jueves, 9 de mayo de 2024

¿La ética en el perfil profesional?

En ocasiones los postulantes a un trabajo omiten considerar la connotación de la “ética” en los criterios vigentes en la selección de personal. Cada vez más empresas, en el escenario mundial, están comprometidas con este tópico. En tal sentido, este aporte intenta demostrar su irrefutable valía en el “identikit” de un profesional del siglo XXI. 

Para empezar, reitero lo sustentado en anteriores textos: la interiorización de la “ética” otorga realce, prestigio, credibilidad e incrementa la favorable imagen de quien la exhibe; brinda mejores oportunidades de ascenso y colocación en el mercado laboral; constituye un axiomático elemento positivo en el currículum vitae, a partir de los valores expuestos en el comportamiento mostrado en la esfera profesional. Entendamos y tomemos en consideración su inmensa repercusión. 

A mis alumnos sorprende mi aguda afirmación en la primera sesión de clase de mi asignatura Ética Profesional: “Su aplicación se ve amenazada cuando concurren hombres y mujeres titubeantes, miedosos, de escasa autoestima y acostumbrados a seguir el curso de acción establecida por la mayoría. Ésta exige una fortalece interior no siempre percibida en sociedades laceradas por la penuria moral; demanda aplomo y osadía”. En otro momento añado: “Es imposible ser un idóneo profesional, prescindiendo de ser, primero, un sobresaliente ser humano. Entendido como su bagaje de principios, intereses, aspiraciones y actos. Es parte de nuestro ADN”. 

Sin embargo, concurren innumerables candidatos a un puesto que la perciben como un asunto ajeno a estos procesos y subestiman su importancia. Con asiduidad oímos comentarios tendientes a asumirla con cierto simbolismo, idealismo e incluso como carente de efectiva utilidad en el desempeño laboral. Es una mirada absolutamente alejada de la realidad y desconocedora de los estándares progresivamente implementados a nivel empresarial. 

Sugiero situarla como una cualidad encaminada a marcar la diferencia en relación al proceder general. En determinadas circunstancias es difícil convertirla en un talento: requiere seguridad, valentía, convicción y sólida autonomía en las decisiones adoptadas. Aconsejo a los jóvenes explotar este componente en una entrevista de trabajo y, especialmente, cuando surgen algunas de las siguientes interrogantes: ¿Puede comentar algo de usted? ¿Qué lo diferencia de otros postulantes? ¿Puede explicar sus virtudes? ¿Sustente una razón por la que debemos contratarlo? 

Al responder estas incógnitas se debe recrear una exhaustiva introspección y contar de forma concisa una situación específica para ejemplificar un momento en el que haya empleado ciertos valores. La connotación de estas preguntas es más amplia, compleja y significativa de lo imaginado. La “ética” propia influye en la consolidación de la “ética” corporativa y en la óptima reputación organizacional. Define la relación en el ámbito laboral e incide en la percepción de sus disímiles audiencias. También, es un “termómetro” de los valores corporativos. 

Recomiendo acudir a las entrevistas con una nítida visión de sus destrezas y fortalezas, no solo referidas a sus habilidades duras, como sucede con frecuencia, sino conociendo sus cualidades éticas y aprovechar los atributos de éstas. Tiene un vínculo directo en el cometido profesional. Por ejemplo, llevar a cabo quehaceres altruistas y filantrópicas como acciones de voluntariado, orientados al bien común, es una magnífica credencial que expresa valores como la solidaridad, la empatía, etc. -que servirán para afianzar los rasgos del postulante- o explicar situaciones resueltas, en la esfera personal o profesional, que han planteado conflictos morales. 

Las actuales tendencias obligan a mirar la “ética” con practicidad, realismo, competitividad y por ende alejada de planteamientos y posturas filosóficas y teóricas. Ello no significa soslayar el alcance de su estudio académico con la finalidad de contar con mayores elementos de análisis acerca de su evolución histórica hasta nuestros días. Un profesional robustece su trayectoria gracias a una acreditada conducta caracterizada por normas, como la equidad, la justicia y la tolerancia, encauzadas a enriquecer su reflexión al adoptar decisiones. 

Su incuestionable utilidad induce un ambiente probo, respetuoso, íntegro, honesto y responsable, lo que implica cumplir las tareas asignadas, acatar las regulaciones de la empresa, proyectar un sano entendimiento y mantener la confidencialidad de la información sensible. Es decir, aporta al exitoso clima interno, a la cohesión, integración y fidelización de los colaboradores y, por lo tanto, refuerza énfasis la cultura corporativa. 

Tengamos la audacia de incluir la “ética” como la imprescindible brújula inspiradora en nuestra actuación en las más variadas funciones humanas. Vienen a mi mente las lúcidas palabras que me fueron escritas por uno de los peruanos más ilustres del siglo XX en el Perú, Felipe Benavides Barreda (1917-1991): “Ética, como todo en la vida, es la mayor fuerza que tiene el hombre para defender la vida”. Su connotación es un intenso soplo de esperanza en el noble e imperativo afán de concebir profesionales con valores propensos a asegurar un inestimable desempeño en las organizaciones.


domingo, 21 de abril de 2024

Etiqueta social: “Nadie lo hace” o “todos hacen lo contrario”

En múltiples ocasiones escucho aseveraciones como “nadie lo hace” o “todos hacen lo contrario”. Estas expresiones carecerían de mayores implicancias sino fuese por estar formuladas -a partir de mi quehacer personal- para librarse de proceder de una forma correcta y conveniente, debido a la inseguridad imperante. Igualmente, sus lamentables connotaciones me causan un rechazo irrevocable. 

