sábado, 25 de diciembre de 2010

Consejos para un buen anfitrión

En estas semanas, con ocasión de la histórica fiesta de la Natividad y el nuevo año, usted tendrá celebraciones sociales, familiares y laborales en donde será, probablemente, anfitrión. Aquí deseo comentar unas pautas e ideas para cumplir esa tarea tan importante de convocar, atender y compartir con sus invitados.

Deberá tener presente que su misión no consiste en formular la invitación y trasladar a otros la organización, pormenores y obligaciones durante el evento. Esto debe tenerlo en consideración por más sencilla e íntima que sea la reunión. Superior será su dedicación si planea un suceso empresarial en donde tiene la intención de cerrar negocios y exhibir la imagen de su compañía.

El rol de un anfitrión con “sentido común” está más allá de algunos conceptos tradicionales. Tiene que tener criterio para seleccionar sus invitados, escoger el menú adecuado, optar la hora y local propicio, determinar la formalidad o informalidad del encuentro, emplear la vestimenta apropiada, observar la limpieza, arreglo y decoración del recinto, formular las invitaciones con antelación y deferencia, entre otros pormenores que aseguren el éxito del acontecimiento.

Algo que cuestiono, con firmeza por cierto, es la ausencia de esmero en las invitaciones que se hacen sin guardar mínimas cortesías. Una invitación informal no debe producirse con menos de ocho días. Sin embargo, conozco entidades (incluso educativas) y amigos que invitan con uno, dos o tres días de antelación a festividades que por sus características ameritan significativa anticipación. Eso es parte esencial del tratamiento que usted merece cuando sea invitado, no lo olvide y hágase honrar en toda eventualidad. Tengo por política declinar siempre convocatorias de última hora (familiares o corporativas) que me puedan hacer sospechar que mi nombre está en un listado de “suplentes” llamados por la ausencia de los “titulares”, o que muestra visible improvisación. En la vida dase su lugar, dice bastante de su autoestima y respeto consigo mismo. ¡Recuérdelo!

Para empezar, el anfitrión estará en la entrada (de la casa o sitio de reunión) recibiendo a los concurrentes. Si la invitación es con esposa, se hará acompañar -de ser casado- de su cónyuge. Debe coordinar y asegurar que todo esté listo -como mínimo- con una hora de antelación a la fijada para la aparición de los asistentes. Es lamentable y, por lo tanto, una falta de respeto que usted al llegar puntual a un evento se encuentre con la “sorpresa” que las luces están apagadas, recién se están instalando las mesas y equipos de sonido, los anfitriones no han concluido de alistarse y existe una visible carencia de planificación. Eso es tan “usual” y “aceptado” en Lima, como el arroz con leche. ¡Qué vergüenza!

Ofrezca un aperitivo con unos pequeños bocaditos -antes de pasar al comedor- que se sirve en la sala. Es conveniente que el mayordomo exhiba en el azafate bebidas sin alcohol y gran cantidad de servilletas de bar. Cuando es un círculo formal deberá existir personal de servicio que puede no requerirse en una situación informal. Aunque un mozo, bien dirigido y capacitado, ayudará en la correcta atención. Continuamente lo hago y me alivia una serie de cometidos.

El anfitrión garantiza que cada invitado esté cómodo y se lleve un provechoso recuerdo. No es difícil, pero exige conocer detalles que olvidan las personas e instituciones. Conozco “anfitriones”, incluso dueños y directores de organizaciones, que se comportan como invitados y, únicamente, conversan y se interesan en su círculo de allegados. Es decir, se “olvidan” de su función que busca vincular e integrar a los partícipes, fomentar temas de tertulia, verificar que todo funcione y desarrollar sus habilidades sociales. De esta forma, hará grata la actividad.

Otro aspecto primordial. El anfitrión determina las precedencias en las mesas alternando una dama con un caballero y, además, no sentará juntos a una pareja de esposos. Recomiendo que los integrantes de cada mesa sea un grupo homogéneo en términos culturales, sociales y de educación para evitar actitudes discordantes en la jornada. Puede colocar un letrero pequeño en cada ubicación con el nombre, así facilitará al comensal conocer su sitio y evitará esa “criolla” costumbre de sentarse dos amigas juntas y dos o tres hombres contiguos.

