?

Asimismo, puede mencionar “señora doctora” como gesto de cortesía. Aunque pocos valoran ser llamados de esta forma. Cuando expreso mi deferencia nombro, por ejemplo: “señor doctor”. Este término significa respeto y honorabilidad. En nuestro entorno se adopta cuando la persona carece de título profesional, olvidando su real alcance. Por desgracia, el encaprichado apego a la calificación académica está conectado con el escaso valor asignado al concepto “señor”.

Los enunciados "don", proviene del latín domĭnus (propietario o señor), dio origen a la palabra “dueño” y "doña", procede de domina (señora), originó “dueña”. Ambos se usan antecediéndose al nombre. En España y en sus antiguas colonias se dispuso para separar al plebeyo del noble o al criollo del normal de los habitantes. Mucho después se generalizó a hidalgos y sus descendientes. La anteposición "don" y “doña” no indican un título, sino un tratamiento deferente.

Al referir “don” o “doña” refiera nombre y/o nombre y apellido. Mientras al aludir “señor” o “señora” debe estar acompaño del nombre completo y/o apellido. Es frecuente y desacertado decir “señor Javier” o “señora María”, como acontece en las esferas institucionales y amicales. Si tiene proximidad y existe mutua aceptación, es válido llamar por el nombre de forma directa, a pesar de mantener el “usted”. Un ejemplo: “buenos días Amalia, como está”.

Un comentario entre paréntesis: el tuteo conviene entablarse a partir de una recíproca aceptación. En el ámbito social la dama ejerce la prerrogativa de determinar su práctica; en el contexto laboral, es preferible atribuirlo cuando concurre igual jerarquía, edad y afinidad, acudiendo al sentido común. Es cada vez más reincidente su aplicación. Tenga en cuenta, en todo tiempo y lugar, la inteligente y vigente afirmación: “La prudencia se detiene, donde la ignorancia ingresa”.

En las relaciones humanas evite incomodidades invasivas encaminadas a dañar el enlace iniciado y que causen una errónea imagen personal. La sensatez e incluso el proponer el equitativo tuteo, será lo más aconsejable. Éste debe fluir como resultado del acercamiento y la disposición existente. No todos los hombres y mujeres tienen igual nivel de accesibilidad. Prescinda alimentar desacertadas interpretaciones.

Es importante recurrir a los tratamientos en función de los escenarios; así demostraremos asertividad y tacto. Todavía se tiene la errada percepción que instauran o acentúan deferencias. Convengamos en asegurar su vigencia de acuerdo al grado, la cultura, la circunstancia y, especialmente, inspirados en el propósito de forjar armoniosos y afables lazos de convivencia.

La urbanidad, la tolerancia, la gentileza y la empatía constituyen pilares medulares e inequívocos en el establecimiento y la consolidación de nuestro vínculo con el semejante. Actuemos con coherencia, solvencia y espontaneidad. Recuerde la conocida y pretérita frase: “Lugar que fueres, haz lo que vieres”.

lunes, 21 de febrero de 2022

Usos de la tarjeta personal y profesional

Un asunto que corresponde eludir pasar inadvertido en hombres y mujeres deseosos de proyectar una buena percepción y, especialmente, en profesionales ansiosos de aplicar unos tips indispensables de protocolo, es el referido a su tarjeta de presentación.

Es un elemento que algunos consideran anticuado y de escasa significación. Sin embargo, en innumerables ocasiones requerimos darla a los semejantes -con los que establecemos trato amical, familiar e institucional- una que facilite continuar el vínculo iniciado. Su empleo es importante, vigente y elegante.

Empezaré precisando sus características, similitudes y roles. La tarjeta personal se proporciona a los integrantes de su entorno de amigos y familiares. Se colocan los nombres y apellidos; admite títulos nobiliarios, prescinda grados académicos como sucede debido a desconocimiento o exhibicionismo. Al mismo tiempo, contiene nuestra información particular: dirección, teléfonos y redes sociales. Por costumbre y cautela las mujeres solo sitúan un número telefónico y su email.

Aconsejo que su diseño y letra coincidan con su “estilo” y, además, emplear colores poco llamativos. Obvie adornos, esbozos y textos recargadas. Se deben llevar en un tarjetero para impedir su deterioro; nunca en el bolsillo o billetera. Rehúya usar aquellas con datos desactualizados y mucho menos se le ocurra, como acontece con asiduidad, tachar los incorrectos y escribir los vigentes. Nada más ordinario y carente de prestancia.