En una clase acerca de la etiqueta en las redes sociales me referí a la importancia, como manifestación de afabilidad y cortesía, de escribir un mensaje de agradecimiento y/o bienvenida al establecer un nuevo contacto en medios virtuales como facebook, instagram, linkedin, etc. Los participantes, a pesar de parecerles atinado y elegante el planteamiento, respondieron en conjunto “nadie la hace”. 

En otra oportunidad me encontraba explicando la conveniencia de eludir emplear el teléfono celular -salvo una probada emergencia- cuando estamos compartiendo con otras personas, en la esfera amical, familiar o laboral. Inmediatamente recibí la colosal aprobación de los concurrentes a mis severas afirmaciones concernientes a la ausencia de mínimos escrúpulos en innumerables individuos. Prácticamente existe un espíritu de resignación frente esta novedosa indelicadeza. El comentario no tardó en ser “todos hace lo contrario”. 

En una disertación para una prestigiosa corporación advertí de las repercusiones y beneficios de la costumbre de saludar -como revelación de una sana conexión interpersonal- y su impacto en las relaciones humanas en el ámbito interno y externo de una organización. Puse como referente lo siguiente: debe saludar quien ingresa a un lugar, sin distinción de sexo, edad o jerarquía. De inmediato escuché como contestación unísona “nadie la hace”.

Al presentarme en mi primera jornada de clase expresé, como es siempre habitual, mi amplia disposición de atender sus consultas e inquietudes con agrado y que, además, pueden escribirme con plena libertad para atender sus correos por las diversas plataformas. Detallé que, siendo estudiantes de la asignatura de etiqueta social y protocolo, sería acertado agradecer las comunicaciones de sus profesores. La reacción unánime de sorpresa fue “nadie lo hace”. 

Más recientemente conferencié en un gremio empresarial. Un capítulo de mi intervención estuvo reservada a dilucidar la íntima vinculación de la ética y la etiqueta ejecutiva en el mundo de los negocios y, especialmente, aludí a la trascendencia de lucir un comportamiento digno, transparente y caracterizado por incuestionables valores. Expliqué la interacción del respeto, la puntualidad, el diálogo, la tolerancia, entre otros, como componentes en el cabal perfil integral profesional. Más de un asistente dijo “todos hace lo contrario”. 

Mi dilatada experiencia me posibilita confirmar que estos reiterados testimonios están acompañados de la evidente e indisimulada intención de asegurar que lo sostenido sería lo adecuado. No obstante, subsiste un ineludible temor de adjudicarse una determinación ajena o discordante con la actuación de la mayoría. Allí es cuando me detengo, como en otros tantos momentos, a pensar en esa necesidad reinante, en innumerables hombres y mujeres, de obtener el beneplácito público. Sin duda, estamos ante una fatal carencia de autovaloración, firmeza, certidumbre, arrojo e incluso autonomía en las decisiones arrogadas. 

Reafirmo lo expuesto en infinidad de certámenes académicos: el ejercicio inalterable de la excelsa educación -en todo tiempo, espacio y acontecimiento- distingue a quien la ejerce, irradia seguridad, enaltece, genera atracción y simpatía y, por lo tanto, facilita una óptima convivencia dentro de un marco de consideración y afabilidad. De allí que, debemos soslayar emplear estas frases para amparar una postura privada de elementales modales. Apliquemos el sentido común, el tino y la pertinencia.

En tal sentido, se requiere afianzar los niveles de autoestima y habilidades blandas para contar con el juicio crítico, la capacidad reflexiva y la voluntad para garantizar que las personas se conduzcan en función de sus convicciones, creencias, principios e intereses. Cuando escuchamos los vocablos “nadie lo hace” o “todos hacen lo contrario” -con cierto ánimo de coartada- tenemos la oportunidad de demostrar que estamos ajenos a la influencia y el reconocimiento del entorno. Insisto: revelemos una potencial autonomía para deliberar en consonancia con nuestra identidad; no en función del aplauso o de la coincidencia colectiva. 

En estas eventualidades asumamos el reto de dejar ver, sin ambigüedades, nuestra cualitativa diferencia. Será una manera de exhibir solvente personalidad, atinada educación e innegables destrezas sociales. Esquivemos observar la urbanidad, la amabilidad y la corrección como una camisa de fuerza orientada a limitar nuestras acciones; únicamente, engloban sugerencias encaminadas, de forma homogénea, hacia un sobresaliente lazo humano. En síntesis, es un significativo e invalorable componente destinado a elevar nuestra calidad de vida.


martes, 2 de abril de 2024

Mujeres: ¿Embajadoras culturales?

