domingo, 21 de abril de 2024

Etiqueta social: “Nadie lo hace” o “todos hacen lo contrario”

En múltiples ocasiones escucho aseveraciones como “nadie lo hace” o “todos hacen lo contrario”. Estas expresiones carecerían de mayores implicancias sino fuese por estar formuladas -a partir de mi quehacer personal- para librarse de proceder de una forma correcta y conveniente, debido a la inseguridad imperante. Igualmente, sus lamentables connotaciones me causan un rechazo irrevocable. 

En una clase acerca de la etiqueta en las redes sociales me referí a la importancia, como manifestación de afabilidad y cortesía, de escribir un mensaje de agradecimiento y/o bienvenida al establecer un nuevo contacto en medios virtuales como facebook, instagram, linkedin, etc. Los participantes, a pesar de parecerles atinado y elegante el planteamiento, respondieron en conjunto “nadie la hace”. 

En otra oportunidad me encontraba explicando la conveniencia de eludir emplear el teléfono celular -salvo una probada emergencia- cuando estamos compartiendo con otras personas, en la esfera amical, familiar o laboral. Inmediatamente recibí la colosal aprobación de los concurrentes a mis severas afirmaciones concernientes a la ausencia de mínimos escrúpulos en innumerables individuos. Prácticamente existe un espíritu de resignación frente esta novedosa indelicadeza. El comentario no tardó en ser “todos hace lo contrario”. 

En una disertación para una prestigiosa corporación advertí de las repercusiones y beneficios de la costumbre de saludar -como revelación de una sana conexión interpersonal- y su impacto en las relaciones humanas en el ámbito interno y externo de una organización. Puse como referente lo siguiente: debe saludar quien ingresa a un lugar, sin distinción de sexo, edad o jerarquía. De inmediato escuché como contestación unísona “nadie la hace”.

Al presentarme en mi primera jornada de clase expresé, como es siempre habitual, mi amplia disposición de atender sus consultas e inquietudes con agrado y que, además, pueden escribirme con plena libertad para atender sus correos por las diversas plataformas. Detallé que, siendo estudiantes de la asignatura de etiqueta social y protocolo, sería acertado agradecer las comunicaciones de sus profesores. La reacción unánime de sorpresa fue “nadie lo hace”. 

Más recientemente conferencié en un gremio empresarial. Un capítulo de mi intervención estuvo reservada a dilucidar la íntima vinculación de la ética y la etiqueta ejecutiva en el mundo de los negocios y, especialmente, aludí a la trascendencia de lucir un comportamiento digno, transparente y caracterizado por incuestionables valores. Expliqué la interacción del respeto, la puntualidad, el diálogo, la tolerancia, entre otros, como componentes en el cabal perfil integral profesional. Más de un asistente dijo “todos hace lo contrario”. 

Mi dilatada experiencia me posibilita confirmar que estos reiterados testimonios están acompañados de la evidente e indisimulada intención de asegurar que lo sostenido sería lo adecuado. No obstante, subsiste un ineludible temor de adjudicarse una determinación ajena o discordante con la actuación de la mayoría. Allí es cuando me detengo, como en otros tantos momentos, a pensar en esa necesidad reinante, en innumerables hombres y mujeres, de obtener el beneplácito público. Sin duda, estamos ante una fatal carencia de autovaloración, firmeza, certidumbre, arrojo e incluso autonomía en las decisiones arrogadas. 

Reafirmo lo expuesto en infinidad de certámenes académicos: el ejercicio inalterable de la excelsa educación -en todo tiempo, espacio y acontecimiento- distingue a quien la ejerce, irradia seguridad, enaltece, genera atracción y simpatía y, por lo tanto, facilita una óptima convivencia dentro de un marco de consideración y afabilidad. De allí que, debemos soslayar emplear estas frases para amparar una postura privada de elementales modales. Apliquemos el sentido común, el tino y la pertinencia.

En tal sentido, se requiere afianzar los niveles de autoestima y habilidades blandas para contar con el juicio crítico, la capacidad reflexiva y la voluntad para garantizar que las personas se conduzcan en función de sus convicciones, creencias, principios e intereses. Cuando escuchamos los vocablos “nadie lo hace” o “todos hacen lo contrario” -con cierto ánimo de coartada- tenemos la oportunidad de demostrar que estamos ajenos a la influencia y el reconocimiento del entorno. Insisto: revelemos una potencial autonomía para deliberar en consonancia con nuestra identidad; no en función del aplauso o de la coincidencia colectiva. 