En el ámbito social la dama dará su tarjeta al caballero, para que éste la pueda entregar. No obstante, tengamos presente la expresión “tarjeta que se recibe, tarjeta que se retorna”, en caso el varón la ofrezca primero. Renuncie al desatino de distribuirlas como naipes o volantes propagandísticos. Tampoco solicite la de otra persona; si está interesado en obtenerla, conceda la suya. Recuerde apelar al vigente, oportuno y profusas veces escaso “sentido común”.

Por tradición los casados posean una que destinarán para enviar obsequios, flores, etc. Incluye los nombres del esposo y de la cónyuge, sin ninguna información adicional. La mujer no está obligada a adoptar el apellido del consorte; eso queda a su libre determinación. A éstas se les llama tarjetas de visita y cumplen una función sustancial en términos sociales. También, pueden utilizarla damas o caballeros solteros.

Seguidamente, describiré los pormenores de la tarjeta profesional. Su aplicación está, únicamente, destinado al quehacer laboral. En tal sentido, la conferirá a señores y señoras con quienes tiene una relación de esa índole. En este escenario el de mayor jerarquía brindará la suya al de menor rango. Si sucede lo contrario, se aplica la frase comentada líneas arriba. Propongo poseer un tarjetero de bolsillo y otro de escritorio a fin de obviar posibles omisiones. Tenga aparte uno para archivar las recibidas. La eficiente organización le evitará situaciones incómodas.

Aconsejo ofrecerla al empezar una reunión de trabajo, a fin de contar su interlocutor con su información al iniciar la plática. Por obvias razones, contendrá la denominación de su organización, ubicación, email, teléfonos, redes sociales, etc. Su tamaño, color, boceto, texto y logotipo guardará coherencia con la identidad corporativa. Es admisible situar los datos en dos idiomas: uno por cada lado.

Un detalle a considerar es su medida. El formato recomendado, tanto para uso profesional como personal, es: nueve centímetros de ancho por cinco y medio centímetros de alto. Su grosor dependerá del modelo preferido; elija uno consistente y de óptima calidad. En el mercado se encuentran amplias variedades de materiales a precios accesibles.

Existen individuos que, en múltiples circunstancias, para pretender justificar su carencia de tarjetas dicen “perdón, me las olvidé”, “hoy no las he traído conmigo”, entre otras excusas. Deben siempre acompañarnos, sin importar el lugar al que acudamos. No sabemos en qué contingencia las necesitaremos. Se desluce su imagen al recurrir a un pedazo de papel para anotar sus datos. Esquive ser víctima de esas embarazosas impericias.

Quiero referirme a un detalle adicional: jamás fomente su intercambio en una mesa en el momento que los comensales están comiendo. Hágalo al despedirse, cuando ha concluido la velada. Obvie alterar estos agradables instantes con tan visible descortesía; apele a un ápice de criterio con el afán de sortear malestar a los asistentes. Tampoco ponga su celular, llavero, estuche o lentes encima como si fuesen cubiertos. Éstas prácticas cotidianas -en semejantes de cualquier edad, procedencia o sexo- ponen a la vista desprovista pertinencia.

Conocer la transcendencia de la etiqueta social y garantizar su coherente aplicación, realzará su personalidad, generará un clima de simpatía a su alrededor, afianzará su convivencia humana y facilitará acrecentar su calidad de vida. Es un valor agregado en su “identikit”; más aún si ejerce una posición de liderazgo en la que sus actos son referentes e inspiración para sus colaboradores.

Sobre el particular, cuantiosos ejecutivos -con elevadas posiciones empresariales- muestran exiguos modales y escaso tino, entre abundantes penurias. Su perfil debe incorporar cualidades encaminadas a realzar su desempeño como: relevante educación, habilidades blandas, valores y manejo de mínimas pautas que complementen sus destrezas duras.

Comparto una reflexión final: al concluir una entrevista de trabajo ofrezca su tarjeta. Evidenciará una actuación ejecutiva, moderna y educada. Seguramente retribuirán su gesto y así podrá remitir una comunicación electrónica de agradecimiento por el encuentro concedido. Este proceder lo enaltecerá, generará una favorable impresión y pondrá un toque de distinción.

El protocolo, una vez más, presenta aportes para su superación. Aplíquelos con naturalidad, fluidez y perseverancia en todo tiempo, esfera y ambiente. Sus acciones serán imitadas y admiradas. Vienen a mi mente lo dicho por el célebre escritor francés Gustavo Flaubert, autor de la obra “Madame Bovary”: “El estilo, como el agua, es mejor cuanto menos sabe”.

Las “precedencias” en el Perú

Hace dos semanas juramentó en el Palacio de Gobierno el equipo ministerial del jefe de Estado, Martín Vizcarra Cornejo, encabezado por el congresista y expresidente regional de San Martín, César Villanueva Arévalo. Dicho acontecimiento no ha pasado inadvertido debido a la singular omisión que inspiran esta nota.