Recientemente se realizó, a través de la virtualidad y desde los Países Bajos, el Seminario Internacional “Mujeres como Embajadoras Culturales” -con ocasión del “Día Internacional de la Mujer”- organizado por PROTOCOLTODAY y la Fundación Honoris Causa Internacional. Esta importante jornada, transmitida en inglés y español, convocó a una amplia audiencia de más de 30 países.

Adriana Flores, director ejecutivo de PROTOCOLTODAY, resaltó el prestigio profesional de las ponentes y, además, la calidad de los temas compartidos. A su turno, Marco Tardelli, presidente de la Fundación Honoris Causa Internacional, señaló que las mujeres son activas protagonistas en los grandes cambios de la sociedad. “Queremos que ocupen un espacio significativo a fin de promover su eficaz liderazgo hispanoamericano en la Organización de las Naciones Unidas”, enfatizó.

Berenice Rangel (México), director ejecutivo de Latin America Invest, intervino con el tema “Riqueza Transcultural: Estrategias de Administración de Patrimonio con Inteligencia Global para Negocios Internacionales”. Se refirió a las estrategias empresariales que “estamos buscando para diversificar el patrimonio con ocasión de los cambios producidos en América Latina en tiempos recientes”. La complejidad financiera y fiscal impulsa la transformación de la riqueza global. “Las nuevas generaciones buscan invertir en empresas tecnológicas”, sentenció. Explicó el fenómeno de la globalización y su influencia en la administración de la gestión del patrimonio. Los negocios son cada vez más complejos debido, entre otras razones, a la revolución del conocimiento reflejada a través de la “inteligencia artificial”.

Añadió: “Después de la pandemia estamos buscando la innovación digital de los negocios para unir mercados y movernos de un lado a otro aprovechando la coyuntura de la región. Para ello, se debe emplear mecanismos en función de la realidad financiera y de los cambios políticos de los países”. En consecuencia, la “marca país” es muy importante y “favorece el clima de negocios y permite un régimen fiscal estable”. Su interesante conclusión fue: “el futuro empresarial no solo se va a medir con el capital y la ganancia, sino por su adaptación a la sostenibilidad y lograr una riqueza mejor distribuida”.

Por su parte, Ana Navarro Ramos (España), director de Protocolo del Ministerio de Economía, Comercio y Empresa, expuso el tópico “La mujer como embajadora de cambio: Impacto en el protocolo internacional”. Comenzó acentuando que ésta “desarrolla un rol muy importante en todos los ámbitos de la sociedad. Cumplimos un papel significativo en las vicisitudes actuales”. Hizo un recuento de su trayectoria como integrante del ejército español en la Unión Europea e indicó que éste tiene múltiples misiones en el exterior en la que participan mujeres. Expuso que se han cumplido 35 años de la presencia militar femenina en España. También, compartió su pericia en el área de protocolo del Ministerio de Defensa y sus incontables funciones con delegaciones extranjeras.

El protocolo es la “primera cara de la institución hacia el exterior” resaltó. Describió que “la fiesta nacional es un acto importante que une a los españoles y se caracteriza por el desfile militar encabezado por los reyes”. Contó su itinerario en otros sectores de gobierno que le permitió “explorar el concepto de protocolo, conocer el mundo, participar en eventos y extender mi visión del protocolo” y, además, preparar eventos empresariales y cumbres ministeriales. Al concluir, se preguntó “¿Dónde están ellas? A partir del 2018 se creó una iniciativa para promover su visibilidad a través de acciones publicitarias”. Destacó: “las mujeres tienen empatía, perspectiva única, comunicación efectiva, creatividad y expresión y, además, liderazgo comunicativo”.

Edith Cortelezzi (Argentina), capacitador en el Instituto ISEN, trató la temática “Protocolo Empresarial”. En su presentación puso especial acento al precisar que el protocolo y el ceremonial se actualizan, no están pasados de moda. “Hoy existe protocolo para el mundo digital, los celulares y las computadoras. Ahora estos temas también están manejados por mujeres, no es exclusivo de los hombres como era durante mucho tiempo”, puntualizó. La gente cada vez entiende mejor la vigencia y magnitud del protocolo en los viajes comerciales. Subrayó: “las mujeres debemos valorar la colaboración de los hombres en la vida de una mujer”. Se enfocó en analizar la trascendencia de apreciar y recomendar la aplicación permanente del protocolo, la buena educación y la cortesía por encima del tiempo y las distancias.

Asimismo, Emilia Zaballos (España), presidente de Zeballos Abogados, sustentó la ponencia “¡Si tú lo quieres, tú lo tienes!”. Empezó recordando que hablamos siempre de “igualdad”. Aseveró: “Para mí, la igualdad es dar a todos los mismos instrumentos para lograr lo que quiera. En función de nuestras capacidades y compromisos cada uno verá hasta donde es capaz de llegar”. Aludió a la desproporción y a la indiferencia frente a los actuales problemas sociales.