Algunos consejos rápidos que no puedo omitir. Tengan cubiertos de recambio y que sean de buena calidad las copas, azafates y el menaje empleado; observé si algún invitado requiere algo en particular; demuestre su obligación en hacer sentir cómodos a sus comensales; tenga analgésicos por si alguien se siente mal y acondicione una habitación en caso de emergencia; en su baño posea colonia, peines, papel higiénico, toallas de recambio y pañuelos de papel y, claro está, que luzca pulcro; si un invitado rompe una copa, disimule y evite hacerlo sentir mal; oriente la conversación hacia contenidos amenos, positivos y que motiven la intervención de todos. No permita, discusiones acaloradas o que se hable mal de una persona ausente. Usted será responsable de lo acontecido en su evento y tome en cuenta, al momento de adoptar una decisión, las palabras del orador, político y filósofo latino Marco Tulio Cicerón: “Haz aquello que sea lo mejor que haya que hacer”.

domingo, 19 de diciembre de 2010

El saludo: Algunas pautas

Amigo lector, este es un tema que, por su aparente sencillez, no tendríamos amplios argumentos que motiven un artículo sobre lo, supuestamente, enseñado por nuestros padres desde pequeños. ¿Se ha puesto a pensar cuantas veces saluda al día? ¿Se ha percatarse de la forma como lo hace? ¿Le gusta saludar a sus semejantes? ¿Saluda educadamente? Son interrogantes que lo invito a formularse.

En esta nota comparto ciertas reflexiones que no debieran omitirse por cuanto su aplicación le facilitará hacer una evaluación de su desenvolvimiento en el ejercicio de esta rutinaria y habitual actividad, importante en nuestra existencia personal y profesional y, además, en la imagen que proyectamos en las múltiples circunstancias que enfrentamos.

El saludo no solo debe entenderse como una expresión de urbanidad. Sin darnos cuenta describe nuestra personalidad, autoestima, habilidad social, temperamento y, en síntesis, se convierte en su “tarjeta” (buena o mala) de presentación. En este aspecto me permito insistir, después de observar en personas -de diversas edades, procedencias y niveles- su carencia de disposición y agrado para saludar.

Es mucho más revelador de lo que, a simple vista, algunos imaginan. En su obra “Ese dedo menique en el trabajo”, la documentada Frieda Holler comenta: “El saludo es una manifestación social de cortesía, muestra de respeto y afecto. Nos lo enseñan desde pequeños, y a pesar de eso, para muchos, el momento del saludo resulta embarazoso porque no están seguros de hacerlo correctamente”.

Es substancial fijarse determinados modelos para saludar de forma placentera y causar favorable impresión. No olvide un primer detalle, dirija la mirada a la persona, no la evada, puede evidenciar timidez, débil autoestima, falta de transparencia, rechazo, etc. Otros puntos valiosos: Incluya palabras agradables y amables: “Buenos días, como está usted, es una placer verlo”, etc. y agregue algún breve comentario de cortesía y no se limite a decir: “Buenas”.

Asimismo, para causar una virtuosa impresión acompañe una sonrisa espontánea y que fluya –de manera natural- como reflejo de su estado anímico. Sonreír es un componente simpático, halagador y, finalmente, producirá un mejor trato con los demás. Sonría como demostración de alegría, entusiasmo, optimismo ante sí. Lo no olvide!

Un nuevo aspecto que quiero enfatizar es la óptima pronunciación. Visito oficinas, me encuentro con alumnos, acudo a tiendas, etc. y observo deficiente articulación de los términos, lo que refleja pobre dicción. Tenga la certeza que esta carencia será una deplorable carta de introducción si sucede en una entrevista de trabajo. Hable con seguridad y volumen de voz adecuado. Olvidaba algo básico, el que ingresa debe saludar, sin distinción de “jerarquías” o supuestos “estatus sociales”. Conozco entidades públicas y privadas (incluso educativas) en donde sus funcionarios y alumnado al entrar “esperan” que el personal de vigilancia o recepción los salude. ¡Qué pésimo comportamiento! Haga del saludo, afable y cordial, una cultura de vida en cada momento de su quehacer diario y sin discriminación. Muestre su respeto y consideración. No es difícil, solo deberá tener “sentido común”. Es decir, el menos tradicional de los “sentidos” en una sociedad llena de pobrezas morales, cívicas y culturales como la nuestra.