Un detalle notorio ha sido la colocación de los ministros en la foto con el sucesor de Pedro Pablo Kuczynski en el Patio de Honor y en la Sala Bolognesi. Se aprecia a las señoras ministras en la primera fila, vulnerando la “precedencia” establecida. Si fuese una fotografía familiar o amical se entendería ese deferente lugar asignado.

La “precedencia” del encargado de una cartera está en función de la antigüedad del portafolio: sin importar sexo o edad. Lo percibido contradice el artículo nueve del Ceremonial del Estado y Ceremonial Regional (D.S. 096-2005-RE): “El orden de precedencia entre los Ministros de Estado, se rige por la fecha de creación de sus respectivos ministerios”. Este dispositivo enuncia las pautas destinadas a enmarcar los actos oficiales realizados en el país con la finalidad de facilitar la ubicación protocolar, entre otros aspectos.

El concepto “precedencia” estipula qué persona u organismo es prioritario sobre otro. Este precepto está regulado en el Cuadro General y Cuadro Regional de Precedencias del Estado (D.S. 100-2005-RE) -en concordancia con principios constitucionales, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas (1961) y las usanzas internacionalmente válidas- que asegura: “Las precedencias protocolares establecen un orden de antelación práctico, con el objetivo de permitir la adecuada organización y conducción de los actos y ceremonias públicas que conciernen al Ceremonial del Estado, aplicando, además, criterios de racionalidad, representatividad y funcionalidad”.

Lo suscitado en la Casa de Pizarro me trae a la memoria los desatinos de la cónyuge del exgobernante Ollanta Humala Tasso, quien tenía la impertinencia de alterar con su aparición la “precedencia” ministerial. De allí que, nuevamente, comparto lo explicado en mi artículo “Nadine Heredia: ¿El auténtico poder detrás del trono?” (2013): “…En las celebraciones por la fiesta nacional la hemos observado sentada al costado del jefe de Estado en el estrado principal del desfile militar, contraviniendo la tradición y la categorización protocolar que dispone para su esposa una tribuna continua con las consortes de los funcionarios estatales. Igual tropiezo aconteció en la homilía en la Catedral de Lima y en su innecesaria ubicación con el gabinete ministerial en el Patio de Honor del Palacio de Gobierno”.

El desorden en la “precedencia” de los ministros lo vemos en las conferencias de prensa, en el Salón Eléspuru del Palacio de Gobierno, al culminar la habitual sesión del Consejo de Ministros. Este caos -propio de un país colmado de informalidades y variopintas irreverencias- es constatado en un sinfín de actividades en el que se rehúye respetar la posición de las autoridades. Por cierto, todas las instancias de gobierno tienen áreas encargadas de avalar y guiar su aplicación.

Definir con rigurosidad la “precedencia” exhibe seriedad. Invariablemente acaecerán, ante el probable vacío normativo, criterios para subsanar imprevisiones y cumplir con la categorización vigente. Por ejemplo, el Manual Operativo de Trasmisión del Mando Supremo del Ministerio de Relaciones Exteriores (2016) detalla que cuando las misiones especiales (extranjeras) estén presididas por funcionarios no comprendidos en la “precedencia de las misiones especiales” la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado fijará la “precedencia” caso por caso. 

También, especifica: “…La precedencia en cada una de las categorías mencionadas (jefe de Estado, príncipes herederos, presidentes de poderes públicos, etc.) quedará determinada por la fecha en que reciba en la Dirección General de Protocolo y Ceremonial del Estado la respuesta formal de la invitación cursada mediante nota por el gobierno peruano y, en igualdad de fecha, por la hora en que dicha respuesta fue recibida oficialmente”.

La línea de “precedencia” será encabezada en el siguiente orden: autoridad nacional, regional, provincial y local. En las regiones, su presidente tiene la primera sobre las nacionales, salvo que concurra el jefe de Estado. De acuerdo al D.S. 100-2005-RE “las precedencias entre los Presidentes Regionales es determinada por orden alfabético de las respectivas regiones. Igual criterio se aplica para los demás funcionarios regionales de la misma categoría”.

El anfitrión ocupa la “precedencia” principal siempre que no sea un acontecimiento al que acuda el jefe de Estado o una autoridad de mayor escalafón. Recuerde: el titular del Poder Ejecutivo preside toda solemnidad a la que asista y, además, es la única que puede hacerse representar mediante un vicepresidente. Para mayor exactitud, el D.S. 096-2005-RE precisa: “…en caso que también esté presente alguna personalidad de mayor precedencia al del anfitrión, aquel se ubicará en el tercer lugar de precedencia”.