Al presentar su experiencia comentó: “Mi proyección del alma ha sido la Fundación para los Derechos Constitucionales, que ahora está bien posesionada en la colectividad española, para ayudar a cambiar la realidad que afecta a determinados grupos humanos. Promovemos iniciativas legislativas y judiciales destinadas a revertir la desigualdad existente”. Insidió en el imperativo de incluir el compromiso social y, especialmente, compartir nuestras experiencias al servicio del bien común. “Devolverle a la comunidad lo que hemos logrado en la vida. A mí, en la vida, me han ayudado valores como la valentía, la perseverancia y la formación, entendida no solo el inicio de nuestras carreras, sino para aprender cada día. Tener la voluntad de recoger lo que aporte a nuestra supervivencia”, subrayó. Terminó refiriéndose a la necesidad de acentuar la participación de la mujer. “Debemos ser mejores, competir y saber dar el reconocimiento. Cuando son las mejores, deben hacerlo conocer y de forma serán visibles y eso le facilitará seguir luchando para cumplir sus sueños”.

En síntesis, un exitoso certamen -“hecho con el corazón”, según reseñó Adriana Flores- colmado de enriquecedor aprendizaje, experiencias, reflexiones y aportes encaminados a revalorar la actuación de la mujer; una ocasión para recoger vivencias aleccionadoras que inspiran proseguir en esta incesante lucha por la paridad de género. Su involucramiento contribuirá a definir un mundo justo, empático y enmarcado en valores -ineludibles de reconocer y alentar- como la reciprocidad, el respeto y la aceptación.

Tengamos la indeclinable determinación de afianzar voluntades, perseverancias y entregadas hacia este noble e imperioso cometido. En tal sentido, vienen a mi memoria las expresiones del recordado Kofi Annan, exsecretario general de las Naciones Unidas: “La igualdad de género es más que un objetivo en sí mismo. Es una condición previa para afrontar el reto de reducir la pobreza, promover el desarrollo sostenible y la construcción de un buen gobierno”.

domingo, 10 de marzo de 2024

¿Cómo comportarnos en las redes sociales?

Los buenos modales se evidencian, como lo asevero en tantas ocasiones, en todo instante, eventualidad y lugar. En tal sentido, debemos evadir considerar una excepción el desenvolvimiento en las redes sociales; éstas ponen de manifiesto, de forma más palpable de lo imaginado, las capacidades de convivencia, las habilidades blandas y, por cierto, la educación y reciprocidad en la relación interpersonal.

Al respecto, deseo compartir tips, deliberaciones y consejos encaminados a forjar una vinculación afable, deferente y flexible. Esta nota no pretender ser una guía o manual; exclusivamente presenta pertinentes anotaciones a partir de mi experiencia y dedicación en la etiqueta social y el protocolo. Concurren múltiples aspectos que, seguramente, han sido omitidos. Para empezar, tengamos en cuenta -aunque es obvio afirmarlo- que interactuamos con personas poseedoras de sentimientos merecedores de empatía y miramiento.

 “Respetar las normas”. En ocasiones se prescinde revisar sus disposiciones y reglamentaciones, entre otros pormenores. Esto puede generar un manejo errado e incomodar con publicaciones y/o comentarios incoherentes y ajenos a ésta. El acatamiento a las pautas establecidas muestra su capacidad de adaptabilidad. Por ejemplo, en una red profesional es inadecuado divulgar asuntos familiares o políticos.

 “Críticas y discrepancias”. Es aconsejable emplear la cordura y proyectar una impresión positiva al momento de efectuar cuestionamientos. Más aún al tratar tópicos polémicos; es perturbador formular aseveraciones de índole privada o íntima. Los seres humanos con frecuencia soslayan rebatir con madurez, ponderación y ejerciendo pautas de urbanidad. Son recurrentes las confrontaciones carentes de elemental tolerancia y corrección.

 “Uso de las etiquetas”. Hágalo con moderación y rehúya perturbar con cuestiones comerciales y/o ajenos al interés de los demás. Existen temas que no siempre conciernen a nuestros contactos. De ser preciso pida permiso; sea asertivo y esquive de asuntos comerciales, políticos, religiosos y, únicamente, de su incumbencia.

 “Mayúsculas y ortografía”. Poner palabras con mayúsculas significa “gritar”; cuide la correcta redacción. Ésta resalta sus alcances académicos e intelectuales y redundará en su positiva o negativa imagen. La escritura es un insoslayable termómetro de su perfil. Aunque en sociedades dominadas por la incultura y la inopia esto pasa inadvertido. Tenga presente la congruente y reveladora expresión: “Dime como escribes y te diré cuanto lees”.

“Aporte valor”. Esto me parece de primordial importancia. Dar a conocer glosas, noticias, post, etc. dirigidos a educar, sensibilizar, promover valores cívicos y generar reflexión, permitirá, de manera determinante, brindarle una percepción favorable y una dimensión cualitativa. Sin duda, será un acierto diferenciado y enaltecedor.

 “Bloqueo”. Debe recurrirse como última instancia en situaciones de desencuentros o conflictos irreconciliables e irreversibles. Eluda abusar de esta opción que puede motivar una impresión intransigente y escasa de madurez, comprensión y condescendencia. Es común observar su uso exagerado y por cualquier motivación.