En estas eventualidades asumamos el reto de dejar ver, sin ambigüedades, nuestra cualitativa diferencia. Será una manera de exhibir solvente personalidad, atinada educación e innegables destrezas sociales. Esquivemos observar la urbanidad, la amabilidad y la corrección como una camisa de fuerza orientada a limitar nuestras acciones; únicamente, engloban sugerencias encaminadas, de forma homogénea, hacia un sobresaliente lazo humano. En síntesis, es un significativo e invalorable componente destinado a elevar nuestra calidad de vida.


martes, 2 de abril de 2024

Mujeres: ¿Embajadoras culturales?

Recientemente se realizó, a través de la virtualidad y desde los Países Bajos, el Seminario Internacional “Mujeres como Embajadoras Culturales” -con ocasión del “Día Internacional de la Mujer”- organizado por PROTOCOLTODAY y la Fundación Honoris Causa Internacional. Esta importante jornada, transmitida en inglés y español, convocó a una amplia audiencia de más de 30 países.

Adriana Flores, director ejecutivo de PROTOCOLTODAY, resaltó el prestigio profesional de las ponentes y, además, la calidad de los temas compartidos. A su turno, Marco Tardelli, presidente de la Fundación Honoris Causa Internacional, señaló que las mujeres son activas protagonistas en los grandes cambios de la sociedad. “Queremos que ocupen un espacio significativo a fin de promover su eficaz liderazgo hispanoamericano en la Organización de las Naciones Unidas”, enfatizó.

Berenice Rangel (México), director ejecutivo de Latin America Invest, intervino con el tema “Riqueza Transcultural: Estrategias de Administración de Patrimonio con Inteligencia Global para Negocios Internacionales”. Se refirió a las estrategias empresariales que “estamos buscando para diversificar el patrimonio con ocasión de los cambios producidos en América Latina en tiempos recientes”. La complejidad financiera y fiscal impulsa la transformación de la riqueza global. “Las nuevas generaciones buscan invertir en empresas tecnológicas”, sentenció. Explicó el fenómeno de la globalización y su influencia en la administración de la gestión del patrimonio. Los negocios son cada vez más complejos debido, entre otras razones, a la revolución del conocimiento reflejada a través de la “inteligencia artificial”.

Añadió: “Después de la pandemia estamos buscando la innovación digital de los negocios para unir mercados y movernos de un lado a otro aprovechando la coyuntura de la región. Para ello, se debe emplear mecanismos en función de la realidad financiera y de los cambios políticos de los países”. En consecuencia, la “marca país” es muy importante y “favorece el clima de negocios y permite un régimen fiscal estable”. Su interesante conclusión fue: “el futuro empresarial no solo se va a medir con el capital y la ganancia, sino por su adaptación a la sostenibilidad y lograr una riqueza mejor distribuida”.

Por su parte, Ana Navarro Ramos (España), director de Protocolo del Ministerio de Economía, Comercio y Empresa, expuso el tópico “La mujer como embajadora de cambio: Impacto en el protocolo internacional”. Comenzó acentuando que ésta “desarrolla un rol muy importante en todos los ámbitos de la sociedad. Cumplimos un papel significativo en las vicisitudes actuales”. Hizo un recuento de su trayectoria como integrante del ejército español en la Unión Europea e indicó que éste tiene múltiples misiones en el exterior en la que participan mujeres. Expuso que se han cumplido 35 años de la presencia militar femenina en España. También, compartió su pericia en el área de protocolo del Ministerio de Defensa y sus incontables funciones con delegaciones extranjeras.

El protocolo es la “primera cara de la institución hacia el exterior” resaltó. Describió que “la fiesta nacional es un acto importante que une a los españoles y se caracteriza por el desfile militar encabezado por los reyes”. Contó su itinerario en otros sectores de gobierno que le permitió “explorar el concepto de protocolo, conocer el mundo, participar en eventos y extender mi visión del protocolo” y, además, preparar eventos empresariales y cumbres ministeriales. Al concluir, se preguntó “¿Dónde están ellas? A partir del 2018 se creó una iniciativa para promover su visibilidad a través de acciones publicitarias”. Destacó: “las mujeres tienen empatía, perspectiva única, comunicación efectiva, creatividad y expresión y, además, liderazgo comunicativo”.