Así, por ejemplo, si concurre el primer mandatario y el cabecilla del Congreso de la República a un evento en un ministerio, el anfitrión pasará a la tercera “precedencia” y, además, no podrá instalarse más allá de ésta. En ocasiones he visto a congresistas, alcaldes y subalternos de otros grados disputarse el lugar del funcionario al que representan. Existen un océano de anécdotas reveladores de la precariedad de los servidores estatales y, con especial énfasis, de la flamante legación parlamentaria que cree tener supremacía.

La directiva sobre el Ceremonial del Servicio Diplomático de la República (2009) indica que “en las ceremonias oficiales se ubicarán en el lugar de honor el Ministro de Relaciones Exteriores, el Viceministro y el Secretario General del Ministerio de Relaciones Exteriores y las personalidades representativas del acto”. Este aspecto puede tomarse como referente en cualquier suceso a efectuarse, en entidad pública o privada, a fin de acatar el escalafón del burócrata. Este dispositivo legal añade: “Las precedencias de los miembros del Servicio Diplomático se rigen por su categoría. En caso de igual categoría la precedencia corresponderá a la mayor antigüedad determinada en el escalafón”. Esto último es válido cuando coexistan dudas de cómo situar prójimos de idéntico rango.

A nivel empresarial la “precedencia” está fijada acorde al organigrama de la compañía. Por lo tanto, es fácil evitar el caos reiterativo en el sector privado. Conozco incontables corporaciones en las que imperan esposas imitadoras del inelegante estilo de Nadine Heredia, expertas en usurpar esferas ajenas. Se recomienda honrar el criterio por el que prevalece el cargo. En el ámbito familiar la “precedencia” es sencilla: se rige por la jerarquía de los miembros de la familia.

Es oportuno aludir la denominada “ley de la derecha”. Su aplicación facilitará saber, con mayor ilustración, el lugar en el que será instalado en función de su importancia. Este principio manda que el puesto de honor está a la derecha de la persona de la más alta categoría en cualquier jornada. Se aplica con hombres y mujeres sentadas o de pie.

Quiero referirme, entre paréntesis, a un episodio de la juramentación del cuerpo ministerial al que me he referido: el retiro del crucifijo y de la biblia al juramentar tres ministros. Allí no ha habido ninguna anomalía: el D.S. 096-2005-RE afirma que “el texto del juramento se adecuará en lo pertinente a la opción religiosa de las personas”. Por lo tanto, sigo sin entender los disparatados comentarios vertidos. Tampoco es la primera vez que juramentan ciudadanos agnósticos o de distintas creencias. Me permito recomendar un poco de tolerancia en un país considerado con la libertad de culto.

La “precedencia” encausa el óptimo desenvolvimiento de las actividades y proyecta una imagen de sobriedad, tan requerida en una nación a la que, irónicamente, denomino “perulandia” en homenaje a éstas ilimitadas deficiencias, admitidas con indiferencia. Garantiza el profesionalismo del que adolecen conspicuas agencias promotoras de eventos y empleados estatales involucrados en la planificación, estructura y conducción de ceremonias de diversas características.

Su elocuente desconocimiento en un sinfín de distraídos e inexpertos asesores de protocolo, contribuye a acentuar la confusión percibida incluso en encumbradas instancias públicas. Una muestra esclarecedora está al alcance de todos nosotros en las redes sociales: cientos de videos grafican la manifiesta e irrefutable extravagancia, improvisación, mediocridad y folklorismo, en sus más afiebrados estándares, en el contexto estatal, corporativo, educativo y gremial. Es innegable el efímero y exiguo dominio del ceremonial y de sus herramientas complementarias. Tenga presente la popular expresión: “De lo sublime al ridículo no hay más que un paso”.

La Orden “El Sol del Perú”

Deseo relatar los antecedentes, importancia y entretelones de la mayor distinción concedida por el Estado peruano, cuyos orígenes se remontan al nacimiento de nuestra vida republicana cuando el “Protector de la Libertad del Perú” la instituyó el 8 de octubre de 1821, para reconocer la abnegación de valientes libertadores, ciudadanos virtuosos y hombres de bien.

En sus inicios se llamó “Orden del Sol” y según el dispositivo suscrito por José de San Martín y su ministro de Guerra y Marina, Bernardo Monteagudo, se dividía en tres clasificaciones: Fundadores, Beneméritos y Asociados. Los Fundadores fueron los generales Juan Gregorio de Las Heras, Juan Álvarez de Arenales y Toribio Luzuriaga y Mejía, entre otros oficiales “en atención a sus distinguidos servicios el mariscal de campo marqués de Torre Tagle, el coronel del batallón de Numancia D. Tomas Heres y el teniente general Conde de Valle-Oselle”, quienes gozarían de preferencias para ocupar cargos estatales.