 “Establecer buenas relaciones”. Envíe mensajes de bienvenida a sus nuevos contactos y/o seguidores; congratule en ciertas efemérides, cumpleaños y aniversarios. Esté atento a las celebraciones nacionales, navideñas e institucionales, entre otras gratas circunstancias, que harán más cálida y próxima su vinculación. Recuerde agradecer los saludos recibidos por algún acontecimiento: es un gesto simpático, singular y elogioso. No espere que otros exhiban esos distinguidos detalles para decidir ponerlos en práctica; luzca su estilo, autenticidad y finesa.

“Dejar en visto”. Renunciemos olvidar responder los textos recibidos. Reitero lo expuesto en mi artículo “El nuevo virus: Dejar en ‘visto’” (2021): “Este complejo dilema se resolvería a partir de transparentar los instantes en que nos hallamos enlazados con los medios virtuales y eludir colocar siempre ‘todo el tiempo conectado’. De esta forma, informamos con amabilidad los momentos en que estaremos disponibles y convendría acompañar una escueta explicación cuando demoramos más de lo usual en contestar; así sorteamos erradas interpretaciones y una negativa impresión”.

Me genera indignación, al igual que otras situaciones, la ausencia de rechazo ante este actuar; es una suerte de “nueva normalidad”, observada con indiferencia y resignación. Este obrar ha dejado de incomodar, asombrar o disgustar. Decline verse influenciado por este inexcusable vicio.

 Una acotación final: cuando se encuentre departiendo con otras personas, sea en el ámbito amical, familiar o empresarial, acuérdese que éstas merecen su principal atención. Si requiere con urgencia recurrir a sus redes pida permiso y -de tratarse de una llamada- retírese para prescindir incomodar. No esté vigilante a éstas mientras comparte en la mesa o en cualquier otro espacio en el que, reitero, la dedicación debe concentrarse en su prójimo. Se ha convertido en un cotidiano e impropio refugio, para los que carecen de destreza e integración social, estar pendiente de las redes a través del celular. Despliegue su aptitud de interacción y diálogo, así avivará su mayor crecimiento personal.

Insisto en la urgencia de contribuir a concebir una comunidad con sólidos principios que garanticen una óptima y mutua coexistencia. No es un cometido imposible, idealista o romántico; conllevan un imperativo moral encaminado a superar la lacerante conflictividad. Las redes sociales representan un sistema ágil y moderno que coadyuva a este impostergable objetivo. Está en nuestras manos internalizar la cortesía y ciertas virtudes como un medio destinado a mejorar la calidad de vida de hombres y mujeres. Estamos a tiempo, asumamos esta inmensa y noble misión.

jueves, 11 de enero de 2024

¿Qué es la ciudadanía?

Este concepto se remonta a los antiguos griegos y romanos. Su nacimiento ocurrió hace 2.500 años, en la época de la Grecia clásica. Allí se establecieron dos modelos: ateniense y espartano. En sus inicios eran ciudadanos quienes cumplían determinados requisitos; no cualquiera accedía a esta condición, reservada para los que participaban en las decisiones concernientes a los asuntos públicos. 

A lo largo de los siglos esta idea ha ido evolucionando. Sin embargo, con frecuencia escuchamos vocablos como “soy ciudadano por haber nacido en este país”, “se adquiere con la mayoría de edad”, “ser ciudadano está relacionado con el sufragio”, etc. Según el historiador italiano Pietro Costa, es “la relación entre la pertenencia de una persona a una comunidad política y los derechos y obligaciones de los que ella disfruta en esa comunidad”. Por lo tanto, conlleva un conjunto de compromisos que van más allá de la prerrogativa a participar en la elección de autoridades políticas. 

Seguidamente algunas explicaciones destinadas a conocer y valorar su significado. Debemos examinar, como importante antecedente histórico, la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano -proclamada por la Asamblea Nacional Constituyente- luego del triunfo de la Revolución Francesa (1789), que asienta su principal legado. De esta forma, se alcanzaron derechos que define a la persona y que sirvieron de sustento para la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la Organización de las Naciones Unidas (1948). 

Ésta última instituye un plan de acción global para la protección de los individuos. Fue la primera vez que los países acordaron éstos -que merecen protección internacional- para asegurar vivir en libertad, igualdad y dignidad. Contiene 30 artículos con los derechos de los hombres y mujeres. 

Seguramente continua vigente la pregunta: ¿Qué es la “ciudadanía”? A mi parecer, su explicación amerita una diversidad de nociones ignoradas en reiteradas ocasiones. Es imposible sustentarlo sin incorporar ciertos tópicos que constituyen un eslabón destinado a su entendimiento. ¡Empecemos! 

Ésta es sinónimo de participación. Por cierto, debemos comenzar a ejercerla en nuestra esfera privado, civil y pública. Es improbable entenderla si omitimos insertarnos en los quehaceres del entorno. Coincido con lo expuesto en el libro “Ética y política – El arte de vivir y convivir” (2000) de autoría de Mónica Jacobs, Eliana Mory y Odette Vélez que considera cinco elementos -que guardan coherencia- y deseo explicar cómo condiciones trascendentales para su desarrollo. 