Considere la pertinencia de saludar dando, únicamente, la mano entre personas desconocidas. Recuerde que la dama determina como desea ser saludada en el ámbito social. Brinde su mano con confianza en sí mismo. Evite darla húmeda, sucia, cogiendo algo o con una debilidad que lo hará parecer tímido, poco sincero y con problemas de interacción, no la ofrezca con rudeza, desconfianza o distanciamiento. Salude comedidamente con la mano y lucirá sobrio. El apretón será corto y firme. Demasiado efímero puede demostrar escasez de interés y poca motivación, mientras un saludo más largo indica deferencia. El caballero no omita ponerse de pie al saludar en toda ocasión.

Otra forma de saludar es el abrazo. Es una manera efusiva y utilizada entre personas que se conocen bastante o en momentos especiales. Suele darse cuando llevan demasiado tiempo sin verse, para felicitar o expresar un sentimiento de mayor proximidad. Este estilo de trato es empleado, principalmente, por hombres.

El beso es otro saludo que origina fundadas controversias. Mi profesora Carolina Mujica decía: “El Perú es un besodromo” y no se equivoca. La cuestionable “costumbre” criolla de besarse entre damas y caballeros, ha hecho que se pierda la forma de saludar sonriendo, mirando, dando la mano, hablando bien y ofreciendo una reverencia a los mayores o damas. Es recomendable besar en situaciones sociales y con individuos conocidos, y no en la esfera empresarial.

Si lleva lentes de sol deberá quitárselos para que su interlocutor vea sus ojos. En caso de usar guantes hará lo mismo, es inadecuado estrechar la mano cubierta. Si está fumando -aunque cada vez existen menos espacios donde hacerlo- nunca lo haga con el cigarrillo encendido, deposítelo en un cenicero. No salude con las manos en los bolsillos, eso me recuerda a una reciente ex primera dama peruana que al llegar al aeropuerto de Santiago de Chile beso, con ambas manos en los bolsillos de su abrigo, a la esposa del jefe de estado del país anfitrión.

Por último, recuerde que al saludar muestra, de manera inconsciente, mucho más de usted de lo imaginado. Ejerza el saludo como afirmación de convivencia armónica, encuentro positivo y deseo de enlazarnos con el prójimo. Y tome en cuenta el oportuno vocablo del economista y político francés Anne Robert Jacques Turgot: “El principio de la educación es predicar con el ejemplo”.

martes, 14 de diciembre de 2010

Orquesta Sinfónica Nacional: Víctima de desafinados modales

El domingo 5 se realizó, en el Museo de la Nación, el concierto por el 72 aniversario de la Orquesta Sinfónica Nacional que, en esta ocasión, contó con la participación del director limeño Pablo Sabat Mindreau, quien tiene una prestigiosa trayectoria musical y, además, es director titular de la Orquesta de Cámara Nacional y de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil, y director artístico de la Orquesta Cuidad de los Reyes.

La Orquesta Sinfónica Nacional -fundada el 11 de agosto de 1938 durante el gobierno de Oscar R. Benavides- cuenta con más de 70 músicos. Su recital inaugural tuvo lugar en el Teatro Municipal de Lima el 11 de diciembre de ese año, con motivo de la VIII Conferencia Panamericana, en un programa con el Himno Nacional del Perú y obras de Wagner, Beethoven, Debussy, Falla y Ravel. Dicho teatro fue su sede durante varios años.

Según comenta el documentado estudioso Luis Meza Cuadra en la obra “Enciclopedia Temática del Perú”: “…Su primer director fue el vienés Theo Buchwald, quien la dirigió durante los años 1940 y 1950. Este periodo fue, indudablemente, su época más brillante, debido sobre todo a la presencia de músicos europeos que huían de la Segunda Guerra Mundial y la presencia constante de eminentes invitados, tanto solistas como directores”.

Sus directores titulares han sido Theo Buchwald (1938-1960), Hans-Gunther Mommer, Carmen Moral (en dos oportunidades; primera mujer en ocupar dicho cargo en una orquesta en Latinoamérica), los maestros Leopoldo La Rosa, José Carlos Santos, Armando Sánchez Málaga, Guillermina Maggiolo Dibós, entre otros. Y este 2010 fue dirigida por el italiano Matteo Pagliari.