Los Beneméritos eran los miembros del ejército desde la clase de teniente coronel hasta la de subteniente inclusive, “cuya elección se hará por una junta de los jefes del ejército presidida por el general en jefe, teniendo presente las hojas de servicios de los oficiales de cada cuerpo y de las demás circunstancias particulares que los recomienden”. Se nombraban Asociados a los connacionales de cualquier fuero “que hayan hecho o hicieren acreedores al aprecio público, en un grado menos eminente que los anteriores, a juicio del Gran Consejo”. 

Asimismo, se estableció un Gran Consejo de la Orden integrado por el “Jefe Supremo, sea o no de la Orden, que será su presidente nato, un vicepresidente que será el más antiguo entre los jefes presentes del ejército y nueve Fundadores, elegidos todos por el presidente del Consejo”, quienes tendrían una pensión anual. Lamentablemente la “Orden del Sol” tuvo breve validez: el 9 de marzo de 1825 el Congreso Constituyente la declaró “extinguida”.

Coincidiendo con el centenario de la Independencia Nacional, el presidente Augusto B. Leguía (1919-1930) la restituyó, el 14 de abril de 1921, con la denominación “El Sol del Perú”. Al respecto, Jorge Zamora Botta en su texto titulado “La Orden del Sol del Perú, 1821 - 1921” asevera: “…También fue restaurada ´para enaltecer los merecimientos contraídos en su servicio por los extranjeros´. Se hizo en aquella ocasión con cuatro grados o clases: Gran Cruz, Gran Oficial, Comendador y Oficial. Los primeros ejemplares fueron hechos por la afamada Casa francesa Arthus Bertrand, de París, para luego empezar a fabricarse en nuestra reconocida Casa Nacional de Moneda. En la década siguiente, durante la presidencia de Oscar R. Benavides, se añadiría el grado de Caballero y es con estos cinco grados que se concede hasta el día de hoy”. Su vigencia está regulada mediante ley del 31 de agosto y por reglamento del 6 de setiembre (1923).

Su diseño conserva la concepción artística original e incorpora el escudo creado en 1825. La insignia tiene la forma de un sol radiante con rayos de oro, en el centro ostenta el escudo nacional en relieve, rodeado de un círculo que en su parte superior lleva esmalte rojo y blanco en el lado inferior. Sobre el color encarnado ostenta la inscripción: “El Sol del Perú” y sobre blanco la fecha de su fundación: “1821”. Este disco se encuentra circundado por una corona de laureles en oro, en barniz verde en el caso de la placa de gran cruz. Cuando es concedida a soberanos o jefes de Estado, así como a notables personalidades, la placa de los símbolos del primer grado, llevará un círculo de diamantes.

Este galardón, considerado el más antiguo de América, se confiere para "premiar los servicios extraordinarios prestados a la patria por los peruanos, civiles y militares, como a enaltecer los merecimientos contraídos en su servicio por los extranjeros". El Gran Maestre de la Orden es el primer mandatario y su Canciller es el ministro de Relaciones Exteriores. Por tradición se asigna en su máximo grado al presidente electo -antes de juramentar en el Congreso de la República- en el Palacio de Torre Tagle.

Según lo estipulado en la directiva del Ceremonial del Servicio Diplomático de la República, corresponde su imposición al Ministerio de Relaciones Exteriores. Ésta puede ser otorgada por el canciller o, en su representación, por el vicecanciller o por el director nacional de Protocolo y Ceremonial del Estado. En ocasiones ha sido impuesta por el titular del Poder Ejecutivo cuando el acto se realiza en Palacio de Gobierno.

La ceremonia comienza con la lectura de la resolución que confiere la condecoración, luego el encargado del portafolio de Relaciones Exteriores pronunciará unas palabras y procederá a imponer la insignia y entregará del diploma respectivo; seguidamente, el homenajeado expresará su agradecimiento y, para concluir, se procede al saludo de los asistentes.

En las últimas décadas personajes de las más variadas disciplinas y procedencias la han recibido en su más alta categoría, como Víctor Raúl Haya de la Torre, Fernando de Szyszlo Valdelomar, Luis Bedoya Reyes, Luis Jaime Cisneros Vizquerra, Mario Vargas Llosa, José de la Puente Candamo, Ricardo Vega Llona, Beatriz Merino Lucero, Henry Pease García, Valentín Paniagua Corazao, Manuel Aguirre Roca, Miguel Baca Rossi, Augusto Tamayo Vargas, Walter Alva Alva, entre muchos más.