Primero, “participación”. ¿Cómo podemos asumir un rol en nuestra comunidad, provincia o país, sin importar la dimensión geográfica o política a la que hagamos referencia, si somos renuentes al involucramiento -con nuestra opinión, trabajo ad honorem y acciones concretas- que expresan compromiso, colaboración, protagonismo? Es imposible su ejercicio desde una contemplación apática, distante y renuente. 

Segundo, “sentido de pertenencia”. Significa “establecer voluntariamente vínculos que nos unen a la comunidad política”. De esta forma, concebimos como nuestros los sucesos acontecidos a nuestro alrededor. Seamos conscientes que es “difícil amar lo que uno desconoce y más difícil aún sentir que pertenecemos a lo que jamás hemos valorado”. Por lo tanto, todo empieza cuando nos creemos integrantes de un contexto social. 

Tercero, “Estado de Derecho”. Comprende disfrutar de una “condición jurídico política garantizada por el Estado que además vela por el cumplimiento de la ley”. Significa estar representados por autoridades serias, democráticas, transparentes y que, principalmente, atiendan y resuelvan las demandas del ciudadano. 

Cuarto, “derechos y deberes”. Es imprescindible su conocimiento y práctica. Una sociedad con capacidad de aceptación se alimenta de la acción recíproca de éstos. Obviemos pedir acatamiento a nuestras atribuciones cuando atropellamos los ajenos. Asumamos que “los derechos son, a la vez, exigencias éticas y cívicas, normas legales indispensables para la vida en sociedad, rigen las relaciones de convivencia humana y orientan el ordenamiento jurídico de las instituciones”. 

Quinto, “igualdad”. La coexistencia demanda este principio básico consagrado a honrar al prójimo igual a “nosotros en derechos y deberes, respetando sus diferencias y actuando según nuestros valores y tradiciones”. Se trata de garantizar un trato justo y enmarcado en reconocer un principio internacional. Es fundamental entender que la igualdad es inexcusable para la loable existencia del ser humano. 

Nuestra interacción requiere destreza para aceptarnos y, además, empatía, tolerancia y habilidades sociales frente a las diferencias existentes, con el propósito de soslayar generar espacios de conflictividad. Aprendamos a obrar con madurez cívica y comprendamos que las personas necesitamos a los demás, así como ellos demandan de nosotros: el bien particular se pone a salvo protegiendo el bienestar común. Esforcémonos por reconocer al semejante a partir de la compleja y dilatada disparidad cultural, étnica, social, económica, sexual y política. Una mirada plural posibilitará una mejor calidad de vida.

Si anhelamos forjar una sobresaliente colectividad nos asiste -de modo trasversal- el imperativo ético de exhibir virtudes cívicas idóneas de cultivar y transmitir a las venideras generaciones para acreditar su continuo desarrollo y eficacia en el tiempo. Varios de esos principios son: la solidaridad, la humildad, la justicia, la cooperación. Una anotación importante: siempre los valores inducen plasmarse en nuestros actos de manera invariable y digna. 

De lo expuesto, se desprende la urgencia de convertirnos en ciudadanos vigilantes e identificados con el ecosistema social. Nos corresponde renunciar a la mezquina actitud distante, crítica y pasiva, para adjudicarnos un protagonismo proactivo. Urgimos hombres y mujeres -alejados de temores y abdicaciones- con la fuerza, la convicción y la entereza de comprometerse con causas de interés común. Ello insta salir de la habitual y egoísta zona de confort. 

Recuerde: la “ciudadanía” conlleva madurez, criterios morales, sensibilidad, altruismo y generosidad. Rehuyamos entenderla como un limitado puñado inapelable de asuntos electorales, tributarios y legales. Es una forma de forjar nuestro lazo con la comunidad. Exige una cuota de entrega infrecuente en sociedades caracterizadas por elevados niveles de desarraigo y acostumbradas a divisar su contorno con desdén, indolencia e individualismo. 

Tengamos presente su insoslayable connotación para lograr el entendimiento, el diálogo y, por consiguiente, se demanda unir esfuerzos y voluntades en función de justos anhelos. Es imprescindible nuestra aportación permanente; solo una actuación general facilitará una respuesta corporativa. 

De modo que, sea posible desplegar ayuda a través de organizaciones no gubernamentales, comunales, humanitarias y filantrópicas. Implica dar un aporte que nos engrandece. Los programas de voluntariado son una magnífica opción. Esquivemos creer que la persona funciona sola; necesitamos a los demás, así como ellos requieren de nosotros. Las tareas y afanes fusionados posibilitan enfrentar en superiores situaciones dilemas, frustraciones y expectativas.

Evoquemos las pertinentes palabras del escritor español Antonio Muñoz Molina: “El pueblo asegura el abrigo inmediato de lo colectivo y lo inmemorial, el halago de compartir valores ancestrales. La ciudadanía, por comparación, ofrece poco más que intemperie, y cada una de sus ventajas posibles está sometida al contratiempo de la responsabilidad y la incertidumbre”.


martes, 19 de septiembre de 2023

¿Qué es la Identidad Corporativa?

En ocasiones suelen confundirse conceptos que insinúo abordar de forma exhaustiva por sus significativas connotaciones. En tal sentido, creo pertinente contribuir a esclarecer el concerniente a la “identidad corporativa”. Podemos definirla como la manera de proyectarse ante el público y comunicar su  promesa de valor ante los múltiples grupos de interés de una organización.