Para quienes asistimos con entusiasmo desde nuestra niñez a sus exhibiciones nos deslumbró el programa de esta conmemoración que incluyó la obertura Leonora y la sinfonía Nro.9, ambas de Ludwig van Beethoven (Bonn,1770 – Viena,1827). La participación de la soprano María Eloísa Aguirre, de la mezzosoprano Edda Paredes, del tenor Álvaro López Risso y del barítono Xavier Fernández Santa María -con la asistencia del brilloso Coro Nacional- coadyugaron a esta presentación de gala. La parte cumbre estuvo al escuchar “Oda a la alegría”.

Siempre he considerado que la música clásica humaniza, sensibiliza y despierta nuestras fibras de emoción y nos transporta a una profunda dimensión interior. Escucharla posibilita aproximarnos a una de las extraordinarias manifestaciones artísticas que ha prevalecido a lo largo de la historia. Es una fuente inagotable de formación y como decía Beethoven: “La música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía”. Esto lo aprendí desde mis primeros años de infancia cuando acudía, en la temporada de verano, a sus presentaciones en la concha acústica del tradicional parque Salazar de Miraflores. Asumí que está hecha para ser oída con un profundo sentido emotivo.

No obstante, visibles malas formas opacaron la que debió ser una limpia revelación en un momento tan singular. Una vez más, la falta de organización, buenos modales y, especialmente, atención de las autoridades del Ministerio de Cultura (de quien depende la Orquesta Sinfónica Nacional) fue evidente. La ignorancia e indiferencia de sus funcionarios se “vistió” de fiesta ese día. Para empezar los concurrentes esperaron en las afueras del auditorio más de una hora para ingresar y no hubo consideración con las personas mayores. Resuelta incomprensible que no existan rampas para discapacitados ni sillas de ruedas en el principal museo de la capital.

Es lamentable que, tratándose de una aparición de esta trascendencia, no acudiera ningún funcionario del Ministerio de Cultura. Su titular, Juan Ossio Acuña, estaba en Suecia acompañando a Mario Vargas Llosa en la recepción del Premio Nobel de Literatura. Paralelamente, los miembros de la Orquesta Sinfónica Nacional desde el escenario vieron vacías todas las butacas -de las dos primeras filas- asignadas para “representantes oficiales”. Ningún emisario gubernamental ofreció algunas palabras, únicamente atentas anfitrionas alcanzaron arreglos florales a la soprano y mezzosoprano. Que desaire y carestía de respeto al tenaz esfuerzo de la más valiosa agrupación sinfónica peruana que ni siquiera recibió un simbólico ágape de reconocimiento. A mi parecer, el comportamiento de los jerarcas del portafolio que, supuestamente, trabajan por la ilustración en el país, fue inculto e inelegante. Cabe mencionar que el artífice de esta torpe actividad fue el director de Fomento de las Artes de la cartera de Cultura, Mauricio Salas Torreblanca.

En el listado de ausencia de cortesías existen otras más. La pobre cobertura de prensa, la obsesión de los organizadores de aislar a los músicos del público al concluir la función, la deficiente infraestructura para sus ensayos, la carencia de criterio con el afán de ubicar a los asistentes y disponer las medidas a fin de ofrecerle facilidades. Todo lo cual muestra la poca deferencia de los burócratas en un aniversario que no debió “celebrarse” con escaso realce. La Orquesta Sinfónica Nacional merece nuestro pleno y efusivo homenaje porque, a pesar indiferencias, limitaciones y coyunturas, su labor es un apostolado cultural que nos llena de orgullo.

domingo, 5 de diciembre de 2010

El “sentido común” en la etiqueta

Hace algunos días fui invitado a dictar una conferencia organizada por el alumnado de la “Primera Promoción del Diplomado de Etiqueta y Protocolo Empresarial y Gubernamental” del Instituto de Secretariado ELA. Me lleno de satisfacción encontrar un auditorio con amplitud de preguntas, aportes, vivencias y visibles deseos de deliberar sobre la importancia de esta temática y su relación en su desenvolvimiento personal y profesional.