En vísperas de nuestro bicentenario evoquemos, con espíritu reflexivo y fervorosa convicción, el mensaje del prócer argentino: “…La Orden del Sol, que sea el patrimonio de los guerreros libertadores, el premio de los ciudadanos virtuosos y la recompensa de todos los hombres beneméritos. Ella durará mientras haya quien recuerde la fama de los años heroicos, porque las instituciones que se forman al empezar una grande época, se perpetúan por las ideas que cada generación recibe, cuando pasa por la edad en que averigua con respeto el origen de lo que han venerado sus padres”.

Glosario de la Etiqueta Social

En anteriores textos he explicado la sencilla definición de mi autoría sobre la etiqueta social. Al respecto, ratifico que ésta constituye “un conjunto práctico de orientaciones encaminadas a lograr una relación
humana basada en el respeto, la tolerancia y la óptima convivencia, con la finalidad de hacer más grata la existencia y, por lo tanto, enriquece nuestra calidad de vida y de nuestro entorno”.

En ocasiones existe una sesgada o limitada interpretación acerca de los alcances e implicancias de la etiqueta social. Sugiero abandonar clichés o prejuicios y comenzar a analizar su indudable vínculo con asuntos concernientes al ámbito de las emociones, a fin de actuar con fortaleza, convencimiento y seguridad en todo tiempo y escenario.

En tal sentido, debemos considerar conceptos referidos a la compleja dimensión interna del ser humano que con frecuencia se evaden articular con esta temática y que, además, tienen implícita importancia por cuanto brindan un soporte esencial en el ejercicio de la buena educación. A continuación, comparto unos términos vinculados a su ejercicio.

Las “habilidades blandas”: aquellos atributos tendientes a desenvolverse de manera efectiva. Confluyen una combinación de destrezas destinadas a tener una agradable inter-relación; es decir, escuchar, dialogar, liderar, estimular, delegar, analizar, juzgar, negociar y arribar a acuerdos. Engloban aptitudes transversales e incluyen el pensamiento crítico, la ética y la posibilidad de adaptación al cambio.

La “autoestima”: autovaloración de sí mismo. Ésta se expresa en la forma de comunicarnos, relacionarnos, desenvolvernos y adoptar decisiones. Las personas con convencimiento, sensatez y que soslayan requerir de aceptación, para conducirnos y emitir juicios en concordancia con sus determinaciones, evidencian alta autoestima.

La “tolerancia”: actitud de deferencia a las opiniones, ideas o actitudes ajenas, a pesar de la discrepancia. Es un elemento central para concebir la diversidad humana y alcanzar una virtuosa convivencia. Bien decía Mahatma Gandhi: “No me gusta la palabra tolerancia, pero no encuentro otra mejor. El amor empuja a tener, hacia la fe de los demás, el mismo respeto que se tiene por la propia”.

La “empatía”: capacidad de entender los pensamientos y emociones ajenas; es decir, de ponerse en el sitio del otro y compartir sus sentimientos. No es necesario pasar por iguales vivencias, ni estar de acuerdo para interpretar a quienes nos rodean; es un proceso de comprensión, aceptación y reflexión. Es indispensable su empleo para sortear calificar al prójimo y aprender a entenderlo.

La “inteligencia emocional”: facultad de percibir, expresar y gestionar las emociones. Su interiorización puede significar la diferencia entre comportarse de una manera socialmente aceptable y estar fuera de lugar en una situación concreta. Conlleva reconocer las propias impresiones y, por lo tanto, allana el manejo del estrés y la resolución de problemas. Tiene una utilidad irrebatible cuando atravesamos elevados índices de tensión individual y general.

Los “valores”: normas que enmarcan nuestra conducta; una suerte de “faro” que nos indica el camino acertado a seguir en la vida. Constituyen un marco orientador e inspirador de las acciones positivas. Su aplicación exige categórica entereza, constancia y compromiso. El “respeto” es uno de los más imperiosos en nuestro desempeño.

El “sentido común”: conjunto de conocimientos lógicos acumulados a lo largo de la experiencia de vida cuya validez es aceptada en el medio en el que habitamos. Es una suerte de “séptimo sentido” capaz de advertirnos de lo bueno o malo y, en consecuencia, sugiere cómo actuar. 

El “sentido de pertenencia”: sentimiento que nos identifica e integra con grupos humanos o colectividades con el propósito de asumir un conjunto de inquietudes, ideales y aspiraciones como propias. Permite crecer, desarrollarnos e comprometernos con asuntos del entorno. Esta atribución fomentará nuestra adhesión y participación con nuestra comunidad. 