Agrupa componentes tangibles e intangibles. Es lo que representa la entidad; proporciona realce al consumidor; diferencia un negocio de otros; comunica sus objetivos, filosofía, actividades y valores. Su importancia radica, entre otros fines, por ayudar a fidelizar a su audiencia, mejorar la conciencia del cliente y aumentar la ventaja competitiva. Es decir, es su personalidad y está compuesta por tres elementos esenciales: misión, visión y valores.

La “misión” señala el negocio, las necesidades que cubren sus productos y servicios, su mercado e imagen pública; será concreta, amplia y realista. Según el experto Rafael Muñiz Gonzales, escritor y conferenciante internacional y asesor estratégico, es “la razón de ser de la empresa, condiciona sus actividades presentes y futuras, proporciona unidad, sentido de dirección y guía en la toma de decisiones estratégicas”.

La “visión” es el sueño acerca de su posicionamiento a muy largo plazo que entusiasma a accionistas, personal y proveedores. Detalla lo que quiere ser, sus grandes empeños, cómo espera conseguirlos, etc. Para William Cuevas Amaya, sociólogo y especialista en Administración Pública, “es la capacidad de ver más allá, en tiempo y espacio, y por encima de los demás, significa visualizar, ver con los ojos de la imaginación, en términos del resultado final que se pretende alcanzar”.

Por último, están los “valores”, llamados a definir las creencias y reglas reguladoras de la gestión organizacional. Constituyen su filosofía y el soporte de su cultura y, además, es un aspecto central para delimitar la “identidad corporativa”. Precisan las ventajas comparativas que guiarán su desarrollo; muestran sus creencias de manera compartida; estipulan el comportamiento de sus integrantes; se orientan en concordancia con sus planes de acción.

De modo que, reitero lo expuesto en mi artículo “¿Qué son los valores corporativos?”: “…Su establecimiento proporciona cualidades internas y externas; ayudan a comprobar si van por el camino correcto para alcanzar sus objetivos; tienen vital trascendencia en la imagen del negocio. Estos principios rectores deben estar expresados en su visión, misión y reflejarse en sus políticas. Representan una especie de ‘columnas vertebrales’; convendría que sean claros, de aplicación obligatoria, fácil implementación y explicados
en los procesos de inducción y capacitación. Su utilidad compromete a todos sus miembros”.

Existen los “valores corporativos” de la empresa, de los empleados y del producto o servicio. El primero, son los adoptados por la institución; el segundo, corresponde a la conducta de sus integrantes; el tercero, hace referencia a las características de sus bienes o servicios. A mi entender representan pilares insoslayables y están íntimamente vinculados por los postulados individuales de sus gestores. El liderazgo ético es concluyente y ejerce un efecto descendente en los colaboradores; imposible prescindir de su influencia en el acontecer de la organización.

Soslayemos observar la “misión”, la “visión” y los “valores” como nociones plasmadas, únicamente, en la memoria empresarial, en las redes sociales, en discursos pomposos o en un cuadro situado en las oficinas. Deben evidenciarse en el día a día; estarán presentes en la interacción con todas sus audiencias; forman parte activa del “ADN” de una corporación; guían e inspiran su devenir. Se aconseja desplegar programas de entrenamiento, dirigidos a su personal, a fin de conocer sus reales alcances y someter su vigencia a una constante evaluación.

No obstante, existen infinidad de situaciones en las que apreciamos la incoherencia entre éstos y su trato con determinados públicos. Por ejemplo, compañías empeñadas en privilegiar a clientes, aliados estratégicos y autoridades y, por el contrario, descuidan su entorno social. Aquí se produce un desequilibrio en la consistencia de la “identidad corporativa”, destinada a prevalecer en el tiempo con la intención de posesionarse en la mente de sus audiencias. Ésta debe estar expresada, de forma ininterrumpida, en su actuación.

Es ineludible establecer algunas deferencias con la “imagen corporativa”. De acuerdo a lo expuesto por Javier Sánchez Galán, licenciado en Economía y Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid (España) “los límites conceptuales entre identidad e imagen corporativa son bastante laxos dentro de la teoría en marketing. Suele entenderse que la imagen es una aplicación más práctica de la identidad de una empresa, es decir, busca la comunicación hacia el exterior de los valores de la identidad de manera óptima o exitosa. Por ello, suele relacionarse más comúnmente al concepto de identidad corporativa con el de marca corporativa”.

Una institución o empresa tiene como propósito estar presente en la mente de sus públicos; le corresponde ejercer un desempeño análogo con las expectativas generadas y forjará un sentimiento de acercamiento con el entorno social. Recordemos lo aseverado por el español Andrés Pérez Ortega: “Si te centras en ti mismo no dejas huella. Tu marca tiene sentido si aportas a los demás”.

jueves, 17 de agosto de 2023

La comunicación en la empresa

La forma como se desarrolla el proceso de comunicación, en el contorno interno o externo, puede advertirnos con amplia nitidez acerca de su eficiencia y, además, sobre un conjunto de características -en ocasiones inadvertidas- concernientes al clima laboral, la calidad de la atención al público, la óptima interacción entre las diversas jerarquías, entre otros elementos.