Edith Cortelezzi (Argentina), capacitador en el Instituto ISEN, trató la temática “Protocolo Empresarial”. En su presentación puso especial acento al precisar que el protocolo y el ceremonial se actualizan, no están pasados de moda. “Hoy existe protocolo para el mundo digital, los celulares y las computadoras. Ahora estos temas también están manejados por mujeres, no es exclusivo de los hombres como era durante mucho tiempo”, puntualizó. La gente cada vez entiende mejor la vigencia y magnitud del protocolo en los viajes comerciales. Subrayó: “las mujeres debemos valorar la colaboración de los hombres en la vida de una mujer”. Se enfocó en analizar la trascendencia de apreciar y recomendar la aplicación permanente del protocolo, la buena educación y la cortesía por encima del tiempo y las distancias.

Asimismo, Emilia Zaballos (España), presidente de Zeballos Abogados, sustentó la ponencia “¡Si tú lo quieres, tú lo tienes!”. Empezó recordando que hablamos siempre de “igualdad”. Aseveró: “Para mí, la igualdad es dar a todos los mismos instrumentos para lograr lo que quiera. En función de nuestras capacidades y compromisos cada uno verá hasta donde es capaz de llegar”. Aludió a la desproporción y a la indiferencia frente a los actuales problemas sociales.

Al presentar su experiencia comentó: “Mi proyección del alma ha sido la Fundación para los Derechos Constitucionales, que ahora está bien posesionada en la colectividad española, para ayudar a cambiar la realidad que afecta a determinados grupos humanos. Promovemos iniciativas legislativas y judiciales destinadas a revertir la desigualdad existente”. Insidió en el imperativo de incluir el compromiso social y, especialmente, compartir nuestras experiencias al servicio del bien común. “Devolverle a la comunidad lo que hemos logrado en la vida. A mí, en la vida, me han ayudado valores como la valentía, la perseverancia y la formación, entendida no solo el inicio de nuestras carreras, sino para aprender cada día. Tener la voluntad de recoger lo que aporte a nuestra supervivencia”, subrayó. Terminó refiriéndose a la necesidad de acentuar la participación de la mujer. “Debemos ser mejores, competir y saber dar el reconocimiento. Cuando son las mejores, deben hacerlo conocer y de forma serán visibles y eso le facilitará seguir luchando para cumplir sus sueños”.

En síntesis, un exitoso certamen -“hecho con el corazón”, según reseñó Adriana Flores- colmado de enriquecedor aprendizaje, experiencias, reflexiones y aportes encaminados a revalorar la actuación de la mujer; una ocasión para recoger vivencias aleccionadoras que inspiran proseguir en esta incesante lucha por la paridad de género. Su involucramiento contribuirá a definir un mundo justo, empático y enmarcado en valores -ineludibles de reconocer y alentar- como la reciprocidad, el respeto y la aceptación.

Tengamos la indeclinable determinación de afianzar voluntades, perseverancias y entregadas hacia este noble e imperioso cometido. En tal sentido, vienen a mi memoria las expresiones del recordado Kofi Annan, exsecretario general de las Naciones Unidas: “La igualdad de género es más que un objetivo en sí mismo. Es una condición previa para afrontar el reto de reducir la pobreza, promover el desarrollo sostenible y la construcción de un buen gobierno”.

domingo, 10 de marzo de 2024

¿Cómo comportarnos en las redes sociales?

Los buenos modales se evidencian, como lo asevero en tantas ocasiones, en todo instante, eventualidad y lugar. En tal sentido, debemos evadir considerar una excepción el desenvolvimiento en las redes sociales; éstas ponen de manifiesto, de forma más palpable de lo imaginado, las capacidades de convivencia, las habilidades blandas y, por cierto, la educación y reciprocidad en la relación interpersonal.