Desde mi perspectiva, estas nociones son centrales para lograr una fluida, espontánea y continua educación que abrirá la puerta para una impecable conexión entre hombres y mujeres. Tengamos en consideración: la etiqueta social realza y engrandece la personalidad e imagen personal, genera nuevas oportunidades, fomenta un clima placentero de coexistencia, facilita resolver situaciones conflictivas e influye en los espacios donde interactuamos.

Sigamos perseverantes en el ánimo de crear un contexto social cortés, flexible y afable. Demostremos racionalidad y coherencia en cada una de nuestros quehaceres. Es una tarea de la que todos somos responsables y protagonistas; involucrémonos en este cometido de irrefutable validez. Cada día debe convertirse en un genial momento para afianzar nuestros correctos modales como manifestación de engrandecimiento, evolución y lucidez.


Etiqueta social y habilidades blandas en la conversación

En ocasiones alternamos con hombres y mujeres carentes de recursos para sostener una educada y entretenida tertulia; éstas se reducen a asuntos laborales, curiosidades del clima y trivialidades. Una de las principales razones de mi ostensible alejamiento general radica en este aspecto. Me resulta difícil enfrentar tan innegable aburrimiento.

La plática familiar alienta el acercamiento, desarrolla la personalidad, brinda confianza y promueve las imprescindibles habilidades blandas. Sugiero a los padres charlar con sus hijos a fin de estimular y afianzar sus niveles de desenvolvimiento. Aunque conviene evocar la conocida aseveración: “Lo que no nace, no crece”. Si los progenitores esquivan dar a conocer esta destreza, como resultado de vigentes limitaciones, será imposible transmitirla.

En cuantas oportunidades oímos decir “no hables con desconocidos”, “no tienes nada que conversar con él”, “quédate callado, hazte el ciego, sordo y mudo”, entre un sinfín de eslogan que pueden formularse con buena intención. Sin embargo, éstos influyen en el crecimiento interpersonal. Más aún si estamos ante niños o adolescentes con baja autoestima, dependencia emocional, restringida inteligencia interpersonal, etc. Aconsejo proceder con lucidez, asertividad y madurez.

La inopia de los papás se percibe, entre otras circunstancias, cuando acudimos a restaurantes y cada miembro de la familia permanece silenciado echando un vistazo a su teléfono celular. Lo mismo acaece en viajes, paseos y reuniones dominicales. Es normal la penuria e incapacidad de chicas y chicos para dialogar con sus tíos o abuelos. Pretenden disimular sus carestías al concentrar su atención en su flamante Iphone que, por cierto, se ha transformado en un signo más de una opulencia que no está aparejada, necesariamente, con su deslucida esfera intelectual. Al respecto, escucho la desafortunada, conformista y cómplice expresión “así son los jóvenes de hoy día”. Eso es una mentira, ese proceder confirma el paradigma transmitido por los padres. ¡Una pena!

De otra parte, alterno con adolescentes con probadas cualidades de comunicación. Coincidentemente han sido moldeados en medios en donde los coloquios familiares, la ilustración y las habilidades sociales fortalecerán su desenvolvimiento. Mi amiga Tatiana, a sus 34 años de edad, es un ejemplo opuesto. Su apagada autovaloración, simulada sociabilidad e insuficiente cultura, han moldeado una personalidad temerosa, pálida y díscola. Este patrón de conducta no debemos considerarlo común en las nuevas generaciones. Es la punta del “iceberg” de las escaseces que repercutirán en su porvenir profesional. Pero -como en muchos otros mortales- en ella es inexistente la voluntad de identificar y analizar esta lacerante realidad que empobrecerá su destino. Por ende, el pánico a reconocer sus exigüidades obstruye su bienestar.

La solvencia cultural ofrece enriquecedores elementos para la conversación. Es conveniente acercarnos a la historia, al arte, a la literatura, etc. para albergar conocimientos que sirvan de inspiración. Dentro de este contexto, la lectura es una afición que envuelve, ennoblece, ofrece un deleite singular y subleva conciencias, promueve la disconformidad y fortalece el amor propio, componentes indispensables para salir del atraso que nos aflige. Reitero mi aguda aseveración: la biblioteca de un hogar es el espejo de las ambiciones pensantes y espirituales de sus habitantes. Uno desprovisto de libros, es un rincón sin dignidad, visión, perspicacia y progreso. Agrego algo más: dime qué lees y te diré quien eres.