Ésta puede definirse como un asunto que envuelve un flujo continuo de mensajes, a través de la que sus miembros transmiten información e interpretan sus significados para persuadirse, buscando modificar comportamientos o actitudes; alimenta los sistemas sociales, facilita la integración, varía la conducta, plasma productiva la reciprocidad humana y mejora la comprensión de las políticas corporativas; hace fluida y positiva la convivencia y la obtención de resultados. Por último, puede convertirse en un “termómetro” orientado a reconocer la cultura de la organización.

En el contexto externo persigue los siguientes objetivos: estar al corriente del producto y/o servicio, difundir revelaciones, promover un mayor posicionamiento, servir como medio de recordación, recoger la opinión de clientes, guiar a proveedores, contribuir en la creación de una imagen corporativa o de marca, etc.

En el ámbito interno tiene una diversidad de connotaciones que repercutirán en el ambiente externo. De allí la importancia de implementar, evaluar y corregir aspectos que afectan su entendimiento e inspiración como medio para la consecución de ideales. Así, por ejemplo, busca hacer conocer las determinaciones de los más altos niveles de la empresa, establecer un nexo de ida y vuelta entre empleados y jefes y, por cierto, fomentar una relación integral.

Para ello, se efectúa la comunicación descendente, ascendente y horizontal. Detengámonos a explicar cada una: la descendente surge desde un cargo alto hacia personas de menor nivel jerárquico; sirve para dirigir y controlar. Es decir, está encaminada a la asignación de metas, instrucciones, políticas y retroalimentar al empleado. Ésta acrecienta el clima interno, potencia el rendimiento, permite la prevención de problemas, evita la existencia de murmuraciones, especulaciones e incertidumbres.

La ascendente se origina de un colaborador de menor jerarquía a un encargado o jefe. Suelen ser de menor número a las descendentes y su mayor tributo radica en que optimiza la toma de decisiones. Tiene como ventajas expandir la capacitación profesional, reducir los niveles de conflictividad, incrementar el grado de adhesión e identificación y elevar la autoestima del personal al sentirse parte de la corporación.

La horizontal se instaura habitualmente para espacios de conexión. Su aplicación puede redundar en la confianza y apertura. Entre sus principales virtudes están: aumenta la coordinación, acrecienta la atmósfera interna, fortalece la integración, anima la innovación y el trabajo en equipo.

Es imperativo asegurar que los mecanismos descritos funcionen en concordancia con las políticas institucionales a fin de evitar la gestación de rumores. Éste es un asunto espontáneo y cotidiano, con un contenido interesante, seductor, ambiguo, que debería ser creído y secreto; su transmisión es encadenada y exponencial; proviene de una fuente desconocida, pero “fiable”. Su subsistencia representa la más evidente manifestación de las deficiencias del sistema de comunicación. De lo contario, no habría lugar para su protagonismo y expansión.

Un aspecto trascendente consiste en conocer la genuina capacidad de comunicación de los más representativos funcionarios. Un profesional con excelsos estándares de habilidades duras, competencias e incluso larga trayectoria en el mercado laboral puede suponer que sabe comunicarse. Sin embargo, cuando se omite detectar oportunamente su ausencia de destreza, nace una dificultad de envergadura. Por lo tanto, recomiendo evaluar su asertividad, talento persuasivo y prolijidad de negociación. En ocasiones no siempre han sido entrenados para este propósito y, en consecuencia, se suscitarán problemas que se irradian en todas las esferas.

Al respecto, sugiero ejercitar una comunicación asertiva, cortés y cuidar los estilos con el propósito de certificar su comprensión y una buena interacción. Recuerde: las formas concluyen siendo tan significativas como el fondo. De allí la necesidad de exhibir sólidas habilidades blandas que aseguren un desenvolvimiento enmarcado en la tolerancia, la empatía, la afabilidad y diferentes componentes orientados a ratificar un entendimiento en el que, más allá de las posibles discrepancias, prevalezca el respeto y la armonía. No siempre se alcanza este propósito debido a negativos y desfavorables escenarios de trabajo.

La comunicación debe ameritar especial atención, sin importar el tamaño y actividad de la compañía. La coexistencia de omisiones, erradas interpretaciones y recados distorsionados acarrea un sinnúmero de impactos en la credibilidad, reputación y vínculo con sus audiencias. Soslayemos subestimar o prescindir adoptar las acciones correctivas. Es deseable realizar una auditoría con la finalidad de tener un diagnóstico independiente y acreditado.

En un mundo cada vez más interdependiente es un medio integrador, motivador, persuasivo, esclarecedor y destinado a una enriquecedora retroalimentación. Gracias a ésta se fortalece el intercambio, se forjan nuevos vínculos comerciales y se proyecta la identidad corporativa con los consiguientes beneficios que conlleva erigir un horizonte ambicioso, respetado y esperanzador. Comparto la aseveración del actor argentino Leandro Taub: “La mala comunicación puede hacer de la belleza, tragedia. La buena comunicación puede hacer de la tragedia, belleza”.