Al respecto, deseo compartir tips, deliberaciones y consejos encaminados a forjar una vinculación afable, deferente y flexible. Esta nota no pretender ser una guía o manual; exclusivamente presenta pertinentes anotaciones a partir de mi experiencia y dedicación en la etiqueta social y el protocolo. Concurren múltiples aspectos que, seguramente, han sido omitidos. Para empezar, tengamos en cuenta -aunque es obvio afirmarlo- que interactuamos con personas poseedoras de sentimientos merecedores de empatía y miramiento.

 “Respetar las normas”. En ocasiones se prescinde revisar sus disposiciones y reglamentaciones, entre otros pormenores. Esto puede generar un manejo errado e incomodar con publicaciones y/o comentarios incoherentes y ajenos a ésta. El acatamiento a las pautas establecidas muestra su capacidad de adaptabilidad. Por ejemplo, en una red profesional es inadecuado divulgar asuntos familiares o políticos.

 “Críticas y discrepancias”. Es aconsejable emplear la cordura y proyectar una impresión positiva al momento de efectuar cuestionamientos. Más aún al tratar tópicos polémicos; es perturbador formular aseveraciones de índole privada o íntima. Los seres humanos con frecuencia soslayan rebatir con madurez, ponderación y ejerciendo pautas de urbanidad. Son recurrentes las confrontaciones carentes de elemental tolerancia y corrección.

 “Uso de las etiquetas”. Hágalo con moderación y rehúya perturbar con cuestiones comerciales y/o ajenos al interés de los demás. Existen temas que no siempre conciernen a nuestros contactos. De ser preciso pida permiso; sea asertivo y esquive de asuntos comerciales, políticos, religiosos y, únicamente, de su incumbencia.

 “Mayúsculas y ortografía”. Poner palabras con mayúsculas significa “gritar”; cuide la correcta redacción. Ésta resalta sus alcances académicos e intelectuales y redundará en su positiva o negativa imagen. La escritura es un insoslayable termómetro de su perfil. Aunque en sociedades dominadas por la incultura y la inopia esto pasa inadvertido. Tenga presente la congruente y reveladora expresión: “Dime como escribes y te diré cuanto lees”.

“Aporte valor”. Esto me parece de primordial importancia. Dar a conocer glosas, noticias, post, etc. dirigidos a educar, sensibilizar, promover valores cívicos y generar reflexión, permitirá, de manera determinante, brindarle una percepción favorable y una dimensión cualitativa. Sin duda, será un acierto diferenciado y enaltecedor.

 “Bloqueo”. Debe recurrirse como última instancia en situaciones de desencuentros o conflictos irreconciliables e irreversibles. Eluda abusar de esta opción que puede motivar una impresión intransigente y escasa de madurez, comprensión y condescendencia. Es común observar su uso exagerado y por cualquier motivación.

 “Establecer buenas relaciones”. Envíe mensajes de bienvenida a sus nuevos contactos y/o seguidores; congratule en ciertas efemérides, cumpleaños y aniversarios. Esté atento a las celebraciones nacionales, navideñas e institucionales, entre otras gratas circunstancias, que harán más cálida y próxima su vinculación. Recuerde agradecer los saludos recibidos por algún acontecimiento: es un gesto simpático, singular y elogioso. No espere que otros exhiban esos distinguidos detalles para decidir ponerlos en práctica; luzca su estilo, autenticidad y finesa.

“Dejar en visto”. Renunciemos olvidar responder los textos recibidos. Reitero lo expuesto en mi artículo “El nuevo virus: Dejar en ‘visto’” (2021): “Este complejo dilema se resolvería a partir de transparentar los instantes en que nos hallamos enlazados con los medios virtuales y eludir colocar siempre ‘todo el tiempo conectado’. De esta forma, informamos con amabilidad los momentos en que estaremos disponibles y convendría acompañar una escueta explicación cuando demoramos más de lo usual en contestar; así sorteamos erradas interpretaciones y una negativa impresión”.

Me genera indignación, al igual que otras situaciones, la ausencia de rechazo ante este actuar; es una suerte de “nueva normalidad”, observada con indiferencia y resignación. Este obrar ha dejado de incomodar, asombrar o disgustar. Decline verse influenciado por este inexcusable vicio.