Empecé explicando la definición de “etiqueta”, que es un conjunto de normas destinadas a construir un “puente” de armonía y convivencia que nos haga grata la existencia a todos. Así de sencillo. Una persona educada creará a su alrededor un clima de simpatía que facilitará su óptimo vínculo con el entorno y, por cierto, fortalecerá su interacción cuando afronte situaciones conflictivas. Es conveniente reiterar que la dimensión de la buena educación se pone a prueba en los momentos tensos, discrepantes y de desencuentros inherentes en las actividades humanas.

La etiqueta, continuamente recomiendo, no solo se debe entender y estudiar. Se tiene que ejercer con convicción, naturalidad y asumir como una cultura de vida. La persona que la práctica, de manera fluida y espontánea, no tendrá inconveniente en mostrar su urbanidad en todo tiempo, circunstancia y lugar. En este campo influye el grado de autocontrol y autoestima.

También, se sustenta en la fórmula “RES” (educación, respeto y sentido común). Estos dos primeros son valores que tienen sus orígenes en el adiestramiento recibido del ámbito hogareño y social. “Enseñar” es instruir, transmitir conocimientos, indicar y guiar caminos. Según precisa Luis Bustamante Belaunde en el prólogo del libro “Ética y política: El arte de vivir y convivir”, la educación consiste en: “….Desarrollar y perfeccionar las facultades y fuerzas propias de las personas y hacer salir de dentro hacia fuera sus potencias de crecimiento. La enseñanza suele ser un acto grupal o colectivo. La educación es siempre individual. Quienes enseñan son docentes. Quienes educan son maestros”. La etiqueta, desde mi parecer, debe estar inmersa en los procesos de enseñanza y educación a fin de afianzar los referentes familiares.

Hay un tercer elemento de la fórmula “RES”, no menos primordial. Se trata del “sentido común”, cuya tradicional definición dice: “Son las creencias o conocimientos compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos. Se trata de la capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable”. Suele mencionarse como la dimensión del hombre que no requiere de estudio o investigaciones teóricas, sino que nace de las experiencias vividas. Algunos pensadores exponen que es el “menos común de los sentidos”, algo en lo que coincido plenamente.

Probablemente, si nos detenemos a analizar las formas de actuar y reflexionar de los peruanos (en general) coincidiremos en que no se aplica este sentido (que está relacionado con el nivel de autoestima personal). Permítame explicarle con algunos hechos. Por “sentido común” al ingresar a un lugar debiéramos saludar; decir “gracias” y “por favor” al recibir una atención; si desea llegar puntual a una cita debe tomarse el tiempo pertinente en su traslado; debemos ser solícitos con las personas mayores, discapacitadas y embarazadas sin que exista una norma de carácter obligatorio. Podría seguir una secuencia de alusiones que ratifican la pérdida de este sentido, si alguna vez lo tuvimos.

El “sentido común” nos manda exponer lo que pensamos en voz alta, de manera honesta y respetuosa, en función de su autovaloración y seguridad. En nuestro contexto es habitual revelar lo que el interlocutor (más aún si es jefe) quiere escuchar y solo comentamos lo que pensamos “debajo de la alfombra”. Tiene correlación con las acciones que realizamos todos los días y que, aparentemente, obedecen a un orden lógico. Pero, cabe preguntar: ¿Es lógico querer pasar la luz rojo para llegar a nuestro destino? ¿Es lógico pretender ser atendido con amabilidad cuando usted trata de manera déspota a quien considera su inferior en términos sociales? ¿Es lógico que un alumno no salude al docente que, coincidentemente, lo desaprobó en su asignatura por no estudiar? ¿Es lógico tener prendido el celular durante una ceremonia religiosa? ¿Es lógico ser incoherentes entre su modo de pensar y conducirse? ¿Es lógico que cuando un caballero asume gestos de cortesía y amabilidad sea mirado con desconfianza? Estas situaciones sustentan la carencia de “sentido común”.

Cuando usted procede diferente -tal vez poco “común”- posiblemente será denominado “loco”. No se incomode, esa mención es una distinción honrosa que acredita que es opuesto a la sumisa y poco amable conducta de la inmensa mayoría de conciudadanos en una sociedad que, además, acepta la hipocresía como lícita para coexistir, convalida el engaño y la doble moral, en aras de no subvertir este sistema que requiere una intensa transformación espiritual y cultural. Hagamos cada uno lo posible por aplicar el “sentido común” y recuerde las inmortales palabras del filosofo griego Platón: “Buscando el bien de nuestros semejantes, encontramos el nuestro”.