Hay quienes hacen un monólogo orientado a imponer sus puntos de vista, sumado a su carácter hostil y antidemocrático. Charlar representa un mutuo compartir, aprender, reflexionar y alimentar nuestro razonamiento; no es una confrontación irreconciliable y áspera. Deborah Tannen, profesora de Lingüística de la Universidad de Georgetown, explica: “Una conversación bien llevada es una visión de cordura, una ratificación de nuestro propio modo de ser humano y de nuestro propio lugar en el mundo”.

Tenga en consideración éstos aportes: participe mediante una tertulia entendible; sea cortés y respetuoso aún en los instantes más tensos; rehúya convertirse en el centro de atención; soslaye revelaciones ofensivas para los presentes, máxime, en referencia a sus opciones religiosas, políticas o sexuales; evite imponer un tema que solo sea de su interés y dominio; cultive la empatía y la tolerancia. Si tiene el don de la fina ironía, conviene saber canalizarla. Existen mortales susceptibles, colmados de complejos y carentes de la amplitud para entenderla.

Es importante rechazar participar en cotorreos impertinentes, habladurías íntimas y lesivas al honor o la privacidad ajena. Sepa de qué departir y con quien, puede verse involucrado en incómodas situaciones. Ratifico lo expresado en mi artículo “Disculpa la pregunta…”: “Quiero revelar mi agobiante temor cuando me dicen ´estamos en confianza´, para empezar a escrutar sobre mi sueldo, mi soltería, el precio de una prenda, las razones del divorcio de mi hermano, entre un sinfín de ´criollos´ fisgoneos. Tenga presente: lo adecuado en una sociedad educada y culta, concluye siendo lo incorrecto en nuestro medio y al revés. Dolorosa realidad que estamos obligados a contribuir a revertir con nuestro firme proceder”.

En tal sentido, son convincentes las apreciaciones del ilustre barón alemán Alexander Von Humboldt, quien -durante su breve estadía en el Perú en 1802- anotó en su diario de viaje: “…Se podría decir que el dios Rímac, que según Garcilaso (en alusión al ilustre historiador y cronista de ascendencia hispano-incaica conocido como el Inca Garcilaso de la Vega) era llamado ‘el dios hablador’, preside también a todas las clases sociales de Lima, pues hay pocos lugares en el mundo donde se hable más y se obre menos”. Interesante, acertada y vigente acotación.

Jamás utilice su estado de salud como pretexto para abordar cuestiones médicas, dietas, tratamientos, operaciones, etc. Es usual encontrarnos con personas deseosas de ofrecer un tedioso recuento de sus aparentes y exagerados padecimientos. Dilucidar sobre nietos, primogénitos, recetas gastronómicas, prendas de moda y trabajadoras domésticas es casi un ritual en los encuentros femeninos; en los varones, es un imperativo los pormenores acerca de asuntos laborales y, además, las acaloradas discusiones de política y deportes. Son inexistentes las veladas profundas y cualitativas.

Existen quienes -debido a su indisimulable inseguridad y timidez- concluyen inmersos en una perceptible incomodidad cuando se comunican con desconocidos. El extendido síndrome de “Chuncholandia” está presente en reuniones caracterizadas por la rutinaria conformación de “tribus” en función de sexos, edades y afinidades. Si alguien demuestra elevada seguridad y pretende integrarse con la “camarilla” ajena, es expulsado o mal visto. La risible costumbre de forjar conexiones en función de ciertas “logias” restringe el acercamiento y la plática. Recuerde: cuando salimos del “área de confort” ampliamos nuestra percepción de la diversidad humana.

En lo personal las conversaciones que mayor sapiencia me brindaron y que, además, tengo presente en la retina de mis intensas remembranzas fueron con Felipe Benavides Barreda, el afamado ambientalista peruano de mediados del siglo XX, con el que tuve el privilegio de compartir los mejores años de mi juventud. Su extraordinaria mirada del mundo, su desbordante erudición y firmeza me impactaron desde nuestro primer encuentro (1984). También, fueron aleccionadoras y entretenidas las tertulias con el sabio e investigador Javier Pulgar Vidal; su humildad, estilo paciente y afabilidad lo enaltecieron y diferenciaron. Con mis queridos amigos el poeta Miguel López Cano, el diplomático Augusto Dammert León y el político Nicanor Mujica Álvarez Calderón, nuestros coloquios persisten en mis añoranzas por su inapreciable valía, aliento y espíritu aleccionador.

Practíquela y asuma el desafío de engrandecer su discernimiento. Una dama o caballero de encantadora charla porta la semilla de un líder. Nunca más vigente la afirmación del filósofo, músico y poeta alemán del siglo XIX Friedrich Wilhelm Nietzsche: “Uno busca a alguien que le ayude a dar a luz sus pensamientos, otro, a alguien a quien poder ayudar: así es como surge una buena conversación”.