 Una acotación final: cuando se encuentre departiendo con otras personas, sea en el ámbito amical, familiar o empresarial, acuérdese que éstas merecen su principal atención. Si requiere con urgencia recurrir a sus redes pida permiso y -de tratarse de una llamada- retírese para prescindir incomodar. No esté vigilante a éstas mientras comparte en la mesa o en cualquier otro espacio en el que, reitero, la dedicación debe concentrarse en su prójimo. Se ha convertido en un cotidiano e impropio refugio, para los que carecen de destreza e integración social, estar pendiente de las redes a través del celular. Despliegue su aptitud de interacción y diálogo, así avivará su mayor crecimiento personal.

Insisto en la urgencia de contribuir a concebir una comunidad con sólidos principios que garanticen una óptima y mutua coexistencia. No es un cometido imposible, idealista o romántico; conllevan un imperativo moral encaminado a superar la lacerante conflictividad. Las redes sociales representan un sistema ágil y moderno que coadyuva a este impostergable objetivo. Está en nuestras manos internalizar la cortesía y ciertas virtudes como un medio destinado a mejor la calidad de vida de hombres y mujeres. Estamos a tiempo, asumamos esta inmensa y noble misión.

jueves, 11 de enero de 2024

¿Qué es la ciudadanía?

Este concepto se remonta a los antiguos griegos y romanos. Su nacimiento ocurrió hace 2.500 años, en la época de la Grecia clásica. Allí se establecieron dos modelos: ateniense y espartano. En sus inicios eran ciudadanos quienes cumplían determinados requisitos; no cualquiera accedía a esta condición, reservada para los que participaban en las decisiones concernientes a los asuntos públicos. 

A lo largo de los siglos esta idea ha ido evolucionando. Sin embargo, con frecuencia escuchamos vocablos como “soy ciudadano por haber nacido en este país”, “se adquiere con la mayoría de edad”, “ser ciudadano está relacionado con el sufragio”, etc. Según el historiador italiano Pietro Costa, es “la relación entre la pertenencia de una persona a una comunidad política y los derechos y obligaciones de los que ella disfruta en esa comunidad”. Por lo tanto, conlleva un conjunto de compromisos que van más allá de la prerrogativa a participar en la elección de autoridades políticas. 

Seguidamente algunas explicaciones destinadas a conocer y valorar su significado. Debemos examinar, como importante antecedente histórico, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano -proclamada por la Asamblea Nacional Constituyente- luego del triunfo de la Revolución Francesa (1789), que asienta su principal legado. De esta forma, se alcanzaron derechos que define a la persona y que sirvieron de sustento para la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Organización de las Naciones Unidas (1948). 

Ésta última instituye un plan de acción global para la protección de los individuos. Fue la primera vez que los países acordaron éstos -que merecen protección internacional- para asegurar vivir en libertad, igualdad y dignidad. Contiene 30 artículos con los derechos de los hombres y mujeres. 

Seguramente continua vigente la pregunta: ¿Qué es la “ciudadanía”? A mi parecer, su explicación amerita una diversidad de nociones ignoradas en reiteradas ocasiones. Es imposible sustentarlo sin incorporar ciertos tópicos que constituyen un eslabón destinado a su entendimiento. ¡Empecemos! 

Ésta es sinónimo de participación. Por cierto, debemos comenzar a ejercerla en nuestra esfera privado, civil y pública. Es improbable entenderla si omitimos insertarnos en los quehaceres del entorno. Coincido con lo expuesto en el libro “Ética y política – El arte de vivir y convivir” (2000) de autoría de Mónica Jacobs, Eliana Mory y Odette Vélez que considera cinco elementos -que guardan coherencia- y deseo explicar cómo condiciones trascendentales para su desarrollo. 

Primero, “participación”. ¿Cómo podemos asumir un rol en nuestra comunidad, provincia o país, sin importar la dimensión geográfica o política a la que hagamos referencia, si somos renuentes al involucramiento -con nuestra opinión, trabajo ad honorem y acciones concretas- que expresan compromiso, colaboración, protagonismo? Es imposible su ejercicio desde una contemplación apática, distante y renuente. 

Segundo, “sentido de pertenencia”. Significa “establecer voluntariamente vínculos que nos unen a la comunidad política”. De esta forma, concebimos como nuestros los sucesos acontecidos a nuestro alrededor. Seamos conscientes que es “difícil amar lo que uno desconoce y más difícil aún sentir que pertenecemos a lo que jamás hemos valorado”. Por lo tanto, todo empieza cuando nos creemos integrantes de un contexto social. 

Tercero, “Estado de Derecho”. Comprende disfrutar de una “condición jurídico política garantizada por el Estado que además vela por el cumplimiento de la ley”. Significa estar representados por autoridades serias, democráticas, transparentes y que, principalmente, atiendan y resuelvan las demandas del ciudadano. 

Cuarto, “derechos y deberes”. Es imprescindible su conocimiento y práctica. Una sociedad con capacidad de aceptación se alimenta de la acción recíproca de éstos. Obviemos pedir acatamiento a nuestras atribuciones cuando atropellamos los ajenos. Asumamos que “los derechos son, a la vez, exigencias éticas y cívicas, normas legales indispensables para la vida en sociedad, rigen las relaciones de convivencia humana y orientan el ordenamiento jurídico de las instituciones”. 

Quinto, “igualdad”. La coexistencia demanda este principio básico consagrado a honrar al prójimo igual a “nosotros en derechos y deberes, respetando sus diferencias y actuando según nuestros valores y tradiciones”. Se trata de garantizar un trato justo y enmarcado en reconocer un principio internacional. Es fundamental entender que la igualdad es inexcusable para la loable existencia del ser humano. 

Nuestra interacción requiere destreza para aceptarnos y, además, empatía, tolerancia y habilidades sociales frente a las diferencias existentes, con el propósito de soslayar generar espacios de conflictividad. Aprendamos a obrar con madurez cívica y comprendamos que las personas necesitamos a los demás, así como ellos demandan de nosotros: el bien particular se pone a salvo protegiendo el bienestar común. Esforcémonos por reconocer al semejante a partir de la compleja y dilatada disparidad cultural, étnica, social, económica, sexual y política. Una mirada plural posibilitará una mejor calidad de vida.

Si anhelamos forjar una sobresaliente colectividad nos asiste -de modo trasversal- el imperativo ético de exhibir virtudes cívicas idóneas de cultivar y transmitir a las venideras generaciones para acreditar su continuo desarrollo y eficacia en el tiempo. Varios de esos principios son: la solidaridad, la humildad, la justicia, la cooperación. Una anotación importante: siempre los valores inducen plasmarse en nuestros actos de manera invariable y digna. 

De lo expuesto, se desprende la urgencia de convertirnos en ciudadanos vigilantes e identificados con el ecosistema social. Nos corresponde renunciar a la mezquina actitud distante, crítica y pasiva, para adjudicarnos un protagonismo proactivo. Urgimos hombres y mujeres -alejados de temores y abdicaciones- con la fuerza, la convicción y la entereza de comprometerse con causas de interés común. Ello insta salir de la habitual y egoísta zona de confort. 

Recuerde: la “ciudadanía” conlleva madurez, criterios morales, sensibilidad, altruismo y generosidad. Rehuyamos entenderla como un limitado puñado inapelable de asuntos electorales, tributarios y legales. Es una forma de forjar nuestro lazo con la comunidad. Exige una cuota de entrega infrecuente en sociedades caracterizadas por elevados niveles de desarraigo y acostumbradas a divisar su contorno con desdén, indolencia e individualismo. 

Tengamos presente su insoslayable connotación para lograr el entendimiento, el diálogo y, por consiguiente, se demanda unir esfuerzos y voluntades en función de justos anhelos. Es imprescindible nuestra aportación permanente; solo una actuación general facilitará una respuesta corporativa. 

De modo que, sea posible desplegar ayuda a través de organizaciones no gubernamentales, comunales, humanitarias y filantrópicas. Implica dar un aporte que nos engrandece. Los programas de voluntariado son una magnífica opción. Esquivemos creer que la persona funciona sola; necesitamos a los demás, así como ellos requieren de nosotros. Las tareas y afanes fusionados posibilitan enfrentar en superiores situaciones dilemas, frustraciones y expectativas.

Evoquemos las pertinentes palabras del escritor español Antonio Muñoz Molina: “El pueblo asegura el abrigo inmediato de lo colectivo y lo inmemorial, el halago de compartir valores ancestrales. La ciudadanía, por comparación, ofrece poco más que intemperie, y cada una de sus ventajas posibles está sometida al contratiempo de la responsabilidad y la incertidumbre”.